Cierto día, un niño de seis años regresó a casa con una nota de su profesora en que aconsejaba que se retirara al niño de la escuela, pues era "demasiado torpe como para poder aprender algo". El pequeño se llamaba Tomás Alva Edison. *** Si tu muchacho parece incapaz de aprender nada, no desesperes. Tal vez su talento tarde en aflorar. Se ha sabido recientemente que el Dr. Wernher von Braun, el famoso experto en misiles y satélites, en su época de estudiante fue aplazado en matemáticas y física. *** Había un muchacho que tardó tanto tiempo para aprender a hablar que sus padres lo consideraban subnormal y sus educadores lo llamaban "inadaptado". Sus compañeros evitaban su compañía y rara vez lo invitaban a las fiestas. Fracasó en su primer examen de ingreso a la universidad en Suiza. Al año siguiente volvió a hacer el intento. Con el tiempo alcanzó notoriedad como científico. Se llamaba Alberto Einstein. *** Había un jovencito inglés al que sus compañeros llamaban "planta de zanahoria" y a quien algunos de sus profesores auguraban muy poco éxito. En su clase figuró entre los tres últimos, y sus calificaciones fueron 95% en Inglés, 85% en Historia, 50% en Matemáticas y 30% en Latín. El informe que en esa época presentó su profesor decía: "Este joven no demuestra amor al estudio y ha repetido de grado dos veces. Es de carácter obstinado y a veces rebelde. No parece entender bien la importancia de las tareas escolares, y las realiza de manera mecánica. Se le ve más bien inclinado a aprender lo malo. No se esfuerza en progresar." Años después el muchacho sentó cabeza, se puso a estudiar con seriedad y el mundo empezó a oír hablar de Winston Churchill. Compilation courtesy of TFI. Photo by Sasvasta Chatterjee via Flickr.
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De Jesús, con Cariño
Gentileza de la revista Conéctate. Foto por 123rf.com
María Fontaine Los padres llevan a cabo una de las labores más importantes del mundo, y se merecen el aprecio, honra y elogio que podamos darles. Es posible que algunos tengan la tentación de permitir que otros aspectos de su atareada vida consuman su tiempo y tengan prioridad por encima de su labor de padres y el tiempo que pasan con sus pequeñitos. O bien, si se dedican plenamente a su labor de padres, tal vez les parezca que los ministerios o trabajo que hacen otros son más importantes que lo que hacen ustedes. Pero les recuerdo que sus sacrificios y la desinteresada labor que realizan por sus preciosos niños, será recompensada. Todo lo que inviertan en los niños llevará fruto algún día. Aunque los miembros de su familia o amigos no siempre vean el amor que manifiestan ustedes, el tiempo que dedican, las penalidades que sufren, los retos que enfrentan, las batallas que libran y el espíritu de perseverancia que poseen para superar obstáculos, Jesús sí lo ve, y los recompensará en consecuencia. Toda dificultad parecerá insignificante al compararse con la gloria y el honor que el Señor les dará con prodigalidad por haber hecho un buen trabajo. Jesús dice: Te he elegido para que seas vasija humilde y con mucha entrega. Renuncias a tu propia vida, a todo lo que tienes y lo que eres, y andas sobre la Tierra como anduve Yo, buscando primeramente el reino. El honor que te he concedido es muy grande. Habrá ocasiones en que no te parezca un honor, sino más bien todo lo contrario; una pesadez, una tarea agotadora, llena de penas y desengaños, ingrata, difícil, que exige mucho. A veces puede ser todo eso. Pero esas ocasiones no describen el verdadero panorama. Al