Suzanne Schlosberg, revista Parents
1 ¡Quítame el suéter! Solo porque haga fresco no significa que tienes que abrigar a tu hijito como si fuera en trineo por Siberia. Los padres tienden a abrigar en exceso a sus hijos, que se ponen inquietos cuando se sienten sudorosos o acalorados, igual que nos sucede a los adultos. Solución: Viste al bebé con tantas capas de ropa como tú. Si no estás segura de si tiene frío o calor, coloca tu mano caliente en su barriguita o en su espalda para medir su temperatura. A veces los pies, manos y mejillas del bebé se notan un poco frescos aunque esté cómodo. También puedes revisar su nuca para ver si está bien. Si la notas un poco sudorosa es porque está demasiado abrigado. Lo normal es que la piel esté cálida y seca. Un simple estornudo no significa que tenga frío. 2 ¿Podemos llevarnos bien? Los bebés no comprenden frases como: «No puedo creer que se te olvidó pagar la tarjeta de crédito», o: «¿Por qué siempre tengo que recordarte que saques la basura?» Pero perciben cuando discuten mamá y papá, y eso no les gusta nada. Cuando existe tensión en el ambiente, afecta al chiquitín y lo pone intranquilo. Solución: Siempre habrá alguna que otra discusión con tu esposo (sobre todo cuando tienes un chiquitín a quien cuidar y eso te exige tanto tiempo y esfuerzo). Pero trata de expresar tus emociones de forma tranquila y sosegada para que el ambiente permanezca sereno y acogedor. 3 «Estoy completamente estresado». A un bebé le hace llorar un ambiente demasiado ruidoso, con mucha actividad o donde haya luces demasiado brillantes; como un centro comercial, una cafetería muy concurrida o una celebración casera. Y hasta cierto punto, demasiada estimulación de cualquier tipo, incluso ponerlo en el columpio saltarín 20 minutos o rodearlo de demasiados juguetes, puede resultarle abrumador. Solución: Cada niño posee una resistencia diferente, por eso fíjate en cuánta conmoción aguanta tu hijito. Haz visitas breves a los centros comerciales, come en los restaurantes durante las horas de menor concurrencia (cuando el ambiente sea más tranquilo) y dale juguetes nuevos (hasta los que no producen sonidos) en pequeñas dosis. También, después de salir con el bebé a la calle, programa un rato tranquilo para que el niño se tranquilice. 4 ¡Me duele la barriga! Existen mil y una razones para que al bebé le moleste la barriguita. Quizá una acumulación de gases. Tal vez ande estreñido. Los bebés que toman biberón pueden sufrir de alergia o malestar provocado por la leche y eso les causa calambres. O tal vez el niño sufra de reflujo, y los alimentos del estómago se regurgitan al esófago. Solución: Ayúdale a eructar con frecuencia, y después de alimentarlo, sostenlo en posición erguida. Masajea con suavidad su barriguita o mueve sus piernas en forma de pedaleo para reducir la acumulación de gases. Si el bebé toma pecho aliméntalo de un solo seno en lugar de ambos. La leche que sale primero es más rica en lactosa que la última. Si toma biberón, utiliza una tetina donde la leche fluya lentamente para evitar que trague demasiado aire. Si de vez en cuando regurgita no te asustes, pero si se vuelve algo crónico o parece que se siente mal consulta con tu pediatra sobre el síndrome de reflujo gastroesofágico. 5 ¡Ay, me aprieta! Tal vez el niño tenga un cabello o una hebra alrededor de un dedo de la mano o del pie que le afecte la circulación sanguínea provocándole dolor o inflamación. Ocurre con más frecuencia de lo que te imaginas. También puede ser que sienta irritación por culpa de una etiqueta de la ropa o una cremallera, o que el cinturón del cochecito o del asiento del auto esté demasiado apretado. Solución: Desviste al bebé y revisa los deditos de sus manos y pies. Si tiene un cabello enredado trata de desenredarlo o córtalo con unas tijeritas. Si es un varoncito, tal vez se le haya enrollado un cabello alrededor del pene. Revisa también las cremalleras de su ropa y ajusta cualquier cinturón o correa que esté demasiado apretada. 