La Navidad tiene por objeto el amor. Tiene por finalidad la alegría, la generosidad, la risa, el reencuentro de parientes y amigos en medio de luces y adornos multicolores. Pero ante todo la Navidad tiene por objeto el amor. No quedé convencida de ello hasta que un alumno vivaracho, algo travieso, candoroso y de sonrosadas mejillas me hizo un regalo maravilloso cierto año por esas fechas. Mark era un huérfano de 11 años que vivía con una tía de mediana edad, amargada por tener que haberse hecho cargo del hijo de su hermana cuando ésta murió. Constantemente le recordaba al pequeño Mark que de no haber sido por la generosidad de ella, él habría terminado abandonado en la calle. Pero a pesar de la frialdad y las continuas regañinas, era un chiquillo encantador y servicial. No había reparado en Mark de manera especial hasta que empezó a quedarse todos los días al terminar la clase (a riesgo de enojar a su tía, según descubrí más tarde) para ayudarme a limpiar y poner en orden el aula. Lo hacíamos tranquilamente y sin hablar mucho, pero disfrutando de la soledad de aquella hora del día. Las pocas veces que conversábamos, Mark me hablaba más que nada de su madre. Aunque era bastante pequeño cuando ella falleció, la recordaba como una señora muy tierna y cariñosa que pasaba mucho tiempo con él. Cuando faltaba poco para Navidad, Mark dejó de quedarse después de clase. Siempre esperaba con ilusión su llegada, y cuando vi que pasaban los días y seguía marchándose tan frescamente al final de la jornada, le pregunté una tardé por qué no me ayudaba como antes. Le dije que lo extrañaba, y se le iluminaron sus grises ojazos mientras me preguntó: —¿De verdad? Le expliqué que había sido mi mejor ayudante. —Es que le estoy preparando una sorpresa —susurró en todo confidencial para Navidad. Se ruborizó y salió disparado. No volvió a quedarse más después de clase. Por fin llegó el último día de escuela antes de las vacaciones navideñas. Hacia el final de la tarde, Mark entró sigilosamente en el aula. Traía algo oculto a sus espaldas. —Le traigo su regalo —dijo con voz tímida cuando alcé la vista—. Espero que le guste. Alargó las manos hacia mí, y en sus pequeñas palmas sostenía un cofrecito de madera. —Es precioso, Mark. ¿Tiene algo dentro? —le pregunté mientras lo abría para mirar su interior. —Lo que guarda es invisible —repuso en voz baja—; tampoco se puede tocar, probar ni sentir. Pero mi madre siempre decía que es algo que te hace siempre feliz, te arropa cuando hace frío y te protege cuando estás solo. Observando el interior del cofre, le pregunté: —¿Y qué es eso que me hará tan feliz, Mark? —Amor —respondió bajito—. Mamá siempre decía que lo mejor es regalarlo. Y dando media vuelta, salió del aula en silencio. Desde entonces tengo un cofrecito de madera sobre el piano de la sala de estar y me limito a sonreír cuando las visitas ponen cara de asombro cuando les explico que contiene amor. Pues sí, la Navidad es tiempo de alegría, de cantares y de buenos regalos. Pero ante todo es un tiempo de amar. - Laurie. Gentileza de www.anchor.tfionline.com
0 Comments
Josie Clark Era Nochebuena, y andaba correteando con mi hija de diez años por las calles de Morelia, en México. Habíamos salido a hacer unas compras de último momento. En los semáforos se agolpaban los mendigos. -¡Mira esa señora! -me dijo Caty, llamándome la atención sobre una anciana que estaba pasando frío y había dejado momentáneamente de mendigar para frotarse los pies descalzos. -Es una abuela -pensé en voz alta- y en vez de estar en casa con su familia, está aquí descalza bregando por reunir un poco de dinero para una cena de Navidad. Entonces se me ocurrió una idea. -Caty, vamos a casa a buscarle un poco de comida. Me imaginé que no estaría mucho tiempo más en el semáforo, pues ya oscurecía. Nos apresuramos por llegar a casa, buscamos un par de bolsas que aguantaran bastante peso y comenzamos a llenarlas de provisiones que sacamos de la alacena y la nevera. Arroz, frijoles, jalapeños secos, un frasco de salsa mexicana, tortillas de maíz, pollo cocinado. Teníamos tanta abundancia que no costó mucho llenar las bolsas. Una barra de pan, mermelada, tocino. Cerré las bolsas haciendo unos lazos con unas cintas y partimos hacia el sitio donde estaba la señora. Al principio pensamos que nos habíamos demorado demasiado y que se había ido; pero después la vimos caminando penosamente por la calle envuelta en su chal, quizá rumbo a su casa. -Hola -le dijo Caty-. La vimos en el semáforo y le trajimos algo para la cena. ¡Ojalá que usted y su familia puedan sentir el amor de Dios esta Navidad! La mujer nos miró, y le rodaron lágrimas por las mejillas. Tomó a Caty de las manos y se las besó. -Gracias, gracias. Que Dios te bendiga. Eres hermosa. Eres un ángel de Navidad. Tomó las bolsas y siguió caminando. Nuestra Nochebuena fue animada y alegre, como de costumbre. Por la mañana Caty abrió sus regalos. Cuando le pregunté si estaba pasando una linda Navidad, me respondió: -¿Sabes, mamá? El mejor regalo de esta Navidad fue ver tan feliz a la señora de anoche y que me besara las manos. Creo que lo mejor de la Navidad es lo que damos a los demás. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso.
Evelyn Petersen, reimpresión de un artículo sacado de la Internet
Se acerca la Navidad, y con ella el frenesí de las compras y el incesante «quiero, quiero» de los niños en las tiendas. Eso es lo que motiva esta carta. Padres, por lo que más quieran, si desean hacer algo especial para sus hijos este año, ayúdenles a aprender a dar en vez de recibir. Muchos de los niños de la actualidad no conocen lo que es dar. Debemos tomarnos el tiempo para impartir ese valor familiar. Los niños que son solo receptores de regalos de Navidad, no tienen idea del verdadero sentido de la ocasión. Además, desconocen por completo la alegría que se obtiene al dar a otra persona un regalo con sentido. Debemos dejar de hacer hincapié en lo que vamos a dar a los niños y dedicar algo de tiempo a enseñarles a dar a los demás. Si ayudas a tus hijos a hacer regalos sencillos, harás que conozcan los sentimientos duraderos de satisfacción y autoestima, los cuales resultarán mucho más gratificadores que cualquier juguete. El tiempo que pases con ellos —unas pocas horas cada fin de semana—, bien valdrá la pena en cuanto a las cosas que el dinero no puede comprar, como valores familiares, comunicación y tradiciones. Este es el momento para comenzar a planear los regalos que confeccionarán tus hijos. Reúne a tus hijos este fin de semana —puedes llamarlo el Club de la Navidad— para hacer una lista de las personas para las que quieren hacer regalos, y planeen lo que van a hacer. Reserva unas cuantas horas de los fines de semana siguientes para hacer los regalos. Haz regalos sencillos. Las habilidades artísticas de los niños son limitadas, y los padres no cuentan con mucho tiempo para reunir materiales y ofrecer asistencia. No esperes; comienza ahora. Cuanto más se acerque la Navidad, más difícil te resultará hacer tiempo para esto, que es una entretenida actividad familiar, no una tarea. Regalos sencillos que pueden hacer los niños de 2 a 5 años:
Otras cosas que pueden hacer los niños de 5 a 7 años:
|
Categories
All
LinksCuentos bilingües para niños Archives
March 2024
|