instruir, educar, criar y cuidar a tus hijos, tu labor se asemeja a la creación de obras maestras de arte viviente; no son pinturas plasmadas en lienzos, ni esculturas de piedra, ni algo que quede grabado en los muros de una amplia iglesia. No; esas obras de arte pasarán, pero la obra de enseñar, criar y cuidar a tus hijos vivirá en la vida de ellos. Tus hijos son creaciones Mías, los hice a Mi imagen, y eres la persona a la que he elegido para que los críe en Mi disciplina y amonestación. El trabajo que tienes por delante es una montaña que puede parecer elevada. Puedes sacar muchos paralelos de las experiencias de quienes escalan montañas. En pocas palabras, el de ellos es un trabajo de toda la vida. Los verdaderos montañistas se entrenan toda la vida para su ascenso a la cumbre. Planean cuidadosamente cada paso: la cantidad de equipo que necesitarán, las personas con las que irán, la época en la que lo harán, la provisión de alimentos, etc. Trazan la ruta, y luego emprenden el viaje. Y aun así, por bien que se hayan preparado, surgen circunstancias inesperadas que añaden intensidad al reto. A veces se encuentran en situaciones imposibles y se juegan la vida para llegar a la cima. Los desafíos físicos y espirituales que afrontan los padres en su escalada se pueden comparar con los de los que escalan las montañas físicas. Pero tú cuentas con una clara ventaja, la máxima, la que te garantiza la conquista de tu meta: me tienes a Mí por guía. Cuentas con el poder de las promesas de Mi Palabra para toda situación imposible en la que te encuentres. ¡Eres Mi montañista! * El mundo del mañana será lo que las madres de hoy hagan de él, según cómo críen a sus hijos. David Brandt Berg * Criar a los hijos supone una enorme tarea. Sin embargo, a grandes trabajos, grandes recompensas. David Brandt Berg * Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa. Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud. Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas. Salmo 127:3-5 Post courtesy of www.anchor.tfionline.com. Photo copyright (c) 123RF Stock Photos De Jesús, con cariño - Palabras de ánimo para los padres de un niño enfermo Observar que un hijo sufre una enfermedad, por lo general es mucho más difícil que soportar una enfermedad en nuestro propio cuerpo. Cuando enfrentes una situación así, recuerda que puedo sacar belleza y propósito hasta de las circunstancias más tristes o difíciles. Ya sea que un hijo tuyo tenga un fuerte resfriado o gripe, o que soporte una larga enfermedad, o que haya estado hospitalizado, velo por tu hijo. Amo a tu hijo, y todo lo hago bien. Si enfrentas un sufrimiento así, recuerda que Yo conozco a tu hijo mejor que nadie y que lo amo incluso con mayor profundidad e intensidad que tú. Estoy muy orgulloso de ti, porque esta gran dificultad en la vida de tu hijo la enfrentas con fe y confianza en Mí. Sé que no es fácil pasar por esta experiencia. Es desgarradora. Estoy muy orgulloso de que confíes en que te sacaré adelante, a pesar de lo difícil que es para ti y tu hijo en estos momentos. Te prometo que te sacaré adelante. Mis ángeles y Yo estamos a tu lado para dar paz, consuelo y gracia sobrenatural para mantenerte a flote. Envío olas de alivio y vislumbres de gracia y curación para tu hijo. En estas circunstancias y dificultades te bendigo con curación, alivio, esperanza, valor, fe y la senda a la victoria. Jamás permitiré que pases por algo que no puedas soportar. Jamás permitiré que tu hijo o hija pase por algo que no pueda aguantar. No dejaré de cumplir esa promesa en la vida