6 «¡Me siento solito!» El bebé, entre los 6 y 9 meses, adquiere conciencia de que es un ser individual, y eso es bueno. Pero tal vez se ponga a llorar en cuanto te vea salir de la habitación porque te echa de menos. Y eso es bueno, y también malo. Solución: Si te parece que separarte momentáneamente de él desencadenará una crisis, detén por unos instantes lo que estés haciendo y dale un poco de cariño. A veces, el solo verte de nuevo o que lo abraces le servirá para dejar de llorar. También un suave masaje o unas palmaditas en la espalda le brindarán la seguridad de que cuando te vas, siempre regresas. 7 «¡Me estoy muriendo de hambre!» Tu chiquitín comió hace una hora, así que no le toca comer de nuevo, ¿o sí? Si está dando un estirón, tal vez sus lágrimas signifiquen: «Camarera, sírvame otro plato.» Esos estirones ocurren por lo general a las 2, 3 ó 6 semanas de vida, así como a los 3 y 6 meses de edad, y duran un par de días. Pero como los bebés no consultan el calendario puede suceder en cualquier momento. Solución: ¿De veras tiene hambre? La mejor manera de comprobarlo es ponerlo en el cochecito o en el portabebés y salir a dar un paseo. Si se queda calladito o se duerme enseguida, entonces no era hambre. Pero si comienza a gritar en la calle, dale un biberón o el pecho. No te preocupes, es imposible sobrealimentar a un bebé que toma pecho. 8 «Esta pared se está volviendo aburrida.» Para un bebé pasar una hora completa en la misma sillita, en el mismo rincón de la misma habitación es similar a lo que tú sentirías al estar confinado todo el día en el mismo cubículo de la oficina. Sumamente tedioso. Aunque algunos chiquitos poseen una mayor tolerancia que otros a quedarse mucho tiempo en un mismo lugar, todos se aburren y les encanta un cambio de aires. Solución: Fomenta su interés innato por la exploración llevándolo a otra habitación de la casa, al parque o dando un paseo juntos. ¿No tienes tiempo para ir de paseo? Entonces, simplemente conversa con él, es un gran antídoto contra el aburrimiento. Los bebés son criaturas sumamente sociables. Les encanta estar contigo, escucharte y aprender de ti.
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Dorcas Dios me ha bendecido con 12 hermosos hijos. Son ocho niñas y cuatro muchachos. Su crianza acaparó todo mi tiempo. Apenas tenía ocasión de un respiro. Pero ahora que todos han crecido —el menor tiene 14 años—, dependo enteramente de su apoyo y ayuda. Cierta mañana pasé un buen rato reflexionando en ello y sintiendo una enorme gratitud hacia mis queridos hijos. En esas recibí una llamada de mi tercera hija mayor. Le comenté aquella sensación de agradecimiento. Ella me contesto: «Mamá, tienes que hablarle de esto a tus hijos. Les haría muy feliz saber lo mucho que significan para ti». La misma idea me había cruzado la mente y coincidí con ella. Mis 12 hijos han crecido de un momento a otro en el curso de 34 años. Sé que suena contradictorio, pero es cierto. El paso de los años me ha inculcado la enorme valía de mis hijos. Todo lo que puedo decirles es gracias. Gracias. Gracias. Les agradezco: Las numerosas lecciones de vida que me han enseñado. Que algunos aún vivan conmigo. Que otros hayan alzado vuelo y ya no residan en mi casa. Las ocasiones en que se acordaron de llamarme. Las ocasiones en que me llamaron para hablarme de un problema. Las visitas de mis hijos mayores durante mi recuperación en el hospital. Las lágrimas que derramaron cuando enfermé. Las risas que me produjeron cuando necesitaba unas palabras de aliento. El pastel que una de mis hijas hornea para celebrar mi cumpleaños y el delicioso almuerzo conmemorativo que preparan. Las llamadas telefónicas los días previos a mi cumpleaños para preguntarme qué deseo de regalo. La impresión de un álbum familiar de fotos que mi hija mayor recopila y me envía al término de cada año. La fidelidad con que cortan la madera para la estufa principal de la casa. La apreciación