Versión navideña de 1 Corintios 13 Si adorno mi casa a la perfección con cintas de raso, guirnaldas de luces y brillantes esferas, pero no manifiesto amor, no soy sino una decoradora. Si me esclavizo en la cocina, horneo docenas de galletas navideñas, preparo cenasgourmet y las sirvo en mesas exquisitamente dispuestas, pero no manifiesto amor, no soy sino una cocinera. Si me ofrezco de voluntaria para servir en comedores solidarios, canto villancicos en hogares de ancianos y doy todo lo que tengo para obras de caridad, pero no manifiesto amor, de nada me sirve. Si arreglo el árbol con ángeles resplandecientes y copos de nieve tejidos a crochet, asisto a innumerables celebraciones y participo en la cantata de la iglesia, pero no pienso en Cristo, olvido lo principal. El amor deja de cocinar para abrazar a un hijo. El amor deja de lado la decoración para besar al esposo. El amor es bondadoso, aunque esté abrumado y cansado. El amor no envidia la casa del vecino o pariente donde se sirve la cena navideña en platos de porcelana fina sobre manteles bordados. El amor no grita a los niños para que dejen de estorbar; más bien agradece que estén ahí, por más que impidan el paso. El amor no da solo a quienes tienen medios para devolver el favor, sino que se alegra de ser generoso con los desfavorecidos. El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta. El amor nunca decae. Los teléfonos inteligentes se rompen, los juguetes se olvidan, las bufandas y sombreros se pierden, la nueva computadora quedará desfasada; pero el don del amor perdurará. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Foto: Krystine Lovett/Flickr
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Curtis Peter van Gorder
En nuestra familia, no hace mucho, cada uno tenía un horario distinto, y eso no nos permitía comer juntos con mucha frecuencia. Me dio la sensación de que nos estábamos alejando unos de otros, sobre todo después de visitar a un amigo italiano que me enseñó lo bello que puede ser sentarse juntos a la mesa. En un hogar italiano, una comida es un acontecimiento. No se trata de tomar un bocado a toda prisa; más bien es una ocasión de intercambiar anécdotas, charlar, debatir, expresar esperanzas y deseos. Y cuando te parece que la comida ya se ha terminado, te ponen delante otro plato delicioso. Casi sin darse uno cuenta, pasan dos horas, y tal vez hasta más. No es necesaria ninguna otra actividad de esparcimiento vespertino: la comida en sí es lo más destacado. Tal vez no siempre tengamos ocasión de disfrutar de un banquete a la italiana. En todo caso, a pesar del ajetreo de la vida, seguramente podemos encontrar formas de disfrutar juntos de las comidas. Muchos trabajos de investigación dan cuenta de los beneficios de comer juntos en familia1. La oportunidad de conversar en la mesa contribuye a estrechar los lazos familiares, generar afecto, seguridad y un sentido de pertenencia. Una comida casera suele ser más alimenticia y menos costosa que la comida al paso. Los más jovencitos aprenden modales: pedir que les pasen la comida, no apoyar los codos en la mesa y comer lentamente son cosas que hacen que la experiencia resulte placentera. Al contar y escuchar relatos en la mesa se refuerzan también las aptitudes lingüísticas. Comer juntos también sirve para que cada persona del hogar adquiera mayor conciencia de lo que implica preparar una comida, lo que aporta buenos conocimientos culinarios a los niños temprano en la vida. Cualquiera que sea la composición de tu hogar, tomarse el debido tiempo para disfrutar de las comidas favorece la digestión y contribuye al bienestar emocional. Las comidas son también una ocasión ideal para orar por nuestras necesidades específicas y dar gracias a Dios por lo que ha hecho. Mi visita a Italia me llevó a hacerme el firme propósito de convocar a las personas de nuestra familia a sentarse juntas a la mesa con la mayor frecuencia posible. No es solo cuestión de disfrutar de la comida, sino también de generar lazos perdurables de afecto, alegría y unión.
Gentileza de la revista Conéctate. Foto: More Good Foundation/Flickr.
