Maria Fontaine
Como madres cristianas, queremos dar a nuestros hijos un buen ejemplo de todo lo que es Jesús. Queremos asegurarnos de que nuestros hijos sean atendidos en todos los aspectos de su vida: que estén bien educados, que sus necesidades sean satisfechas, que aprendan habilidades sociales y que se les impartan buenos valores y se les enseñe a ser amables, amorosos y generosos. Queremos asegurarnos de que sean criados con una fe férrea, así como con principios y convicciones cristianos. Si hemos dirigido a nuestros hijos hacia Jesús e hicimos lo posible para que aprendieran a amarlo, en efecto, hemos llevado a cabo una gran labor. Me vino a la memoria el ejemplo de Susanna Wesley, una madre piadosa que vivió siglos atrás. Susanna Wesley es más conocida por ser la madre de Charles y John Wesley, los fundadores del metodismo. Del metodismo surgieron varias confesiones protestantes de la actualidad. Charles y John fueron incansables en cuanto a sus esfuerzos por predicar el Evangelio, lo que atribuyeron a la fe que les inculcó su madre. Jugaron un papel decisivo en el inicio de una época importante de un renacer religioso y labor misionera en la Inglaterra del siglo XVII, y que se divulgó a muchas partes del mundo. Aunque Susanna Wesley es más célebre por los logros de Charles y John, el mayor honor que Dios le confirió fue su gran determinación y fidelidad para criar a todos sus hijos en los caminos del Señor. Nunca vaciló en esa resolución, aunque la adversidad constantemente amenazó con agobiarla. Los detalles de las luchas, congojas y batallas de ustedes, pueden distar mucho de las que enfrentó Susanna Wesley. Sin embargo, sea cual sea el día o la dificultad, siempre es un desafío soportarlos y seguir fieles en la lucha de criar a sus hijos y atender a su familia al máximo de su capacidad.
Sin embargo, el gran deseo de Susanna fue que el pequeño rebaño que ella dio a luz llegara a conocer y amar a Jesús y que hiciera algo para Dios. Ella escolarizó a todos sus hijos. A diario, antes de que empezaran los estudios académicos, dedicaban una hora a leer las Escrituras, a orar y a cantar Salmos. Nada hizo que Susanna desistiera de su propósito de poner en primer lugar el bienestar espiritual de sus hijos. A pesar de que no podía darles todas las cosas materiales que le habría gustado, les dio lo más importante. Muchas veces, todo lo que podía hacer era aferrarse a las promesas de Dios y negarse a dejar que las circunstancias le impidieran llevar a cabo la tarea que el Señor le había dado. Pese a los reveses, derrotas, congojas, pérdidas y batallas tanto físicas como espirituales, su fe y amor por el Señor y sus hijos la sacó adelante. A la larga, años después, vio algunos frutos de su fidelidad. Estoy segura de que vio mucho más al llegar a su hogar celestial. Lo mismo les ocurrirá a ustedes, si es que no ven los frutos en esta vida. Nada que den a sus hijos será desperdiciado.
