Actualizado Junio 2021 Historias
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Mucho se ha escrito sobre el valor de un padre... ¿pero cuántas veces nos hemos detenido a apreciar de veras las cualidades de quien se sacrificó infatigable y a veces tercamente por mantenernos y educarnos? No en vano se ha dicho: «Padre diestro, el mejor maestro».
Me vienen al pensamiento varios padres ejemplares que he conocido, uno de ellos en particular que luego de una agotadora jornada de trabajo se desvela hasta pasada la media noche para ayudar a sus hijas a pegar con minuciosidad las piezas de una maqueta que les dejaron de tarea en el colegio. La influencia que puede llegar a tener un padre es incalculable. El amor paterno es uno de esos inestimables dones del Cielo; y la paternidad, una sagrada vocación. Algunos hemos tenido padres admirables, y otros no tanto. Pero creo que todos valoramos las figuras paternas, llámense padre, padrastro, tío, abuelo o profesor, hombres que nos dieron el empujoncito que necesitábamos para lograr alguna empresa que nos parecía irrealizable o el aliento para cruzar una meta que nos figurábamos inalcanzable. ¡Qué importantes son esas personas que han contribuido a moldear nuestro carácter! A todos debemos honrar, y todos tienen su lugar.
Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Foto: Pat Belanger/Flickr
El amor es la piedra angular.
Debemos superar nuestras diferencias con amor.
Padres, traten a sus hijos con amor y ternura. Colosenses 3:21 - Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que se desanimen. Efesios 6:4 - Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos. Más bien edúquenlos y denles enseñanzas cristianas. Tito 2:4-5 - Aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser... bondadosas Los padres deben gobernar a sus hijos con autoridad templada por la paciencia, la misericordia y la verdad.
Todos los versos de la Nueva Versión Internacional y Traducción en Lenguaje actual (TLA). Publicado originalmente en la revista Conéctate. De Jesús, con Cariño
Gentileza de la revista Conéctate. Foto por 123rf.com
Presentación dedicada a todos los padres ¡Feliz Día del Padre! — Papi, ¿cuánto ganas por hora? — Con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño recibía así a su padre al término de su trabajo.
El padre dirigió un gesto severo al niño y repuso: —Mira hijo, esos Informes ni tu madre los conoce. No me molestes que estoy cansado. —Pero Papi, —insistía— dime por favor ¿cuánto ganas por hora? La reacción del padre fue menos severa. Sólo contestó: —Cuatro Soles por hora. —Papi, ¿me podrías prestar dos Soles? —preguntó el pequeño. El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al niño le dijo: —Así que, esa era la razón para saber lo que gano. Vete a dormir y no me molestes, muchacho aprovechado. Había caído la noche. El padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, descargando su conciencia dolida, se asomó al cuarto de su hijo. Con voz baja preguntó al pequeño: —¿Duermes, hijo? —Dime, Papi —respondió entre sueños. —Perdóname por haberte tratado con tan poca paciencia; aquí tienes el dinero que me pediste, —respondió el padre. —Gracias, Papi —contestó el pequeño y metiendo sus manitas debajo de la almohada, sacó unas monedas. —Ahora ya completé. Tengo cuatro Soles. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo? —preguntó el niño. Gentileza del libro “Rayos de Sol: Anécdotas para el alma” Los niños deben obedecer y honrar a sus padres.
Pídele a Dios que te oriente en la educación de tus hijos.
Tratar a tus hijos con benevolencia y amor.
La paciencia, la misericordia y la verdad son lo más eficaz.
Los padres tienen la obligación de educar a sus hijos y darles buen ejemplo.
Se debe castigar a los hijos cuando lo precisen.
Una formación cristiana les servirá de guía toda la vida.
Basado en un articulo en la revista Conéctate. Foto gentileza de photostock/freedigitalphotos.net Cuando nos enteramos de que alguien está haciendo una gran obra, podemos estar seguros de que esa persona tuvo una excelente formación. Quizá fue la instrucción que le dio su madre, el ejemplo de su padre, la influencia de un profesor o una experiencia intensa que vivió. En todo caso, ese elemento debe estar presente; de lo contrario no se lograría nada, por muy propicia que fuera la oportunidad.
