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Actualizado Noviembre 2018
Haz clic en cualquiera de los siguientes enlaces para ver estas películas de Navidad en línea. Películas ¡NUEVO! ¡Qué bello es vivir! - El filme es un clásico del cine estadounidense, y su emisión en televisión se ha convertido en toda una tradición navideña. Está protagonizada por James Stewart en el papel de George Bailey, un hombre que ha renunciado continuamente a sus sueños debido a su sentido de la responsabilidad, su generosidad y su altruismo, y cuyo propósito de suicidarse en Nochebuena provoca la intervención de su ángel de la guarda, Clarence Odbody (Henry Travers). Clarence muestra a George cuántas vidas ha afectado con su ayuda, y cómo sería la vida en su pueblo si él nunca hubiera existido. Un Cuento de Navidad (1984) - Ebenezer Scrooge es, un hombre avaro y tacaño que no celebra la fiesta de Navidad a causa de su solitaria vida y su adicción al trabajo. No le importan los demás, ni siquiera su empleado Bob Cratchit, lo único que le importan son los negocios y ganar dinero. Una noche, en víspera de Navidad, Scrooge recibe la visita de un fantasma que resulta ser el de su mejor amigo y socio Jacob Marley, que muere siete años antes del inicio de la historia. El espectro le anuncia la visita de tres espíritus de la Navidad, que le darán la última oportunidad de salvarse. La historia de la Natividad - La historia de María y del acontecimiento que cambió para siempre su vida y el destino de la humanidad. El cuarto Rey Mago - Cuenta la leyenda que hubo un cuarto Rey mago que llegó tarde a la cita con los otros tres por ayudar a un anciano. Se desplazó por sus propios medios a Belén, pero la Sagrada Familia había partido ya hacia Egipto, en donde intentó buscarlos infructuosamente, pues siempre se enredaba ayudando a algún necesitado. Cuando después de 30 años oyó lo que se comentaba del profeta de Galilea, quiso verlo. Desafortunadamente, nunca llegaba en el momento oportuno, pues siempre tenía que atender las miserias que iba encontrando en el camino. Por fin, ya anciano, alcanzó a ver a Jesús subiendo al Gólgota, y le dijo: «Toda mi vida te he buscado sin poder encontrarte». Jesús contestó: «No necesitabas buscarme, porque tú siempre has estado a mi lado». La mujer del predicador - El bondadoso reverendo Henry Biggs se da cuenta de que su matrimonio con Julia está en peligro debido a que dedica demasiado tiempo a resolver los asuntos de sus feligreses. Por si esto fuera poco, su iglesia se ve amenazada por un promotor inmobiliario. Desesperado, ruega a Dios que le ayude, y la respuesta es un ángel llamado Dudley, que traerá, al principio, más complicaciones que soluciones. Feliz Navidad (Joyeux Noël) - Ha estallado la I Guerra Mundial. Tres ejércitos enemigos -franceses, alemanes y escoceses- libran el conflicto desde las trincheras. En el Día de Navidad sus tenientes acuerdan pactar una tregua. Los soldados comparten unas escasas horas de paz en las que fraternizarán. Este video es para niños mayores y es basado en una historia verdadera. Dibujos Animados y Vídeos de Música ¡NUEVO! Chiquisaurios: La peña navideña - Una vez al año llega el momento de rescatar del olvido el baúl de Navidad. Los chiquisaurios aprenden a ceder y terminan disfrutando mucho de los preparativos para la celebración. Un Cuento de Navidad (1971) Querbín: El Canto del Ángel - La historia de la primera Navidad, contado por Querubín. Incluye canciones divertidos y es ideal para niños de 1 a 6 años. Historias Bíblicas Animadas: El Rey ha nacido La Biblia para Peques: La Historia del Nacimiento El Juguete que salvo la navidad - Parte del serie popular "Veggie Tales". La Navidad de Charlie Brown - Charlie Brown está deprimido porque piensa que la navidad carece de