Chalsey Dooley Los avisos publicitarios suelen presentar más que el artículo que pretenden vender. Una propaganda de una piscina inflable bien puede mostrar una familia feliz chapoteando en ella. ¿Acaso la piscina te garantiza que tendrás una familia feliz? Cuando me disponía a conseguir una para mis hijos tuve que explicarles que no todo es tan lindo como parece a primera vista. Por ejemplo, después de un día de esparcimiento en la piscina, el agua se pone fría y sucia. Limpiarla es una tarea nada fácil. Si no la desinflamos después de bañarnos en ella, el pasto de abajo se seca y a la larga puede llegar a oler mal. Les advertí que podrían disfrutar de la piscina en la medida en que estuvieran dispuestos a mantenerla limpia, a esperar a que hiciera buen tiempo y a tener paciencia mientras la inflábamos y la llenábamos. Lo mismo sucede con los legos. Cuando mis hijos ven avisos de los bloquecitos de colores brillantes, enseguida se ilusionan con armar un transbordador espacial o un avión. Pero por muy bonitas que se vean las imágenes y por mucho que los niños de la foto parezcan divertirse, la felicidad no proviene del juego de legos; es algo que los que juegan tienen que aportar. Cuando sus creaciones se desarman —como termina ocurriendo con todo lo que se construye con legos—, mis hijos necesitan optimismo y alegría para no desanimarse, y perseverancia para volver a empezar. Esas cualidades no vienen incluidas en el juego de legos; pero sin ellas, en lugar de tener sonrisas, todo son decepciones. Las cosas, el estatus social o profesional y los bienes materiales por sí mismos no pueden dar felicidad. No hay tienda que venda alegría. Eso viene de dentro, de una vida de entrega y afecto, y de Jesús, la fuente del amor. Disfruta de la piscina si tienes una, pero no te dejes deslumbrar por el aviso publicitario. La vida es lo que nosotros hacemos de ella. Con alegría en el corazón, lo demás es de propina. Chalsey Dooley vive en Australia. Escribe textos motivacionales para niños y educadores y se dedica de lleno a la formación de sus hijos. Este es su sitio web: www.nurture-inspire-teach.com. Publicado originalmente en la revista Conéctate. Usado con permiso. Foto: Ted via Flickr.
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Al pensar en mi infancia, me llegan incontables imágenes de amor, ánimo y recuerdos cariñosos de mi familia. Recuerdo las noches en que mi padre me leía por horas, mientras yo escuchaba sentada en su regazo. Sin duda, esas experiencias me inculcaron un amor por los libros que duraría toda la vida. Cuatro décadas después, escucho con claridad las palabras de mi madre: «Michelle, trata a todos con amabilidad», y en el mismo tono que empleaba cuando yo era niña. Los valores que mis padres me inculcaron —perseverancia, compasión, aceptación, creer en mí misma— son los mismos que actualmente rigen mi vida. Y son los mismos valores que trato de inculcar a mis hijos. No hace falta hacer un estudio para demostrar tu influencia: un momento en que veas que tu hijo imita tu comportamiento o repite tus palabras o copia tus valores, bastaría para confirmar que sí dejas huella. El sentido común nos dice que podemos influir de manera considerable en el rumbo que tome la vida de los hijos. Y hay una sencilla razón: las habilidades para desenvolverse exitosamente en la vida se aprenden, no se heredan; podemos marcar una gran diferencia porque podemos enseñar esas habilidades a nuestros hijos y alumnos. Afrontar los altibajos de la vida, llevarse bien con los demás, fijarse una meta y no rendirse hasta que se logre, saber cómo hallar soluciones y solucionar conflictos, comunicarse con firmeza y seguridad en sí mismo, y hacer todo con compasión y empatía son las habilidades que contribuyen a formar un carácter firme, una mente fuerte y un corazón que se preocupa por los demás; y todas son habilidades que se pueden enseñar. Aunque es posible que nuestro amor y afecto no haga forzosamente que nuestros hijos tengan más confianza en sí mismos ni que sean más amistosos, podemos fomentar las habilidades que mejoren las características de una vida exitosa. Independientemente