Tammy Matsuoka En un colegio de enseñanza elemental, durante una semana de clases sobre moralejas, se pidió a los alumnos de primer grado que formularan la que a su juicio sería la mejor conclusión de la conocida fábula de la Cigarra y la Hormiga. En la conocida fábula de Esopo, la Cigarra deja pasar inútilmente los meses del verano tocando el violín mientras la Hormiga almacena con laboriosidad alimento para el invierno. Cuando por fin llegó el frío, la laboriosa Hormiga y sus compañeras estaban a salvo y con todo lo que necesitaban, mientras la Cigarra tuvo que buscarse la vida y acabó por morirse de hambre. Se pidió a los niños que dibujaran y reescribieran a su manera el final del cuento, con la diferencia de que la Cigarra debía pedir ayuda a la Hormiga. Aproximadamente la mitad adoptó la opinión general de que como la Cigarra no se lo merecía, la Hormiga no le quiso ayudar. La otra mitad cambió el final de modo que la Hormiga dijera al otro insecto que tenía que aprender esa lección, y luego le dio la mitad de lo que tenía. Seguidamente, un niño se puso de pie y dio esta versión: cuando la Cigarra rogó a la hormiga que le diera alimento, esta le dio sin vacilar todo lo que tenía. No la mitad ni la mayor parte, sino todo. Sin embargo, el niño no terminó ahí el relato, y alegremente continuó: «Como la Hormiga no tenía comida, se murió. Pero entonces la Cigarra se quedó tan triste que le dijo a todo el mundo lo que había hecho la Hormiga para salvarle la vida. Y así fue una cigarra buena.» Cuando me contaron esta anécdota, pensé dos cosas: en primer lugar me recordó lo que significó para Jesús entregarse. No se quedó corto a la hora de salvarnos ni dijo que no nos lo merecíamos; se entregó de lleno para que aprendiéramos a ser buenos. Gracias a que sacrificó del todo Su vida obtuvimos el regalo de la vida eterna. Como cuando la Hormiga murió por la Cigarra en la nueva versión de la clásica fábula según aquel niño de seis años. Y para nosotros tampoco debería ser ese el final. Por gratitud, deberíamos imitar el ejemplo del Señor y entregarnos de lleno hablando de las muchas maravillas que ha hecho por nosotros. En segundo lugar, aprendí lo que significa entregarse del todo. No se da de verdad hasta que duele. Eso sí, cuando se da de verdad se multiplica muchas veces. Gentileza de la revista Conéctate. Foto de Wikimedia Commons.
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