¿Cuál es la mayor lacra de las familias de hoy? Según el doctor James Bossard, antiguo profesor de sociología de la Universidad de Pensilvania que dedicó 40 años al estudio de los aspectos más descuidados de la vida familiar, es el modo en que los padres hablan delante de sus hijos. Luego de analizar extensas grabaciones de los intercambios que se dan a la hora de comer, el doctor Bossard escribió: «Jamás imaginé que detectaría un patrón en tales conversaciones familiares. En realidad sólo me proponía averiguar de qué se hablaba en la casa. Pero con asombro descubrí que todas las familias seguían ciertos hábitos de conversación bien marcados y que el más corriente de todos era el de criticar. »En esas familias casi nunca se dice nada bueno de nadie. No paran de quejarse de sus amigos, de sus parientes y de sus vecinos, de casi todos los aspectos de su vida, desde las largas colas de los supermercados hasta la estupidez de su jefe. »Ese ambiente familiar constantemente negativo tiene un efecto desastroso en los niños, de los que un alto porcentaje es antisocial y goza de escasa aceptación entre sus compañeros. Esa pauta de hostilidad que se da en las familias conduce a conflictos entre los miembros de las mismas. Inevitablemente las comidas se convierten en una ronda de insultos y altercados. Los chicos interiorizan ese patrón de comportamiento y luego tienen dificultades para relacionarse con los demás. »Hace muchos siglos destaca el doctor Bossard un gran Maestro nos indicó que es mucho más importante lo que sale de la boca que lo que entra en ella». Ese maestro fue Jesús, y esas sabias palabras se encuentran en Mateo 15:11. Las palabras de una persona llena del amor de Dios ejercen una atracción magnética sobre los demás. Cuando el corazón arde con amor, no es preciso esforzarse por expresarse con sentimiento o ternura, pues todas las palabras que uno dice tienen un sabor y una fuerza que emanan de la profundidad interior. El problema no radica en la lengua, sino en el corazón. Las palabras son el medio por el que comunicamos a los demás lo que abriga nuestro corazón. Las palabras revelan nuestro estado interior: «El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas» (Mateo 12:35). No hay, pues, modo alguno de cambiar el tenor de nuestras palabras, como no sea transformando el espíritu del que brotan. Se precisa una transformación del corazón. Si lo que necesitas es un giro de esa naturaleza, comienza por rezar. Dedica luego tiempo a Jesús - fuente de toda bondad, amabilidad y mansedumbre - y en breve te darás cuenta de que tus palabras influyen más para bien en las personas con quienes tienes relaciones afectivas. Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso.
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Si bien criar a los hijos nunca ha sido fácil, desde el primer día todos los padres cuentan con algo estupendo a su favor: sus retoños los quieren y los admiran más que a nadie. Ese es un factor de mucho peso dentro del grandioso esquema divino, pues aunque tus hijos son un regalo del Cielo, son también una obra en curso. Es tu deber formarlos hasta que lleguen a ser adultos responsables y amorosos. Aunque el amor y el respeto que sienten por ti son innatos, no son estáticos. Aumentan o disminuyen día a día según cuál sea tu interacción con ellos. Por eso, no traiciones su confianza. Dales un ejemplo que puedan imitar con orgullo. Si quieres que sean extravertidos y que se interesen sinceramente por los demás, sé tú así. Si aspiras a que sean generosos, obra tú con generosidad. Si anhelas que sean sinceros, practica tú la sinceridad. Si te gustaría que fueran optimistas y dados a buscar soluciones, aborda tú positivamente los retos y avatares de la vida. Si quieres que tengan una actitud agradecida, da gracias a Dios y alábale por Su bondad a cada oportunidad. *** Uno debe tratar de dar buen ejemplo. No aparecer como un santo perfecto e inmaculado que el niño sienta que nunca podrá imitar, sino dar el ejemplo de un padre sincero y humilde que es a la vez un amigo que ama a los niños y en quien pueden confiar. Tenemos que dar ejemplo de lo que esperamos de nuestros niños. Los niños son muy buenos imitadores, y por lo general es así como aprenden, por imitación. Los niños casi nunca olvidan lo que ven. Se dejan llevar más por lo que ven que por lo que oyen, tienen más en cuenta lo que hacemos que lo que decimos. ¡Los niños aprenden más con lo que hacemos y con nuestras actitudes que con nuestras palabras! ¡Pensemos en cuál es la imagen que queremos proyectar a nuestros hijos, y actuemos de acuerdo a ella! Gentileza Aurora Producciones / TFI. Usado con permiso.