Catherine Miles *** El Times de Londres informa: Un estudio ha revelado que los progenitores que dedican tiempo a sus hijos, aunque no sea más de cinco minutos al día, multiplican sus oportunidades de llegar a ser adultos seguros de sí mismos. Casi todos los muchachos cuyo padre les dedicó un tiempo exclusivo para conversar de sus inquietudes, tareas escolares y vida social llegaron a ser jóvenes optimistas llenos de confianza y esperanzas. El estudio, tomado de una investigación realizada por la Universidad de Oxford, seleccionó a chicos con alta autoestima, felicidad y seguridad en sí mismos, y los describió como chicos dinámicos y con aptitudes para triunfar. El estudio reveló que hay pocas diferencias entre los efectos positivos de una buena relación con el padre en una familia en que ambos progenitores viven juntos y en otra en que, pese a la ausencia del padre, este se esfuerce por dedicar tiempo a su familia. Como fuera que estuviese constituida la familia, el factor determinante era la unidad de sus integrantes. Asimismo, en las familias cuyos integrantes empleaban de forma provechosa el tiempo que pasaban juntos, los niños estaban más seguros de sí mismos. *** Oración de un padre Dame, Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil, y lo bastante valiente para sobreponerse cuando tenga miedo; que se muestre orgulloso y firme ante la derrota justa, y humilde y gentil en la victoria. Dame un hijo cuyos deseos no tomen el lugar de las obras; un hijo que te conozca y que sepa que en Ti está la piedra angular del conocimiento. No te pido que lo lleves por una vía fácil y llena de comodidades, sino por la que tenga el acicate de las dificultades y los desafíos. Que aprenda a plantarse firme en la tempestad y a ser compasivo con los que fracasan. Dame un hijo que tenga el corazón limpio como el cristal y altitud de miras, y que tenga dominio de sí mismo antes de pretender dominar a otros; que avance hacia el futuro sin olvidar el pasado. Por último, te pido que una vez que tenga todas esas características, le des también bastante sentido del humor, a fin de que siempre sea un hombre serio, pero jamás se tome a sí mismo con demasiada seriedad. Te pido que le des humildad para que siempre tenga presente la verdadera grandeza de la sencillez, y que le des la mentalidad abierta de los que han adquirido verdadera sabiduría, y la debilidad que proporciona la auténtica fuerza. Entonces podré afirmar en voz baja: «No he vivido en vano». El General Douglas MacArthur *** Vivamos de tal manera que nuestros hijos lleguen a adquirir nuestras mejores virtudes y dejar atrás nuestros mayores fracasos. Transmitámosles la luz del valor y la compasión, y espíritu de búsqueda. Y brille esa luz con más viveza en nuestros hijos que en nosotros. Robert Marshall Observaba a unos niños que jugaban fútbol; los más pequeños tendrían cinco o seis años, y algunos eran un poco mayores. Se tomaban el partido muy en serio. Eran dos equipos completos con entrenadores, camiseta y todo, y los padres, que eran parte del público. Como no conocía a ninguno, disfruté del partido sin la distracción de preocuparme por el resultado del encuentro. Lo único que me habría gustado era que los padres y los entrenadores hubieran hecho lo mismo que yo. Los equipos estaban bien distribuidos. Por llamarlos de alguna manera, me referiré a ellos como Equipo Uno y Equipo Dos. En el primer tiempo nadie marcó un gol. Era bastante gracioso. Los chiquillos eran torpes y serios a la vez como solo pueden serlo los niños. Tropezaban con sus propios pies, se caían encima de la pelota y la pateaban sin llegar a tocarla. Pero nada de eso les importaba; ¡se lo estaban pasando en grande! Para el segundo tiempo, el entrenador del Equipo Uno retiró a los que