de tu hijo o hija. Daré una salida. Todo pasa, hasta lo que parece que durará para siempre. Es fácil sentir que estoy distante de ti y de tu hijo cuando tu hijo está enfermo o sufre. Pero nada podría estar más lejos de la verdad. En esos momentos estoy más cerca de ti y de tu ser querido. Una de las cosas más difíciles en la vida es ver sufrir a un niño. Sin embargo, recuerda que Mis pequeñitos contemplan Mi rostro, y que al contemplarlo reciben fuerzas para aguantar. Sus espíritus son fuertes y con capacidad de recuperación, porque están cerca de Mí. Doy la gracia necesaria según el padecimiento, incluso a la corta edad de tu hijo. Doy Mi gracia a tu hijo cuando más la necesita. No dejo huérfanos a Mis hijos. Artículo gentileza de "La Familia Internacional". Beth Jordan No sé si a todas las primerizas les sucede lo mismo, pero no hay nada que cautive más mi atención que mi pequeñita. Sus expresiones faciales, la vivacidad que se dibuja en sus ojos, su curiosidad... Casi cualquier cosa que hace la nena despierta mi amor maternal. Un día tomé conciencia de que Jesús abriga ese mismo amor incondicional por mí. Observando a Ashley sentadita en la cama, que me miraba con sus brillantes ojos azules y una sonrisa de oreja a oreja, me puse a pensar: «¿Cómo no voy a quererla? Claro, a los seis meses es más activa que un cachorrito. A veces arma un lío, se queja, se despierta en la noche pidiendo que le dé de comer cuando yo quiero dormir. Pero haga lo que haga, no hay nada que me pueda disuadir de amarla o de velar por ella». Entonces me acordé de que el día anterior me había sentido muy deprimida y lejos del Señor. Cometí tantos errores que me dio la sensación de que Jesús había dejado de amarme. Pero al mirar a los ojos a mi pequeñita, Él me habló. «¿Cómo podría dejar de amarte? ¿Por qué querría dejar de velar por ti? Eres la alegría de Mi corazón. Te amo. Eres mi pequeñita. Naturalmente, no eres perfecta, y a veces lo lías todo; pero esas cosas contribuyen a que aprendas y madures. Te quiero más y más cada día. No te preocupes: ¡siempre serás Mi pequeñita!» Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. - De Jesús, con cariño Todos los padres, de una u otra forma, en algún momento, se sienten incapaces. Parte del amor que tienen por sus hijos se traduce en el deseo de darles lo mejor de lo mejor, aunque ello les exija una entrega que rebase su capacidad natural. Pero no hagas como muchos padres que cometen el error de pensar que deben asumir toda la carga por sí solos. De lo contrario, en poco tiempo te agotarás. Debes aprender a compartir la carga conmigo. De encontrarte en una situación en que no puedas dar a tus hijos todo lo que quieres día a día, facilítales lo que puedas y encomiéndame a Mí lo demás. Lo más importante que puedes entregar a tus hijos es amor, el tuyo y el Mío. Si lo haces, tendrás niños felices y bien adaptados, y habrás cumplido bien tu labor. Mas para poder manifestar ese amor debes pasar tiempo conmigo, leyendo Mi Palabra, orando y reflexionando. Yo cuento con todas las fuerzas, la paz, la fe, el amor y las soluciones que necesitas. Amo a tus hijos y sé exactamente lo que precisan cada día. Anhelo satisfacer todas tus necesidades para que juntos podamos satisfacer las de ellos; pero para eso debes pasar tiempo conmigo. Cuando te parece imposible dedicarme tiempo es precisamente cuando más falta te hace. Ven a Mis brazos; hallarás reposo. Echa tus cargas sobre Mí. Tengo los hombros bien anchos y los brazos bien fuertes; puedo soportar cualquier cosa que me eches encima. Hazte tiempo para tener comunión conmigo todos los días, y Yo responderé a tus plegarias por tus hijos. Haré que seas para ellos todo lo que quieres ser. Obraré lo que para ti sea imposible. Y por último, aunque no por ello menos importante, tus hijos verán en tu rostro nueva luz, pues me verán a Mí reflejado en él. Gentileza de la revista Conéctate. Maria Fontaine
