Natalia Nazarova
Criar hijos no es nada fácil. No hay atajos. El cambiante mar de emociones en que navegan los niños en las diversas etapas de la infancia puede presentar grandes desafíos a los padres. A continuación detallo algunas estrategias que me han resultado útiles para enseñar a mis hijos a manejar sus emociones negativas. Estimular a temprana edad rasgos positivos como la bondad, el aprecio, la gratitud, la integridad y la generosidad los prepara para hacer frente a las situaciones adversas con las que se toparán más adelante. Es recomendable que lean libros o vean películas clásicas que muestren el buen efecto de ser optimistas y tener una actitud orientada a la búsqueda de soluciones. Títulos por el estilo de El padrecito, Pollyanna o Heidi -por dar algunos ejemplos- imparten enseñanzas importantes de forma amena y memorable. Ser su amigo y confidente en los buenos momentos hace que resulte más fácil conversar y encontrar soluciones juntos cuando surgen conflictos. A los niños mayores se les puede mostrar que nada sacan con sucumbir a emociones negativas. Conviene contrapesar los argumentos racionales con bastantes palabras de aliento y un toque de humor cuando la situación lo amerite. Siempre que advierto tendencias negativas en mis hijos empiezo por preguntarme si son un reflejo de algo que ven en mí. En caso afirmativo, lo conversamos desde esa perspectiva y convenimos en solucionarlo juntos. Por ejemplo, yo soy propensa al estrés, que puede derivar en pesimismo. El hecho de explicárselo a ellos ha contribuido a evitar situaciones problemáticas. Ahora los niños entienden que quedarse levantados hasta muy tarde o no asear sus cuartos genera una reacción negativa en mí. Eso los motiva a cooperar más conmigo en los momentos críticos. Cuando me siento abrumada, me detengo y hago una oración. Eso tiene al menos cuatro efectos positivos: Reduce mi frustración, me ayuda a ver las cosas objetivamente, le concede a Dios la oportunidad de sacarme del enredo en que estoy y les enseña a mis hijos a manejar situaciones de crisis. Mi marido y yo procuramos no apresurarnos a dar a los niños soluciones para las dificultades y contrariedades que les causan disgusto. Más bien los ayudamos a determinar qué es lo que les ha causado molestia y a buscar sus propias soluciones. Los juegos que enseñan a resolver problemas también son muy útiles. La mayoría de las situaciones adversas tienen también su lado bueno. Cuando los niños se desaniman o adoptan una perspectiva pesimista sobre algo que les sucedió, procuremos dirigir sus pensamientos hacia los aspectos positivos. Ese ejercicio también es mucho más eficaz si los niños llegan por sí mismos a las conclusiones acertadas en lugar de presentárselas nosotros. Tomado del Conéctate. Usado con permiso.
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Josie Clark
Creo que con mis hijos he cometido demasiadas veces el error de expresar mi empatía de formas que ellos interpretaron como asunción de responsabilidad. Por ejemplo, cuando mi hijo tenía cinco años sufrió una vez un accidente. Acabábamos de conseguirle una bicicleta usada, y yo le había dicho claramente que no subiera a cierta loma hasta que su padre revisara los frenos y le enseñara a manejarlos. Pero desobedeció y lo hizo de todos modos. Los frenos funcionaban, pero él se asustó y no supo reaccionar. Bajó la cuesta a gran velocidad, se desvió hacia un maizal, volvió a meterse en la carretera y se cayó. No recuerda nada de lo que sucedió después. Lo encontraron con el mentón contra el asfalto y hubo que darle unos puntos. Yo luego quise mostrarme comprensiva y le dije: «Lo siento, hijo». Claro que lo sentía. Me sentía culpable por no haberlo vigilado más de cerca. Sentí su dolor cuando lo llevamos a toda prisa al hospital. Hasta el día de hoy me apena ver la cicatriz que le quedó. Pero de algún modo, el decirle: «Lo siento» ocasionó un malentendido. Hace unas semanas hablamos de ese accidente, que se produjo años atrás. Él todavía pensaba que por alguna razón había sido culpa mía. No recordaba la clara advertencia que yo le había hecho. No recordaba haber desobedecido. Solo recuerda que le dije: «Lo siento», y en aquel momento pensó que eso significaba que yo tenía la culpa, no él. Es fácil caer en el hábito de echarnos la culpa de cosas que en realidad no son culpa nuestra. Con el tiempo, eso puede llevar a los adolescentes a responsabilizar a sus padres de las malas consecuencias de las decisiones que ellos mismos tomaron. En realidad, si los padres se han encargado de enseñar a sus hijos a tomar decisiones atinadas y prudentes, cuando se producen accidentes o algo sale mal, normalmente la culpa es de los hijos por no haber hecho caso. Siento mucho que mi hijo desobedeciera. Siento mucho que se lastimara. Y siento mucho que se produjera ese malentendido. Siento mucho haberle dado la impresión de que era culpa mía cuando no lo era. Lo que debí haberle dicho es: «Lamento mucho que hayas desobedecido. Me apena mucho que no me escucharas. Me entristece mucho que haya sucedido esto; pero estoy segura de que has escarmentado y de que no volverás a cometer el mismo error». El final feliz de este episodio es que pude aclarar el malentendido con mi hijo, que hoy es un joven que se enfrenta a decisiones mucho más importantes que dónde andar en bicicleta. Sabe que siempre podrá contar con mi ayuda, mi amor y mi comprensión, pero también entiende que en última instancia es el responsable de las decisiones que tome. Tomado del Conectate. Si deseas que tu familia sea más feliz y quieres disfrutar de una vida familiar más satisfactoria, toma nota: Inclúyeme en todo lo que hagas.