Recopilación para padres y educadores Dedique máxima atención al tiempo que pasa con sus hijos. Es como si estuviéramos en un escenario, por así decirlo y —querámoslo o no— enseñamos al niño e influimos en él por medio de todo lo que decimos o hacemos. Por eso, en la relación entre padres e hijos no basta con que pasen tiempo juntos. Para que ese tiempo tenga sentido, es necesario que sea un tiempo bien aprovechado. Si queremos que nuestra labor de padres sea exitosa, será imprescindible pensar y planear detenidamente y con anticipación. […] Pasar tiempo provechoso juntos es uno de los factores más importantes para cultivar una buena relación entre padres e hijos. El tiempo bien aprovechado juntos podría ser una celebración familiar bulliciosa, una noche tranquila en casa en la que escuche a [una] hija que practica su música, una noche en vela en la que cuide de su niño con fiebre, un día festivo que pasen juntos limpiando el garaje, o una hora de una conversación animada. Cualquiera que sea la actividad que se realice con el niño, el tiempo bien aprovechado que pasamos con él debe transmitirle estas ideas importantísimas: «Te quiero mucho», «Quiero estar contigo», «Me gusta estar contigo», «Lo paso bien contigo». […] Al pasar ratos en familia con regularidad, todos los integrantes se benefician. […] Al empezar a programar actividades provechosas para realizar con sus hijos, es importante hacer con ellos cosas que tengan mucho sentido. Haga una lista de lo que más le gusta hacer a su familia. Que todos aporten sus ideas. A continuación clasifíquenlas todas por orden de importancia, de mayor a menor. Finalmente, programe las cosas que tengan mayor prioridad. Si programa únicamente las actividades más fáciles o las que requieren menos tiempo y esfuerzo, probablemente no podrá realizar las más importantes. - Dra. Kay Kuzma * Podemos enfrascarnos tanto en el ajetreo interminable, horarios frenéticos y en nuestra vida controlada por el tiempo que olvidamos que, en el caso de nuestros hijos, lo que en realidad vale más son las cosas pequeñas y sencillas que hacemos para que su hogar sea un lugar divertido, cómodo y feliz. Las siguientes preguntas los ayudarán a reflexionar en lo bien que les va con relación a lograr ese objetivo. 1. ¿Qué diría tu hijo que es la mejor parte de vivir en tu hogar? ¿Cuáles son las mejores tradiciones —algo que hacen juntos—, que son tan divertidas que tu hija querría hacerlas con su hijo? En resumidas cuentas, ¿qué recuerdos creas para tus hijos en tu vida cotidiana? 2. A tu juicio, ¿qué dirían tus hijos que es lo que desearían cambiar en tu familia? ¿Puedes hacer ese cambio? ¿Qué te detiene? 3. ¿Cuándo fue la última vez que tu familia se reunió y ustedes pasaron un rato divertido? ¿Cuándo fue la última vez que recuerdas que tu familia [todos juntos] pasó un rato de relajamiento? 4. ¿Puedes mencionar una tradición sencilla o rutina familiar que quieres hacer para divertirte con tu familia? Escríbela. Luego, prepárate para hacerla con tu familia. Supongamos que a tus hijos les preguntan qué es lo que de verdad desearían cambiar de tu familia. Esa misma pregunta se hizo a ochenta y cuatro mil alumnos del sexto al duodécimo grado que respondieron a la encuesta de USA Weekend. ¿Qué crees que contestó la mayoría de los chicos? (Lo más probable es que sea lo mismo que dirían tus hijos, así que piénsalo bien.) Resulta que dos tercios de los chicos que respondieron la encuesta dijeron que deseaban pasar más tiempo con sus padres. En realidad, más de dos de cada cinco chicos expresaron que les parece que en el tiempo que pasan con su madre se hacen las cosas con prisa. Los chicos dijeron que querían no solo más tiempo, sino más tiempo relajado. El tiempo que un chico diría que es divertido. Sin otras expectativas. Sin estrés. Sin un ritmo frenético. Solo relajarse y divertirse. Ese es el tiempo que hace que la familia esté unida. Además, ese tiempo relajado, despreocupado, es lo que anhelan y necesitan nuestros hijos. - Michele Borba * Un día no muy