Ingeniería Ingéniate situaciones que te acerquen a tus hijos, como ir juntos a sitios que les gusten y hacer cosas que les resulten entretenidas. Es posible que prefieran no hacer ciertas cosas contigo por miedo a que sus amigos critiquen el hecho de que realicen actividades con sus padres. En ese caso, una solución puede ser ofrecerte de vez en cuando a llevarlos en automóvil cuando salgan con sus amigos. De esa forma, por lo menos estarás presente. Otra idea es que tus hijos inviten una noche a un grupo de amigos, incluso a quedarse a dormir. Así también tú estás ahí con ellos. Busca maneras de integrar tu vida a la de ellos. Eso puede requerir que ambas partes hagan algunos ajustes. Pero si lo intentas, Yo te indicaré formas de establecer comunicación. Una de ellas puede ser trabajar juntos en algo: construir un objeto de madera, hacer una labor de costura, preparar una comida, cuidar de un animal doméstico o arreglar el jardín. Descubre el arte de escuchar Una de las principales formas de ayudar a tus hijos es escucharlos. Aprende a escuchar de verdad. Cuando les preguntes cómo les fue en el colegio, deja lo que estés haciendo y presta atención a lo que te cuenten. Cuando te presenten problemas, no siempre tienes que dar tu opinión en el momento. En vez de emitir un juicio, tómate tiempo para meditar en el asunto, o reza para encontrar una solución. Lo principal es escuchar, prestar atención, aparte de brindar amor, ánimo y apoyo. Se les preguntó a ciertos adolescentes: «¿Cómo saben cuándo sus padres no los escuchan?» Dieron las siguientes respuestas: «No me miran», «Leen el periódico mientras les hablo», «Mi mamá continúa aspirando el piso o cocinando y me dice: “Sigue, sigue; te escucho”». Después se les preguntó: «¿Y cómo saben cuándo sus padres les están prestando atención?» La mayoría contestó: «Porque dejan lo que están haciendo cuando les hablo». Un padre descubre el secreto Veamos el testimonio de un padre que descubrió el secreto de la comunicación con su hijo adolescente: En los últimos meses he logrado grandes avances en la relación con mi hijo. La clave fue el deporte. Dedicando más o menos una hora diaria a jugar al fútbol con él lo estoy ayudando a superar una etapa difícil. Tomás es un chico bastante dinámico de catorce años. Últimamente se estaba metiendo en muchos líos. Tanto él como su hermana, que siempre habían sido buenos chicos, se estaban echando a perder. Mi esposa y yo estábamos angustiados y comprendimos que había que hacer algo. Teníamos que empezar a dedicarles más tiempo a cada uno por separado. Yo me concentré en Tomás, y mi esposa en nuestra hija de 17 años. Tomás desahogaba su enojo y su frustración poniéndose agresivo y competitivo, y era tan mal perdedor que resultaba difícil aguantarlo. En otros aspectos era irresponsable. Las tareas que le asignábamos y las cosas que empezaba las dejaba a medias. Constantemente le llamábamos la atención. Al principio, no había forma de hacerlo entrar en razón. Nos había cerrado a mi esposa y a mí la puerta de su vida. Buscamos afanosamente la llave, algo en lo que coincidiéramos y que nos sirviera de punto de partida. Tomás tenía un único interés en la vida: el fútbol. No formaba parte de ningún equipo, y yo no sabía si en realidad le convenía practicar dicho deporte más en serio, pues no conseguía llevarse bien con nadie. Finalmente, con la esperanza de lograr un acercamiento a él, decidí entrar en su mundo y jugar un rato al fútbol con él cada día. Sólo con ese poco de comunicación y participación conjunta en una actividad, fue sorprendente lo rápido que empezó a transformarse y abrirse. Al cabo de un tiempo otras personas también nos comentaron que Tomás estaba cambiando mucho y convirtiéndose en un muchacho muy extrovertido, comunicativo, seguro de sí mismo y agradable. (Francamente, yo también me siento mucho más saludable y feliz. Practicar un deporte al aire libre no sólo es bueno para que los jóvenes quemen energías acumuladas; también es una válvula de escape para las frustraciones de los padres). Es innegable que Tomás está ahora mucho mejor que cuando siempre andaba metiéndose en peleas o planeando alguna travesura, y parecía que iba camino de convertirse en un teleadicto apático o en un joven huraño enviciado con la computadora. Tomado de “Urgente, tengo un adolescente”; © Aurora Productions. Usado con permiso. Foto de ipswitch20 via Flickr.