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Misty Kay Informe de investigación Hace poco connotados científicos hicieron un descubrimiento fascinante: un parásito invisible del que no se sabe mucho. Se llama negapillo, por el efecto negativo que tiene en el estado mental y emocional del huésped. Aunque es muy pequeño para reconocerlo a simple vista, los síntomas de infección son evidentes. Vive adherido a la suave membrana del oído interno. Sus diminutas alas vibran a una frecuencia indetectable para el ser humano, pero que interfiere con las ondas cerebrales y deja a la víctima confusa y sumida en la depresión. Esas vibraciones negativas pueden ser difíciles de distinguir de los propios pensamientos. Si no se procede con sumo cuidado, es fácil que la persona termine dando crédito al murmullo negativo de sus conversaciones internas. En los casos más graves, la infección puede trasladarse al cerebro del huésped, donde el parásito se reproduce y tiene miles de crías que al poco tiempo se propagan a otras personas por el aire, por medio de las palabras negativas que pronuncia el huésped. El negapillo es una plaga que puede causar graves daños. De ahí que el tratamiento deba administrarse al primer síntoma. Mediante un sacudón, hay que desalojarlo del oído de la víctima. En la mayoría de los casos el propio paciente puede aplicarse el tratamiento, inclinando la cabeza hacia el lado donde está el negapillo y realizando varios saltos enérgicos mientras se golpea el lado opuesto de la cabeza. Si el afectado no sabe con certeza en qué oído se esconde el negapillo, deberá darse golpes en los dos lados de la cabeza para mayor seguridad. De haber más de un negapillo alojado en la cabeza, tal vez sea necesario repetir el proceso. En casos difíciles o extremos, se aconseja tomar una almohada y asestarle un buen golpe a la víctima en la cabeza, por el lado opuesto a donde se encuentre el negapillo. Si esa estrategia no da el resultado deseado y no se consigue eliminar el parásito, tal vez sea necesario propinarle un susto para que el bicho salga de su escondite. El agua helada aplicada en la cabeza de la víctima casi siempre proporciona buenos resultados. Para evitar la reinfección, colóquele al paciente unos auriculares y póngalo a escuchar música alegre y lecturas alentadoras. Se recomienda además hacer con él ejercicios de mentalización positiva. (Advertencia: Los golpes con almohada y los tratamientos con agua helada solo deben aplicarlos adultos capacitados. Si un niño intenta esas maniobras, puede causar lesiones a la víctima o daños y perjuicios materiales.) Estudio clínico Un estudio clínico realizado con mis hijos de corta edad y mi hija adolescente arrojó resultados muy alentadores. El tratamiento prescrito demostró ser muy eficaz para ayudarlos a superar crisis de autocompasión y otros cuadros emocionales negativos. Por ejemplo, un día entré a la cocina y encontré a mi hija de trece años sollozando frente a una pila llena de platos sucios. Me apiadé de ella y le dije: «Siento mucho que no estés contenta. No te quepa duda de que te quiero mucho. Es más, te quiero tanto que tengo que hacer esto…» Saqué una almohada que traía escondida y me puse manos a la obra. Mi hija no paraba de reírse y pedirme misericordia. Después del tratamiento, la paciente se recuperó milagrosamente. Enseguida reanudó el lavado de platos, pero me desconcertó que al cabo de unos instantes sufriera una recaída. Era hora de pasar a la segunda fase. Fui a buscar agua helada. Me vio venir, pero no me creyó capaz de hacerlo. Tras una breve persecución por la casa, la acorralé y… ¡chof! Hasta le pareció gracioso. Unas carcajadas más y los platos ya casi estaban listos. Soy madre de una adolescente muy sensible a las emociones. Como tal, he pasado largas horas explicándole cosas, animándola, consolándola y orando a fin de ayudarla a reponerse de sus arrebatos hormonales y cuadros de desaliento. Sin embargo, he comprobado que el tratamiento contra los negapillos es de lo más eficaz. Una vez que las pobres víctimas del negapillo toman conciencia del peligro, aprenden a reconocerlo y evitan a toda costa. Gentileza de la revista Conéctate. Foto: David Castillo Dominici at FreeDigitalPhotos.net Curtis Peter Van Gorder