distante tus hijos ya serán mayores y se marcharán. Entonces agradecerás haberles dado lo que necesitaban de pequeños. […] Por eso, la próxima vez que te encuentres a media noche velando a un niño enfermo, sonriendo pese a las ganas de llorar, cantando para no perder la paciencia, limpiando naricitas mientras sueñas con el día en que harás grandes obras para Dios, no olvides que ya las estás haciendo. No lamentaremos una sola oración, una sola canción, una sola palabra de amor. Cada gesto de amor tiene un efecto perdurable en ellos. Al cabo de años de haberlo hecho todo por fe, gozaremos de la bendición de verlos convertidos en hombres y mujeres hechos y derechos. - Derek y Michelle Brooks * Como se suele decir: «Lo que hago hoy es importante porque a cambio empeño un día de mi vida. El día de mañana, este día se habría ido para siempre dejando en su lugar algo por lo que lo cambié. Quiero que sea ganancia, no pérdida; bien y no mal; éxito, no fracaso; así jamás lamentaré lo que me costó este día». Y eso se les aplica por partida doble a ustedes, que tienen niños a su cuidado. En su caso, no se trata de apenas una hora o unas pocas, ni tampoco de un solo día de su vida: es también una hora o dos, o un día de la vida de ellos. ¿De qué les están llenando la mente, el corazón y la vida? No se trata solo de asegurarse de que aprenden las lecciones teóricas, sino del amor que les manifiestan, del ejemplo que les dan, de su trato, su actitud, su sonrisa y mucho más. ¿Qué sacarán sus niños de este día? ¿Contribuirá a sentar las bases de su vida? ¿Tendrán ustedes la seguridad de que aprovecharon bien este día de su vida viendo en qué resultó o cómo benefició a sus hijos? No siempre notarán la diferencia. Algunos días la notarán, pero otros les costará. En momentos así, fíjense en sus pequeñitos. Están invirtiendo la vida en ellos; invirtiendo tiempo, vida, amor y talentos a cambio de dividendos que perdurarán en la vida de ellos. - Jesús, hablando en profecía Gentileza de Anchor. Foto de Bill Branson (public domain) via Wikimedia Commons.
Al pensar en mi infancia, me llegan incontables imágenes de amor, ánimo y recuerdos cariñosos de mi familia. Recuerdo las noches en que mi padre me leía por horas, mientras yo escuchaba sentada en su regazo. Sin duda, esas experiencias me inculcaron un amor por los libros que duraría toda la vida. Cuatro décadas después, escucho con claridad las palabras de mi madre: «Michelle, trata a todos con amabilidad», y en el mismo tono que empleaba cuando yo era niña. Los valores que mis padres me inculcaron —perseverancia, compasión, aceptación, creer en mí misma— son los mismos que actualmente rigen mi vida. Y son los mismos valores que trato de inculcar a mis hijos. No hace falta hacer un estudio para demostrar tu influencia: un momento en que veas que tu hijo imita tu comportamiento o repite tus palabras o copia tus valores, bastaría para confirmar que sí dejas huella. El sentido común nos dice que podemos influir de manera considerable en el rumbo que tome la vida de los hijos. Y hay una sencilla razón: las habilidades para desenvolverse exitosamente en la vida se aprenden, no se heredan; podemos marcar una gran diferencia porque podemos enseñar esas habilidades a nuestros hijos y alumnos. Afrontar los altibajos de la vida, llevarse bien con los demás, fijarse una meta y no rendirse hasta que se logre, saber cómo hallar soluciones y solucionar conflictos, comunicarse con firmeza y seguridad en sí mismo, y hacer todo con compasión y empatía son las habilidades que contribuyen a formar un carácter firme, una mente fuerte y un corazón que se preocupa por los demás; y todas son habilidades que se pueden enseñar. Aunque es posible que nuestro amor y afecto no haga forzosamente que nuestros hijos tengan más confianza en sí mismos ni que sean más amistosos, podemos fomentar las habilidades que mejoren las características de una vida exitosa. Independientemente del temperamento de tus hijos y su composición genética, puedes ampliar sus posibilidades al enseñarles cómo llevar una vida más exitosa y plena. - Michele Borba * Cómo vives —tu orden de prioridades, cómo pasas el tiempo, cómo gastas el dinero, cómo tratas a los demás y a tus posesiones— es el único y mejor indicador de lo que te importa y los valores que aprecias. Créeme, tus hijos interpretan tu vida con mucha mayor claridad que cuando oyen tus palabras. Si esas dos cosas están en armonía, es estupendo. Si no, es hora de volver a evaluar. A medida que tratas de impartir a tus hijos valores sanos, pregúntate:
* ¿Qué significa preparar a los hijos para la vida? Significa ponerse a pensar en cómo ayudarlos a avanzar por las etapas naturales de crecimiento y desarrollo, conscientes y enterados de lo que pasan sus compañeros, y prepararlos para cuando tengan que encarar situaciones parecidas. Significa enseñarles a ser valientes en las dificultades y a encarar situaciones nuevas de forma responsable y con confianza. Significa que en vez de protegerlos de las influencias negativas del mundo actual, les enseñen a discernir el bien y el mal y a comportarse con integridad, autodisciplina, convicción, amor, tolerancia y fortaleza de carácter. […] Inculcar valores morales a los hijos es un desafío que encaran todos los padres. Todo padre y madre conscientes tienen que formar a sus hijos para que se apoyen en valores, convicciones y creencias aunque estén en contacto con influencias que no se tolerarían en su casa pero son parte de la vida una vez que los niños empiezan a ir al colegio y tienen amigos de familias que no comparten la misma fe o el mismo código moral. Preparar a los hijos es esencialmente enseñarles a comportarse fuera de la seguridad de su casa o de su familia, a reaccionar con convicciones y arreglárselas cuando no estén con sus padres y tengan que afrontar la realidad del mundo. […] Los hijos en la actualidad enfrentan muchas influencias y las enfrentarán mucho más a lo largo de su vida. Unas serán positivas, otras negativas y muchas una de cal y otra de arena. Si adoptan la mentalidad de prepararlos para la vida, aceptarán que no pueden protegerlos de todo influjo negativo, pero sí orientarlos para que aprendan a tomar buenas decisiones cuando se vean expuestos a ello. - María Fontaine * «La Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebreos 4:12). Vive en nosotros, nos habla y nos llena la vida de luz y entendimiento. A medida que ingerimos el agua viviente de la Palabra de Dios, comienza a transformar nuestro corazón, mente y vida. Empezamos a ver las cosas desde la perspectiva de Dios, que en muchos casos difiere sustancialmente de nuestra forma de pensar. Descubrimos cosas de nosotros mismos y de los demás que no habríamos alcanzado a ver de ninguna otra manera. A nadie se le ocurriría decirle a un niño que se ha perdido en el bosque que busque por su cuenta el camino de regreso a casa. Nunca se nos pasaría por la cabeza no dar de comer a nuestros hijos, no vestirlos o no dejarlos salir a jugar, respirar aire puro y hacer ejercicio. Y tampoco debemos privarlos de las Palabras de vida, que imparten el poder, la luz y la vida de Dios. Jesús dijo: «Las Palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63) Con la Palabra de Dios los niños aprenden lo que está bien y lo que está mal y adquieren sólidos principios que los capacitan para hacer frente a las numerosas dificultades que se les presentarán en la vida. Y a medida que crezcan, sin duda tendrán que encarar muchas, porque la vida es un terreno de pruebas en el que aprendemos a tomar decisiones en consonancia con los preceptos del bien, en vez de escoger lo que es malo y perjudicial. Desde muy pequeños, los niños libran esta batalla espiritual y toman decisiones que pueden afectar en gran manera su vida y la de los que los rodean. Los padres podemos preparar a nuestros hijos para hacer frente a esas difíciles decisiones proporcionándoles una base de fe y un buen conocimiento de la Palabra de Dios. - Derek y Michelle Brookes Gentileza de Anchor. Foto de Rick Bolin via Flickr.