del temperamento de tus hijos y su composición genética, puedes ampliar sus posibilidades al enseñarles cómo llevar una vida más exitosa y plena. - Michele Borba * Cómo vives —tu orden de prioridades, cómo pasas el tiempo, cómo gastas el dinero, cómo tratas a los demás y a tus posesiones— es el único y mejor indicador de lo que te importa y los valores que aprecias. Créeme, tus hijos interpretan tu vida con mucha mayor claridad que cuando oyen tus palabras. Si esas dos cosas están en armonía, es estupendo. Si no, es hora de volver a evaluar. A medida que tratas de impartir a tus hijos valores sanos, pregúntate:
* ¿Qué significa preparar a los hijos para la vida? Significa ponerse a pensar en cómo ayudarlos a avanzar por las etapas naturales de crecimiento y desarrollo, conscientes y enterados de lo que pasan sus compañeros, y prepararlos para cuando tengan que encarar situaciones parecidas. Significa enseñarles a ser valientes en las dificultades y a encarar situaciones nuevas de forma responsable y con confianza. Significa que en vez de protegerlos de las influencias negativas del mundo actual, les enseñen a discernir el bien y el mal y a comportarse con integridad, autodisciplina, convicción, amor, tolerancia y fortaleza de carácter. […] Inculcar valores morales a los hijos es un desafío que encaran todos los padres. Todo padre y madre conscientes tienen que formar a sus hijos para que se apoyen en valores, convicciones y creencias aunque estén en contacto con influencias que no se tolerarían en su casa pero son parte de la vida una vez que los niños empiezan a ir al colegio y tienen amigos de familias que no comparten la misma fe o el mismo código moral. Preparar a los hijos es esencialmente enseñarles a comportarse fuera de la seguridad de su casa o de su familia, a reaccionar con convicciones y arreglárselas cuando no estén con sus padres y tengan que afrontar la realidad del mundo. […] Los hijos en la actualidad enfrentan muchas influencias y las enfrentarán mucho más a lo largo de su vida. Unas serán positivas, otras negativas y muchas una de cal y otra de arena. Si adoptan la mentalidad de prepararlos para la vida, aceptarán que no pueden protegerlos de todo influjo negativo, pero sí orientarlos para que aprendan a tomar buenas decisiones cuando se vean expuestos a ello. - María Fontaine * «La Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebreos 4:12). Vive en nosotros, nos habla y nos llena la vida de luz y entendimiento. A medida que ingerimos el agua viviente de la Palabra de Dios, comienza a transformar nuestro corazón, mente y vida. Empezamos a ver las cosas desde la perspectiva de Dios, que en muchos casos difiere sustancialmente de nuestra forma de pensar. Descubrimos cosas de nosotros mismos y de los demás que no habríamos alcanzado a ver de ninguna otra manera. A nadie se le ocurriría decirle a un niño que se ha perdido en el bosque que busque por su cuenta el camino de regreso a casa. Nunca se nos pasaría por la cabeza no dar de comer a nuestros hijos, no vestirlos o no dejarlos salir a jugar, respirar aire puro y hacer ejercicio. Y tampoco debemos privarlos de las Palabras de vida, que imparten el poder, la luz y la vida de Dios. Jesús dijo: «Las Palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63) Con la Palabra de Dios los niños aprenden lo que está bien y lo que está mal y adquieren sólidos principios que los capacitan para hacer frente a las numerosas dificultades que se les presentarán en la vida. Y a medida que crezcan, sin duda tendrán que encarar muchas, porque la vida es un terreno de pruebas en el que aprendemos a tomar decisiones en consonancia con los preceptos del bien, en vez de escoger lo que es malo y perjudicial. Desde muy pequeños, los niños libran esta batalla espiritual y toman decisiones que pueden afectar en gran manera su vida y la de los que los rodean. Los padres podemos preparar a nuestros hijos para hacer frente a esas difíciles decisiones proporcionándoles una base de fe y un buen conocimiento de la Palabra de Dios. - Derek y Michelle Brookes Gentileza de Anchor. Foto de Rick Bolin via Flickr.
