Misty Kay
Mis hijos de nueve y diez años vinieron una vez más a presentarme sus quejas. —¡Mamá, Chalsey se queda con todos los Lego! —¡Davin siempre se guarda las mejores piezas! Kristy, la de cinco años, lloraba: —¡No vale! Yo quiero armar un avión, pero ellos no quieren. Toda la tarde había sido lo mismo, una cosa tras otra. Por muchos juguetes que tuvieran, no podían pasarla bien. Faltaba algo. Hice una breve oración y le pedí al Señor una ilustración, algo que nos ayudara a atacar el problema. —¿A quién le gustan los panqueques a secas, sin nada encima? —pregunté. Los niños se quedaron sorprendidos ante el repentino cambio de tema. —¿A quién le gustan los panqueques sin ninguna crema ni mermelada, panqueques que se te atoran en la garganta? —¡A mí no! —exclamaron al unísono. —De acuerdo. O sea que ayer, cuando me pidieron panqueques, no querían sólo panqueques. Querían panqueques con crema. Había sido el día del padre. Lo celebramos desayunando unos panqueques calientes bañados en crema de chocolate blanco. Se deshacían en la boca. —Al igual que sucede con los panqueques, cuando ustedes me dicen que quieren jugar con sus juguetes, no sólo quieren juguetes. Lo más sabroso de los panqueques era la crema de chocolate. El llevarse bien entre ustedes es como la crema. Cuando se llevan mal, el juego no tiene gracia. Aunque tengan todas las piezas Lego que quieren, no lo pasan bien. No se divierten. Lo interesante es jugar juntos. Así es como disfrutan de verdad. Los panqueques se sirven con crema. Los niños entendieron perfectamente la comparación y, como por arte de magia, decidieron jugar juntos. Aunque el mal tiempo nos obligó a quedarnos en casa varios días, nadie se molestó. Los chicos jugaron con todos los juegos y juguetes que había en la casa. Cuando se caldeaban los ánimos, les decía: —Los panqueques necesitan más crema. Al meditar en eso más tarde, me di cuenta de que aquella enseñanza no era solamente para mis hijos. A veces me esfuerzo mucho por alcanzar las metas que me he propuesto y veo todo lo demás como una distracción. «Tengo que hacer esto, tengo que hacer aquello». Quiero hacer rendir al máximo mis horas de trabajo y no tener interrupciones. Pero después me pregunto por qué me resulta todo tan árido y por qué lo disfruto tan poco. A todos nos ocurre con frecuencia que nos comemos los panqueques solos. Concedemos tanta importancia a lo que tenemos que hacer que nos olvidamos de que sin miel o sin crema los panqueques resultan desabridos. No podemos dejar que nuestro trabajo, o incluso nuestras aficiones, nos lleven a rescindir de las amistades que hacen más plena nuestra vida. Si te das cuenta, pues, de que estás hasta el tope de preocupaciones, estrés y trabajo y más trabajo, si sientes que perdiste la chispa, si lo encuentras todo un poco insulso, quizá te hace falta cubrir esa jornada con un buen cucharón de crema. Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso.
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Unos sociólogos formularon la siguiente pregunta a un grupo de niños de cuatro a ocho años: «¿Qué es el amor?» Sus respuestas fueron más amplias y profundas de lo que habría cabido imaginar. Que cada cual saque sus conclusiones. «El amor es lo que sientes antes que se te metan todos los pensamientos malos.» «Amor es lo que sentimos en Navidad en el cuarto cuando dejamos de abrir regalos y escuchamos.» «Cuando alguien te quiere, dice tu nombre de otra manera. Y sabes que va a hablar bien de ti.» «Amor es salir a comer con alguien y darle la mayor parte de tus papas fritas sin obligarle a que te dé una parte de las suyas.» «Si alguien te trata mal y te enojas, pero no le gritas para que no se moleste, eso es amor.» «El amor es lo que nos hace sonreír cuando estamos cansados.» «Amor es que mi mamá vea a mi papá sudoroso y maloliente, y aun así le diga que es atractivo.» «El amor es cuando dos personas están siempre besándose. Y cuando se cansan de besarse, igual quieren estar juntas y hablar más. Mis papás son así.» «Cuando a mi abuela le dio artritis, ya no podía agacharse para pintarse las uñas de los pies. Ahora se las pinta mi abuelo, aunque también tiene artritis en las manos. Eso es amor.» «Si uno quiere aprender a amar más, tiene que empezar por un amigo al que no aguanta.» «A veces le cuentas a alguien algo malo de ti y tienes miedo de que ya no te quiera. Pero luego te sorprende que esa persona no sólo te siga amando, sino que te quiera aún más.» «Hay dos clases de amor, el nuestro y el de Dios. Pero Dios es el que hace las dos clases de amor.» «Amor es, por ejemplo, que una viejita y un viejito sigan siendo amigos aunque se conozcan muy bien.» «Mi mamá me quiere más que nadie. Es la única que por la noche me da un beso cuando me acuesto.» «Amor es que mi mamá le dé a mi papá la mejor presa del pollo.» «Amor es que tu cachorrito se ponga muy contento al verte, aunque lo hayas dejado solo todo el día.» «Las tarjetas que venden en las tiendas dicen lo que nos gustaría decir, pero que ni muertos diríamos.» «No debemos decir:”Te quiero”si no lo sentimos. Pero si lo sentimos debemos decirlo mucho, porque a la gente se le olvida.» Extraído de un artículo escrito por Maria Fontaine
