Procura mirarlos a los ojos. Transmíteles amor con los ojos. No les eches miradas acusadoras u ofendidas, como si quisieras demostrar su culpabilidad o su error. Más bien bríndales cariño, comprensión y aliento con la mirada. Hazles entender con tu tono de voz que los quieres mucho y los comprendes. Lo importante no es cuánto te comuniques con ellos; sólo que te comuniques. Procura entablar contacto con ellos cada día, con una mirada, una palmada o una palabra de ánimo que te sirva de punto de partida. ¡Eso dará lugar a más! Proporciónales la ayuda y el apoyo que necesiten. A esa edad, se sienten muy inseguros, como zarandeados en un mar embravecido. ¡Sé el faro que buscan! Pueden contar contigo Al orientarlos y corregirlos, habrá veces en que tendrás que fijarles límites y ponerte firme con ellos; pero a medida que se hagan mayores, tu influencia en ellos será menos directa. Pasarás de ser padre a ser amigo; pero no uno de esos amigos con los que todo vale, sino uno que sea franco con ellos porque los ama; un amigo con el que puedan contar, que más que juzgarlos, los ayude; un amigo en el que encuentren apoyo, no una persona a la que eviten o a quien le oculten lo que hacen. Que sepan que pueden contar contigo. Si tienes cuidado con todos esos detalles que, a su modo de ver, cuadran con la clase de persona que ellos consideran que debes ser, fomentarás su confianza en ti. En caso de que cometas el error de perder los estribos, de irte a un extremo, de asustarlos o hacer que se encierren en su mundo, tendrás que pedirles perdón. Explícales que quieres cambiar. Si eres humilde y reconoces que tú también tienes tus debilidades y necesitas ayuda en muchos sentidos, ellos se sentirán animados, aunque no lo exterioricen, pues verán que eres sincero y que les confías una parte sensible de tu vida. Está claro que necesitan y quieren que los ayudes; pero tiene que ser según ciertas condiciones, a saber, cuando ellos lo pidan y de la forma que quieran. Naturalmente, si se han metido en un lío o andan muy mal encaminados, y te das cuenta de ello, tienes que intervenir. Dirígete a ellos y explícales la situación tal cual la ves. Otras formas de comunicarse Si no responden a tus esfuerzos para establecer comunicación, puede deberse a que no se atreven a hablarte a la cara, quizá porque no eres muy capaz de controlar tu ira o tus emociones y por ende temen tu reacción. En tal caso, anímalos a escribirte una nota, o a grabar en un dictáfono lo que te quieran decir y entregarte luego el casete para que lo escuches. De esa forma, podrán explayarse sin verse afectados por tu reacción inicial. Tú tendrás tiempo para reflexionar, ellos también y, una vez que los ánimos estén más calmados puedes conversar con ellos o bien contestarles por escrito si prefieres. Orienta sin entrometerte Los jóvenes se sienten inseguros con respecto a muchas cosas, y por eso a veces protegen celosamente el cercado de su vida para evitar intromisiones. No saben a ciencia cierta cuáles son las malas hierbas y cuáles las plantas buenas; pero sí están seguros de que no quieren que irrumpas en su vida y te pongas a arrancar lo que para ti son malezas. Quieren tomar esas decisiones por sí mismos. Aunque les guste que los guíes, por lo general no les agrada que te inmiscuyas constantemente en sus asuntos. Amor a pesar del silencio No dejes que el silencio te disuada. Sigue poniendo todo tu empeño en hablar y comunicarte con ellos. Dales muestras de afecto, como un abrazo, un beso o una palmada. Que sepan que pueden contar contigo, que te preocupas por ellos, que no hay nada que temer, que los escuchas, que estás atento a ellos. Todo eso contribuirá a que se sientan más seguros, aunque no lo admitan abiertamente ni lo demuestren con su reacción. A veces no quieren manifestar mucha debilidad delante de ti por miedo a que te pongas muy paternal y los trates como si fueran niños. Aprecia los momentos que pases con ellos Ten presente que tus hijos están haciéndose mayores y que es posible que no tarden en independizarse, por lo que los momentos que pases con ellos tienen mucho valor y deberían ser experiencias positivas y memorables que les dejen a todos un grato recuerdo. No te acalores por insignificancias. No vale la pena. Aunque te parezca importante discutir por algo, ¡no lo hagas! Primero que nada, manifiesta amor, aun en medio del conflicto. El amor nunca falla. Quizá tú estás muy enojado, pero lo más probable es que ellos también estén preocupados y confundidos. Las discusiones son infructuosas. Las expectativas se frustran. Las órdenes no dan resultado. En cambio, el amor es infalible. Intenta sobreponerte al enojo. Evita ser poco flexible. Que tus hijos no esperen de ti una mala reacción, sino al contrario, que sepan que vas a manifestarles