Valiosos consejos para los padres - Un presentación en PowerPoint, gentileza de Tommy's Window. Héctor Medina Mi abuelo decía: «Cuando veas un niño que se porta bien, ten la certeza de que alguien está usando ambas manos para criarlo: la mano derecha del amor y la izquierda de la disciplina». En los 25 años que llevo de docente, esa máxima ha sido la piedra angular de mi relación con mis alumnos. Tal vez conozcas la analogía que asemeja a un jovencito con una plantita. Si bien es cierto que una planta necesita apenas agua y sol, es preciso también cuidarla, en el sentido de abonarla, podarla, fumigarla, trasplantarla a una maceta más grande, etc. Esos cuidados requieren trabajo por parte del jardinero y a veces pueden resultar algo traumáticos para la planta. Aplicado a un niño o niña, supone darle por sobre todas las cosas cariño y ternura, sin descuidar los otros componentes indispensables para formarlo como persona: brindarle un ámbito sano para su desarrollo social y emocional y para su maduración espiritual; fijarle límites; enseñarle a responsabilizarse de sus actos, y dejar que escarmiente sufriendo las consecuencias de sus decisiones erróneas si es necesario. Esos aspectos más difíciles de la labor de padres son generalmente los que más les cuesta aceptar a los chicos, sobre todo al principio. Sin embargo, se lo debemos a los niños y a Dios, a quien en última instancia tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho en la vida. Se habla mucho hoy en día de los adolescentes difíciles y del efecto exponencial que tienen en la sociedad al extenderse su influencia a sus pares, a los niños más pequeños y, a la larga, a sus propios hijos. Nos seguimos planteando los mismos interrogantes: ¿Cómo es que hemos llegado a este estado de cosas y cómo podemos cambiar la situación? ¿Todavía es posible virar la nave y tomar un curso más sano? ¿O es ya tarde? Yo estoy convencido de que siempre hay esperanza, con la ayuda de Dios, pues todo es posible para Él (Mateo 19:26). Así y todo, Dios no puede hacerlo por Su cuenta ni lo hará. Necesita que nosotros —los padres, docentes y otras personas mayores— seamos mentores y modelos de conducta para nuestros jóvenes. Nuestro papel consiste en ir contra la corriente de pasividad, permisividad y carencia generalizada de valores morales, que lamentablemente se ha convertido en lo normal en cuanto a formación y educación. En realidad basta con que cada persona ponga de su parte, con que cada uno aportemos nuestro su grano de arena, y Dios hará lo que está fuera de nuestro alcance: producirá las transformaciones interiores que nuestros hijos necesitan y les infundirá el deseo de hacer su parte, de actuar con integridad y con la debida motivación. Con el tiempo ellos mismos ejercerán una influencia importante para generar cambios positivos; pero inicialmente depende de nosotros, las personas mayores. Es preciso que tomemos las riendas, con ambas manos. Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso.
Los hijos casi nunca terminan como nos imaginábamos. Pero en fin, lo mismo sucedió con nosotros. *** Los niños difíciles, al igual que la ropa sucia, pueden llegar a quedar bastante bien si se les presta atención antes de que se fijen las manchas. *** Si compartes tus fuerzas con tus hijos mientras son pequeños, cuando éstas mermen ellos compartirán su juventud contigo. *** De todos los regalos que hagamos a un niño, nuestros comentarios deben ser los mejor envueltos. *** Los niños son como el agua: si los confinas, se estancan; si les das rienda suelta, arrasan con todo; si los encauzas, llevan vida a todo lo que tocan. *** El amor es para los niños lo que el sol para las flores. *** Si los padres hacen tan sólo estas dos cosas -amar a sus hijos y orar por ellos-, Dios se encarga de suplir ampliamente cualquier deficiencia. *** Si buscamos que nuestros hijos no sufran ninguna desilusión o dificultad de pequeños, los privamos de la oportunidad de ir aprendiendo, madurando y fortaleciéndose para afrontar y superar las decepciones y problemas que se les presentarán de mayores. *** Trata a tus hijos con amor, ternura, paciencia y respeto, y tratarán a los demás del mismo modo. *** Cría a tu hijo como si estuvieras preparando a un príncipe para su futuro reinado. Cuando crezca, él contribuirá a forjar el futuro de la humanidad. *** Busca hoy cinco virtudes por las cuales elogiar a tus hijos. *** No des por sentado que tus niños saben que los quieres, aprecias y estimas. ¡Díselo! *** Es fácil hacerle pensar inadvertidamente a un niño que no se lo quiere o no se lo aprecia. En cambio, un poco de sensibilidad y cortesía pueden tener el efecto opuesto. *** El amor posee poder creativo. En el hogar obra su magia motivando actitudes desinteresadas y ayudando a cada miembro de la familia a ver a los demás con una mirada positiva. *** Nunca te pesará haber dedicado tiempo a tus hijos. Lo que sí te pesará es no haberlo hecho. *** Unos pocos minutos bien provechosos con tus hijos al comienzo y al final del día -un abrazo, un cuento, una oración- valen oro. Contribuyen a que se sientan amados y seguros. *** Aunque criar hijos nunca ha sido fácil, todos los padres cariñosos tienen desde el primer día una importante baza a su favor: sus hijos los quieren y los admiran más que a nadie en el mundo. *** Aunque tus hijos son un regalo del Cielo, evidentemente son una obra en curso. Es tu deber formarlos para que de mayores sean amorosos y responsables. Gentileza “Perlas de Sabiduría”, © Aurora Producciones