La Navidad es una época muy entrañable. Diríase que un aura extraordinaria ilumina el mundo. Ese día, el nacimiento de Cristo se reconoce en todo el mundo. Aunque la Navidad parezca empañada de materialismo, no deja de llevar a los hogares y corazones el regalo de amor de Dios: Jesús. Y lo hace en mayor medida que ninguna otra fiesta o celebración. Pedí a mis amigos y colaboradores de diversas nacionalidades y orígenes que me ayudaran a confeccionar una especie de collage con sus impresiones de navidades anteriores. Reproduzco a continuación algunos ejemplos de lo que se nos ocurrió. Recuerdo que… …En Nochebuena los niños nos acostábamos temprano, porque nos decían que así «mañana llegaría antes». …Cuando era chiquita, nos sentábamos junto al árbol y los adultos nos contaban anécdotas y nos hartábamos de bombones. …Cuando tenía once años visité por primera vez a mi abuelo. Mis padres y yo habíamos vivido siempre en un país lejano. Durante esa visita nuestro abuelo rezó para recibir a Jesús y Su salvación. Murió poco después, y me alegré de haber tenido la oportunidad de hacerle el mejor regalo de Navidad. …Nos hacían más regalos y nos daban más juguetes de lo que podíamos comprar. Como mis padres eran misioneros, normalmente no tenían mucho dinero para comprarnos regalos. Pero el espíritu generoso que manifestaban a lo largo del año incentivaba a las personas a las que habían ayudado, y estas nos regalaban muchas cosas. En mis primeros años de vida aprendí que cuando nos desvivimos por ayudar al prójimo, el Señor nos da sorpresas y nos lo paga con gestos muy lindos. …En una ocasión me pasé mucho tiempo buscando un regalo para mi madre; tenía muy poco dinero. Finalmente, encontré un collar de prismas de vidrio que ella guardó como un tesoro. La visité cuarenta años después, y todavía lo guardaba con sus alhajas más valiosas. …Cantábamos por el barrio. Mis amigos y yo íbamos de puerta en puerta cantando villancicos. La gente quedaba conmovida. …Enviaba a mis seres queridos tarjetas de Navidad con una dedicatoria escrita a mano. Y ellos también me enviaban. Todos los años expongo esas tarjetas para recordar a los amigos. …Mis padres me leían alguna parte de la historia del nacimiento de Jesús en la Biblia de la familia cada día durante una semana hasta el día de Navidad. …Escuchaba a Celine Dion cantando hermosos y sentidos villancicos. …Participaba en actuaciones navideñas. Todas las navidades son muy emotivas, porque tenemos algo que comunicar. Siempre nos alegra ver la reacción del público. Cada año y con cualquier público, siempre resulta ser justo lo que necesita. …Cada año interpretaba un papel diferente en la obra sobre el nacimiento de Jesús. Unas veces era el humilde burrito, otras el posadero, otras un imponente ángel, otras un pastor asustado, o un majestuoso rey mago o un José orgulloso de ser padre. …Nos reuníamos en la cocina y cada día, del 1 al 24 de diciembre, íbamos arrancando las hojas del calendario de Adviento. …El olor y el sabor del pavo con salsa. …Mis padres hacían que la Navidad tuviera mucho significado. Cantábamos villancicos, leíamos versículos de la Biblia a la luz de la vela, intercambiábamos regalos y nos divertíamos juntos, pero el Señor era el centro de nuestra atención. …Tenía envidia de otros niños a los que les regalaban más juguetes. Pero ahora que lo pienso, ni recuerdo qué juguetes eran. Lo que sí recuerdo con cariño son las ocasiones en que nuestra familia se reunía en Navidad, cómo nos mostrábamos aprecio unos a otros y celebrábamos el nacimiento de Jesús. …Nos sentábamos ante la chimenea a beber chocolate caliente y cantar villancicos en familia. …Recibíamos visitas en casa y compartíamos con ellas la alegría de Navidad. …La satisfacción que sentía cuando se termina el arduo trabajo de Navidad. El tiempo de descansar, pensar en las bendiciones que nos da Dios y darle gracias por el amor que compartimos. ¡Que este año pases una Navidad dichosa en compañía de tus seres queridos y les deje un grato recuerdo! Linda Salazar —Mamá, me parece que a ti te gustan esos juguetes más que a nosotros —le decía yo a mi madre cuando íbamos de compras a las tiendas de saldos. Por la escrupulosidad con que inspeccionaba cada libro, contaba las piezas de los rompecabezas y se fijaba en que todos los juegos estuvieran completos —a veces a los artículos de saldo les faltan piezas—, yo hubiera jurado que a ella le fascinaban esas cosas tanto como a nosotros. Siempre estaba pendiente de las liquidaciones, pues así ella y