Adaptado de Wikihow. Foto de Gerry Thomasen/Flickr.
Las únicas personas que ven las pataletas infantiles como algo divertido son los abuelos –– porque por fin ha llegado la hora de la venganza al ver ahora a sus hijos batallando con sus propios pequeños monstruos. Lamentablemente, las pataletas son inevitables en la vida cotidiana de cualquiera que tenga niños. Usualmente empiezan alrededor de los 2 años de edad, cuando los niños experimentan diferentes maneras de comunicarse con otros para obtener lo que quieren. Las pataletas son menos frecuentes cuando alcanzan los 4 años, pero algunos niños continúan haciéndolo años después - incluso cuando son adultos. ¡Uff! Pero no te debes preocupar. Las pataletas hasta cierto punto no son evitables, pero siguiendo algunos simples pasos puedes evitar la mayoría de ellas y ayudar a tu niño a que aprenda un mejor mecanismo para sobrellevar la adversidad. Pasos
Gentileza de Wikihow. Foto de Mindaugas Danys via Flickr.
¿Qué es el amor incondicional? Es, simplemente, lo que implica la frase: amar a una persona sin condiciones, por lo que es esa persona y no por lo que hace. Zig Ziglar * Los niños excepcionales son justamente eso: excepciones. ¡La gran mayoría de nuestros hijos no son particularmente brillantes, increíblemente sagaces, super coordinados, increíblemente talentosos ni universalmente populares! Son chicos comunes y corrientes con una enorme necesidad de que se los ame y acepte tal como son. James Dobson * Verse a sí mismo o a su hijo desde una perspectiva analítica o negativa y desear que su hijo sea así o asá puede robar la felicidad, motivación, paz interior y satisfacción, y no hablemos ya del efecto que tendrá en el hijo. Los niños recuerdan con mucha claridad, y los afectan de forma muy directa las actitudes de los padres, la manera en que estos los perciben y lo que piensan de ellos.Por eso, si constantemente se expresa fe con las palabras y se dicen cosas positivas del hijo, tanto ante él como ante los demás, y si se piensan cosas positivas de él, el efecto será bueno y positivo porque le infundirá fe y probablemente se ajustará más al concepto que se tiene de él y lo que se espera de él. En cambio, si se piensa o habla mal de él, ya sea de forma directa o indirecta, podría hacerle tener un concepto negativo de sí mismo, no podrá ser feliz, se socavará su autoestima, se dificultará su desempeño y afectará la forma en que se vea a sí mismo. La fe engendra fe; las actitudes positivas fomentan más actitudes positivas tanto en uno mismo como en quienes lo rodean. Para que se manifiesten las mejores cualidades de una persona suele ser necesario demostrar fe en ella. Jesús, hablando en profecía * Lo esencial de la aprobación estriba en que uno ame a sus hijos aun cuando se rebelen o estén de mal humor. Deben tener muy en claro que su valor como personas no depende de su atractivo físico, su inteligencia ni su comportamiento, sino del simple hecho de que son criaturas de Dios. Dan Benson * Para establecer una relación de amor y respeto, es preciso recordar que sus hijos reaccionarán según como se sientan con respecto a usted. Si sienten respeto y amor por usted, tendrán actitudes obedientes y afectuosas, porque es lo que desean. […] No hay verdadera unión sin respeto. Zig Ziglar * A los niños les encanta que les digan que han hecho algo bien. Es más importante elogiar a un niño por sus buenas obras y por su buena conducta que regañarle cuando se porta mal. Siempre hay que procurar resaltar el lado positivo de las cosas. David Brandt Berg * Maneras de manifestar amor y respeto a los niños * No hagan caso omiso de los sentimientos de su hijo. Respondan con amor. * No den órdenes a su hijo ni le exijan que les preste atención sin darle explicación alguna. Diríjanse a él con respeto y amor cuando tengan que pedirle un favor. Procuren ser sensibles y manifestar un espíritu amable. * Miren a su hijo a los ojos, agachándose para estar a su nivel