amor. Si tienen la seguridad de que los amas, partiendo de esa base se puede solucionar lo que ande mal. Mantente abierto al diálogo y dales oportunidades de hablar contigo. ¡Hazte a un lado! ¡Déjalos respirar! Sorprende a tus hijos efectuando cambios en tu vida, en tu actitud y en tu visión de las cosas. Sorpréndelos con muchas novedades interesantes. Los jóvenes quieren sentirse orgullosos de sus padres. Les gusta que sean buena onda; pero más que nada lo que quieren es que sean personas cálidas que los apoyen y comprendan, que oren por ellos, que estén bien cerquita, a su lado, no como una manta sofocante, sino como un paraguas protector. Si eres de esos padres a los que les gusta llevar las riendas, que le arrebatan el lápiz al hijo para mostrarle cómo se hace la operación, tendrás que aprender a superar ese impulso de organizar su vida. ¡Hazte a un lado! Déjalos respirar. Ya saben lo que piensas. A estas alturas ya se lo has dicho suficientes veces. Levantar la voz, gritar, obligarlos, ponerte brusco, criticón o negativo, o dar a entender con lo que dices que esperas lo peor, es lo más desaconsejable que puedes hacer y lo que dará peores resultados. Lo más probable será que dejen de escucharte. Su vida es sagrada. No te pertenece; es de ellos. Llega un momento en que tienes que hacerte a un lado y pasarles el timón. Déjales los mandos. Que gobiernen el vehículo de su vida. Eso sí, quédate a su lado para ayudarlos y animarlos mientras aprenden. No te apresures a arrebatarles los mandos. Ya es tarde para eso. Están haciéndose mayores y van a aventurarse por su cuenta, con o sin tu beneplácito. Es difícil dejar de ser el jefe, pero tienes que hacerlo. Claro que tampoco te vayas al otro extremo y te vuelvas tan pasivo e indiferente que piensen que no te importa lo que hagan. Asume la función de amigo, de hincha, de animador, de fan, de admirador que tiene fe en ellos y los ama incondicionalmente aun cuando defrauden sus propias expectativas, o las tuyas. Espera lo mejor Lamentablemente, los jóvenes suelen cumplir las expectativas pesimistas de sus padres. Es preferible que tengas una actitud optimista y disimules tu decepción. Si esperas lo mejor de ellos, los impulsas a obrar bien; y cuando se porten mal les remorderá la conciencia, porque no quieren decepcionarte ni hacerte perder la confianza en ellos. En cambio, si perciben tu suspicacia, si se percatan de tus suposiciones y acusaciones, es posible que obren conforme a ellas. (En otras palabras, es fácil que uno obre mal cuando eso es lo que se espera de él; en cambio, a uno le cuesta menos obrar bien si los demás creen en él y dan por sentado que se portará bien.) Considera los errores como peldaños hacia el éxito Todo el mundo mete la pata. Los padres no pueden esperar que, siendo ellos pecadores, sus retoños sean unos santos. Que tus hijos vean que tú también eres humano y aprendes a fuerza de errores. Los jóvenes se desaniman porque cometen muchas equivocaciones; no se lo eches en cara. Procura hacerles ver lo beneficioso de aprender cosas tan importantes en la juventud. Fíjate en el provecho que se puede sacar de cada situación, y hazles ver que no hay mal que por bien no venga. Si le buscas a todo su lado bueno, incluso a tus hijos, ellos verán mucho de bueno en ti. Deja que lleven el timón mientras tú los animas Trata de ayudar y animar a tus hijos en sus puntos fuertes, pero no les pongas mucha presión. Quizá te gustaría que adquieran preparación o formación en cierto campo, que estudiaran algo que tú no pudiste estudiar. No obstante, llega un punto en que tienes que dejar de lado tus ideas personales y fijarte en lo que ellos quieren y son capaces de hacer. Insistiendo puedes darles la impresión de que haces caso omiso de sus preferencias y derechos. Aunque lo que tengas pensado para ellos sea lo mejor, aquello para lo que están más dotados, a ellos les gusta decidir por sí mismos qué talentos cultivar, ya que eso les brinda satisfacción y forma parte de su desarrollo. Es difícil hacerles cambiar sin cambiar tú mismo. Quizá te parezca que no hay forma de atravesar sus barreras. Por ser hijos tuyos, conocen muy bien cómo ejerces tu rol de progenitor, y han adoptado una actitud defensiva. Pero si te diriges a ellos como un amigo, no se mostrarán tan cerrados. Si los abordas como alguien que los ama y se interesa por ellos, que los valora como personas, eso es precisamente lo que quieren. Aprecian mucho que se les manifieste respeto, reconocimiento, apoyo y comprensión, que son los componentes básicos para que se sientan seguros mientras se hacen adultos. Extraído de "Urgente Tengo un adolescente" por Derek y Michelle Brookes. © Aurora Productions. Foto gentileza de la revista Conéctate.
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