Un buen carácter consta de conocer el bien, desear el bien y hacer el bien; son hábitos de la mente, hábitos del corazón y hábitos de acción. Los tres son necesarios para llevar una vida moralmente aceptable; los tres constituyen una madurez moral. Cuando pensamos en el carácter que queremos que tengan nuestros hijos, es evidente que queremos que puedan determinar lo que está bien, que les interese profundamente lo que está bien y que luego hagan lo que crean que está bien, aunque enfrenten presiones y tengan tenciones. Thomas Lickona * Ya que nuestros hijos crecen y llegan a ser las personas que han elegido ser, que tienen la libertad de elegir su propio camino, no podemos estar seguros de que las enseñanzas morales que les impartimos tengan un impacto a largo plazo. Sin embargo, cuando desde edad temprana empezamos a inculcarles los valores que apreciamos mucho, y cuando lo hacemos por muchos años, nuestra posible influencia es, en efecto, muy grande. Aunque nuestros hijos no entiendan completamente lo que les decimos en el momento en que lo decimos, de todas maneras nuestras palabras pueden tener un valor duradero. Es posible que dentro de algunos años nuestros hijos las recuerden. Y cuando lo vean con el lente de una etapa de desarrollo más madura, nuestras palabras tal vez adquieran un significado nuevo y más profundo. Soy padre, y esa posibilidad me infunde esperanza y consuelo Así pues, habla con tus hijos acerca de tus creencias. Thomas Lickona * Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Proverbios 22:6 * Si pides cuentas a tu hijo durante un período de tiempo, adquirirá la costumbre. Ya no hará falta que se lo recuerdes, sino que actuará por costumbre, con naturalidad y sin pensarlo mucho. Quisiera que mis hijos adquirieran muchos hábitos, como hacer la cama al levantarse por la mañana, decir «por favor» y «gracias», y beber mucha agua durante el día. En realidad esas costumbres no tienen mucho impacto en su relación con el Señor, pero dejan huella. También quiero que lleguen a adquirir costumbres que agraden al Señor, como diezmar de buena gana, asistir a la iglesia con regularidad y orar a diario. Te exhorto a que examines a tus hijos. […] Encuentra hábitos que quieres que tus hijos tengan y cultiven toda la vida. No llegarán a tener un buen hábito si los regañas con insistencia para que lo adquieran, sino al animarlos constantemente. […] Si en la vida únicamente damos a nuestros hijos un amor por el Señor Jesucristo y firmeza de carácter, habremos tenido éxito en nuestra labor de padres. El carácter hará que consiga un empleo. El carácter hará que se levante en la mañana en los casos en que preferiría no hacerlo. Algún día, el carácter hará que se mantenga unido su matrimonio. Si los padres procuramos inculcar virtudes a nuestros hijos, en el futuro ellos podrán crear grandes cambios en nuestro país. Terri Camp * Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6–7 * Antes de que tuviéramos hijos, mi esposo y yo dábamos una clase junto con otro matrimonio en un centro de aprendizaje. Cada domingo, por dos horas y media, teníamos a nuestro cargo a unos 50 niños llenos de energía. Los pequeños tenían 6, 7 y 8 años, y estaban con nosotros mientras los padres asistían a un oficio religioso y a la hora de fraternidad. Al principio de cada semana, cenábamos con el otro matrimonio para planear las lecciones y las actividades complementarias. A veces esas sesiones duraban más de tres horas, pues teníamos que fijar metas y objetivos, preparar los programas de enseñanza y crear técnicas de evaluación. Después de haber sido madre, transcurrieron varios años antes de que me diera