Una parte de ayudar a sus hijos a crecer y madurar es enseñarles a escoger bien en diversas situaciones y permitirles situaciones y experiencias con las que cobren vida las lecciones. Cuanto antes les enseñen a discernir y a decidir bien ellos mismos, más a salvo estarán y mejor preparados para las decisiones que solo ellos pueden tomar. Un ejemplo práctico de esto se puede dar si tienen piscina. Puede que haga falta una cerca alrededor para evitar accidentes, pero también querrán enseñar a sus hijos a nadar, y con el tiempo ayudarlos a ser buenos nadadores. La valla es la protección inicial, pero al enseñarles a nadar los preparan para desenvolverse sin riesgos en el agua. Estas lecciones de vida que no se pueden enseñar solamente en clase. Se aprenden con el tiempo, y exigen mucha comunicación, debate y experiencias para que los hijos entiendan y maduren en esos aspectos. Pero esas experiencias y enseñanzas los volverán más prudentes, fuertes, equilibrados, maduros, sagaces y comprensivos, y los equiparán mejor para la vida. La experiencia es buena para sus hijos y los prepara para la vida, si los ayudan a aprender de ella. ¿Qué significa preparar a los hijos para la vida? Significa ponerse a pensar en cómo ayudarlos a avanzar por las etapas naturales de crecimiento y desarrollo, conscientes y enterados de lo que pasan sus compañeros, y prepararlos para cuando tengan que encarar situaciones parecidas. Significa enseñarles a ser valientes en las dificultades y a encarar situaciones nuevas de forma responsable y con confianza. Significa que les enseñen a discernir el bien y el mal y a comportarse con integridad, autodisciplina, convicción, amor, tolerancia y fortaleza de carácter. Esas son lecciones de vida que imparten a sus hijos porque son componentes de buen carácter que conformarán la brújula moral de sus hijos para la vida. Esas lecciones de formación del carácter les vendrán muy bien durante toda la vida, y los padres son los instructores clave para educar a sus hijos de esa forma, ya que al transmitirles sus convicciones y valores los ayudan a encontrar el rumbo debido para su vida. Vale la pena esforzarse para enseñarles a abrirse camino entre los aspectos negativos y cuestionables de la sociedad, a discernir con exactitud el bien del mal, y a fundamentar sus decisiones y actos en una ética y una perspectiva cristianas. Los hijos en la actualidad enfrentan muchas influencias y las enfrentarán mucho más a lo largo de su vida. Les convendría tomarse un tiempo para descubrir a qué se enfrentan sus hijos sin que ustedes lo sepan. Podrían hablar con otras personas con las que se relacionen sus hijos y pedirles su opinión. Estar preparados es mucho mejor que llevarse una sorpresa desagradable, y si dedican tiempo a ello, piensan las posibilidades y las conversan, pueden estar mejor preparados para las diversas situaciones con que se puedan ver o se estén viendo ya sus hijos. Es natural que a veces los hijos tomen decisiones no muy buenas o erróneas, porque están experimentando y aprendiendo a aplicar la formación que les han dado. Por eso, si ustedes participan activamente en su vida cuando ellos se topen con influencias diversas, y cumplen así su deber de aconsejarlos cuando tengan dudas y ayudarlos a determinar cómo pueden tomar buenas decisiones, les brindan una preparación constante. Es enseñarles a vivir a diario la teoría de su formación. Concéntrense en ayudarlos a cultivar convicciones, enseñarles a decidir bien ante la presión social o si están en situaciones difíciles y abrir vías de comunicación para que ustedes puedan orientarlos a fin de que superen lo que vayan encontrando. Presentacion de PowerPoint gentileza de Tommy's Window. Michael G. Conner, doctor en sicología (The Family News) Los niños no sólo aprenden de lo que hacen, sino también de lo que ven hacer a sus padres. Es importante darse cuenta de ello, ya que muchos padres ventilan sus conflictos y desacuerdos delante de sus hijos. Medite lo siguiente antes de discrepar o ponerse a discutir en presencia de ellos. Los vínculos emocionales formados entre los padres y los niños hacen que estos noten y adopten los valores, actitudes y comportamiento de sus