No me refiero a que tengas que vivir una religiosidad formalista, almidonada, insulsa. ¡Todo lo contrario! Te sorprenderá lo divertido que puede llegar a ser. Las ventajas de incluirme a Mí son demasiado numerosas como para exponerlas aquí; pero te describiré brevemente tres de ellas: La PRIMERA es que tengo cantidad de ideas. Mi padre y Yo creamos este mundo. Fue nuestro primer proyecto familiar, si se quiere. Tendrás que admitir que se nos ocurrieron cosas muy buenas. Todo lo que creamos fue en función de ti y lo hicimos con la intención de que lo disfrutaras al máximo; por tanto, ¿no crees que puedo sugerirte cosas más interesantes que hacer con tus seres queridos y amigos que quedarse hipnotizados frente al televisor? La SEGUNDA es que Yo los entiendo. Me compenetro con personas de cualquier edad. Sé mejor que nadie unir las generaciones y mantener la armonía entre ellas. No te olvides de que llevo siglos en esto. No hay situación que tú tengas que afrontar que Yo no haya ayudado a otros a superar. Consulta, pues, conmigo apenas surjan conflictos domésticos. La TERCERA se resume en más amor. ¿No es eso lo que más desea tu familia, amor? Yo soy amor, el mismísimo espíritu de amor. Donde Yo estoy, hay amor. La Biblia dice que en en Mi presencia hay plenitud de gozo, delicias a Mi diestra para siempre (Salmo 16:11). Tengo mucho amor para ti y los tuyos, mucho más del que puedes imaginarte, mucho más del que puedes contener. Está a tu alcance en todo momento. Basta con que lo pidas. Estoy a tu entera disposición. Di simplemente: «Jesús, gracias por formar parte de mi familia, por ser nuestro jefe de familia. Acompáñanos en lo que nos disponemos a hacer». Tomado de Conéctate. Usado con permiso. Nos preocupa lo que un niño llegara a ser el día de mañana, y se nos olvida que hoy ya es una persona. - Stacia Tauscher * Con los niños se puede aprender mucho. Uno averigua, por ejemplo, cuanta paciencia tiene. Franklin Jones * Toda criatura, al nacer, nos trae un mensaje bajo el brazo: que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres. - Rabindranath Tagore * No hay ejercicio más eficaz para ayudarte a entender tus creencias que esforzarte por explicárselas a un niño curioso. - Frank Clark * A los ojos de los niños, en el mundo no hay siete maravillas, sino siete millones. Walt Streightiff * He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puno, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. - Gabriel García Márquez * Antes de casarme tenía seis teorías sobre cómo se debe educar a los hijos; ahora tengo seis hijos y ninguna teoría. – John Wilmot, 2º Conde de Rochester * Para ensenar a un niño el camino en que debe andar, encamínate tu por él. Josh Billings * Bien predica quien bien vive. No hay tal maestro como Fray Ejemplo. Más aprovecha un ejemplo que un precepto. El ejemplo de los mayores hace buenos o malos a los menores. Al niño, corrígele con cariño. - Refranes españoles * No debería preocuparnos que nuestros hijos no nos escuchen, sino que siempre nos estén observando. - Robert Fulghum * Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, es la única. Albert Einstein * Si observamos algo que quisiéramos cambiar en el niño, debiéramos primeramente hacer examen de conciencia y ver si no es algo que podría ser mejor cambiar en nosotros. Carl Jung * Hoy en día el mundo esta cabeza abajo y sufre tanto porque hay muy poco amor en los hogares y en la vida familiar. - Madre Teresa de Calcuta * El trato que se da a los niños es el que ellos luego darán a la sociedad. Karl Menninger * Cada día de nuestra vida hacemos depósitos en el banco de memoria de nuestros hijos. Charles Swindoll * El hacer el padre por su hijo es hacer por si. Miguel de Cervantes * Si quieres que tus hijos mejoren, deja que te oigan decir a otras personas las cosas bonitas que hablas de ellos. - Haim Ginott * En la crianza de tus hijos, no inviertas sino la mitad del dinero que tienes previsto, pero el doble de tiempo. – Anónimo * Tienes toda una vida para trabajar; sin embargo, tus hijos solo una vez son pequeños. Proverbio polaco * Para los niños, la palabra amor se escribe T-I-E-M-P-O. John Crudele Tomado de Conéctate. Usado con permiso. |
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