Las únicas personas que ven las pataletas infantiles como algo divertido son los abuelos –– porque por fin ha llegado la hora de la venganza al ver ahora a sus hijos batallando con sus propios pequeños monstruos. Lamentablemente, las pataletas son inevitables en la vida cotidiana de cualquiera que tenga niños. Usualmente empiezan alrededor de los 2 años de edad, cuando los niños experimentan diferentes maneras de comunicarse con otros para obtener lo que quieren. Las pataletas son menos frecuentes cuando alcanzan los 4 años, pero algunos niños continúan haciéndolo años después - incluso cuando son adultos. ¡Uff! Pero no te debes preocupar. Las pataletas hasta cierto punto no son evitables, pero siguiendo algunos simples pasos puedes evitar la mayoría de ellas y ayudar a tu niño a que aprenda un mejor mecanismo para sobrellevar la adversidad. Pasos
Gentileza de Wikihow. Foto de Mindaugas Danys via Flickr.
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Un buen carácter consta de conocer el bien, desear el bien y hacer el bien; son hábitos de la mente, hábitos del corazón y hábitos de acción. Los tres son necesarios para llevar una vida moralmente aceptable; los tres constituyen una madurez moral. Cuando pensamos en el carácter que queremos que tengan nuestros hijos, es evidente que queremos que puedan determinar lo que está bien, que les interese profundamente lo que está bien y que luego hagan lo que crean que está bien, aunque enfrenten presiones y tengan tenciones. Thomas Lickona * Ya que nuestros hijos crecen y llegan a ser las personas que han elegido ser, que tienen la libertad de elegir su propio camino, no podemos estar seguros de que las enseñanzas morales que les impartimos tengan un impacto a largo plazo. Sin embargo, cuando desde edad temprana empezamos a inculcarles los valores que apreciamos mucho, y cuando lo hacemos por muchos años, nuestra posible influencia es, en efecto, muy grande. Aunque nuestros hijos no entiendan completamente lo que les decimos en el momento en que lo decimos, de todas maneras nuestras palabras pueden tener un valor duradero. Es posible que dentro de algunos años nuestros hijos las recuerden. Y cuando lo vean con el lente de una etapa de desarrollo más madura, nuestras palabras tal vez adquieran un significado nuevo y más profundo. Soy padre, y esa posibilidad me infunde esperanza y consuelo Así pues, habla con tus hijos acerca de tus creencias. Thomas Lickona * Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Proverbios 22:6 * Si pides cuentas a tu hijo durante un período de tiempo, adquirirá la costumbre. Ya no hará falta que se lo recuerdes, sino que actuará por costumbre, con naturalidad y sin pensarlo mucho. Quisiera que mis hijos adquirieran muchos hábitos, como hacer la cama al levantarse por la mañana, decir «por favor» y «gracias», y beber mucha agua durante el día. En realidad esas costumbres no tienen mucho impacto en su relación con el Señor, pero dejan huella. También quiero que lleguen a adquirir costumbres que agraden al Señor, como diezmar de buena gana, asistir a la iglesia con regularidad y orar a diario. Te exhorto a que examines a tus hijos. […] Encuentra hábitos que quieres que tus hijos tengan y cultiven toda la vida. No llegarán a tener un buen hábito si los regañas con insistencia para que lo adquieran, sino al animarlos constantemente. […] Si en la vida únicamente damos a nuestros hijos un amor por el Señor Jesucristo y firmeza de carácter, habremos tenido éxito en nuestra labor de padres. El carácter hará que consiga un empleo. El carácter hará que se levante en la mañana en los casos en que preferiría no hacerlo. Algún día, el carácter hará que se mantenga unido su matrimonio. Si los padres procuramos inculcar virtudes a nuestros hijos, en el futuro ellos podrán crear grandes cambios en nuestro país. Terri Camp * Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6–7 * Antes de que tuviéramos hijos, mi esposo y yo dábamos una clase junto con otro matrimonio en un centro de aprendizaje. Cada domingo, por dos horas y media, teníamos a nuestro cargo a unos 50 niños llenos de energía. Los pequeños tenían 6, 7 y 8 años, y estaban con nosotros mientras los padres asistían a un oficio religioso y a la hora de fraternidad. Al principio de cada semana, cenábamos con el otro matrimonio para planear las lecciones y las actividades complementarias. A veces esas sesiones duraban más de tres horas, pues teníamos que fijar metas y objetivos, preparar los programas de enseñanza y crear técnicas de evaluación. Después de haber sido madre, transcurrieron varios años antes de que me diera cuenta de que mi vida revelaba una dicotomía enorme. Cuando estaba a cargo de la formación de los hijos de otras personas, no escatimaba tiempo ni esfuerzo. Sin embargo, dedicaba muy poco