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[Nos] preguntamos: ¿Cuáles son nuestros valores como familia? ¿En qué creemos, en realidad? ¿Qué es lo que consideramos verdaderamente importante para nosotros? Coincidimos en cuatro palabras: gratitud, generosidad, humildad y valor. Decidimos que queríamos que esos cuatro valores nos definieran como familia, y para Parker (mi hijo mayor) y yo, el tipo de hombres que somos. Así es que siempre estoy consciente de cómo cultivar la gratitud. ¿Qué hago para dar ejemplo de generosidad? ¿Qué debo hacer para cultivar la humildad, vivir en un aprendizaje continuo y siempre anhelar más de Dios? ¿Y cómo hacer para vivir con valor? Uno no puede obedecer a Dios si no tiene valor. Fue por eso que Dios le dijo a Josué: «Sé fuerte y valiente», porque si quieres poner a prueba y vivir conforme a las promesas de Dios, te hará falta mucho valor. Esas cuatro palabras son palabras que empiezan a definirnos como familia. Son cosas que quiero destacarle a mis hijos. Mark Batterson * A los que aún no lo hayan hecho, les recomendamos que determinen cuáles son los valores que personalmente o como familia consideran más importantes, que definan los ideales que guían sus decisiones personales, expresan la vida cristiana y la integridad que quieren manifestar, y que consideren que les ayudarán a llevar una vida plena y llena de sentido. Hay muchas maneras de expresar la escala de valores propia. Algunas personas prefieren elaborar una lista de puntos breves y concisos. Otras redactan su declaración personal de intenciones. Algunas expresan lo que sienten que los define como persona, los aspectos de su vida y las metas que más relevantes les resultan. Todas las personas —incluso las que hasta ahora no han reflexionado conscientemente acerca de estas cosas— tienen valores o principios que influyen de manera fundamental en sus decisiones y procesos mentales, aunque solo sea de manera subconsciente, y que hasta cierto punto hacen que sean como son; es lo que guía su moralidad. Si lo piensan y oran un poco al respecto, es probable que reconozcan ciertos patrones en sus actos y sus pensamientos, factores que siempre toman en cuenta a la hora de tomar decisiones o en los que las basan. Eso puede ayudarlos a definir qué valores consideran prioritarios. A lo mejor también terminan por darse cuenta de que hay algunas cuestiones a las que no han dado suficiente prioridad, o factores que deberían tener más en cuenta, y hacen los ajustes necesarios. Si nunca han hecho algo así, es posible que la primera lista que preparen sea simplemente un borrador, porque luego con el tiempo tal vez la vayan completando y adaptando. Si seguimos la lógica de que los valores que se presentan en Mateo 22:37-40 son el núcleo de todo lo que decimos, hacemos y creemos, aquello en lo que basamos nuestras elecciones y decisiones… entonces todos los valores que se desprendan de esos dos mandamientos armonizarán entre sí. Peter Amsterdam * Jesús le dijo: «”Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.» Mateo 22:37–40 * Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6–7 Articulo gentileza de http://anchor.tfionline.com/es/post/valores-lecciones-de-vida-y-verdades/. Foto de Christine [cbszeto] via Flickr.
Cuando miro los rostros de mis hijos y escucho sus risas melodiosas… quiero dárselos todo. Si pudiera, les daría el mundo eterno. Luego, me despabilo y recuerdo mis propias experiencias y mi realidad. Las heridas… el dolor de un divorcio. Las consecuencias de malas decisiones que siempre se me perdonan pero que vuelven a perseguirme en esos días en que olvido quién soy en Dios. Y en ese momento en que chocan lo inocente y lo auténtico me doy cuenta de que no puedo mantener a mis hijos en una burbuja. Sufrirán heridas… tomarán malas decisiones.