cuando le hablen; por ejemplo, cuando le digan algo o le den instrucciones. * Tómense un poco más de tiempo para detenerse y concentrarse de verdad en él. Den importancia a las ideas de su hijo. No las rebatan de buenas a primeras. Si expone una idea poco razonable, aunque el niño no entienda todos los detalles, procuren explicar todo lo que puedan. * No se burlen del niño cuando se equivoque o cuando haga algo un poco tonto. Eso puede lastimarlo profundamente. Esto no significa que no deban enseñar a su hijo a aprender a tomarse las cosas con buen humor cuando algo les salga mal, pero oren por discernimiento, pues a veces tal vez lo único que necesita el niño es un poco de comprensión. * Cuando su hijo necesite corrección, corríjanlo en privado para evitarle pasar vergüenza, según pida el caso. * Encuentren la forma de establecer vínculos personales con cada niño. * Demuéstrenles que los valoran con la manera en que los tratan. Préstenles la misma atención que quieren que les presten ellos a ustedes. * Cuando su hijo se les acerque para decirles algo, hagan una pausa y escúchenlo. Denle toda su atención y respóndanle. No escuchen a medias mientras piensan en otra cosa y siguen con sus actividades. * Deténganse a saludar a su hijo. María Fontaine * Fomenten las capacidades y características únicas de sus hijos: Conocer bien a cada niño como individuo. No se puede ayudar a un niño a adquirir confianza en sus dones y habilidades naturales a menos que uno sepa cuáles son esos dones. Hay dos maneras de aprenderlo: 1) En charlas privadas con el niño, observando y apreciando sus cualidades cuando uno pase tiempo con él; y 2) apartando marido y mujer un tiempo determinado para hablar de cada uno de los hijos, compartir impresiones, tomar notas, descubrir entre ambos algo más acerca de la personalidad y el carácter individual de cada niño. Respetar genuinamente a cada niño y sus dotes personales. Nuestros hijos son seres humanos que merecen no solamente nuestro amor sino también nuestro respeto. Con eso en mente, se hace a veces un poco más fácil 1) manifestar mayor confianza en ellos después de algún fracaso; 2) comentar nuestras propias fallas con ellos y contarles qué aprendimos de cada una; 3) alabar sus realizaciones generosa y sinceramente, sobre todo sus logros en aspectos que les notamos especial aptitud; y 4) no criticar ni apabullar jamás a ninguno de los niños. Más bien, debemos señalar sus malas conductas pero haciéndole sentir que no lo privamos de nuestro amor. Nunca critique en público: «alabe en público, corrija en privado». [Inculcarle] independencia, confianza en sí mismo y responsabilidad a temprana edad. La confianza y la alegría que ella depara tienen mucho que ver con la capacidad de hacer cosas útiles. Cada hijo debe tener un trabajo en la familia y para la familia (sobre todo tareas diarias o semanales) por el cual se lo elogia y se lo hace sentirse muy capaz y muy importante, por no decir parte clave de la familia. Ayude a los niños a descubrir sus propios dones y a darse cuenta de que los suyos son tan valiosos como los de cualquier otra persona. Linda y Richard Eyre * Sus niños dependen de que ustedes encarnen Mi amor para ellos de una manera que puedan comprender, captar y sentir. Si no les manifiestan Mi amor, ¿cómo sabrán que los amo? Ustedes son una manifestación de Mi amor por ellos. Los niños tienen unos sentimientos muy tiernos y delicados, aun los que no los exteriorizan mucho, y quiero demostrarles que los amo, velo por ellos y quiero estar unido a ellos y tener gestos lindos con ellos. El amor que manifiestan dedicándole tiempo es una de las mejores formas en que un niño siente Mi amor a través de ustedes. Y así como los amo entrañablemente a ustedes, también los amo a ellos; más de lo que ustedes pueden imaginar. Jesús, hablando en profecía Gentileza de http://anchor.tfionline.com/es/post/amor-que-fortalece-los-ninos/. Foto tomado por Stenly Lam / Flickr.