sentido, ve a Lucy y Snoopy obsesionados con regalos y decoraciones, Schroeder obsesionado con la obra de navidad, y todos los demás concentrados en las tarjetas y cartas a santa, todo esto lo hace cuestionarse el verdadero significado de la navidad. Charlie se disgusta por ver como la festividad se ha convertido en un comercialismo total. Cuando los chicos se comprometen a dar a Charlie la tarea de seleccionar un árbol de navidad para la obra, el escoge uno feo y solitario, pero Linus con un conmovedor discurso logra hacer que todos comprendan el verdadero significado de la navidad. El Deseo de Annabelle - Una pelicula navideña que cuenta la historia de una vaquita que dona su voz a su dueño. El burrito de Navidad - Bonito cuento navideño que nos narra las aventuras de Pequeño, un burrito en navidad y su pequeño dueño. Chiquivideo: Alegría Navideña – Video musical infantil para peques. El Desván del Tio Ivan: Amiguitos Navideños - No hay nada mejor que capte con mayor realismo el magia de la Navidad como unos alegres villancicos en voces de niños, ¡o relizar un viaje fantástico al pasado para presenciar en persona el origen de esta fiesta universal! Este entretenido y variado programa navideño transmite innumerables emociones, canciones y sorpresas que harán rebosar de entusiasmo a los chicos al tiempo que avivan su imaginación. El pequeño público descubrira el milagro y significado de la Navidad. Para ver una lista de Cuentos de Navidad gratis para ninos, haz clic aquí. Para ver páginas para pintar y actividades Navidenas, has click aquí.
Descriptions from Wikipedia, filmaffinity.com and assorted internet sources. Image courtesy of Sean Dreilinger via Flickr.com
Jewel Roque
Cuando volvíamos a casa después de salir una tarde con unos amigos, le pregunté al menor de mis hijos si la había pasado bien. —Sí, más o menos —me respondió—. Es que los chicos se estaban burlando de mí en el parque de juegos. —¿Por qué? —le pregunté. Como a veces reacciona exageradamente ante cualquier comentario, me imaginé que no debía de ser nada importante. —Eric me dijo que vio una foto mía dormido mientras hacía mis tareas, y después Leslie dijo que ella también la había visto. Todos los niños se rieron. No sabía qué decirle. Yo había publicado en Facebook una foto de mi hijo un día que se quedó dormido en su mesita, al lado de sus libros. Me pareció tierna. Mi hijo pone mucho empeño en todas sus actividades, pero cuando tiene sueño, tiene sueño. Y se duerme. Le viene de familia. Mis hermanos y yo sabemos que una vez que llegamos a cierto punto de cansancio, no podemos más. El único remedio es dormir. Por a o por be, mi hijo ha aprendido eso a temprana edad. Cuando está cansado, aunque estemos a punto de cantar «Cumpleaños feliz» en una fiestecita o deba terminar sus tareas, se duerme. Mi marido y yo lo entendemos y acomodamos los horarios teniendo eso en cuenta. Sus maestras en general también entienden que a veces se queda dormido en su pupitre. Yo procuro mandarlo a la cama a tiempo cuando sé que va a tener que madrugar o cuando le espera una larga jornada. Los padres y docentes suelen entender esas cosas; los niños en muchos casos no. Cuando publiqué la foto no pensé que a los padres se les ocurriría mostrársela a sus hijos, ya que en la mente de un niño quizá no parezca tierna, sino tonta, graciosa o embarazosa. Justo lo que usan para burlarse de alguien. Algo que yo había hecho sin pensar le había causado dolor a mi hijo. Lo hizo quedar mal ante sus amigos. Seguramente lo olvidaron enseguida y se pusieron a jugar otra vez; pero en ese momento tuve que confesarle a mi hijo que no había sido culpa de ellos, sino mía. Busqué la foto en Facebook y se la mostré. Le dije: «Yo publiqué esta foto de ti el otro día. No pensé que alguien se