¡Te impresionaría la capacidad que tienen los niños de sorprenderte positivamente! A veces cuesta entender sus actos: por qué llega uno a pensar que se están portando mal adrede y te contradicen y actúan a contrapelo de lo que esperas de ellos. A veces es poco menos que imposible adivinar lo que les pasa por la cabecita, ya que sus actos contradicen tus instrucciones o lo que según tu percepción se debe hacer. Sin embargo, te darás cuenta de que a pesar de su conducta traviesa, tienen buen corazón, sobre todo cuando les has dado buena formación y les has inculcado el amor al prójimo y enseñado a preocuparse por los demás. Los niños no ven como la gente grande. Conviene tener eso en cuenta cuando tu peque revele su innata cualidad de hacer travesuras. Está explorando los laberintos de la vida. Por eso, lo que para ti puede ser algo que claramente no se debe hacer, quizá para la mente de un niño no sea tan evidente. A lo mejor nadie le ha explicado por qué no debe tocar tal cosa o por qué no deben reaccionar de cierta manera. Para ellos, cada día es un aprendizaje, una escuela en la que los padres, hacen de maestros. Cada día se les entregan las pequeñas lecciones que más adelante contribuirán a afianzar los aspectos más relevantes de su formación. Educar a un niño exige amor, comprensión, fe y paciencia. Es preciso que veas a los chiquillos por el prisma de lo que pueden llegar a ser, tomar nota de las buenas cualidades por muy inclinados que estén a hacer pillerías. Si dedicas tiempo y esfuerzos a tus hijos y les enseñas a discernir el bien del mal, se hará evidente el fruto de lo que sembraste en ellos. Aunque pasen por momentos difíciles, si los amas y los apoyas con constancia, y les impartes constantemente buenos principios que les ayuden a distinguir el bien del mal, tus esfuerzos darán el fruto deseado, por mucho que a veces ello no sea tan obvio. No dejes de guiarlos por el buen camino con amor, y verás que el bien siempre saldrá a relucir, quizás en los momentos más inesperados. Dice la Biblia: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Proverbios 22:6). La instrucción que impartes a tus hijos desde temprana edad da sus frutos a la larga. Esos frutos no solo se harán manifiestos en algún momento futuro de la vida; los verás todos los días si estás alerta. No llegues a conclusiones precipitadas; mira con los ojos de la fe y de lo posible, ¡y tus hijos te asombrarán! © TFI. Usado con permiso.
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