mi esforzado padre lograban ponernos regalitos al pie del árbol de Navidad. Sin embargo, mis padres no se limitaban a hacernos regalos materiales. A veces nos obsequiaban su compañía, como cuando nos llevaban a un parque para jugar juntos a uno de nuestros juegos preferidos, o cuando salíamos a pasear por el bosque, o cuando nos llevaban a visitar un sitio de interés histórico. Ahora que lo pienso, no es que a mis padres les gustaran los juguetes y demás tanto como a mí me parecía. Lo que les gustaba en realidad era ser dadivosos. Se caracterizaban por su generosidad. Nos entregaban su tiempo y atención, nos prestaban ayuda con las tareas escolares y las actividades manuales, se tomaban el tiempo para escucharnos… lo que dieran, lo daban siempre de corazón. Ahora que se acerca la Navidad, no puedo menos que recordar y maravillarme de aquellos obsequios sencillos y llenos de amor. Los regalos en sí casi no los recuerdo, pero nunca olvidaré el entusiasmo con que mis padres nos los entregaban. Hoy son tantos los días festivos que, por instigación de los señores del marketing, celebramos con regalos, que todos terminamos un poco aturdidos sin saber qué día es cuál y a santo de qué damos tal y cual obsequio. Pero detengámonos un momento a pensar en los regalos más memorables que hemos recibido y por qué razón perduran hoy en nuestro afecto. ¿Recordamos sobre todo las cosas visibles y tangibles, o más bien el amor en que venían envueltas? Gentileza de la revista Conéctate D.J. Adams (Adaptado)
La Navidad es un momento ideal para compartir, reunirse con viejos amigos, trabar nuevas amistades y redescubrir la importancia de la familia y la espiritualidad. Pero esta temporada de fiestas también puede resultar ajetreada y hasta desesperante si no nos organizamos bien el tiempo o nos dejamos dominar por el estrés. ¡Si lo sabré yo! Tengo una tienda de libros y juguetes que está concurridísima en noviembre y diciembre. Y por si eso fuera poco, mi familia espera que pase más tiempo con ella en esas fechas, y tengo que hacer compras, asistir a fiestas y mucho más. Cada año converso con muchas personas frenéticas en esta temporada. Por ello, puedo brindar unos consejos que -espero- ayuden a aprovechar al máximo esta fiesta tan hermosa sin que sea causa de agotamiento. No pierda la perspectiva. Tenga presente el sentido de la Navidad. Es la celebración del nacimiento de Jesucristo. Conceptos como paz en la Tierra y ser hombres de buena voluntad son universales y vale la pena divulgarlos. A veces cuesta recordarlo mientras se busca un hueco en el estacionamiento de un centro comercial atestado de gente. Pero vale la pena intentarlo. Prepárese con anticipación. ¿Por qué seremos tantos los que cada año caigamos de pronto en la cuenta de que Navidad está a las puertas y no tenemos nada preparado? Aunque se pueda dejar todo para última hora, ¡cuánto mejor y más fácil es escoger con anticipación los regalos y guardarlos! Hasta se pueden empezar en julio las manualidades destinadas a la Navidad. Así, en diciembre no tendrá mucho que hacer, y despertará la envidia de los que nos arrepentiremos de no haber sido más organizados! Sencillez ante todo. La sencillez es una virtud. Las celebraciones no tienen por qué ser complejas. Los regalos deben ser una manifestación de cariño, no un deseo de impresionar haciendo ostentación de una situación económica. Tampoco se agobie ofreciéndose a preparar dos millones de galletas para la fiesta navideña del colegio. Entréguese abnegadamente, por supuesto, pero no ofrezca lo que no se pueda permitir. Su familia, amigos, compañeros de trabajo y otras personas con las que se relaciona lo obligan a dedicarles tiempo; aprenda a administrarlo y establecer prioridades. Sea caritativo. La caridad empieza en casa, pero no termina ahí. Los regalos que más agrada hacer son con frecuencia los que se obsequian a extraños y personas a las que apenas si se conoce. ¿Hay niños en su barrio a los que no vayan a hacer muchos regalos esta Navidad? ¿Por qué no compra un juguete, juego o rompecabezas de más cuando haga las compras de Navidad, y da lo que le sobre a quien nada tiene? Tal vez su colegio o la empresa donde trabaja podría organizar algo así. En tal caso, si le es posible, ofrézcase a hacerlo. Brinda gran satisfacción, y ayudar al prójimo es además una de las formas más eficaces de prevenir el estrés. Reserve tiempo para la tranquilidad. Para algunos, esto podría significar asistir a un encuentro con otros creyentes. Para otros, destinar unos momentos cada día a reflexionar sobre la belleza de la Navidad. En todo caso, acuérdese de incluir en sus planes hacer pausas para orar, manifestar gratitud y llenarse el corazón de las cosas buenas que nos prodiga Dios. La Navidad es una época entrañable; ¡disfrútela! Jeanette Doyle Parr