reiría de ti por ella». Luego le prometí que no volvería a publicar nada de él sin preguntarle primero si le parecía bien. Es un acuerdo que ya tengo con otros miembros de mi familia, pero no pensé que al más pequeñín le importaría. Estaba equivocada. Es curioso que yo cometa un error así. Al repasar mi propia infancia, me doy cuenta de que las emociones que más me afectaron fueron producto de burlas. Me acuerdo de una media de docena de ocasiones, antes de cumplir los cinco años, en que las burlas me hicieron llorar. Los momentos dolorosos suelen pervivir en la mente y el corazón mucho después de desvanecerse el eco de las palabras. ¿Con cuánta frecuencia mis propias palabras tienen el mismo efecto que las de esos niños en el parque de juegos? Cuando estoy batallando por concentrarme en mi trabajo y no soporto una interrupción más, les digo con aspereza a mis chicos que me dejen en paz para que pueda avanzar algo. Y cuando discuten y ya no aguanto la riña, les suelto que no me importa lo que haya dicho cada uno ni de quién sea la culpa. Solo quiero paz. Tras meditar detenidamente sobre el asunto, me he propuesto ver cada momento de la vida a través de los ojos de un niño. No puedo prometer hacerlo todas las veces, pero al menos lo intentaré. No puedo tomar una resolución para siempre, sino que es una decisión que voy a tener que repetir muchas veces. Reducir la marcha. Reflexionar. Orar. Amar. Foto y artículo gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso.
Joyce Suttin
Bo era nuestro perro labrador. Le encantaba nadar en la piscina. El ejercicio era su vida, y la piscina, su dominio. Cierto día mi hijo estaba aprendiendo nuevos estilos de natación y probó a hacer el muerto. Bo pensó que el chico estaba en inminente peligro y se lanzó a rescatarlo. Instintivamente alzó la cabeza del niño y se aferró a él con las patas en un intento de salvarle la vida. El pobre chico se atoró tratando de alejar a Bo. Terminó con agua en los pulmones y el pecho todo arañado. El perro, en su celo por obtener mi aprobación por lo que había hecho, se sacudió el agua y me dejó toda mojada. Yo lo felicité. Sabía que era más el daño que el bien que había hecho, pero me identifiqué con él, pues con frecuencia me ha pasado lo mismo en mi trato con los demás. El otro día conversaba con alguien acerca de su relación con su hijo adolescente y le ofrecí un consejo. Tras cuarenta y tantos años de ser madre, abuela y docente de jóvenes, mi recomendación es en realidad bastante sencilla: «No te tomes las cosas tan a pecho». Es difícil no reaccionar con fastidio, enojo o susceptibilidad cuando sientes que te rechazan. Cuesta no tomarse a pecho las palabras y gestos ásperos, y no pensar en todas las veces en que tú querías hacer otra cosa y, sin embargo, te tomaste la molestia de escuchar y atender las necesidades de tus hijos. Cuesta también quedarse fuera de la piscina para observar y orar, sabiendo que has dicho y hecho todo lo que podías. Llega un momento en que simplemente debes dejar que se defiendan por su cuenta. Déjalos lanzarse al agua torpemente. Que prueben nuevas brazadas. Que imiten a sus amigos. Pero no te tires a la piscina como Bo para rescatarlos prematuramente. Limítate a observarlos y a estar pendiente por si piden ayuda. Y reza. A la larga, la oración y el amor incondicional son los factores determinantes. Si terminan llamándote, no los regañes por todas las veces en que no lo hicieron. Si tocan a tu puerta, no les digas que no tienes tiempo. Haz las veces de ancla, de roca, de plataforma estable en medio de este mundo inestable, y diles que todo saldrá bien. Valora esos momentos en que vuelves a estrecharlos entre tus brazos e infúndeles fe para volver a lanzarse a la piscina.
Foto y artículo gentileza de la revista Conéctate.
