Al acercarse a la adolescencia (a veces desde los 9 años o antes) en muchos niños nace el deseo de formar parte de un grupo, un club o algún tipo de red social. La mayoría siente interés por comunicarse con otros chicos de su misma edad mediante el chateo, el correo electrónico y demás medios. En cada familia los padres deciden cuánto tiempo pueden destinar a eso y a qué hora del día.
¿Cuáles son los riesgos? Muchos jóvenes no están al tanto de que cualquier cosa que den a conocer en las redes sociales es totalmente público. Incluso lo que compartan en un círculo privado —con unos pocos amigos-- es muy fácil que termine a la vista del mundo entero. Ese desconocimiento de los riesgos que implican esas indiscreciones es muy evidente en las redes sociales, donde algunos jóvenes dan a conocer su dirección, número de teléfono, información privada o detalles íntimos que resultan sumamente comprometedores para su reputación y que les pueden restar oportunidades en el presente y en el futuro. Por tanto, lo principal que debemos enseñar a los niños y jóvenes a este respecto es que ¡en la Internet no hay nada privado! Cada minúsculo detalle de información que se publica en línea o se envía por internet es de carácter público, o puede volverse público fácilmente. Antes de mandar o publicar nada hay que pensárselo bien. En el mundo real lo que uno dice o enseña a sus amigos queda básicamente entre las personas presentes en ese momento. Esa información tiene un alcance muy limitado, y no es tan fácil demostrar lo que uno dijo, hizo o mostró. En claro contraste, en internet es muy fácil documentar lo que uno hace y publicar datos privados, y muchas veces lo hace uno mismo. En cierto sentido, todo el que se integra a una red social se convierte en una persona pública. Por lo mismo, debe considerar todas las implicaciones que ello conlleva. Recomendaciones * Asesorar a los hijos para que sus perfiles y cuentas sean lo más seguros posibles. * Los niños deben entender que uno visitará su página en la red social, su blog, etc., y saber qué tipo de cosas uno no considera aceptables. * Hacer ver a los niños que lo que uno ponga en Internet estará a disposición de todo el mundo, por lo que se debe tener mucho cuidado con las fotos y textos que se publiquen ahí. Por regla general, no se debe divulgar en internet nada que no se querría mostrar o decir a alguien que uno acaba de conocer en la calle. * Estar al tanto de las personas con las que sus niños se comunican en internet, y de la información que dan a conocer o que publican sus amigos en sus comentarios. * Explicar a los chicos que las numerosas encuestas que circulan en las redes sociales son técnicas para obtener información de los consumidores. Las grandes empresas se valen de ellas para averiguar qué tipo de productos se venderán más y cómo les interesa formular sus campañas publicitarias.
0 Comments
Curtis Peter van Gorder Emily Nash es una norteamericana que emplea el arte y el teatro como terapia. Asistí a un seminario suyo en el que relató su experiencia en un centro de tratamiento de niños y jóvenes afectados por diversos traumas. Los muchachos que asistían a su clase muchas veces se mostraban belicosos, propensos a conductas destructivas y a infligirse daño a sí mismos. Eran además incapaces de confiar en la gente mayor y en sus mismos compañeros. Casi todos tenían un historial de graves abusos y abandono emocional. Por norma manifestaban una actitud negativa en clase, lo que se reflejaba en su lenguaje soez y sus gestos groseros. Sentados en círculo, tal como se suelen hacer las terapias grupales, algunos expresaban su agresividad con afirmaciones por el estilo de: «Detesto estar aquí», o: «¡No soporto esto!» -Muy bien -dijo Emily-; pero ¿por qué? Y le pidió a cada uno una respuesta. -¡No hay respeto! -¡Estos estúpidos se ríen de mí! -¡Nadie me escucha! -¡Demasiadas peleas! Después de escuchar sus motivos, Emily explicó: -Yo interpreto que lo que ustedes detestan no es esta clase, sino vivir en un lugar en el que las personas desconfían, se pelean, no se respetan y se burlan de los que no les caen bien. Todos asintieron como diciendo: «¡Por fin alguien nos presta atención!» -¿Qué tal -planteó ella- si creáramos un ambiente en el que se sintieran respetados, un pequeño mundo en el que sus necesidades estuvieran satisfechas y se sintieran seguros? ¿Cómo sería ese mundo? ¡Creémoslo juntos! Eso estimuló la imaginación de los muchachos. -¡Llamémoslo Parkville! -propuso uno. A todos les gustó la idea. El proyecto Parkville cobró fuerza y duró seis meses. La clase confeccionó un cartel que rezaba: «¡Bienvenido a Parkville, donde todas tus necesidades están cubiertas!» Dibujaron un mapa de suciudad en el que incluyeron sitios de interés que reflejaban lo que querían para su localidad. Eligieron a algunos de los chicos para desempeñar diversas funciones en la ciudad: el alcalde, el rector del colegio, el director de la academia de arte, el dueño y chef del restaurante, el gerente de la tienda de videos, etc. Organizaron