Un presentación dedicado a los padres. Feliz Día del Padre!
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¿Cómo reaccionó el padre del hijo pródigo cuando este volvió al hogar? (Lucas 15:11-24) ¿Corrió a oler el aliento de su hijo para averiguar si había estado bebiendo? ¿Hizo algún comentario sobre lo mal que había cuidado su ropa? ¿Lo criticó por tener el pelo desgreñado y las uñas sucias? ¿Le preguntó cuál era el saldo de su cuenta corriente? Por supuesto que no. Abrazó al chico y le dio una calurosa acogida.
A mi juicio, la principal lección que nos deja este episodio de amor inmortalizado en la Biblia es que Dios nos acepta tal como somos. A la luz de ese ejemplo que Él nos puso, ¿no deberíamos esforzarnos por obrar del mismo modo con nuestros hijos? ¿Podemos darnos el lujo de privarlos de esos abrazos que les demuestran que los acogemos con amor? Ese cariño es como una manta que todo progenitor puede tejer para abrigar a su hijo y demostrarle que lo acepta tal cual es. Es lo que motiva a un padre a seguir ayudando a su chico a superarse hasta que éste alcanza la meta que Dios le ha trazado. - Bob Pedrick *** Un buen padre vale por cien maestros de escuela. - George Herbert *** De niño mi padre me decía todos los días: «Eres el muchacho más fantástico del mundo y puedes hacer cualquier cosa que te propongas». - Jan Hutchins *** Todo hombre, por muy ocupado que esté, que reflexiona de vez en cuando sobre su labor como padre puede aprender a ser un mejor papá. - Jack Baker *** Mi padre me dio el mejor regalo que uno pueda recibir: creyó en mí. - Jim Valvano *** Al niño, corrígelo con cariño. - Refrán español *** Mi padre no me habló de cómo debía vivir. Vivió y me dejó observarlo. - Clarence Budington Kelland *** Los hijos y el jardín de un hombre reflejan el tiempo dedicado a desmalezar durante la temporada de desarrollo. - Anónimo *** Los niños pequeños se convierten en grandes hombres por la influencia de grandes hombres que se interesan por los niños pequeños. - Anónimo *** A un padre se lo respeta por el liderazgo que ejerce. Se lo aprecia por los cuidados que prodiga a su familia. Se lo valora por el tiempo que dedica a sus hijos. Y éstos lo aman porque les da lo que más estiman: se entrega a sí mismo. - Anónimo Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso. Con lo ocupados que están en su vida diaria, a veces es fácil ver a los niños como una más de tantas tareas, y si se tiene un día particularmente ajetreado, la solución más sencilla tiende a ser dejar que se entretengan solos con juguetes, videos o juegos mientras ustedes se ocupan de otras cosas. Deben tener presente que lo que viertan en sus hijos cada día contribuye a prepararlos para el futuro. El amor, interés, disciplina y atención que les dedican los ayuda a madurar y convertirse en las personas que serán el día de mañana. Si están demasiado ocupados para dar a sus hijos el tiempo y el amor que necesitan, se perderán la ocasión de hacer una de las inversiones más importantes de la vida; aunque hagan lo que tenían previsto para el día, no será algo que perdure. Lo que trasciende al día de hoy es lo que invierten en la vida de sus hijos. Siempre tendrán tareas pendientes -la limpieza de la casa, ropa que lavar, cuentas que pagar- pero no siempre tendrán a sus hijos con ustedes, y no podrán recobrar los momentos que perdieron «porque estaban demasiado ocupados». Cada día, cada momento, cuentan para forjar el futuro de sus hijos y convertirlos en las personas que deben ser. Cuanto más vierten en sus hijos, más aprenden. Aprovechen todas las oportunidades que se les presenten para enseñarles algo; pueden colmar su vida de felicidad por medio del celo y la inspiración con que viven ustedes la suya. Además, pueden aprender mucho criándolos; de hecho, más de un sabio ha aprendido algo de la sinceridad, el amor y la sencillez de un niño. Recuerden siempre que los años de la infancia son muy valiosos; con lo que les dan forjan el futuro de sus hijos, así que aprovéchenlo, sáquenle el jugo. Nunca lo lamentarán. © TFI. Usado con permiso