Anna Perlini
Mi hijo Jonathan nació en una pequeña aldea de la India en una época en que mi marido y yo hacíamos voluntariado en ese país. Como muchos niños indios, se crio comiendo arroz, dal, chapatis y una increíble y colorida variedad de frutas tropicales que allí se expenden en cada esquina. Aunque todavía no había cumplido los cinco años cuando regresamos a Europa, le llevó un tiempo adaptarse al nuevo entorno y particularmente a las nuevas comidas. Al principio miraba con mucho recelo su plato de fideos y analizaba minuciosamente cada uno. Siempre había sido lento para comer, pero vaya si le tomó tiempo acostumbrarse a la cocina italiana. A la postre sus recuerdos de la India y la gastronomía hindú se desvanecieron. En aquella época la globalización no era como ahora, y los únicos productos disponibles en los supermercados italianos eran los típicos del país en cada estación. No obstante, un día, al pasar frente a una tienda de exquisiteces recién inaugurada, vi un mango. Era bastante caro; pero como Jonathan justo estaba por cumplir 11 años, pensé que sería estupendo que pudiera saborear una de las frutas que más le gustaban de pequeño. Lo compré, lo envolví e invité a mi hijo a dar un paseo. Nos sentamos en un banco y allí le entregué solemnemente mi regalo, mientras le comentaba que le traería recuerdos del pasado. Abrió despacito el paquete y, sosteniendo en las manos la vistosa fruta, la observó inexpresivamente por lo que pareció una eternidad. —Mamá, perdona, pero no lo recuerdo. Me sentí un poco desilusionada. —Deberías probarlo. Te aseguro que te encantaba cuando eras pequeño. Con la misma mirada recelosa con que había probado sus primeros platos italianos, le pegó un mordisquito. Luego otro, y otro. Aun así, seguía impávido. Entonces llegó al hueso, y de golpe se le iluminaron los ojos. —¡Ahora lo recuerdo, mamá! ¡De verdad! ¡Recuerdo que me gustaba chupar el hueso! Muchos recuerdos más inundaron la cabeza pensante de mi muchacho. Hablamos y hablamos rememorando otros sucesos del pasado. A raíz de ese incidente, recuerdo haber reflexionado sobre lo importante que es ser capaz de esperar un poco más cuando las cosas no parecen encajar o tener sentido. Para una madre como yo fue una confirmación más de que lo que sembremos en los primeros años de nuestros hijos nunca será olvidado. Puede que a veces parezca que sí, pero solo tienes que esperar ¡a que lleguen al hueso!
Courtesy of Activated magazine; used by permission. Photo by Free Images via Freepik.com
El primer día de la escuela de tu hijo o la asistencia al jardín infantil siempre será el momento que querrás recordar. De repente, tu bebé deja de serlo y tu hijo de cuatro o cinco años se dirige a un nuevo horizonte. Si bien es cierto que es un momento emocionante, también puede ser bastante estresante para el niño y los padres. Por ello, es primordial deshacerse de los miedos del primer día. Servirá de ayuda contar con una buena organización y planificación, además de estar alerta ante las señales de ansiedad de tu hijo y tener como objetivo calmar sus preocupaciones.
