Nota para el padre o profesor: El siguiente es un plan de clase de 20 a 30 minutos de duración, que enseña el tema del agradecimiento y cómo dejar de quejarse y refunfuñar. Es ideal para niños de 1 a 6 años. * Debatir: Charlen de lo poco agradable que es estar cerca de alguien que siempre se queja. Comparen las quejas con un calcetín apestoso, u otra cosa que al niño le resulte desagradable. Pongan de relieve la clase de actitudes que hacen que la gente disfrute de su compañía. Video: «Mirar el lado positivo». Tema de conversación: Aunque a veces es fácil enfatizar lo que sale mal, la felicidad viene cuando uno se concentra en lo positivo. Leer o memorizar una de las rimas de «Gratitud: Paginas para pintar». También se puede descargar y pintar las paginas. Leer «Piedritas de luz: Muchas razones para estar contentos.» Completen la tarea de «acción» al final del artículo. Memorizar 1 Tesalonicenses 5:18 (RVR1960): «¡Dad gracias en todo!» Leer «Poema: Mi rayito de sol». Encontrarán el libro para colorear correspondiente aquí. Video: «Video: El poder de una sonrisa». Actividad opcional: De una hoja de cartulina, recorten un círculo grande que represente el sol. En el centro del círculo escriban: «Cómo encontrar el lado positivo» y hagan una lista de las cosas que puede hacer el niño cuando está desanimado. Hagan una agujero en la parte superior del círculo, pásenle un hilo, y cuélguenlo en un lugar visible. Adaptado de un plan de clase de My Wonder Studio. Imagen gentileza de Grant Cochrane, www.freedigitalphotos.net
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Tomado de Grow Up Reading
El desarrollo en los bebés desde que nacen hasta los veinticuatro meses es espectacular. Al nacer recurre al llanto como principal medio de comunicación con el mundo. A medida que crecen, los niños se sirven de gestos, expresiones vocales y faciales, exclamaciones, balbuceos y finalmente palabras. Que el niño tenga facilidad para expresarse contribuirá a que de mayor lea y escriba bien. Los padres pueden contribuir a que los niños lean y aprendan exitosamente fomentando desde el nacimiento la facilidad para la lectura. Lenguaje oral: Los bebés aprenden a hablar por etapas. Durante los primeros cuatro meses captan más que nada lo que se les dice. Durante los cuatro meses siguientes, empiezan a articular e imitar sonidos. A los ocho meses, el niño reacciona al oír su nombre, distingue las emociones por el tono de la voz, al oír sonidos responde con otros sonidos y utiliza la voz para expresar alegría y disgusto. A los doce meses, pone más atención al habla y responde cuando se le dice de forma sencilla que haga algo. Empieza a valerse de gestos sencillos como agitar la mano para decir adiós o negar con la cabeza. Balbucea con entonación y emplea exclamaciones como «ajó», y tal vez diga unas cuantas palabras como «mamá» y sílabas como «ta-ta». Generalmente, los niños de un año articulan seis o siete palabras (aunque muchos no hablan nada, mientras que otros llegan a pronunciar cincuenta) y comprenden casi setenta palabras. Por lo general hay un retraso de cinco meses entre las palabras que el niño entiende y su habilidad para decirlas. Entre los 12 y los 18 meses, su vocabulario aumenta sin prisa pero sin pausa. El vocabulario de la mayoría de los niños se dispara cuando puede decir unas cuarenta palabras. A los dos años de edad, por lo general, aprenden el significado de unas ocho palabras al día. Mientras más le hablen los padres y le lean al niño, más rápidamente se desarrollará su vocabulario. Según los expertos en aprendizaje a edad temprana, la capacidad de expresarse aumenta con más rapidez en los niños cuyos padres hacen más aportes positivos que negativos. Reconocimiento de los fonemas: Reconocer fonemas —las unidades mínimas de sonido con que se forman las palabras— es la base para aprender a hablar y a leer. Los bebés tienen mucha capacidad para