Como madres cristianas, queremos dar a nuestros hijos un buen ejemplo de todo lo que es Jesús. Queremos asegurarnos de que nuestros hijos sean atendidos en todos los aspectos de su vida: que estén bien educados, que sus necesidades sean satisfechas, que aprendan habilidades sociales y que se les impartan buenos valores y se les enseñe a ser amables, amorosos y generosos. Queremos asegurarnos de que sean criados con una fe férrea, así como con principios y convicciones cristianos. Si hemos dirigido a nuestros hijos hacia Jesús e hicimos lo posible para que aprendieran a amarlo, en efecto, hemos llevado a cabo una gran labor. Me vino a la memoria el ejemplo de Susanna Wesley, una madre piadosa que vivió siglos atrás. Susanna Wesley es más conocida por ser la madre de Charles y John Wesley, los fundadores del metodismo. Del metodismo surgieron varias confesiones protestantes de la actualidad. Charles y John fueron incansables en cuanto a sus esfuerzos por predicar el Evangelio, lo que atribuyeron a la fe que les inculcó su madre. Jugaron un papel decisivo en el inicio de una época importante de un renacer religioso y labor misionera en la Inglaterra del siglo XVII, y que se divulgó a muchas partes del mundo. Aunque Susanna Wesley es más célebre por los logros de Charles y John, el mayor honor que Dios le confirió fue su gran determinación y fidelidad para criar a todos sus hijos en los caminos del Señor. Nunca vaciló en esa resolución, aunque la adversidad constantemente amenazó con agobiarla. Los detalles de las luchas, congojas y batallas de ustedes, pueden distar mucho de las que enfrentó Susanna Wesley. Sin embargo, sea cual sea el día o la dificultad, siempre es un desafío soportarlos y seguir fieles en la lucha de criar a sus hijos y atender a su familia al máximo de su capacidad.
Sin embargo, el gran deseo de Susanna fue que el pequeño rebaño que ella dio a luz llegara a conocer y amar a Jesús y que hiciera algo para Dios. Ella escolarizó a todos sus hijos. A diario, antes de que empezaran los estudios académicos, dedicaban una hora a leer las Escrituras, a orar y a cantar Salmos. Nada hizo que Susanna desistiera de su propósito de poner en primer lugar el bienestar espiritual de sus hijos. A pesar de que no podía darles todas las cosas materiales que le habría gustado, les dio lo más importante. Muchas veces, todo lo que podía hacer era aferrarse a las promesas de Dios y negarse a dejar que las circunstancias le impidieran llevar a cabo la tarea que el Señor le había dado. Pese a los reveses, derrotas, congojas, pérdidas y batallas tanto físicas como espirituales, su fe y amor por el Señor y sus hijos la sacó adelante. A la larga, años después, vio algunos frutos de su fidelidad. Estoy segura de que vio mucho más al llegar a su hogar celestial. Lo mismo les ocurrirá a ustedes, si es que no ven los frutos en esta vida. Nada que den a sus hijos será desperdiciado. Tendría unos seis años y era la viva imagen de la inocencia, con un precioso cabello castaño y el rostro cubierto de pecas. La madre vestía unos pantalones cortos color marrón claro, una blusa tejida de color azul y zapatos deportivos. Se notaba a la legua que era madre.