Visita con anticipación la escuela o el jardín infantil Muchas escuelas y jardines infantiles fomentan al estudiante y a los padres a que asistan a las instalaciones antes de que comiencen las clases. De esta forma, el niño y los padres pueden familiarizarse con el lugar, conocer y ver la escuela. Busca el salón de clase, el baño y la cafetería. Esto será un buen consuelo visual para tu hijo y te ayudará a discutir algunos asuntos acerca del salón de clase, las instalaciones, el área de almuerzo con tu hijo con anticipación y durante la temporada escolar. Conoce al profesor Es muy importante que te reúnas con el profesor con anticipación y dentro de lo posible. De esta forma, tu hijo y tú se sentirán cómodos ya que lo conocerán antes de que comiencen las clases. Asimismo, esta reunión asegurará que tu hijo reconozca de inmediato un rostro familiar en el primer día de clase. Consigue la guía de instrucciones de la escuela Es importante conocer con anticipación las expectativas de la escuela. Pide una copia y léela bien. Formula preguntas tan pronto como sea posible si tienes dudas acerca de las reglas, las solicitudes de dinero, etc. Asimismo, es importante que leas las reglas con tu hijo para que sea consciente de lo que se espera de este durante su asistencia a la escuela. Compren juntos los artículos escolares Es divertido ir a comprar los artículos escolares y esta experiencia se debe compartir en familia. Respeta la lista de artículos escolares que te brindó la escuela. Dentro de los límites de dicha lista, deja que tu hijo escoja los artículos que más le guste y que llevará a la escuela. Con frecuencia, encontrarás un margen en un estuche de lápices o en las calcomanías para los nombres que te permitirán personalizar los artículos escolares de tu hijo. Puedes comprar algunos artículos escolares personalizados, como un estuche de lápices, incluso si la escuela brinda la mayoría de estos artículos. Consigue el horario de clases Este te permitirá discutir con anticipación las actividades del día con tu hijo. Trata de relacionar estas actividades con las que haces al día de modo que tu hijo vea la conexión entre los horarios diarios y las rutinas que las personas realizan. Sé organizado Es muy importante tener la costumbre de ser organizado desde un principio tanto para tu hijo como para ti. Preparen juntos la mochila con los artículos escolares. Escojan juntos el atuendo que vestirá o preparen el uniforme. Sería bueno que comiencen la mañana preparando los almuerzos tan temprano como sea posible. De esa forma, tu hijo tendrá un interés personal en preparar almuerzos saludables y lo hará por su cuenta en algún momento próximo de su vida. Los hábitos buenos que se aprenden a una edad temprana se aplican siempre. Tranquiliza a tu hijo Pasa tiempo con tu hijo antes de que comience la escuela, hablen acerca de esta, de tu amor por el aprendizaje y de las amistades que se tienen en la escuela. Estimula la confianza de tu hijo al contarle experiencias positivas y todo lo bueno que disfrutará de la escuela. Sé comprensivo, pero aprende a desprenderte de tu hijo En el primer día de clases, dale muchos abrazos y mucha tranquilidad. Asimismo, ten el equilibrio para desprenderte de tu hijo. Esta oportunidad debe ser emocionante y divertida para tu hijo si has hecho un buen trabajo de antemano al enfatizar lo positivo de ir a la escuela y si has involucrado a tu hijo en las preparaciones para ir a la escuela. De igual forma, tu hijo estará más dispuesto a asistir a la escuela. ¡Dile a tu hijo que lo esperarás cuando terminen las clases y asegúrate de ser puntual! Consejos
Versión navideña de 1 Corintios 13 Si adorno mi casa a la perfección con cintas de raso, guirnaldas de luces y brillantes esferas, pero no manifiesto amor, no soy sino una decoradora. Si me esclavizo en la cocina, horneo docenas de galletas navideñas, preparo cenasgourmet y las sirvo en mesas exquisitamente dispuestas, pero no manifiesto amor, no soy sino una cocinera. Si me ofrezco de voluntaria para servir en comedores solidarios, canto villancicos en hogares de ancianos y doy todo lo que tengo para obras de caridad, pero no manifiesto amor, de nada me sirve. Si arreglo el árbol con ángeles resplandecientes y copos de nieve tejidos a crochet, asisto a innumerables celebraciones y participo en la cantata de la iglesia, pero no pienso en Cristo, olvido lo principal. El amor deja de cocinar para abrazar a un hijo. El amor deja de lado la decoración para besar al esposo. El amor es bondadoso, aunque esté abrumado y cansado. El amor no envidia la casa del vecino o pariente donde se sirve la cena navideña en platos de porcelana fina sobre manteles bordados. El amor no grita a los niños para que dejen de estorbar; más bien agradece que estén ahí, por más que impidan el paso. El amor no da solo a quienes tienen medios para devolver el favor, sino que se alegra de ser generoso con los desfavorecidos. El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta. El amor nunca decae. Los teléfonos inteligentes se rompen, los juguetes se olvidan, las bufandas y sombreros se pierden, la nueva computadora quedará desfasada; pero el don del amor perdurará. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Foto: Krystine Lovett/Flickr
Mucho se ha escrito sobre el valor de un padre... ¿pero cuántas veces nos hemos detenido a apreciar de veras las cualidades de quien se sacrificó infatigable y a veces tercamente por mantenernos y educarnos? No en vano se ha dicho: «Padre diestro, el mejor maestro».