cuenta de que mi vida revelaba una dicotomía enorme. Cuando estaba a cargo de la formación de los hijos de otras personas, no escatimaba tiempo ni esfuerzo. Sin embargo, dedicaba muy poco tiempo a planificar o preparar la enseñanza y transformación de mis hijos. Sin darme cuenta, tenía la actitud de que si esperaba el tiempo suficiente, a la larga terminaría mi trabajo, ¡aunque fuera solo porque se había acabado el tiempo! […] Pensaba: «Es inevitable que lleguen a la edad adulta. Algún día madurarán y harán su contribución en la sociedad. Algún día habré terminado mi tarea». Sin embargo, al reflexionar en la situación, me di cuenta de que esa actitud de que «de algún modo, algún día…» no resulta bien en nuestra sociedad. […] Hay demasiados niños que andan sin rumbo fijo (o que están sentados, golpeando con los talones la corteza de los tocones, como hacían mis hijos) sin tener idea de a dónde se dirigen en la vida, porque madres como yo nunca les señalaron ninguna dirección. No podemos limitarnos a estar presentes, a la espera de que de algún modo, algún día, nuestros hijos sean exitosos. Debemos empezar a tomar más en serio la tarea de criar a nuestros hijos, darle máxima importancia. A fin de hacerlo, debemos dedicar tiempo a fijar metas para la educación del carácter de nuestros hijos. [Pregúntate:] * ¿Cuáles serían las cinco características que quiero que destaquen en la vida de mi hijo para cuando llegue el momento de que se marche de casa? * ¿Cómo voy a dirigir hoy a mi hijo hacia una de esas metas? Gwendolyn Mitchell Díaz * Toma [a tus hijos] de la mano y guíalos por el camino del Maestro. Efesios 6:4 * Disciplinar a los niños significa formarlos, enseñarles a llevar una vida disciplinada y, con el tiempo, a autodisciplinarse. Si la disciplina es algo que simplemente se aplica a los niños, la consecuencia de ello es que en cuanto quedan libres de la autoridad paterna se desbocan. Pero si los disciplinan en el sentido de que los instruyen y les enseñan a llevar una vida disciplinada, a la larga serán capaces de autodisciplinarse en la mayoría de los aspectos. María Fontaine Recopilación gentileza de Anchor. Foto (adaptado) de Wikimedia Commons.
Es un hecho esencial que crías bien a un hijo requiere tiempo y atención. Mientras tener hijos puede ser “hacer lo que te salga natural” ser un buen padre es mucho más complicado. Aquí hay 10 consejos para criar a un hijo con buen carácter.
Gentileza de http://es.wikihow.com/criar-a-un-ni%C3%B1o. Foto de lorenkerns via Flickr.
Ingeniería Ingéniate situaciones que te acerquen a tus hijos, como ir juntos a sitios que les gusten y hacer cosas que les resulten entretenidas. Es posible que prefieran no hacer ciertas cosas contigo por miedo a que sus amigos critiquen el hecho de que realicen actividades con sus padres. En ese caso, una solución puede ser ofrecerte de vez en cuando a llevarlos en automóvil cuando salgan con sus amigos. De esa forma, por lo menos estarás presente. Otra idea es que tus hijos inviten una noche a un grupo de amigos, incluso a quedarse a dormir. Así también tú estás ahí con ellos. Busca maneras de integrar tu vida a la de ellos. Eso puede requerir que ambas partes hagan algunos ajustes. Pero si lo intentas, Yo te indicaré formas de establecer comunicación. Una de ellas puede ser trabajar juntos en algo: construir un objeto de madera, hacer una labor de costura, preparar una comida, cuidar de un animal doméstico o arreglar el jardín. Descubre el arte de escuchar Una de las principales formas de ayudar a tus hijos es escucharlos. Aprende a escuchar de verdad. Cuando les preguntes cómo les fue en el colegio, deja lo que estés