Llovía a cántaros. El agua salía a borbotones por las canaletas de los tejados, con tal rapidez que casi ni tenía tiempo de bajar por los caños. Los sumideros del estacionamiento estaban llenos hasta el borde u obstruidos. Enormes charcos formaban lagos en torno a los vehículos. Un grupo de personas nos habíamos guarecido bajo el toldo o al interior de la tienda. Unos esperaban con paciencia; otros, estaban exasperados porque los elementos les habían complicado su ajetreado día. Siempre me ha fascinado la lluvia. Me extasío con el sonido de las gotas y viendo cómo las nubes lavan el polvo y la suciedad del mundo. Me acuden a la memoria los años de mi niñez, cuando corría y chapoteaba despreocupadamente. La ráfaga de recuerdos me hace olvidar por unos instantes las preocupaciones del día. Con su encantadora voz, la niña nos despertó del ensueño en que estábamos absortos: —Mamá, vamos a correr en la lluvia. —¿Cómo? —¡Vamos a correr en la lluvia! —repitió la chiquita. —No, mi cielo. Espera a que no llueva tan fuerte —contestó la madre. La niña esperó un momento y repitió: —Mamá, vamos a correr en la lluvia. —Quedaríamos empapadas —replicó la madre. —Pero, mamá, eso no fue lo que dijiste esta mañana —arguyó la chiquilla mientras le tiraba del brazo. —¿Esta mañana? ¿Cuándo dije que podríamos correr bajo la lluvia sin mojarnos? —¿No te acuerdas? Hablabas con papá del cáncer que tiene, ¡y le dijiste que si Dios puede hacer el milagro de curarlo puede hacer cualquier cosa! Sobre los presentes se hizo un silencio sepulcral. Solo se oía la lluvia. Nadie llegó ni se fue durante unos minutos mientras la madre reflexionaba para ver cómo responder a su hija. Algunos se habrían reído de la niña y le habrían regañado por decir algo tan tonto. Otros, quizá, no habrían hecho caso de lo que dijo. Pero aquel era un momento de afirmación en la vida de la niña. Era un momento en que la confianza inocente puede aumentar hasta convertirse en fe. —Tienes toda la razón, mi cielo —dijo por fin la madre—. Corramos bajo la lluvia. Si Dios permite que nos mojemos… será que necesitamos lavarnos. Y salieron disparadas hacia la lluvia. Todos nos quedamos observando, sonriendo y riendo mientras corrían entre los vehículos y los charcos con las bolsas de la compra sobre la cabeza. Quedaron empapadas. Pero las siguieron unos pocos riendo y gritando como niños en dirección a sus autos. Tal vez los inspiró la fe y confianza de la madre y la hija. Quiero creer que en algún momento de la vida la madre evocará aquellos instantes que pasaron juntas, y que las imágenes de las dos corriendo bajo la lluvia, como fotos de un álbum, quedaron grabadas como un grato recuerdo, convencidas de que Dios las protegería. Yo también corrí y me mojé. Me hacía falta lavarme. Autor anónimo. Imagen gentileza de Clare Bloomfield/FreeDigitalPhotos.net Maria Fontaine Es posible que la maternidad tenga sus altibajos, pero cuando prestamos atención a lo que de verdad es grande e importante, a lo que en este mundo es auténticamente genial, hay algo que la mayoría de las personas ponen en primer lugar, o que casi encabeza la lista de sus prioridades: que las madres son una maravilla. ¿Cómo se las arreglan las madres? ¿Cuál es el secreto de la aparentemente inacabable paciencia, fortaleza y amor que dan la impresión de resurgir una y otra vez, a pesar de lo que sea que les ocurra en la vida? Estas son cavilaciones acerca de las madres: lo que hacen las madres, lo que son y lo que las hace únicas.
¿Y si nunca has dado a luz un hijo? Eres partícipe de la maternidad si has cuidado a un niño que te necesitaba. Has dejado impreso un poco de ti en esa persona.
El amor de madre es tan sobrenatural que no se puede explicar. Un poeta lo expresó así: Está por encima de lo definible, desafía toda explicación; y no deja de ser un secreto como los misterios de la creación. Un milagro que el hombre no puede entender en la tierra; otra prueba magnífica de la mano de Dios, guiadora y tierna.