Muchas cosas cambiarán a medida que crezcan, y lamentablemente es inevitable que su inocencia comience a desgastarse. Sin embargo, ¿qué es lo que no cambiará? Sus verdades. Él era y es y siempre será. Él es siempre el mismo. Siempre. El consuelo que me da esa verdad es sobrecogedor. Por eso, aunque estoy convencido de que TODOS los pasajes de las Escrituras son sagrados y proceden de Dios, hay ciertos versículos que quiero que mis hijos se hayan memorizado antes de que abandonen el nido. 1. Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré». Hebreos 13:5 2. Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Salmo 139:13–14 3. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Hebreos 11:1 4. ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas. Josué 1:9 5. Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad. Jeremías 31:3 6. La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. Proverbios 15:1 7. Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda. Mateo 5:23–24 8. Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2 Corintios 5:17 9. Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con Su propósito. Romanos 8:28 10. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Gálatas 5:22–23 —Natalie Snapp[1] Descargar versículos y capítulos ilustrados de la Biblia para los niños de todas las edades: Versículos Clave de la Biblia Apacienta Mis Corderos - Versículos simples para pre-escolares y niños pequeños. Las Bienaventuranzas El Padre Nuestro Juan 1:1-14 Hebreos 11 (extractos) Salmos para niños Dina Ellens Cuando era joven no le daba tanta importancia; pero ahora, en retrospectiva, me doy cuenta de la influencia que tuvo en mí la fe de mi padre. Todavía recuerdo con ternura estar de pie en la iglesia junto a él y la impresión que me causaba cuando, con su metro ochenta de estatura, se ponía a cantar himnos de todo corazón. Soy de familia holandesa, y las canciones favoritas de mi padre eran en su holandés natal. Cuando me independicé y me fui a probar suerte por mi cuenta, siempre me venía a la memoria una canción en particular, sobre todo cuando estaba afligida o preocupada por algo. Una traducción aproximada de la letra sería: Avanza un pequeño barco resguardado por Jesús. Lleva la insignia flameante de la cruz y va rescatando náufragos. Aunque el mar esté bravo y confuso y nos asuste la tormenta, el Hijo de Dios está en cubierta. Con Él navegamos seguros. Al oír esta canción evoco una aventura de mi infancia: Corría el año 1953, y mis padres habían decidido emigrar de Holanda a los Estados Unidos. Atravesamos el Atlántico en un viejo carguero convertido en barco de pasajeros. A mis dos hermanos y a mí nos fascinaba estar a bordo de un buque, y nos pasábamos los días explorándolo. Enseguida nos hicimos amigos de toda la tripulación. Yo apenas tenía cuatro años, pero recuerdo el olorcillo característico del barco, mezcla de aceite y alquitrán con brisa marina, y revivo la emoción y la sensación de aventura que me embargaron el día en que abordamos el carguero en Rotterdam. No teníamos ni idea de la verdadera aventura que nos esperaba. Al cabo de varios días la nave se vio envuelta en una tempestad en el Mar de los Sargazos, en medio del funesto Triángulo de las Bermudas. Las turbulentas aguas revolvieron la abundante capa de algas que da nombre a la zona, haciendo que se enredaran en las hélices del buque. De pronto, la nave se ladeó, arrojando al suelo a los pasajeros, y los muebles se volcaron. A Dios gracias, nadie de mi familia resultó lesionado; pero las hélices quedaron inservibles, y el buque a la deriva en medio de una tormenta oceánica. Mi padre nos llevó a mis hermanos y a mí al camarote y nos arropó en las literas. Ahora comprendo mejor los pensamientos que debieron de pasar por su cabeza al ver a su incipiente familia atrapada en aquellas aguas traicioneras que a tantos barcos y a tantos marineros se han tragado. En lugar de sucumbir al temor, mi padre rezó con nosotros y entonó aquel himno. Pese a que el mar embravecido zarandeaba el barco, que era de noche y que estábamos a merced de los vientos, nunca tuve miedo. A la mañana siguiente las aguas se calmaron, y la tripulación logró establecer contacto por radio con el puerto más cercano. Poco después divisamos con júbilo un remolcador negro, macizo, que venía en dirección a nosotros. Arrastró nuestro malogrado carguero hasta el puerto de Newport News (Virginia), donde permaneció dos semanas en un dique seco mientras le practicaban reparaciones. En mi mente de niña de cuatro años quedaron grabados algunos instantes de aquella peripecia, como por ejemplo la sacudida repentina del buque que me hizo perder el equilibrio, caer rodando y quedar bajo unos muebles, y muy particularmente la sensación de seguridad que me transmitió mi padre cuando rezó y cantó en un tono tranquilizador. Mi papá nos inculcó fe con su ejemplo de confianza en Dios por muy negras que fueran las circunstancias. Siempre que me he sentido abrumada y acorralada por las dificultades, como si fueran las olas de un tempestuoso mar, he entonado esa cancioncilla. Me anima y me recuerda la fe de mi padre en lo más azaroso de la tormenta. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso.
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