tiempo a planificar o preparar la enseñanza y transformación de mis hijos. Sin darme cuenta, tenía la actitud de que si esperaba el tiempo suficiente, a la larga terminaría mi trabajo, ¡aunque fuera solo porque se había acabado el tiempo! […] Pensaba: «Es inevitable que lleguen a la edad adulta. Algún día madurarán y harán su contribución en la sociedad. Algún día habré terminado mi tarea». Sin embargo, al reflexionar en la situación, me di cuenta de que esa actitud de que «de algún modo, algún día…» no resulta bien en nuestra sociedad. […] Hay demasiados niños que andan sin rumbo fijo (o que están sentados, golpeando con los talones la corteza de los tocones, como hacían mis hijos) sin tener idea de a dónde se dirigen en la vida, porque madres como yo nunca les señalaron ninguna dirección. No podemos limitarnos a estar presentes, a la espera de que de algún modo, algún día, nuestros hijos sean exitosos. Debemos empezar a tomar más en serio la tarea de criar a nuestros hijos, darle máxima importancia. A fin de hacerlo, debemos dedicar tiempo a fijar metas para la educación del carácter de nuestros hijos. [Pregúntate:] * ¿Cuáles serían las cinco características que quiero que destaquen en la vida de mi hijo para cuando llegue el momento de que se marche de casa? * ¿Cómo voy a dirigir hoy a mi hijo hacia una de esas metas? Gwendolyn Mitchell Díaz * Toma [a tus hijos] de la mano y guíalos por el camino del Maestro. Efesios 6:4 * Disciplinar a los niños significa formarlos, enseñarles a llevar una vida disciplinada y, con el tiempo, a autodisciplinarse. Si la disciplina es algo que simplemente se aplica a los niños, la consecuencia de ello es que en cuanto quedan libres de la autoridad paterna se desbocan. Pero si los disciplinan en el sentido de que los instruyen y les enseñan a llevar una vida disciplinada, a la larga serán capaces de autodisciplinarse en la mayoría de los aspectos. María Fontaine Recopilación gentileza de Anchor. Foto (adaptado) de Wikimedia Commons.
Una presentación dedicada a las madres para el Día de la Madre. Gentileza de Tommy's Window. Michelle Charisse Es el día de la Madre. Tomo mi lugar en el escenario, pruebo el micrófono y recorro con la vista el restaurante de un hotel donde mis amigos y yo estamos por dar inicio al espectáculo. La mayoría de las 200 personas que han acudido al desayuno-almuerzo del domingo por la mañana son madres e hijas. Algunas, madres jóvenes con niñas pequeñas; otras, señoras mayores con hijas adultas; unas son bajitas y regordetas con sus hijas altas y delgadas; otras parecen hermanas. Hay unos pocos hijos y maridos, pero en número se ven superados ampliamente por las mujeres, que lucen todas radiantes. El mostrador de la recepción está cubierto de rosas, cada una envuelta separadamente. Se trata del regalo que hace el hotel a las madres en su día. Al sonar los acordes de introducción de nuestro primer tema musical, siento la presencia de mi madre en el recinto. La letra me hace pensar en ella. «Rodéenme de gente sencilla...» Mamá trajo al mundo a ocho personitas. No me explico cómo, pero cada una de ellas era su predilecta. «Quiero que me estrechen los brazos infinitos de la eternidad...» Hoy en día, se encuentra en esos brazos. Han pasado siete años desde que murió de cáncer. Mi padre la sostuvo en sus brazos hasta que exhaló el último suspiro. Nosotros, sus hijos, todavía le damos las buenas noches con un beso cuando hacemos nuestras plegarias. Ahora está para siempre en los brazos de Jesús. Parpadeo para secarme las lágrimas. «Me río y canto, ¡qué manera de vivir!...» Ahora pienso en mi madrastra, cuya voz escuché por el teléfono hace apenas unos días. Como de costumbre, destilaba alegría. Si hay alguien que sabe lo que significa la vida es mi madrastra. «La vida no vale la pena si no es para darnos a los demás...» La veo, consagrada por entero, cuidando de mi padre y de los once hijos que todavía viven con ellos. (Los tres mayores ya somos adultos y vivimos en otros países.) Veinticuatro horas al día, siete días a la semana, entregándose. Una joven madre se levanta de su mesa y baila por el restaurante con su bebita en brazos. La niña se ríe. Se siente segura, amada. Entonces comprendo por qué soy capaz de sonreír, de reír y de venirme al otro extremo del planeta para manifestar el amor de Dios a mis semejantes. Es que he sido favorecida con el amor, no ya de una madre, sino de dos. Una que tuvo que irse y que, sin embargo, está siempre cerca de mí en espíritu; y otra que llegó a mi vida cuando más la necesitaba. ¿Qué hago? ¿Por qué tengo que hacer un esfuerzo para contener el llanto? Me siento segura, amada. Dios me ha bendecido por partida doble. Gentileza de la revista Conéctate. Foto de Kathleen Zarubin via Flickr.
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