eventos especiales. Buscaron soluciones a los problemas de la ciudad en reuniones del consejo municipal. Todos dijeron que les encantaría vivir en un lugar así. Muchas expresivas obras artísticas nacieron de la concepción de aquella idílica ciudad imaginaria. El primer paso fue lograr que los jóvenes se abrieran y participaran. Para ello Emily les hacía preguntas y escuchaba atenta y respetuosamente sus respuestas, aunque al principio fueran bastante negativas. El siguiente paso fue estimularlos a canalizar sus energías en proyectos constructivos que despertaran su interés. Emily explica el éxito de Parkville: El proyecto dio a aquellos jóvenes ocasión de experimentar la vida en una colectividad que funcionaba. Para muchos, esa era la primera vez que hacían algo así. Y valió la pena, aunque solo fuera durante su permanencia en el centro. Crearon un entorno solidario en el que podían expresar sus necesidades y en el que los demás prestaban atención y actuaban en consecuencia, una ciudad edificada sobre la base del respeto y la concordia, un mundo de oportunidades. En ese juego de roles descubrieron que podían ser ciudadanos de bien y hacer un aporte a la sociedad. Se relajaron las limitaciones que ellos mismos se imponían y cultivaron nuevos talentos y aptitudes. Un joven que tenía una conducta muy destructiva se convirtió en un referente, un padre cariñoso y una persona muy valiosa para la comunidad. Hoy en día se emplean diversos métodos para formar y orientar a los jóvenes apelando a sus intereses; por ejemplo, programas deportivos, arteterapia, dramaterapia y trabajos colectivos. Gracias a estas actividades, los jóvenes adquieren destrezas que les servirán toda la vida y un concepto positivo de sí mismos. Cuando los ayudamos a definir sus objetivos y superar los obstáculos con que se topan, contribuimos a que se desarrollen plenamente. Curtis Peter van Gorder es integrante de La Familia Internacional en Oriente Medio. Emily Nash es terapeuta y está afiliada a The ArtReach Foundation, organización que capacita a docentes de zonas afectadas por la guerra y las catástrofes naturales en el empleo de terapias de creación y expresión artística. Articulo gentileza de la revista Conectate. Petra Laila Ahora que Chris, mi hijo mayor, tiene 13 años, he descubierto que tengo que cambiar mi estilo de comunicarme con él. Ya no es el niño de hace unos pocos años. De golpe está más alto que yo. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Si parece que apenas ayer era un inquieto chiquillo de dos años que se metía en todo. Yo instintivamente -me imagino que eso les sucede a muchos padres- tiendo a pensar que sé lo que más conviene a mis hijos, y baso mis actos en ese suposición. Eso estaba bien cuando Chris era pequeño; pero ahora que ha llegado a una etapa en que quiere reafirmar su identidad y tomar más sus propias decisiones, veo que tengo que adoptar otra táctica y darle más participación en las mismas, es decir, tratarlo menos como a un niño y más como a un compañero de equipo. Ahora, cuando surge una situación conflictiva, cobra más importancia que nunca tomarme tiempo para escuchar su parecer y entender su punto de vista y sus necesidades, además de explicar las mías. Juntos tratamos de encontrar entonces una solución que resulte satisfactoria para ambos y para cualquier otra persona afectada. Cuando caigo en mi vieja costumbre de imponerle mi parecer sin considerar su perspectiva, el chico se siente sofocado, se retrae y lo privo de una oportunidad de aprender. Por mi parte, yo pierdo su apoyo y su deseo de colaborar. En cambio, cuando me acuerdo de consultar con él en vez de darle órdenes, todo resulta mejor. El muchacho progresa un poquito más en el proceso de aprender a tomar decisiones atinadas, maduras y amorosas, y nuestros vínculos de amor y respeto mutuo se ven fortalecidos. *** Se puede establecer una analogía entre el acróbata que se desplaza sobre una cuerda floja a gran altura y la transición entre la niñez y la edad adulta. En esas circunstancias, los adolescentes necesitan una compañía, un sostén, un modelo claro de conducta, que puede ser uno de los padres u otra persona de su entorno a la que respeten. Cuando mis cuatro primeros hijos desembarcaron en la adolescencia, yo procuré aconsejarlos y orientarlos. No obstante, dejaba que, en definitiva, ellos decidieran lo que iban a hacer. Muchas veces pretendían que su madre o yo decidiéramos por ellos, para eludir toda responsabilidad en caso de que las cosas no salieran bien. Yo me limitaba a decirles: «No me pregunten a mí. Ustedes saben discernir entre lo que está bien y lo que está mal. ¿Qué creen ustedes que sería correcto?» Después se alegraban de que hubiéramos dejado la decisión en manos de ellos; sabían que así tenía que ser. Además, ese gesto les demostraba que los respetábamos y les teníamos confianza, algo muy importante a esa edad. - D. B. Berg Tomado de la revista Conectate. Usado con permiso. |
Categories
All
LinksCuentos bilingües para niños Archives
March 2024
|