debían de ser sus mejores jugadores y sacó a los de reserva. Solo dejó al mejor, al que puso de portero. El partido experimentó un giro dramático. Será que ganar es importante aunque se tengan cinco años, porque el entrenador del Equipo Dos dejó a sus mejores jugadores, y los suplentes del Equipo Uno no podían competir con ellos. Los jugadores del Equipo Dos se concentraron en torno al chico de la portería contraria. Era bastante bueno para su edad, pero no podía con tres o cuatro que eran tan buenos como él. El Equipo Dos empezó a meter goles. El solitario guardameta puso todo su empeño, tirándose sin parar hacia la pelota cada vez que esta se acercaba al arco, lanzándose de modo temerario e intentando con valentía detenerla. El Equipo Dos metió dos goles consecutivos. El pequeño arquero se enfureció. Fuera de sí, gritaba, corría y se arrojaba con todas sus fuerzas. En un esfuerzo supremo, consiguió por fin marcar a uno de los chicos que se acercaba a la meta. Pero este pasó el balón a otro que estaba cerca y, cuando volvió a su posición, ya era tarde. Metieron el tercer gol. No tardé en darme cuenta de quiénes eran los padres del portero. Parecían personas agradables y decentes. Se veía que el padre venía de la oficina, pues andaba de traje y corbata. Los padres animaban a su hijo con voces. Yo estaba embebido contemplando al chico en la cancha y a sus padres a un lado del campo de juego. Después del tercer gol, el niño ya no era el mismo. Se daba cuenta de que no tenía caso; no lograría detener los goles. Siguió jugando, pero se veía que interiormente estaba desesperado. Se le notaba en el rostro que estaba convencido de que todos sus esfuerzos serían inútiles. El padre también cambió. Hasta ese momento había instado a su hijo a esforzarse más, le daba consejos a voces y lo animaba. Ahora se veía ansioso. Intentó decirle que no se preocupara ni se diera por vencido. Sufría por el dolor que sabía que experimentaba su hijo. Luego del cuarto gol, adiviné lo que pasaría a continuación. No era la primera vez que lo presenciaba. El niño necesitaba ayuda y no era posible dársela. Sacó la pelota del arco, se la entregó al árbitro y se puso a llorar. Se quedó allí de pie mientras le rodaban gruesos lagrimones por las mejillas. Luego se puso de rodillas y vi que el padre se acercaba a la cancha. La esposa lo asió de la muñeca y le suplicó: —Jim, no lo hagas. Lo vas a avergonzar. El padre se soltó y corrió hacia el campo de juego. No debía hacerlo, porque el partido no había terminado. Iba vestido de traje, corbata y zapatos finos. Se lanzó hacia la cancha y tomó en brazos al niño. En ese momento todos comprendieron que era su hijo. ¡Lo abrazó, lo besó y lloró con él! Jamás me he sentido tan orgulloso de nadie como me enorgullecí en aquel momento de ese padre. Lo sacó en brazos del terreno de juego. Cuando llegaron cerca de la línea de banda, alcancé a oír que le decía: —Estoy orgulloso de ti. Has estado fabuloso. Quiero que todos sepan que eres hijo mío. —Papá —contestó el niño entre sollozos—, no podía parar los goles. Hacía lo que podía, pero me los metían. — Scotty, da igual cuántos goles te hayan metido. Eres mi hijo y estoy orgulloso de ti. Quiero que vuelvas a la cancha y te quedes hasta el final del partido. Ya sé que quieres darte por vencido, pero no puedes. Te van a seguir metiendo goles, pero no importa. Anda, ve. Aquellas palabras fueron decisivas; no me cupo duda de ello. Cuando no tenemos a nadie que nos ayude y no podemos evitar que nos metan un gol tras otro, es muy importante saber que ello no importará a nuestros seres queridos. El chiquillo volvió corriendo al campo de juego. El Equipo Dos metió dos goles más, pero ya no era tan trágico. |
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