haciendo y presta atención a lo que te cuenten. Cuando te presenten problemas, no siempre tienes que dar tu opinión en el momento. En vez de emitir un juicio, tómate tiempo para meditar en el asunto, o reza para encontrar una solución. Lo principal es escuchar, prestar atención, aparte de brindar amor, ánimo y apoyo. Se les preguntó a ciertos adolescentes: «¿Cómo saben cuándo sus padres no los escuchan?» Dieron las siguientes respuestas: «No me miran», «Leen el periódico mientras les hablo», «Mi mamá continúa aspirando el piso o cocinando y me dice: “Sigue, sigue; te escucho”». Después se les preguntó: «¿Y cómo saben cuándo sus padres les están prestando atención?» La mayoría contestó: «Porque dejan lo que están haciendo cuando les hablo». Un padre descubre el secreto Veamos el testimonio de un padre que descubrió el secreto de la comunicación con su hijo adolescente: En los últimos meses he logrado grandes avances en la relación con mi hijo. La clave fue el deporte. Dedicando más o menos una hora diaria a jugar al fútbol con él lo estoy ayudando a superar una etapa difícil. Tomás es un chico bastante dinámico de catorce años. Últimamente se estaba metiendo en muchos líos. Tanto él como su hermana, que siempre habían sido buenos chicos, se estaban echando a perder. Mi esposa y yo estábamos angustiados y comprendimos que había que hacer algo. Teníamos que empezar a dedicarles más tiempo a cada uno por separado. Yo me concentré en Tomás, y mi esposa en nuestra hija de 17 años. Tomás desahogaba su enojo y su frustración poniéndose agresivo y competitivo, y era tan mal perdedor que resultaba difícil aguantarlo. En otros aspectos era irresponsable. Las tareas que le asignábamos y las cosas que empezaba las dejaba a medias. Constantemente le llamábamos la atención. Al principio, no había forma de hacerlo entrar en razón. Nos había cerrado a mi esposa y a mí la puerta de su vida. Buscamos afanosamente la llave, algo en lo que coincidiéramos y que nos sirviera de punto de partida. Tomás tenía un único interés en la vida: el fútbol. No formaba parte de ningún equipo, y yo no sabía si en realidad le convenía practicar dicho deporte más en serio, pues no conseguía llevarse bien con nadie. Finalmente, con la esperanza de lograr un acercamiento a él, decidí entrar en su mundo y jugar un rato al fútbol con él cada día. Sólo con ese poco de comunicación y participación conjunta en una actividad, fue sorprendente lo rápido que empezó a transformarse y abrirse. Al cabo de un tiempo otras personas también nos comentaron que Tomás estaba cambiando mucho y convirtiéndose en un muchacho muy extrovertido, comunicativo, seguro de sí mismo y agradable. (Francamente, yo también me siento mucho más saludable y feliz. Practicar un deporte al aire libre no sólo es bueno para que los jóvenes quemen energías acumuladas; también es una válvula de escape para las frustraciones de los padres). Es innegable que Tomás está ahora mucho mejor que cuando siempre andaba metiéndose en peleas o planeando alguna travesura, y parecía que iba camino de convertirse en un teleadicto apático o en un joven huraño enviciado con la computadora. Tomado de “Urgente, tengo un adolescente”; © Aurora Productions. Usado con permiso. Foto de ipswitch20 via Flickr.
Un empresario Estadounidense se encontraba en México, en el muelle de un pueblecito costero. En ese momento atracó un bote en el que venía remando un pescador. En el interior de la embarcación había varios ejemplares de gran tamaño de atún de aleta amarilla. El forastero elogió al mexicano por la calidad de su pescado. Seguidamente le preguntó cuánto tiempo le había tomado pescarlos.