distinguir diferencias entre sonidos. Por eso tienen tanta facilidad para aprender idiomas en sus primeros años de vida. Reconocen fonemas y aprenden a distinguir los sonidos que constituyen el habla al comunicarse con sus padres y las personas que los cuidan. Al hablar y leer todos los días al bebé, se contribuye a mejorar su percepción de los sonidos. Estimule el balbuceo del niño, pues eso contribuye a que aprenda el idioma. Aproximadamente a los dos meses, empieza a hablar en voz baja y articula sonidos vocales como «aaa» y «uuu». A los cinco meses, empieza a practicar sonidos consonantes (los más comunes son b, d, y, m, n, g). Cuando tiene un año de edad, ya combina sonidos vocales y consonantes para articular palabras. Comprensión: Entender es fundamental en la lectura. La comprensión se refuerza en los años siguientes. Sin embargo, cuando el niño mayorcito sea capaz de ver las fotos o dibujos y el texto a fin de entender el significado del relato, es importante que también le explique lo que ocurre en esos libros que le lee en voz alta. Jim Trelease dice en The Read-Aloud Handbook que entender lo que se oye también estimula la comprensión de la lectura. A medida que su hijo oye lo que le lee, señálele pistas sobre el relato tomadas de los dibujos. O relacione un dibujo o foto con algo en la vida del niño. Este método contribuye a que el niño se esfuerce al máximo por pensar y lo ayuda a entender más. Un empresario Estadounidense se encontraba en México, en el muelle de un pueblecito costero. En ese momento atracó un bote en el que venía remando un pescador. En el interior de la embarcación había varios ejemplares de gran tamaño de atún de aleta amarilla. El forastero elogió al mexicano por la calidad de su pescado. Seguidamente le preguntó cuánto tiempo le había tomado pescarlos.
—Un ratito, señor —repuso el pescador. El estadounidense le preguntó por qué no se había quedado más tiempo para capturar una cantidad mayor. El pescador respondió que con aquel lo le bastaba para ganarse el sustento y atender a las necesidades inmediatas de su familia. El visitante continuó preguntando: —Y ¿qué hace el resto del tiempo? —Verá usted, señor —contestó el pescador—: Me levanto tarde. Voy a pescar un rato y después paso un tiempo jugando con mis hijos. Luego duermo la siesta con mi esposa María y en la noche salgo a pasear al pueblo, a tomar un poco de vino y tocar la guitarra con mis amigos. Como verá usted, estoy muy ocupado todo el día, señor. El gringo añadió con tono burlón: —Yo podría ayudarlo. Soy graduado de la Universidad de Harvard en administración de empresas. Si usted dedicara más tiempo a la pesca, con las ganancias podría comprar una embarcación más grande. Al aumentar sus ingresos y contar con un barco de mayor calado, podría comprar varias embarcaciones. Con el tiempo llegaría a tener una flota de barcos pesqueros. En vez de vender a un intermediario, lo haría directamente a una empresa conservera, y al final llegaría a ser dueño de una fábrica de productos enlatados. Usted tendría en sus manos el envasado y la distribución del producto. Entonces tendría que mudarse de este pueblito costero a la ciudad de México, luego a Los Ángeles y, a la larga, a Nueva York. Desde allí dirigiría su empresa en expansión. —Pero dígame una cosa, señor, ¿cuánto tiempo llevaría todo eso? —Quince o veinte años. —Y después, ¿qué haría yo? El estadounidense se rió antes de responder: —Esa es la mejor parte. En el momento idóneo, vendería las acciones de su compañía y se haría rico. Ganaría millones de dólares. —¿Dice usted millones, señor? Y luego ¿qué? —Se retiraría de los negocios y se mudaría a un pueblito costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, dormir la siesta con su esposa María y pasear por las noches en el pueblo, donde tomaría vino y tocaría la guitarra con sus amigos. - Anónimo |
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