¿Tienes —o vas a tener pronto— un bebé?¿Te gustaría prepararte un poco mejor para criarlo bien? ¿Buscas consejos prácticos para desarrollar su inteligencia y hacerlo feliz?¿Te interesa establecer un profundo y perdurable vínculo afectivo con tu hijo?
Disfruta de tu bebé te introduce en el asombroso y misterioso mundo de esa personita que Dios te ha enviado. Descubrirás cosas increíbles de tu pequeñito y verás todo lo que puede llegar a ser si lo tratas con amor y sabes comprenderlo y orientarlo. La joven madre echó a andar por el sendero de la vida. ¿Es largo el camino? preguntó. Su guía le respondió: Sí. Y es también difícil. Además antes de llegar al final ya te habrás hecho vieja. Pero el final será mejor que el principio. Sin embargo, la joven madre era feliz y no creía que pudiese haber mejores años que los presentes. Así pues, jugaba con los niños, recogía flores para ellos a la vera del camino y se bañaba con ellos en los frescos arroyos. El sol resplandecía sobre ellos y la vida era hermosa, y la joven madre exclamó: ¡Nada será jamás más bello que esto! Llegó la noche y la tormenta, y el sendero estaba en sombras; los niños temblaban de frío y ansiedad, y la madre los cobijó en sus brazos y los cubrió con su manto, y los niños dijeron: Madre, ya no tenemos miedo, porque tú estás cerca y ningún mal puede acontecer. Y la madre dijo: Esto es aún mejor que el resplandor del día, pues les he enseñado a mis hijos a tener valor. Se hizo la mañana, y frente a ellos se levantaba un monte, y los niños treparon y se cansaron, y la madre estaba fatigada, pero no dejaba de repetir a sus hijos: Tengamos un poco de paciencia y llegaremos. Y treparon los hijos y cuando coronaron la cima dijeron: Sin ti no habríamos llegado, madre. Y la madre, aquella noche, mientras descansaba, miró las estrellas y dijo: Este día ha sido mejor que el anterior, pues mis hijos han aprendido a tener resistencia frente a la dificultad. Ayer les di valor; hoy les he dado fortaleza. Al día siguiente nubes desconocidas oscurecieron la tierra, nubes de guerra, de odio y de maldad, y los hijos buscaron a su madre a tientas, tropezando, y la madre dijo: Levanten la mirada. Alcen los ojos a la Luz. Y los hijos levantaron la mirada y vieron sobre las nubes el brillo de una Gloria eterna, que los guió hasta salir de la oscuridad. Y aquella noche la madre dijo: Este es el mejor día de todos, pues a mis hijos hoy les he mostrado a Dios. Transcurrieron los días, las semanas y los meses, y también los años. Se hizo vieja la madre, se empequeñeció y se le encorvó la espalda. Pero sus hijos eran altos y fuertes, y caminaban con valentía. Cuando el camino se ponía difícil ayudaban a la madre; cuando se ponía escabroso la alzaban en sus brazos, pues ella era ligera como una pluma. Al final llegaron a un monte, y más allá del monte vieron un camino lleno de luz y unas puertas de oro, abiertas de par en par. Y dijo la madre: He llegado al final de mi viaje. Ahora sí sé que el final es mejor que el principio, pues mis hijos saben caminar solos, y también lo harán sus hijos. Y los hijos dijeron: Tú siempre caminarás con nosotros, aún después de que hayas cruzado estas puertas. Y se quedaron inmóviles, observando a su madre que se marchaba sola y las puertas se cerraron tras ella. Y dijeron: Ya no podemos verla, pero está todavía con nosotros. Una madre como la nuestra es más que un recuerdo. Es una presencia viviente. © La Familia Internacional. Joyce Suttin