padres. Los niños confían en las personas con las que se relacionan, e intentan imitarlas y prestarles atención. Pero a diferencia de los adultos, tienden a absorber directamente la actitud de ambos padres. Lo hacen con poca vacilación y sin experiencia. Cuando los padres exponen sus desacuerdos, el impacto psicológico en los niños puede producir incertidumbre, inestabilidad emocional, pensamientos erráticos e hiperactividad. Mientras que a muchos niños no les afectan los desacuerdos leves, otros son más sensibles y propensos a actuar en base de sentimientos confusos. ¿Cómo hacen frente los niños a los puntos de vista conflictivos de sus padres de lo que está bien o está mal? La respuesta es: «No muy bien». El impacto de desacuerdos y conflictos varía mientras los niños crecen. Muchos no se dan cuenta de que los niños comenzarán a no hacer caso de los deseos, valores y actitudes de sus padres cuando discuten y hay situaciones desagradables en su presencia. Los niños suelen pensar: «Si mis padres no son capaces de ponerse de acuerdo, eso quiere decir que soy libre de creer y hacer lo que quiera.» Ambos padres pierden credibilidad cuando discuten delante de sus hijos. La imitación del comportamiento parental es la consecuencia más frustrante de los conflictos y desacuerdos. Los niños no sólo imitan la conducta de sus progenitores, sino que también suelen emprender una escalada competitiva, tratando de superarlos y aprenden a expresarse con un tono, volumen y modo parecidos. Esto explica por qué tantos niños terminan actuando igual que los mismos padres con los no están de acuerdo. No hablar de los problemas antes de que surjan es una de las principales causas de conflictos y desacuerdos entre padres. Muy pocos padres hablan de cómo resolver los problemas hasta que los tienen delante. Más vale prevenir que curar. —No discutan sus problemas de padres delante de sus hijos hasta que hayan hablado ustedes del problema y lo hayan resuelto en privado. Eviten expresar desacuerdos con la opinión del otro en presencia de ellos. —Fijen una propuesta en la que los dos estén de acuerdo. No vale si concuerdan solo para evitar una discusión y después no se apoyan mutuamente. —Decidan lo que esperan de sus hijos antes de que se den situaciones en las que no se pongan de acuerdo. Adaptado de un artículo escrito por María Fontaine
Un deber de los padres es fijar reglas y límites para ayudar a los niños a decidir bien. Estarán expuestos a cosas con las que ustedes no estén de acuerdo; eso es algo que tienen que aceptar, y deben estar preparados para ello. Pero eso no significa que tengan que relajar su postura sobre lo que es o no es aceptable, ni considerar inevitable que tengan que rebajar sus expectativas en cuestiones realmente importantes. * Todos los padres buenos fijan límites a sus hijos y les enseñan a respetarlos. Si quieren criarlos con valores sanos, fijan límites. Exigirles que observen ciertas normas y sancionarlos si no lo hacen es parte de la labor de los padres. * Al cambiar la vida de sus hijos, ya sea que ganen amigos, cambien de colegio o entren en una nueva etapa de su desarrollo, querrán estar preparados para evaluar sus reglas y decidir cuáles son importantes y necesarias para la salud, seguridad y bienestar espiritual de ellos, y cuáles podrían dejar de ser necesarias. Quizás deban estar dispuestos a hacer ajustes en las reglas que no sean importantes, sin dejar de ser firmes, realistas y constantes con las que sí importan. Quieren que sus hijos estén a salvo, pero también quieren ser realistas en cuanto a su madurez y a lo que puedan exigirles. Es importante que los límites sean realistas, y viene bien que sus hijos entiendan y vean la necesidad de que los haya. Por ejemplo, entender que hay reglas para su seguridad, o su salud, o para protegerlos en algún sentido. * Dejar tus niños explorar el proceso de toma de decisiones dándoles buenos consejos y apoyo y confiando en que tomen decisiones propias de su edad dentro de unos límites seguros es una parte de preparar a los hijos para que sean adultos prudentes y entendidos capaces de decidir bien. * La comunicación con los hijos respecto a temas que son importantes tanto para ellos como para ustedes se puede hacer de forma que resulte una experiencia mucho más positiva, como por ejemplo responder calmadamente a sus afirmaciones disparatadas, tener flexibilidad en las normas cuando corresponda y trazar una distinción entre lo que es importante para su seguridad y bienestar y lo que son meras preferencias personales sin mayor trascendencia. Presentación en PowerPoint, gentileza de Tommy's Window (www.tommyswindow.com)
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