a. Amor incondicional por ellos y el prójimo. b. Equilibrar las normas de carácter moral con la compasión y la misericordia les enseña a perdonar y a ser tolerantes, unido a tener convicción cuando se trata de algo que es verdad y correcto. c. La oración, la fe y la confianza como parte integral de la relación que tenemos con nuestros hijos. d. El ejemplo que damos de manifestar confianza y fe en la manera en que reaccionamos a las cruces y penas, tanto nuestras como de otras personas. e. La capacidad de recuperación que demostramos cuando cometemos errores o fallamos, y la búsqueda de crecer debido a la experiencia, de modo que cuando nuestros hijos cometan errores puedan descubrir el propósito en esas equivocaciones, sin que tengan remordimientos excesivos. Cuando pensabas que yo no observaba, te vi que alimentabas a un gato perdido, y quise tratar bien a los animales. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que me preparabas mi pastel favorito, y supe que los detalles son importantes. Cuando pensabas que yo no observaba, escuché que te desahogabas con Jesús, y supe que hay un Dios con el que podría hablar. Cuando pensabas que yo no observaba, sentí que me dabas un beso de buenas noches, y sentí que alguien me amaba. Cuando pensabas que yo no observaba, vi las lágrimas que derramabas, y aprendí que a veces hay cosas que duelen, pero que está bien llorar. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que te interesabas, y quise ser todo lo que pudiera llegar a ser. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que reaccionabas con gentileza ante las dificultades de la vida, y vi que podía hacer lo mismo y tener alegría de todos modos. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que perdonabas una y otra vez, y aprendí el valor que tiene el perdón. Cuando pensabas que yo no observaba, oí que orabas por mí, y aprendí a orar. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que te sacrificabas a fin de dar a los demás, y aprendí que, en efecto, al dar uno se beneficia. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que curabas heridas y contribuías a que atenuaran temores, y ahora sé cómo hacer eso mismo a los demás. Cuando pensabas que yo no observaba, aprendí mucho sobre cómo amar y brindar generosidad, y ahora esas enseñanzas me traen bendiciones a diario. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que en muchas ocasiones diste amor y te sacrificaste, y me di cuenta de que eres una prueba de la existencia de Dios. Cuando pensabas que yo no observaba, sí miraba… y quiero darte gracias por todo lo que vi, cuando pensabas que yo no observaba. Jessica Roberts Es el final de una larga jornada de cuidar de niños enfermos. No son hijos míos. Son de un matrimonio que, por razones de trabajo, tienen muchas veces que atender a necesidades ajenas y sacrificar algo del tiempo en que podrían estar con sus hijos. Soy la maestra de los niños. Por lo general, me encanta sustituir a los padres, pero esta semana no me hizo mucha gracia. —Estoy agotada, estresada —me quejé—. Me he atrasado en el lavado de los platos y la ropa. Para colmo, me perdí un paseo por la playa con mis amigos para hacerme cargo de un montón de niños que tosen, se sorben los mocos y lloriquean. Ellos duermen la siesta al mediodía, mientras que yo tengo todavía un día trabajo por delante. Hace varios días que no duermo lo suficiente. No tengo que hacer esto. No soy su madre. Las madres tienen paciencia, abnegación y un amor incondicional por sus hijos para aguantar tanto. Yo no. ¡Estos niños están volviéndome loca! Un crujido en los escalones me avisó que alguien se había despertado. Era Susi, de dos años. —¿Qué necesitas, Susana? Se quedó callada por medio segundo. Luego, corrió hacia mí y me echó los brazos al cuello. —¡Te quiero! —dijo bajito. Acto seguido se dio la vuelta y corrió de nuevo a acostarse. Oigo a Martín, de cuatro años. Voy a verlo. Abre un ojo y me dice entre dientes y medio dormido: —¡Eres la más mejor de las profesoras! Tiene una sonrisa tan angelical cuando lo dice… Pienso en esas criaturas sinceras que me han adoptado. Recuerdo las risas, los abrazos, los descubrimientos que hemos hecho juntos. De repente, ya no me siento tan cansada. Recuerdo lo que dijo Jesús de amar a la gente menuda: «En cuanto lo hicisteis a uno de estos Mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis» (Mateo 25:40). ¡Va a ser un día inolvidable! Seguro que encuentro una forma de llevar la alegría a un cuarto lleno de enfermos. Y cuando llegue esa hora antes de la cena en que están cansados y de mal humor, pediré al Señor más de Su amor incondicional y le daré gracias por la bendición que es cuidar de estos niños. © La Familia Internacional |
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