Renée Chang Ninguno de sus amigos y familiares entiende por qué decidió hacerlo. A la mayoría le gustaría despertarla de su insensatez. Sus objeciones tienen sentido. Al fin y al cabo, May ya tiene cerca de 45 años y vive sola desde que su hija se mudó a otra parte. Además se ha endeudado. El caso es que May está criando a una niña que su ex marido tuvo con otra mujer. May se casó joven y se divorció antes de los 25 años. Desde antes de separarse ya criaba sola a su primera hija, pues su marido era narcodependiente, y no hacía otra cosa que entrar y salir de la cárcel. Unos veinte años después, él reapareció de la nada y le pidió un favor. Había tenido una hija con otra mujer y quería que ella le gestionara la internación de la niña en un orfanato antes que él volviera a la cárcel. La pequeña Joline (se pronuncia Yolín) había sido abandonada por su madre y parecía destinada a pasar su vida en una institución. May optó por hacer las gestiones para quedarse con ella. Ya lleva cinco años criándola. No le ha resultado fácil. Trabaja arduamente para pagar las cuentas, y Joline no le da tregua. Sin embargo, nada la hace desistir. «Todos me dicen que Joline es una carga enorme y que no valen la pena los sacrificios que hago para criarla. Pero nadie me pregunta qué siento yo ni toma en cuenta las razones por las que lo hago. »Cuando terminó mi última relación, sentí que mi vida había perdido todo sentido, y que nunca tendría una familia normal. Sin embargo, la primera vez que vi la sonrisa de Joline y que ella me agarró un dedo con su manito, supe que había alguien que me quería y me necesitaba. Joline no es una carga; me trae amor y alegría». En ese momento Joline se acercó, echó sus brazos al cuello de May y le llenó las mejillas de besos. «Te quiero, mami. Eres la mejor del mundo». Como madre orgullosa que es, a May se le iluminó el rostro. Entonces caí en la cuenta de que May tenía razón, y de que las críticas que había recibido eran injustas. En lugar de dejar que las vicisitudes y avatares de la vida la sumieran en una espiral de autocompasión, optó por dar de lo que aún tiene. Y gracias a ello ha hallado la felicidad que tan esquiva le había sido. Gentileza de la revista Conéctate. Foto de Wilson Corral via Flickr.
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Al pensar en mi infancia, me llegan incontables imágenes de amor, ánimo y recuerdos cariñosos de mi familia. Recuerdo las noches en que mi padre me leía por horas, mientras yo escuchaba sentada en su regazo. Sin duda, esas experiencias me inculcaron un amor por los libros que duraría toda la vida. Cuatro décadas después, escucho con claridad las palabras de mi madre: «Michelle, trata a todos con amabilidad», y en el mismo tono que empleaba cuando yo era niña. Los valores que mis padres me inculcaron —perseverancia, compasión, aceptación, creer en mí misma— son los mismos que actualmente rigen mi vida. Y son los mismos valores que trato de inculcar a mis hijos. No hace falta hacer un estudio para demostrar tu influencia: un momento en que veas que tu hijo imita tu comportamiento o repite tus palabras o copia tus valores, bastaría para confirmar que sí dejas huella. El sentido común nos dice que podemos influir de manera considerable en el rumbo que tome la vida de los hijos. Y hay una sencilla razón: las habilidades para desenvolverse exitosamente en la vida se aprenden, no se heredan; podemos marcar una gran diferencia porque podemos enseñar esas habilidades a nuestros hijos y alumnos. Afrontar los altibajos de la vida, llevarse bien con los demás, fijarse una meta y no rendirse hasta que se logre, saber cómo hallar soluciones y solucionar conflictos, comunicarse con firmeza y seguridad en sí mismo, y hacer todo con compasión y empatía son las habilidades que contribuyen a formar un carácter firme, una mente fuerte y un corazón que se preocupa por los demás; y todas son habilidades que se pueden enseñar. Aunque es posible que nuestro amor y afecto no haga forzosamente que nuestros hijos tengan más confianza en sí mismos ni que sean más amistosos, podemos fomentar las habilidades que mejoren las características de una vida exitosa. Independientemente del temperamento de tus hijos y su composición genética, puedes ampliar sus posibilidades al enseñarles cómo llevar una vida más exitosa y plena. - Michele Borba * Cómo vives —tu orden de prioridades, cómo pasas el tiempo, cómo gastas el dinero, cómo tratas a los demás y a tus posesiones— es el único y mejor indicador de lo que te importa y los valores que aprecias. Créeme, tus hijos interpretan tu vida con mucha mayor claridad que cuando oyen tus palabras. Si esas dos cosas están en armonía, es estupendo. Si no, es hora de volver a evaluar. A medida que tratas de impartir a tus hijos valores sanos, pregúntate:
* ¿Qué significa preparar a los hijos para la vida? Significa ponerse a pensar en cómo ayudarlos a avanzar por las etapas naturales de crecimiento y desarrollo, conscientes y enterados de lo que pasan sus compañeros, y prepararlos para cuando tengan que encarar situaciones parecidas. Significa enseñarles a ser valientes en las dificultades y a encarar situaciones nuevas de forma responsable y con confianza. Significa que en vez de protegerlos de las influencias negativas del mundo actual, les enseñen a discernir el bien y el mal y a comportarse con integridad, autodisciplina, convicción, amor, tolerancia y fortaleza de carácter. […] Inculcar valores morales a los hijos es un desafío que encaran todos los padres. Todo padre y madre conscientes tienen que formar a sus hijos para que se apoyen en valores, convicciones y creencias aunque estén en contacto con influencias que no se tolerarían en su casa pero son parte de la vida una vez que los niños empiezan a ir al colegio y tienen amigos de familias que no comparten la misma fe o el mismo código moral. Preparar a los hijos es esencialmente enseñarles a comportarse fuera de la seguridad de su casa o de su familia, a reaccionar con convicciones y arreglárselas cuando no estén con sus padres y tengan que afrontar la realidad del mundo. […] Los hijos en la actualidad enfrentan muchas influencias y las enfrentarán mucho más a lo largo de su vida. Unas serán positivas, otras negativas y muchas una de cal y otra de arena. Si adoptan la mentalidad de prepararlos para la vida, aceptarán que no pueden protegerlos de todo influjo negativo, pero sí orientarlos para que aprendan a tomar buenas decisiones cuando se vean expuestos a ello. - María Fontaine * «La Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebreos 4:12). Vive en nosotros, nos habla y nos llena la vida de luz y entendimiento. A medida que ingerimos el agua viviente de la Palabra de Dios, comienza a transformar nuestro corazón, mente y vida. Empezamos a ver las cosas desde la perspectiva de Dios, que en muchos casos difiere sustancialmente de nuestra forma de pensar. Descubrimos cosas de nosotros mismos y de los demás que no habríamos alcanzado a ver de ninguna otra manera. A nadie se le ocurriría decirle a un niño que se ha perdido en el bosque que busque por su cuenta el camino de regreso a casa. Nunca se nos pasaría por la cabeza no dar de comer a nuestros hijos, no vestirlos o no dejarlos salir a jugar, respirar aire puro y hacer ejercicio. Y tampoco debemos privarlos de las Palabras de vida, que imparten el poder, la luz y la vida de Dios. Jesús dijo: «Las Palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63) Con la Palabra de Dios los niños aprenden lo que está bien y lo que está mal y adquieren sólidos principios que los capacitan para hacer frente a las numerosas dificultades que se les presentarán en la vida. Y a medida que crezcan, sin duda tendrán que encarar muchas, porque la vida es un terreno de pruebas en el que aprendemos a tomar decisiones en consonancia con los preceptos del bien, en vez de escoger lo que es malo y perjudicial. Desde muy pequeños, los niños libran esta batalla espiritual y toman decisiones que pueden afectar en gran manera su vida y la de los que los rodean. Los padres podemos preparar a nuestros hijos para hacer frente a esas difíciles decisiones proporcionándoles una base de fe y un buen conocimiento de la Palabra de Dios. - Derek y Michelle Brookes Gentileza de Anchor. Foto de Rick Bolin via Flickr.
La educación en casa es una maravillosa forma de estar junto a tus hijos mientras los ayudas a convertirse en adolescentes completos y adultos. Hacerlo te brinda la oportunidad de adaptar la educación de tus hijos de acuerdo a sus necesidades, a tu estilo de vida y a tus creencias. La educación en casa también les brinda un lugar seguro donde permanecer mientras estudian a las personas y a los lugares a su alrededor. Con la capacidad de personalizar la educación de tu hijo, realmente puedes fomentar una pasión por el aprendizaje que dure toda la vida.