El amor tiene poder creativo. En una familia, el amor obra su magia propiciando actos de generosidad y ayudando a cada miembro a ver a los demás con buenos ojos. Todas las personas anhelan sentirse comprendidas, aceptadas y queridas por lo que son. El hogar es un ámbito que Dios ha creado donde se puede vivir así. Naturalmente, hay cosas que en un hogar obran en contra del amor. Son los enemigos del amor, si se quiere. Por ejemplo, los desacuerdos entre padres e hijos y entre hermanos. Sin embargo, hay lacras más sutiles y, por ende, más peligrosas: el egoísmo, la pereza, la indiferencia, las críticas, los regaños, el desprecio, los pensamientos y comentarios negativos sobre los demás… Y hay otras. Los conflictos suelen iniciarse con incidentes pequeños y aparentemente inocuos: una excusa para no prestar ayuda, una discusión por una tontería, unas palabritas irónicas y denigrantes. Pero si no reconoces que el amor y la unidad de la familia están en juego, esas faltas se van arraigando hasta convertirse en malos hábitos que a la larga perjudican gravemente a todos. No basta con salir del paso enviando a las partes en conflicto cada una a su rincón, o silenciando al irónico, o presionando al haragán para que dé una mano. Eso es atacar los síntomas, no la raíz del problema, que es la falta de amor. Lo único que cura la falta de amor es el amor mismo. Por eso, pide a Dios que lleve más amor a tu hogar. Entonces cultivar ese afecto por medio de pensamientos, palabras y acciones que lo manifiesten. *** Los niños recuerdan con mucha claridad, y los afectan de forma muy directa las actitudes de los padres, la manera en que estos los perciben y lo que piensan de ellos. Por eso, si constantemente se expresa fe con las palabras y se dicen cosas positivas del hijo, tanto ante él como ante los demás, y si se piensan cosas positivas de él, el efecto será bueno y positivo porque le infundirá fe y se ajustará más al concepto que se tiene de él y lo que se espera de él. En cambio, si se piensa o habla mal de él, ya sea de forma directa o indirecta, terminará teniendo un concepto negativo de sí mismo, no podrá ser feliz, se socavará su autoestima, se dificultará su desempeño y afectará la forma en que se vea a sí mismo. La fe engendra fe; las actitudes positivas fomentan más actitudes positivas tanto en uno mismo como en quienes lo rodean. Para que se manifiesten las mejores cualidades de una persona hay que tener fe en ella. © Aurora/La Familia Internacional. Usado con permiso. ¿Qué es el costo de la crianza de un niño? Lee esta presentación para enterarte cuánto cuesta para criar un niño y que obtienes por tu dinero. Gentileza de Tommy's Window.
El amor y los desvelos que prodigaste a tus hijos y las plegarias que rezaste por ellos no quedarán sin gratificación. Cada pañal que cambiaste, cada vez que los aseaste, cada enseñanza que les impartiste, cada error que les perdonaste, cada lágrima que derramaste, cada palabra de ánimo que les dijiste, cada beso, cada abrazo, cada sacrificio, cada oración, todo eso contribuye a hacer de ellos unas criaturas de las que te enorgulleces.
Aunque puede que no siempre lo expresen ni lo den a entender por medio de sus actos, están orgullosos de tener una madre como tú. No logran entender cómo puedes seguir amándolos cuando les parece que menos lo merecen. Así y todo, lo desean, lo aprecian y saben que lo necesitan. ***** Formar a un niño es como realizar una obra maestra. Al igual que el pintor aplica una capa tras otra de pintura en la tela, día a día tú vas pincelando la vida de tu pequeño. El pintor no comienza por los detalles más nimios; se vale de trazos gruesos para delinear las formas generales de su pintura. Luego, con paciencia y gran cuidado, añade nuevas tonalidades y un poco más de detalle cada día, hasta que finalmente está en condiciones de apartarse un poco y admirar su obra, un producto terminado del que puede enorgullecerse. Lo mismo hace una madre: Con desvelo, paciencia y ternura contribuye a transformar a sus pequeños en hombres y mujeres maduros. Un día de estos te apartarás un poco y te quedarás admirando tu obra maestra. Los demás nunca llegarán a entender ni a apreciar cabalmente los años de ardua labor que te llevó producirla. Pero tú sí. Y sabrás que ni una gota de tu esfuerzo fue en vano. ***** La maternidad tradicional nunca pasará de moda, porque su esencia misma es el amor. Una madre es la encarnación de la ternura, el desvelo y el amor, al cual se muestra sensible hasta el más pequeño bebito. Si eres, pues, de las que piensan que se están perdiendo algo o que viven en el pasado por estar en casa sin hacer otra cosa que cuidar del nene o criando a varios niños en vez de seguir una carrera, reflexiona. ¡El amor es lo mejor que nos brinda la vida! Es lo más importante que alguien puede aprender y, a la vez, el obsequio más valioso que se puede recibir. Y una madre lo encarna y lo entrega como nadie. Podríamos seguir viviendo perfectamente bien sin muchas cosas; pero no sin madres. La maternidad a la antigua nunca pasará de moda. |
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