En los días previos a aquella Navidad me parecía bastante a Scrooge, el personaje gruñón del célebre cuento de Navidad de Dickens. Desde la primera semana de diciembre empecé a refunfuñar como aquel viejo amargado. Física y mentalmente estaba agotada, además de débil porque acababa de tener gripe. Por primera vez en la vida las navidades no me levantaban el ánimo. Me había percatado de las miradas que se intercambiaban mis hijos cada vez que los regañaba por lo que ensuciaban al preparar las galletas de Navidad, o les metía prisa mientras trataban de envolver regalos con sus torpes manecitas. Mi marido empezó a retirarse cada vez que me quejaba del elevado costo de los regalos y de lo comercial que se había vuelto la Navidad. Al poco tiempo, hasta el perro evitaba mi áspera lengua. Cada mañana tomaba la resolución de que ese día sería mejor. Me prometía que sería más paciente. Pero al caer la noche casi siempre me quejaba de alguien. El 22 de diciembre me las vi con otro problema. Por mucho que me esforzaba, no lograba enderezar las alas del traje de ángel de mi hijita. -Kris, ponte otra vez el traje. Mamá está viendo cómo arreglarlo. Muy alegre, Kris se lo puso y se colocó la aureola sobre su rubia cabellera. El ala izquierda se inclinaba hacia el piso. Le dije que se quedara quietecita, y mientras se lo arreglaba, se puso a cantar con su aguda voz infantil: Venid, crueles todos, a Belén marchemos… …en lugar del habitual «Venid, fieles todos…» Las manos se me quedaron inmóviles. No podía contener las lágrimas, que empezaron a rodarme por las mejillas y caer sobre las alas de papel brillante. «Venid, crueles…» La verdad era que sin proponérmelo yo había estado actuando con crueldad. Con razón que aquella Navidad no era como las anteriores. No había ido a Belén. Ni una sola vez en toda la temporada había hecho una pausa para reflexionar en el milagro del portal. Los ratos de meditación que dedicaba normalmente en las mañanas a leer la Biblia y a la oración habían sido sustituidos por actividades como hornear, envolver regalos y coser. Kris se dio la vuelta y me miró a la cara. -¿Lloras pohque canto bonito? -Sí, nena, porque cantas tan lindo como tú… y como la Navidad. Le di un fuerte abrazo y, en silencio, me prometí que el resto de la temporada navideña sería verdaderamente una experiencia excepcional, porque me desharía de mi odiosa actitud yendo a Belén. Sonreí de nuevo. Todos iríamos a Belén en busca del regalo eterno. ***** En Navidad, ¿te parece que fueras una diminuta embarcación flotando en un mar inmenso? Hay fuerte oleaje, marejada, corrientes, mareas y, muchas veces, viento y tempestades. Eres como un bote pequeño que intenta navegar por esa mar de dificultades. Unas veces tienes que disponer las velas de modo que recojan el viento; otras, tienes que plegarlas. En ocasiones tienes que navegar en medio de una tormenta; en otras oportunidades debes dejarte ir a la deriva hasta que pase la tempestad. Lo importante es que te des cuenta de que Jesús te acompañará en tanto que se lo pidas. Él puede calmar las tormentas y sosegar el mar. Si fuera preciso, hasta puede caminar hasta ti sobre el agua. Y si la situación se pone demasiado difícil, puedes invocarlo y pedirle que calme los elementos y haga que los vientos soplen a tu favor. En este momento está contigo y no quiere otra cosa que ayudarte a salir adelante. Y hará lo mismo que cuando caminó sobre el agua: «La barca […] llegó en seguida a la tierra adonde iban» (Juan 6:21). Jesús hará lo mismo por ti si se lo pides. Lo ha hecho otras veces y lo puede hacer de nuevo. - Robert Rider Horace Edwards