Tenía ocho años y estaba aprendiendo a ser diligente en los pocos quehaceres que me habían asignado. Me crié en una granja que se dedicaba a la cría de ganado ovino cerca de Pleasant Hill, al norte del estado de Nueva York. Siempre había mucho trabajo, y los cuatro hijos nos repartíamos las tareas. Yo era la más pequeña y estaba acostumbrada a conseguir lo que quería -las tareas más fáciles-, pero mi hermano mayor y mi hermana estaban más ocupados fuera de la granja por aquellos días, y me quedé a cargo de más. Me sentí muy mayor cuando padre me pidió que hiciera algo nuevo. Quería demostrarle lo responsable que era. Aquella primavera había sido particularmente fría, y la época del parto de las ovejas había empezado en medio de una feroz tormenta de nieve. Papá juntó a los corderos recién nacidos y llevó los más delicados a la cocina, y allí dormían en cajas de cartón alrededor del fogón. Acurrucados entre el heno, sobrevivieron las primeras noches. Papá madrugaba y les daba biberones con leche de sus madres. Los primeros días le ayudé con entusiasmo. Me agradaba mucho sentir la primera lana suave y abrigadora color gris marengo. Me encantaba oír los balidos y la gana con que chupaban el biberón que les ponía en la boca. Me encantaba, pues me sentía mayor y útil. Papá quedó complacido. Aprendía a confiar en que lo ayudaría, en que les daría la leche a los corderos sin que tuviera que recordármelo. Vio mi disposición a aprender, y lo tomó como una señal de que estaba creciendo y saliendo de la primera infancia. Me convertía en una niña grande y dejaba de ser la chiquita de la familia. A medida que los corderos se fortalecían y que el tiempo se volvía algo más apacible, papá los fue llevando de vuelta uno por uno al granero para que se quedara con su respectiva madre. Todos estaban bien, menos uno. La mamá de aquella corderita había muerto en la tormenta; papá necesitaba conseguirle una madre adoptiva. Pero primero la ovejita debía fortalecerse. Sus patitas débiles y temblorosas apenas soportaban su peso. Cuando mi padre la levantaba para que se pusiera de pie, la ovejita volvía a desplomarse sobre el heno. Necesitaba pasar más tiempo en la casa y alimentarse más con biberón para soportar la temperatura más fría del granero o para que la aceptara otra madre. Papá se fue a trabajar a las seis de la mañana. Me había pedido que diera leche a la ovejita antes de irme a clase. La noche anterior me había quedado leyendo hasta tarde y apenas si tuve tiempo más que para vestirme y salir corriendo para tomar el autobús del colegio. Y como a las diez, estando en clase de matemáticas, me acordé de la corderita. Después de salir del colegio, corrí desde la parada de autobús a la casa. Encontré a papá barriendo alrededor del fogón. Levantó la vista y preguntó: -Joyce, ¿te acordaste de dar de comer a la corderita esta mañana? Vacilé antes de responder. Agaché la cabeza y contesté: -No, papá. Perdóname. Se me olvidó. -Mi cielo -me dijo con voz queda- también yo lo lamento. La corderita se murió. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y exclamé: -Papá, ¡no lo volveré a hacer! Poniéndome sus manos en los hombros, añadió: -La corderita ha muerto y por mucho que lo lamentes no volverá a vivir. Habrá otros corderos, otras oportunidades. Pero, ¿sabes? Lamentarlo no arregla la situación. Cuando descuidamos un deber, cuando nos olvidamos de hacer algo importante, a veces solo tenemos una oportunidad. Aunque nos arrepintamos, no por ello va a resucitar la ovejita. Fue una dura lección para una niña de ocho años, y nunca olvidé aquella sensación. Me enseñó a cuidarme de lo que no puede arreglarse solo con lamentarlo, en particular cuando sea algo que tendrá impacto en el bienestar y la felicidad ajenos. Nunca podré hacer que vuelva a mi boca una palabra dura, poco amorosa. Nunca podrá vivirse de manera distinta un momento egoísta y desconsiderado. Una palabra amable que podría haberse dicho, podría decirse