Bil Keane En los casi treinta años que llevo dibujado la caricatura The Family Circus he aprendido muchísimo acerca del amor. Lo he descubierto en mi familia, y muchas veces me he basado en situaciones reales para hacer las caricaturas. No es ningún secreto. En lo que se refiere a amor, mi máxima inspiración y el modelo para el personaje de la madre ha sido mi esposa Thel. Tenemos cinco hijos y cuatro nietos. Cuando nuestros hijos eran pequeños, la gente con frecuencia se preguntaba cómo se las arreglaba Thel para cuidar de todos. Siempre podíamos contar con ella, ya fuera para aliviar el dolor de un rasguño en la rodilla, sentarse entre el público en una representación de teatro escolar o ayudar a los niños a hacer las tareas del colegio en la mesa de la cocina. Y mientras más hacía por nosotros, más podía dar de sí. Así descubrí las paradójicas leyes del amor de Dios. El amor no se raciona. Nunca se agota. Al contrario, de una manera que desafía a las leyes de la física, mientras más amor se da, más se puede dar. Así como el entusiasmo se contagia y genera más entusiasmo, la amabilidad ayuda a ser amable y la alegría se comunica, el amor aumenta cuando se regala. Intenté poner todo eso en una de mis caricaturas. En ella aparece la madre con una bolsa llena de comestibles en un brazo y el bolso en la otra mano, mientras los cuatro chiquillos están agarrados de sus rodillas. A la izquierda hay una señora que le pregunta: «¿Cómo hace para repartir amor entre cuatro niños?» Y la madre responde con una frase digna de reflexión: -Verá usted, señora, es que no divido el amor, lo multiplico. ***** La esencia del amor En la vida, lo mejor siempre trae en su envoltorio una etiqueta que advierte de sus riesgos. Se desata el regalo, y junto con el riesgo se asume la alegría. La paternidad es así. El matrimonio es así. La amistad también. Para vivir la vida a plenitud, hay que exponerse ante el abismo sin fondo de la vulnerabilidad. Esa es la esencia del amor verdadero. Kristin Armstrong Un hombre me escribió una carta en la que me contaba ciertas experiencias que vivió de jovencito. Desde niño había sido un delincuente. No obstante, cuando su padre empezó a pasar más tiempo con él, experimentó una impresionante transformación. Reproduzco a continuación unos pasajes de su carta: «Desde los ocho hasta los catorce años fui un maleante. Mi padre se iba a trabajar a las tres de la tarde y volvía a las tres de la mañana. Cuando yo me levantaba él estaba durmiendo, y cuando yo llegaba del colegio, él ya se había ido a trabajar. Casi nunca lo veía, a excepción de unos minutos los fines de semana. »Me metí en muchos problemas. Robaba todo lo que necesitaba o quería: cigarrillos, dinero, caramelos, comida, etc. Era incorregible, y en el colegio me iba pésimo. »A los catorce una vez más me detuvieron por robar y me enviaron a un reformatorio. La primera reacción de mi padre fue de enojo; pero después se dio cuenta de que en parte la culpa había sido suya por no haber desempeñado mejor su papel de padre. Reevaluó su vida y decidió ayudarme. »Dejó su empleo nocturno y tomó uno diurno. Aunque ganaba menos, eso le permitía pasar ratos conmigo diariamente. Cuando yo llegaba del colegio, él estaba en casa. Comenzó a interesarse por mi rendimiento escolar y a ayudarme con mis tareas. Nos hicimos socios de un club masculino. En vez de matar el tiempo en algún sucio salón de billar, iba con él a un centro recreativo donde jugábamos billar, balonmano y baloncesto, los juegos que a mí me gustaban. Me compró un pase de temporada en el club de golf y me llevaba a jugar tres o cuatro veces por semana. Pasábamos mucho tiempo juntos. »Mi vida cambió gracias a que mi padre me manifestó amor y comprensión. En el colegio mis notas mejoraron tanto que llegué