En Brooklyn hay un colegio llamado Shush para niños con dificultades de aprendizaje. Algunos asisten a Shush durante todos sus años escolares, mientras que otros se pueden integrar en algún momento a las clases de colegios normales. En una cena de recaudación de fondos para Shush, el padre de un alumno de ese colegio pronunció una charla que jamás olvidarán los asistentes. Tras ensalzar al colegio y a su dedicado personal docente, preguntó a voces: «Dónde está la perfección de mi hijo Shaya? Todo lo que Dios hace lo hace a la perfección. Pero mi hijo no entiende como los otros niños. No recuerda datos y cifras como otros. ¿Dónde está la perfección de Dios?» El público quedó estremecido por estas palabras, apenado por la angustia de aquel padre, apabullado por la desgarradora pregunta. Y añadió: «Yo creo que cuando Dios trae al mundo a un niño así, la perfección que Él busca se manifiesta en la manera en que los demás reaccionan ante ese niño». Seguidamente relató la siguiente anécdota sobre su hijo: Una tarde Shaya caminaba con su padre por un parque donde unos niños que Shaya conocía jugaban béisbol. Este preguntó: «¿Crees que me dejarán jugar?» El padre sabía que su hijo no tenía dotes algunas de deportista y que la mayoría de los niños no querrían que jugara en su equipo. Pero comprendió que quería jugar, y que al hacerlo se sentiría aceptado. Se acercó a uno de los chiquillos que jugaban, y le preguntó si Shaya podía jugar. El niño miró a su alrededor, buscando orientación de sus compañeros de equipo. Como ninguno respondió, tomó la decisión y contestó: «Estamos perdiendo por seis carreras y la partida está en la octava entrada. Creo que puede estar en nuestro equipo; y trataremos de ponerlo a batear en la novena entrada.» El padre quedó encantado, y Shaya sonrió de oreja a oreja. Pidieron a Shaya que se pusiera un guante y se colocara en la segunda base. En la segunda de la octava entrada, el equipo de Shaya anotó unas cuantas carreras, pero todavía le faltaban tres. En la segunda de la novena entrada, el equipo de Shaya anotó de nuevo, y ahora con dos fueras y con la oportunidad de ganar por bases, le tocaba el turno a Shaya. En esta coyuntura, ¿dejaría el equipo que Shaya bateara y renunciaría a su oportunidad de ganar el partido? Sorpresivamente, le dieron el bate. Todos sabían que era una situación del todo imposible, porque Shaya ni sabía empuñar el bate, no digamos dar un buen golpe con él. Sin embargo, se colocó en la base. El lanzador se acercó un poco más a la base y le lanzó la pelota con suavidad de modo que Shaya pudiese por lo menos llegar a tocarla. Llegó el primer lanzamiento, y Shaya se movió torpemente y no acertó. Uno de sus compañeros de equipo se le acercó y sostuvieron juntos el bate y miraron al lanzador, esperando el siguiente lanzamiento. El lanzador dio unos pasos para acercarse más y lanzó la pelota suavemente a Shaya. Cuando llegó el lanzamiento, este y su compañero dieron el batazo juntos lanzaron un roletazo lento al lanzador. Este lo recogió, y fácilmente podría haber lanzado la pelota al jugador de primera base. Shaya habría quedado eliminado y el partido habría terminado. En cambio, el lanzador tomó la pelota y la arrojó trazando un arco alto en el campo derecho, muy lejos del alcance del jugador de primera base. Todos gritaron: «Shaya, corre a la primera base! ¡Corre a la primera!» En su vida había corrido Shaya a la primera base. Se fue correteando a la línea de base boquiabierto y asustado. Cuando llegó, el exterior derecho había arrojado la pelota al jugador de la segunda base, que habría tocado a Shaya eliminándolo. Pero había comprendido las intenciones del lanzador, y arrojó la pelota muy alto y lejos de la cabeza del jugador de la tercera base. Todos gritaron: «¡Corre a la segunda, corre a la segunda!» Shaya corrió a la segunda base mientras los corredores que iban delante de él rodearon como locos las bases hacia la meta. Cuando Shaya llegó a segunda base, el parador en corto corrió hacia él, lo encaminó hacia la tercera base y gritó: «¡Corre a la tercera!» Mientras Shaya llegaba a la tercera, los niños de los dos equipos corrieron detrás de él, gritando: «¡Shaya, corre a la base!» Shaya corrió, puso el pie en la base del bateador y los dieciocho niños lo levantaron en hombros. Shaya era el héroe. Había hecho el jonrón y ganado el partido para su equipo. El padre añadió en voz baja y con el rostro bañado en lágrimas: «Aquel día, los dieciocho niños alcanzaron el nivel de la perfección de Dios». Actividades y páginas para colorear para los niños de cualquier edad. ¡Feliz Navidad!
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6 - 9 años
9 - 12 años |
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