—Un ratito, señor —repuso el pescador. El estadounidense le preguntó por qué no se había quedado más tiempo para capturar una cantidad mayor. El pescador respondió que con aquel lo le bastaba para ganarse el sustento y atender a las necesidades inmediatas de su familia. El visitante continuó preguntando: —Y ¿qué hace el resto del tiempo? —Verá usted, señor —contestó el pescador—: Me levanto tarde. Voy a pescar un rato y después paso un tiempo jugando con mis hijos. Luego duermo la siesta con mi esposa María y en la noche salgo a pasear al pueblo, a tomar un poco de vino y tocar la guitarra con mis amigos. Como verá usted, estoy muy ocupado todo el día, señor. El gringo añadió con tono burlón: —Yo podría ayudarlo. Soy graduado de la Universidad de Harvard en administración de empresas. Si usted dedicara más tiempo a la pesca, con las ganancias podría comprar una embarcación más grande. Al aumentar sus ingresos y contar con un barco de mayor calado, podría comprar varias embarcaciones. Con el tiempo llegaría a tener una flota de barcos pesqueros. En vez de vender a un intermediario, lo haría directamente a una empresa conservera, y al final llegaría a ser dueño de una fábrica de productos enlatados. Usted tendría en sus manos el envasado y la distribución del producto. Entonces tendría que mudarse de este pueblito costero a la ciudad de México, luego a Los Ángeles y, a la larga, a Nueva York. Desde allí dirigiría su empresa en expansión. —Pero dígame una cosa, señor, ¿cuánto tiempo llevaría todo eso? —Quince o veinte años. —Y después, ¿qué haría yo? El estadounidense se rió antes de responder: —Esa es la mejor parte. En el momento idóneo, vendería las acciones de su compañía y se haría rico. Ganaría millones de dólares. —¿Dice usted millones, señor? Y luego ¿qué? —Se retiraría de los negocios y se mudaría a un pueblito costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, dormir la siesta con su esposa María y pasear por las noches en el pueblo, donde tomaría vino y tocaría la guitarra con sus amigos. - Anónimo Hace casi dos siglos, la humanidad contenía el aliento ante la marcha de Napoleón y aguardaba con impaciencia febril las noticias que llegaban desde el frente de batalla. Entretanto, seguían naciendo niños en los hogares. Pero ¿quién iba a interesarse por aquellos pequeñuelos? Todo el mundo andaba pendiente de las batallas. Sólo en el año 1809 vinieron al mundo algunos niños destinados a ser estrellas de primera magnitud: William Gladstone, considerado por muchos el mayor estadista británico del siglo xix; Abraham Lincoln, uno de los más famosos presidentes de los EE.UU.; Alfred Tennyson, galardonado poeta inglés; el francés Louis Braille, ciego que inventó un sistema de lectura para no videntes que se usa en todo el mundo. En la época en que ellos nacieron, nadie pensaba en bebés, sino en batallas. Sin embargo, ¿cuál de las batallas de 1809 tuvo mayor trascendencia que los niños nacidos aquel año? Hay quienes piensan que Dios sólo puede intervenir en este mundo con grandes ejércitos, cuando en realidad lo hace por medio de nenes. Cada vez que se vuelve necesario remediar un mal o difundir la verdad, Dios envía al mundo un bebé para que lo haga. ***** Con lo ocupados que están en su vida diaria, a veces es fácil ver a los niños como una más de tantas tareas, y si se tiene un día particularmente ajetreado, la solución más sencilla tiende a ser dejar que se entretengan solos con juguetes, videos o juegos mientras ustedes se ocupan de otras cosas. Deben tener presente que el amor, interés, disciplina y atención que dedican a los niños los ayuda a madurar y convertirse en las personas que serán el día de mañana. Si están demasiado ocupados para dar a sus hijos el tiempo y el amor que necesitan, se perderán la ocasión de hacer una de las inversiones más importantes de la vida; aunque hagan lo que tenían previsto para el día, no será algo que perdure. Lo que trasciende al día de hoy es lo que invierten en la vida de sus hijos. Siempre tendrán tareas pendientes -la limpieza de la casa, ropa que lavar, cuentas que pagar- pero no siempre tendrán a sus hijos con ustedes, y no podrán recobrar los momentos que perdieron «porque estaban demasiado ocupados». Cada día, cada momento, cuentan para forjar el futuro de sus hijos y convertirlos en las personas que deben ser. Text copyright © TFI. ¿Tienes —o vas a tener pronto— un bebé?¿Te gustaría prepararte un poco mejor para criarlo bien? ¿Buscas consejos prácticos para desarrollar su inteligencia y hacerlo feliz?¿Te interesa establecer un profundo y perdurable vínculo afectivo con tu hijo?
Disfruta de tu bebé te introduce en el asombroso y misterioso mundo de esa personita que Dios te ha enviado. Descubrirás cosas increíbles de tu pequeñito y verás todo lo que puede llegar a ser si lo tratas con amor y sabes comprenderlo y orientarlo. |
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