después, pero no en ese momento ideal en que podía haber hecho el mayor bien. Este día lo viviremos una sola vez. Únicamente tenemos una oportunidad de que salga bien. Jamás seremos perfectos, pero si continuamente nos recordamos a nosotros mismos nuestros deberes para con los demás y en toda oportunidad tratamos de conducirnos con amor serán pocas las ocasiones en que lamentemos sin poderlo arreglar. © La Familia Internacional. Usado con permiso. Misty Kay Informe de investigación Hace poco connotados científicos hicieron un descubrimiento fascinante: un parásito invisible del que no se sabe mucho. Se llama negapillo, por el efecto negativo que tiene en el estado mental y emocional del huésped. Aunque es muy pequeño para reconocerlo a simple vista, los síntomas de infección son evidentes. Vive adherido a la suave membrana del oído interno. Sus diminutas alas vibran a una frecuencia indetectable para el ser humano, pero que interfiere con las ondas cerebrales y deja a la víctima confusa y sumida en la depresión. Esas vibraciones negativas pueden ser difíciles de distinguir de los propios pensamientos. Si no se procede con sumo cuidado, es fácil que la persona termine dando crédito al murmullo negativo de sus conversaciones internas. En los casos más graves, la infección puede trasladarse al cerebro del huésped, donde el parásito se reproduce y tiene miles de crías que al poco tiempo se propagan a otras personas por el aire, por medio de las palabras negativas que pronuncia el huésped. El negapillo es una plaga que puede causar graves daños. De ahí que el tratamiento deba administrarse al primer síntoma. Mediante un sacudón, hay que desalojarlo del oído de la víctima. En la mayoría de los casos el propio paciente puede aplicarse el tratamiento, inclinando la cabeza hacia el lado donde está el negapillo y realizando varios saltos enérgicos mientras se golpea el lado opuesto de la cabeza. Si el afectado no sabe con certeza en qué oído se esconde el negapillo, deberá darse golpes en los dos lados de la cabeza para mayor seguridad. De haber más de un negapillo alojado en la cabeza, tal vez sea necesario repetir el proceso. En casos difíciles o extremos, se aconseja tomar una almohada y asestarle un buen golpe a la víctima en la cabeza, por el lado opuesto a donde se encuentre el negapillo. Si esa estrategia no da el resultado deseado y no se consigue eliminar el parásito, tal vez sea necesario propinarle un susto para que el bicho salga de su escondite. El agua helada aplicada en la cabeza de la víctima casi siempre proporciona buenos resultados. Para evitar la reinfección, colóquele al paciente unos auriculares y póngalo a escuchar música alegre y lecturas alentadoras. Se recomienda además hacer con él ejercicios de mentalización positiva. (Advertencia: Los golpes con almohada y los tratamientos con agua helada solo deben aplicarlos adultos capacitados. Si un niño intenta esas maniobras, puede causar lesiones a la víctima o daños y perjuicios materiales.) Estudio clínico Un estudio clínico realizado con mis hijos de corta edad y mi hija adolescente arrojó resultados muy alentadores. El tratamiento prescrito demostró ser muy eficaz para ayudarlos a superar crisis de autocompasión y otros cuadros emocionales negativos. Por ejemplo, un día entré a la cocina y encontré a mi hija de trece años sollozando frente a una pila llena de platos sucios. Me apiadé de ella y le dije: «Siento mucho que no estés contenta. No te quepa duda de que te quiero mucho. Es más, te quiero tanto que tengo que hacer esto…» Saqué una almohada que traía escondida y me puse manos a la obra. Mi hija no paraba de reírse y pedirme misericordia. Después del tratamiento, la paciente se recuperó