Superar los primeros obstáculos 1. Antes de comenzar con la educación de tus hijos, primero investiga las leyes del lugar donde vives y notifícale como es debido, además de hacer una lista de verificación de plazos futuros para ti mismo (en caso de ser aplicable). Adaptado de un artículo de internet
¿Te has fijado cómo mejora el comportamiento de los niños cuando juegan al aire libre en lugar de estar metidos en casa todo el tiempo? Mis recuerdos de la infancia están repletos de jugar al escondite, al corre que te pillo, hacer lamparitas con luciérnagas, inventar nuestros propios clubs, explorar los bosques (cualquier terreno desocupado) cerca de casa, y hacer cosas con la arcilla que encontrábamos en el patio. Mi madre y su hermano nos contaban historias de que, durante los meses veraniegos, salían de casa por la mañana y no volvían hasta el anochecer. Se pasaban el día cogiendo cangrejos en una acequia cercana, chapoteando en el Dry Creek y construyendo escondites entre la hierba alta de la pradera. ¿Será que hoy en día, nuestros hijos disfrutan de un día completo para explorar la naturaleza y gozar de la libertad que proporciona estar al aire libre? Las evidencias señalan que los niños pasan cada vez más tiempo en casa, desconectados de la naturaleza por culpa de la fascinación que ejerce la televisión, el internet y los videojuegos. Jugar al aire libre genera un efecto relajante En mis propios hijos he observado una gran diferencia cuando disfrutan del placer de jugar al aire libre. Toda la vida he sido de la opinión de que los niños deben pasar el mayor tiempo posible al aire libre, rememorando mis tiempos de maestra cuando yo era la única que llevaba a sus alumnos a jugar al parque en días fríos y húmedos. Nunca tuve problemas con el comportamiento de los chicos en el aula, siempre y cuando pasaran bastante tiempo al aire libre, y siempre me aseguraba que así fuera. Cuando se alborotaban mucho, era indicio de que necesitaban SALIR. Y me he dado cuenta de que lo mismo sucede con mis tres hijos. Algunos estudios han demostrado que estar al aire libre y en contacto con la naturaleza proporciona un efecto relajante a los niños que sufren del síndrome de hiperactividad y déficit de atención. Incluso los adultos también se benefician de ello, como ha quedado demostrado, pues ayuda a la relajación, disminuye los niveles de estrés, y restaura el equilibrio mental. Jugar al aire libre es divertido El verano pasado, cuando celebramos la fiesta de cumpleaños de mi hija, pasaron la noche en casa doce niñas de seis a once años. Mi esposo estaba de viaje. Me sentía un poco preocupada por tener que hacerlo todo sola, así que una de mis amigas me ayudó durante un par de horas. Luego dejó a sus hijas conmigo y salió a disfrutar de una cena tranquila y sosegada con su esposo. Me quedé sola ante el peligro. Era una locura en casa (y con toda la razón), por todo el suelo había migas de pastel y gotas de helado. Sabía que lo mejor era sacar a las doce niñas al patio y así tener unos minutos para limpiar todo aquel desorden. Durante los quince minutos que me tomó limpiar el desastre, no paró una que otra niña de llamar a la puerta: «¿Cuándo podemos entrar?» «Estoy cansada.» «Estoy aburrida aquí», etc. Parecía que no entendían la idea de estar fuera de la casa en medio del calor. Finalmente, terminé de limpiar la cocina y estaba lista para que entraran de nuevo. Pero, un instante… ¿Qué estaba pasando afuera? Abrí ligeramente la ventana para echar un vistazo. Habían encontrado una rana y le estaban construyendo una mansión con los platos de papel, palitos y hojas. A medida que transcurrieron algunas horas, la mansión se convirtió en algo cada vez más elaborado y las ranas se multiplicaron. Como te podrás imaginar, necesitarían muchas alcobas. Y toda una piscina con trampolín incluido… Tuve que obligarlas, casi a las diez de la noche, a entrar a la casa. El proyecto de construir la mansión de las ranas terminó siendo el evento más comentado de toda la fiesta. Es vital para el desarrollo humano el contacto con la naturaleza Cada vez más estudios señalan la importancia de estar en contacto con la naturaleza para el crecimiento y desarrollo humano. Numerosas evidencias indican que es esencial para gozar de una buena salud física y emocional. Los niños que no pasan tiempo al aire libre, se pierden una faceta muy importante de su infancia. Richard Louv en su libro Last Child in the Woods: Saving Our Children from Nature-Deficit Disorder, afirma: «El síndrome de no estar en contacto con la naturaleza describe los costos humanos de dicha carencia, entre ellos: una disminución del uso de los sentidos, dificultades para prestar atención y un índice mayor de enfermedades físicas y emocionales.» No debemos considerar el jugar al aire libre como un mero esparcimiento, sino como algo tan vital para el desarrollo infantil como una dieta equilibrada o el buen descanso. Estar al aire libre ayuda a: * desarrollar la fuerza motora * mejora la memoria * aumenta la creatividad * mantiene a raya la obesidad * incrementa la capacidad de atención * disminuye la intranquilidad * reduce el estrés Hacer ejercicio desde temprana edad forma tu cuerpo de por vida Cada vez existen más estudios que corroboran que hacer ejercicio posee un efecto tremendo en el crecimiento y desarrollo humano, sobretodo en la infancia, aunque también hasta los 30 y pico años. Aunque obviamente el ejercicio resulte beneficioso a cualquier edad. Algunos de sus efectos, como por ejemplo el crecimiento óseo, nos afectan de por vida, y solo se pueden obtener a temprana edad. Existe la teoría de que los niños que no hacen suficiente ejercicio y actividad física no llegan a alcanzar su máximo desarrollo físico. Además del crecimiento que obtenemos con la alimentación y el descanso, es un hecho confirmado que el ejercicio también promueve el crecimiento. El disfrutar de huesos fuertes y grandes está directamente vinculado a hacer ejercicio. Los niños que hacen bastante ejercicio crecen más y tienen huesos más fuertes que los que hacen poco o ningún tipo de ejercicio. Los huesos, al igual que los músculos, se fortalecen al hacer el ejercicio. Los huesos dejan de crecer durante la pubertad o entre los 18 y 20 años; aun así, su densidad y fortaleza crecen hasta los 30 ó 35 años. El ejercicio es el factor que más influye en el crecimiento óseo. Además, el gozar o no de huesos fuertes durante tus primeros 35 años de vida, previene o contribuye a prevenir la osteoporosis, y a tener en la vejez una estructura ósea fuerte o débil. ¿Qué podemos hacer? Esfuérzate por pasar más tiempo al aire libre. Busca maneras de que tus hijos estén en contacto con la naturaleza y zonas verdes. Puede ser difícil cuando hace mucho calor en verano, pero a veces será suficiente si tienes una manguera y unos cuantos globos llenos de agua, una piscina infantil inflable o una tina, unos cubos o baldes con agua y burbujas. Además tu patio lucirá mucho mejor si le añades un jardín con rocas y plantas o un pequeño terrario para mascotas. El verano pasado salimos bastante por la tarde a montar en bicicleta y dar caminatas por las zonas verdes, y nos deteníamos a observar las cosas interesantes que encontrábamos a nuestro paso. Estudios: Una ingente cantidad de estudios reiteran que estar en contacto con la naturaleza produce efectos considerables en el bienestar de personas adultas, incluyendo la parte psicológica, funcionamiento superior cognitivo, una disminución de los problemas físicos y una recuperación más rápida en caso de enfermedad o dolencias. Y muchos especialistas consideran que dicho entorno aún tiene un efecto mucho más profundo en los niños debido a que poseen una mayor vulnerabilidad o plasticidad (Wells 2003). Las investigaciones muestran una evidencia cada vez más contundente de los enormes beneficios que reciben los niños al estar en contacto con la naturaleza. Eso incluye: * Los niños con síntomas del síndrome de hiperactividad y falta de atención logran concentrarse mejor (Taylor 2001). * Los niños que pueden observar o estar en contacto con la naturaleza consiguen puntajes más altos en las pruebas de concentración y autodisciplina. Cuanto más verde sea la zona que observan, más alto es el puntaje (Wells 2000, Taylor 2002). * Los niños que juegan con regularidad en ambientes naturales manifiestan una mejor motricidad, incluyendo coordinación, equilibrio y agilidad, y son menos propensos a las enfermedades (Grahn, et al. 1997, Fjortoft 2001). * Cuando los niños juegan en ambientes naturales, el juego es más diverso, con juegos creativos y que estimulan la imaginación, los cuales fomentan las habilidades lingüísticas y de colaboración (Moore & Wong 1997, Taylos, et al. 1998, Fjortoft 2000). * Estar expuestos a ambientes naturales optimiza el desarrollo cognitivo de los niños al mejorar su nivel de razonamiento y atención, así como su capacidad de observación. (Pyle 2002). * La naturaleza absorbe el impacto del estrés en los niños y les ayuda a afrontar la adversidad. Cuanto mayor sea su contacto con la naturaleza, mayores serán sus beneficios (Wells 2003). * Jugar en un ambiente natural variado reduce o elimina la actitud hostil (Malone & Tranter 2003). * La naturaleza refuerza la capacidad de observación y creatividad de los niños y les inculca una sensación de sosiego (Crain 2001). * Disfrutar de experiencias a temprana edad con la naturaleza se asocia positivamente con el desarrollo de la imaginación y la investigación (Cobb 1977, Louv 1991). La curiosidad innata de los niños es un factor importante para el aprendizaje a lo largo de toda su vida (Wilson 1997). * Los niños que juegan en ambientes naturales poseen sentimientos más positivos hacia los demás (Moore 1996). * El ambiente natural estimula las relaciones sociales entre los niños (Moore 1986, Bixler, Floyd & Hammutt 2002). * Estar al aire libre contribuye de manera importante al desarrollo de la autonomía e independencia de los niños (Bartlett 1996). |
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