al cuadro de honor. Hice nuevos amigos, muchachos estudiosos que no se metían en líos. Aunque exteriormente me mostraba duro, por dentro anhelaba amor, atención y compañía. La clave fue el amor de mi padre, que él me prodigó pasando tiempo conmigo». Todos los niños necesitan un padre o al menos una figura paternal, alguien que sepan que los admira, que tiene fe en ellos, que disfruta de su compañía y tiene ganas de estar con ellos. Todos los niños necesitan a alguien que los comprenda, que se ponga en su pellejo y ore por ellos cuando sufran profundas decepciones, que los sostenga cuando estén por perder la esperanza y que celebre con ellos la materialización de sus sueños. ¿Reciben tus hijos ese amor? En la televisión se ven cantidad de casos de personas comunes y corrientes profesores, sacerdotes, policías, etc. que contribuyen a cambiar notablemente la vida de algún joven, aun de los peores delincuentes. ¿Qué fórmula aplican? Simplemente les dedican tiempo. En un segmento noticioso entrevistaron a una señora que había abierto un hogar para chicos desadaptados fugados de sus casas, prostitutas, pandilleros, de esos que se escurren por las grietas de la sociedad. Ante las cámaras expresó: Los chicos que yo atiendo son los más despreciados, los rechazados de la nación. Cuando el entrevistador preguntó a algunos de los chicos qué hacían antes de llegar al hogar, respondieron: Tomaba drogas. Peleaba todo el tiempo. Explotaba a las chicas. Le disparaba a la gente por diversión. Hablando de los chicos, la señora dijo: Han perdido toda esperanza. No confían en la gente mayor. Los adultos vivimos demasiado ocupados. No les prestamos atención. Ya nadie tiene tiempo para los chicos. Cuando se le preguntó qué necesitaban aquellos jóvenes, respondió: ¿Estos? La fórmula es muy sencilla. ¿Saben lo que necesitan estos chicos? Amor maternal. Quieren modelos que imitar. Personas que se muestren sinceras con ellos. Quieren que alguien los discipline. Alguien que sea capaz de inculcarles un sentido de la responsabilidad, de enseñarles que sus actos traen consecuencias. Alguien que los sostenga, que los abrace. Yo no me doy por vencida con ellos. Si les enseñas a darse por vencidos fácilmente, lo harán. Uno de los mayores la abrazó y dijo: Ella es mi madre. No somos de la misma sangre, pero en cierto sentido, es mi madre. Me cuida. Al preguntar a los chicos qué cambios se habían producido en su vida gracias a aquella mujer, el de aspecto más malvado, el que disparaba a la gente por diversión, respondió: Mírenos por dentro. Tenemos esperanza. Tenemos sueños. Nos interesan las cosas. Ahora quiero ir a la universidad. El mensaje final que aquella mujer dirigió a los padres fue: Amen a sus hijos. No se den por vencidos con ellos. Ámenlos hasta que duela. En eso consiste el amor: en amar incondicionalmente, ¡hasta que duela! Es fácil perder de vista el potencial de un individuo. Dependemos demasiado de la sociedad, de sus instituciones, del Gobierno, del colegio. Eso nos ha llevado a insensibilizarnos. Como individuos no sentimos ya la obligación de velar por los niños, sean nuestros o no, por cualquier niño que se cruce en nuestro camino y que tal vez nos necesite. Puede que formes parte de los designios divinos para llevar amor a un jovencito o una jovencita. Tu amor, tu interés y tu amistad pueden tener un efecto enorme. Escrito por Maria David y publicado originalmente en la revista Conectate. Utilizado con permiso. Padre celestial, te pido que me ayudes a entender a mis hijos, a escucharlos con paciencia y a responder a todas sus preguntas con amabilidad. Recuérdame que no debo interrumpirlos ni contradecirlos. Haz que actúe con ellos con la misma consideración que de ellos espero. Que no me ría jamás de sus errores, ni me burle de ellos, ni los ponga en ridículo cuando me contraríen. No permitas jamás que los castigue sólo por satisfacer mis apetitos o demostrarles mi autoridad.