Me vienen al pensamiento varios padres ejemplares que he conocido, uno de ellos en particular que luego de una agotadora jornada de trabajo se desvela hasta pasada la media noche para ayudar a sus hijas a pegar con minuciosidad las piezas de una maqueta que les dejaron de tarea en el colegio. La influencia que puede llegar a tener un padre es incalculable. El amor paterno es uno de esos inestimables dones del Cielo; y la paternidad, una sagrada vocación. Algunos hemos tenido padres admirables, y otros no tanto. Pero creo que todos valoramos las figuras paternas, llámense padre, padrastro, tío, abuelo o profesor, hombres que nos dieron el empujoncito que necesitábamos para lograr alguna empresa que nos parecía irrealizable o el aliento para cruzar una meta que nos figurábamos inalcanzable. ¡Qué importantes son esas personas que han contribuido a moldear nuestro carácter! A todos debemos honrar, y todos tienen su lugar.
Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Foto: Pat Belanger/Flickr
Curtis Peter van Gorder
En nuestra familia, no hace mucho, cada uno tenía un horario distinto, y eso no nos permitía comer juntos con mucha frecuencia. Me dio la sensación de que nos estábamos alejando unos de otros, sobre todo después de visitar a un amigo italiano que me enseñó lo bello que puede ser sentarse juntos a la mesa. En un hogar italiano, una comida es un acontecimiento. No se trata de tomar un bocado a toda prisa; más bien es una ocasión de intercambiar anécdotas, charlar, debatir, expresar esperanzas y deseos. Y cuando te parece que la comida ya se ha terminado, te ponen delante otro plato delicioso. Casi sin darse uno cuenta, pasan dos horas, y tal vez hasta más. No es necesaria ninguna otra actividad de esparcimiento vespertino: la comida en sí es lo más destacado. Tal vez no siempre tengamos ocasión de disfrutar de un banquete a la italiana. En todo caso, a pesar del ajetreo de la vida, seguramente podemos encontrar formas de disfrutar juntos de las comidas. Muchos trabajos de investigación dan cuenta de los beneficios de comer juntos en familia1. La oportunidad de conversar en la mesa contribuye a estrechar los lazos familiares, generar afecto, seguridad y un sentido de pertenencia. Una comida casera suele ser más alimenticia y menos costosa que la comida al paso. Los más jovencitos aprenden modales: pedir que les pasen la comida, no apoyar los codos en la mesa y comer lentamente son cosas que hacen que la experiencia resulte placentera. Al contar y escuchar relatos en la mesa se refuerzan también las aptitudes lingüísticas. Comer juntos también sirve para que cada persona del hogar adquiera mayor conciencia de lo que implica preparar una comida, lo que aporta buenos conocimientos culinarios a los niños temprano en la vida. Cualquiera que sea la composición de tu hogar, tomarse el debido tiempo para disfrutar de las comidas favorece la digestión y contribuye al bienestar emocional. Las comidas son también una ocasión ideal para orar por nuestras necesidades específicas y dar gracias a Dios por lo que ha hecho. Mi visita a Italia me llevó a hacerme el firme propósito de convocar a las personas de nuestra familia a sentarse juntas a la mesa con la mayor frecuencia posible. No es solo cuestión de disfrutar de la comida, sino también de generar lazos perdurables de afecto, alegría y unión.
Gentileza de la revista Conéctate. Foto: More Good Foundation/Flickr.
Hoy en día, las familias tienen más poder que nunca para ayudar a salvar al planeta Tierra de la contaminación y reducir los desechos que producimos diariamente. Lee estos pasos para aprender unas cuantas cosas divertidas y útiles que puedes hacer para hacer un bien a nuestro planeta.
Adaptado de Wikihow. Foto: Extensions Horticulture/Flickr
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