de una amplia variedad de personalidades y características. A mis nietos por llamarme abuela y a mis hijos por cuidar tan bien de ellos. El tiempo que mis hijos me han dedicado cuando he pasado una temporada difícil. Deseo decirle a cada uno de mis hijos: «Eres necesario. Te doy las gracias. Eres maravilloso». Nuestra mayor fortuna es saber que otros nos necesitan. Pero de no expresarlo en palabras, puede que nunca se llegue a conocer la manera que complementamos la vida de los demás. Ese es el motivo por el que he puesto en palabras lo que siento por mis hijos. Mientras ponía mi agradecimiento por escrito, empecé a pensar en Jesús: el mayor acreedor de nuestra gratitud. Me pregunté si le he manifestado mi gratitud. Últimamente no lo he alabado mucho y me pregunto si ello le entristece. Mi agradecimiento hacia Él supera al de todos los demás componentes de mi vida. Su amor me permite extender mi cariño a los demás. El amor que me propicia me motiva a amar a otros. Se dice que la alabanza invoca el poder de Dios. Estoy segura que es cierto. En los momentos de agotamiento se vuelve incluso más importante alabarle. La verdad es que al momento de escribir estas líneas me encontraba un poco debilitada. Pero mis fuerzas se renovaron cuando empecé a alabar a Dios. El motivo central del artículo es la gratitud, por lo que resulta natural que termine en alabanzas. Articulo © La Familia Internacional. Foto gentileza de photostock/FreeDigitalPhotos.net Poema para Día de Madres. Para descargar este presentación, haz clic en el icono del archivo y escoge "guardar" o "guardar como"...
Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada. Proverbios 31:28 La mujer que es madre no es mujer, sino ángel. Refrán español Solo una persona en el mundo es mejor que una esposa: la madre. L. Schafer Todo el mundo sabe que una buena madre comunica confianza y estabilidad a sus hijos. Ella es su tierra. Con ella pueden contar para las cosas que más importan. Es su alimento, su lecho y el cobijo que necesitan cuando hace frío en la noche. Es su calor, su salud y su refugio. Es la persona que quieren tener cerca cuando lloran, la única capaz de encarnar todo eso para ellos a lo largo de su vida. No hay quién la sustituya. Por alguna extraña razón, hasta la ropa que se pone tiene para sus hijos una textura distinta. A un niño angustiado le basta con tocar su falda o su manga para sentirse mejor. Katharine Butler Hathaway Madre es el nombre de Dios en el corazón y en los labios de los niños. William Makepeace Thackeray Yo alabo al eterno Padre, no porque las hizo bellas, sino porque a todas ellas les dio corazón de madre. José Hernández Para los oídos de un niño, la palabra madre es mágica en cualquier idioma. Arlene Benedict El mejor medicamento del mundo es el beso de una madre. Anónimo Dios no podía en todas partes estar siempre con Su mano amorosa para enjugar las caritas mocosas. Por eso pensó en una madre. No podía indefenso dejarme con un destino incierto en este mundo sin ofrecerme para el infortunio los brazos tiernos de mi madre George Wiseman La maternidad tradicional nunca pasa de moda, porque su esencia misma es el amor. Yo creé al hombre con la necesidad de ser amado y dispuse que la madre fuera el primer ser en transmitirle ese amor. Una madre es la encarnación de la ternura, el desvelo y el amor. Hasta el nene más pequeño es capaz de percibir ese amor y responder a él. ¡El amor es lo mejor de la vida! Es lo más importante que alguien puede aprender y, a la vez, el obsequio más valioso que se puede recibir. Y una madre lo enseña y lo entrega como nadie. El mundo podría seguir adelante perfectamente bien sin muchas cosas, pero no sin madres. La maternidad a la antigua nunca pasará de moda. Jesús Tomado del libro “Tributo a la madre”, © Aurora Productions. Para comprar el libro entero, haz clic en el imagen al derecho. photo copyright (c) 123RF Stock Photos |
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