No dejes que los tiente a robar o a mentir. Y guíame momento a momento para que les demuestre con todas mis palabras y mis actos que la honradez y la sinceridad son el origen de la felicidad. Te pido que suavices mi rudeza de carácter; y cuando esté de mal humor, Señor, ayúdame a refrenar la lengua. Que no olvide jamás que son niños y que no debo esperar de ellos criterios de adulto. Que no los prive de la oportunidad de cuidarse y de tomar decisiones por su cuenta. Concédeme grandeza para acceder a todos sus pedidos que sean válidos, y por otra parte negarles todo aquello que en mi opinión les resultaría perjudicial. Haz que sea imparcial y que los trate con justicia y bondad, que me merezca su amor y respeto y sea un modelo para ellos. Amén. Abigail Van Buren (1918- ), de la famosa columna Dear Abby Sara Kelley
Entre las inversiones más importantes que podemos hacer en la vida de nuestros hijos, el tiempo ocupa un lugar preponderante. No cabe duda de que los padres necesitamos refrescar a menudo ese principio elemental. Cuando llevamos un ajetreado calendario de trabajo y los niños pasan la mayor parte del día en el colegio, deberíamos valorar y aprovechar el escaso tiempo que pasamos juntos al final del día o en feriados y fines de semana. Esos ratos en familia debieran ser sagrados. Es el momento de manifestar a nuestros hijos lo importantes y especiales que son para nosotros. Tanto padres como hijos deben dar importancia a la cantidad de tiempo que pasan en familia y las actividades que realizan juntos. Sin embargo, de los padres depende que ese tiempo sea divertido y provechoso para todos. Un factor que demuestra a los niños lo valiosos que son para sus padres es cuando estos hacen un esfuerzo para que esos momentos en familia estén libres de interrupciones. En muchos hogares, el primer momento del día en que todos los componentes de la familia se reúnen es a la hora de la cena. Las conversaciones de sobremesa son provechosas, pero no suficientes. Algunos padres que han establecido vínculos firmes con sus hijos descubrieron que la mejor forma de mantener y estrechar esos lazos es apartar una hora después de cenar para pasar en familia, y asegurarse de que sean ratos constructivos, que tengan verdadero valor. Han acordado entre sí que durante esa hora no se van a distraer el uno al otro con asuntos pendientes de otra índole. Así, los niños saben que cuentan con toda la atención de sus padres. Sea que invirtamos una hora o que dediquemos más tiempo a ello, depende de cada uno de nosotros hacer un esfuerzo por dejar de lado nuestro trabajo y otras preocupaciones para dedicar a nuestros hijos el 100% de nuestro tiempo y atención. Tal vez resulte inconveniente o signifique un sacrificio, pero si lo hacemos con constancia y ponemos el empeño necesario, se notarán los buenos resultados en la vida de los chicos, que nos lo agradecerán con su amor. Para que el tiempo en familia sea provechoso, debemos entregarnos realmente a nuestros hijos. No se trata sólo de estar en el mismo cuarto, viendo juntos la televisión, por ejemplo; hay que interactuar y conversar con ellos, averiguar qué piensan. Sal del mundo de las personas mayores e intérnate en el de ellos. Diviértete. Relájate. Aprende a disfrutar de ellos. Si tienes hijos de diversas edades, conviene que realices actividades diferentes con unos y con otros. Por ejemplo, una noche mamá puede jugar con los más pequeños o leerles un cuento mientras papá hace una manualidad o labor de carpintería con los mayores, o los ayuda con sus tareas escolares. La noche siguiente pueden intercambiar papeles. Si estás solo, quizá tengas que dedicarte a los más pequeños primero, y luego que éstos se hayan ido a la cama, a los mayores. El asunto es pasar un poco de tiempo cualitativamente bueno con cada uno. La clave del éxito es tener lo que se va a hacer planeado y organizado de antemano. No hace falta un sinfín de habilidades ni aparatos sofisticados para mantener felices y estimulados a los niños durante las horas en familia. Así como tus hijos son muy queridos para ti, tú lo eres también para ellos. Lo más importante, y lo que tiene el efecto más duradero, es simplemente estar juntos. Si te esfuerzas un poco, ¡todos verán los ratos en familia como la oportunidad de hacer sus actividades preferidas con las personas que más quieren! Tomado de la revista Conectate. Usado con permiso. Querido papá:
Me senté a escribirte para el Día del Padre y me vinieron a la cabeza los siguientes pensamientos. Espero que sepas cuánto te quiero, te admiro y te valoro. Gracias todas por las veces en que aguantaste y no dejaste de confiar en que Jesús nos sacaría adelante cuando la situación se veía negra. Gracias por ayudarme a terminar mi tarea para la clase de la Biblia cuando estaba en segundo grado -todavía tengo el librito- aunque ese día tú mismo tenías que entregar un trabajo importante. Gracias por no impacientarte conmigo a pesar de mis preguntas infantiles y parloteo sin sentido. Gracias por todas las veces nos llevaste de viaje -nunca se me olvidarán- y por acarrear nuestro pesado equipaje. Gracias por las meriendas sanas y ricas que nos traías de tanto en tanto y que los niños siempre esperábamos con ilusión. Gracias por llevarme a comprar zapatos y no desistir hasta encontrar el par ideal. Gracias por curarme los raspones en las rodillas, sacarme las astillas y atenderme todas las veces que me enfermé, y por dispensarme toda la atención y apoyo moral que necesitaba en esos momentos. Gracias por todas las anécdotas entretenidas que nos contaste de tu infancia. Gracias por los cuentos que nos leías a la hora de dormir. Ese era uno de los mejores momentos del día. Gracias por hacer que me sintiera segura y protegida en cualquier parte por el solo hecho de que tú estabas presente. Gracias por todos los partidos de baloncesto y softball que hicimos en la época en que esa era mi pasión. Gracias por las veces en que te pusiste firme y me hiciste cumplir las reglas de nuestra familia. Ahora que tengo hijos propios sé lo difícil e importante que es. Gracias por creer en mí cuando me llegó el momento de desplegar las alas y echar a volar, aunque yo no me consideraba capaz. Gracias por enseñarme a negociar el contrato de arriendo de mi primer apartamento. Gracias por ser un abuelo divertido y aventurero para mis hijos. Gracias por los ratos que pasaste conversando a solas conmigo a pesar de tu apretado horario y tu larga lista de tareas pendientes. Siempre significaron mucho para mí. Tu hija Escrito por Angie Frouman. Publicado originalmente en Conectate. Usado con permiso. Mi padre no me habló de cómo debía vivir. Vivió y me dejó observarlo. - Clarence Budington Kelland
*** A mi padre le gustaba jugar con mi hermano y conmigo en el jardín. Mi mamá salía y decía: -Están destrozando el césped. -No estamos criando césped -contestaba mi papá-. Estamos criando niños. - Harmon Killebrew *** Un padre porta fotos donde antes llevaba su dinero. - Anónimo *** Cuando yo tenía 14 años, mi padre era tan ignorante que no lo soportaba. Sin embargo, cuando cumplí 21 me quedé sorprendido de lo mucho que había aprendido él en siete años. - Mark Twain *** Los hijos y el jardín de un hombre reflejan cuánto tiempo ha dedicado al desmalezado durante la temporada de crecimiento. - Anónimo *** El obsequio más preciado que me hayan hecho provino de Dios: yo lo llamo Papá. - Anónimo *** Si de buenos hijos quieres ser padre, sé buen padre. - Refrán español *** La integridad se adquiere mayormente por contacto. El padre y el hogar deben ser grandes focos de contagio. - Frank Cheley *** Se trabaja toda una vida, pero los niños son pequeños una sola vez. - Proverbio polaco *** Inmediatamente después del Dios del Cielo viene un papá. - Wolfgang Amadeus Mozart en su infancia *** Padre de todos los padres, haz de mí un ejemplo para mi hijo. - Douglas Malloch *** Un buen padre vale por cien maestros. - Jean Jacques Rousseau *** Observé a un hombre bajito con gruesos callos en ambas manos trabajar quince y dieciséis horas diarias. En cierta ocasión lo vi sangrar por las plantas de los pies, un hombre que llego aquí [aEE.UU., procedente de Italia] sin educación, solo, sin conocer el idioma, y que sin embargo me enseñó por la elocuencia de su ejemplo todo lo que me hacía falta saber sobre la fe y el trabajo arduo. - Mario Cuomo *** Los padres nobles tienen hijos nobles. - Eurípides *** Hasta que no tengas un hijo no conocerás la alegría, el amor incontenible que retumba en el corazón de un padre cuando mira a su niño. Desconocerás el sentido del honor que hace que un hombre quiera superarse y legar algo bueno y esperanzador a su hijo. - Kent Nerburn, «Cartas a mi hijo» *** Tomado del revista Conectate. Usado con permiso. |
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