milagrosamente. Enseguida reanudó el lavado de platos, pero me desconcertó que al cabo de unos instantes sufriera una recaída. Era hora de pasar a la segunda fase. Fui a buscar agua helada. Me vio venir, pero no me creyó capaz de hacerlo. Tras una breve persecución por la casa, la acorralé y… ¡chof! Hasta le pareció gracioso. Unas carcajadas más y los platos ya casi estaban listos. Soy madre de una adolescente muy sensible a las emociones. Como tal, he pasado largas horas explicándole cosas, animándola, consolándola y orando a fin de ayudarla a reponerse de sus arrebatos hormonales y cuadros de desaliento. Sin embargo, he comprobado que el tratamiento contra los negapillos es de lo más eficaz. Una vez que las pobres víctimas del negapillo toman conciencia del peligro, aprenden a reconocerlo y evitan a toda costa. Gentileza de la revista Conéctate. Foto: David Castillo Dominici at FreeDigitalPhotos.net En mi niñez conocí a una familia de seis hermanos. Su despreocupación a la hora de tratar de encajar en un grupo o de vestirse a la moda me impresionaba. Parecían muy seguros de sí mismos y sin temor al fracaso. Si bien cada uno poseía una personalidad definida, todos compartían la misma cualidad, la cual llegué a admirar muchísimo. Emanaban una paz especial, una seguridad o naturalidad auténticas. En pocas palabras: tenían confianza. Pero no provenía de su intelecto, capacidades atléticas o belleza; a decir verdad, no sobresalían en ninguno de esos aspectos. Y ello sólo aumentaba mi interés en conocer el motivo de su confianza. Cierto día, sin esperarlo, tuve la ocasión de descubrir la fuente de su serenidad. La familia en cuestión se mudó a una cuadra de mi casa. Desde entonces, no sólo los veía en la escuela, sino también en mi vecindario. ¡Entonces descubrí su secreto! Los integrantes de su familia —padres, hijos, todos— transmitían generosamente su aceptación y confianza. Ese era el secreto que inspiraba tanta confianza en ellos. No es de sorprender que la confianza florezca en un ambiente de seguridad y aceptación. Vale la pena notar que la raíz de la palabra confianza es confiar. Y una de las claves para confiar en alguien es fiarse de esa persona. La intimidad y aceptación mutua que puede llegar a existir entre dos personas genera confianza. La confianza es recíproca: aumenta tanto en la otra persona como en uno mismo. — Deepa Daniels La mejor red de seguridad Muchos chicos no necesitan sino que sus padres les proporcionen una base firme de amor y aceptación. Esa base de amor puede guardarlos de peligros y malas influencias, como la droga y el alcohol, e incluso del sufrimiento que pudiera causarles el rechazo de sus amigos. En tales ocasiones, el amor y la aceptación son como la red de seguridad de los trapecistas. Si tus hijos saben que no los rechazarás aunque metan la pata o hagan alguna estupidez, acudirán a ti, y así se formará ese vínculo que deseas. Tus hijos deben saber que, hagan lo que hagan, siempre los amarás, y nada podrá alterar ese amor. Tienen que saber que siempre pueden conversar contigo; que aunque no estés de acuerdo con ellos, aunque no coincidas con su punto de vista, aunque pienses incluso que han hecho algo muy malo o dañino, nunca dejarás de considerarlos tus hijos. Tienen que saber que siempre los amarás, que siempre podrán recurrir a ti, que aunque ocurra la peor calamidad, siempre podrán contar con tu amor. — Tomado del libro, “Urgente, tengo un Adolescente”, escrito por Derek y Michelle Brookes - "Esta es la confianza" extraído del sitio web http://just1thing.com/podcast/2011/6/15/this-is-the-confidence.html
- "Urgente: tengo un Adolescente" © Aurora Productions |
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