La vida entraña aprender miles de cosas -desde verter agua hasta apagar las luces cuando ya no las necesitamos-, y los niños de 2 y 3 años están en una edad ideal para empezar a hacerlo. El hogar ofrece incontables oportunidades a los niños pequeños en ese sentido. Con solo detenerse un minuto para enseñarle cómo funciona algo y después dejar que lo intente él, se puede hacer de cada cuarto y de cada objeto de cada cuarto una actividad didáctica. Cuando los niños escuchan explicaciones, intentan hacer cosas nuevas y aprenden a usar algo por primera vez se desarrollan física e intelectualmente. EL CUIDADO DE LAS COSAS Es muy importante aprender a cuidar bien de las pertenencias personales y del entorno. Se debe tener un sitio donde poner los juguetes después de usarlos, donde guardar la ropa cuando el niño se la quita, etc. Conviene ayudar al niño a habituarse a recoger sus cosas cuando termina con ellas; a colgar su chaqueta, a doblar y guardar sus pijamas en la mañana, etc. Haz que lo disfrute prodigándole abundantes elogios cuando haga bien la tarea. Un entorno ordenado hace que el niño se sienta más seguro y le ayuda a empezar desde muy pequeño a adquirir buenos hábitos. El entorno en que vive lo afecta directamente (y también a sus padres), así que hay que procurar mantenerlo limpio, luminoso y alegre. Si se le hace participar en la labor de mantenerlo así -empezando por quehaceres muy sencillos- se le enseña a ser responsable. Al mismo tiempo desarrolla nuevas destrezas, mejora su coordinación y aprende a tener consideración por los demás. Normalmente a los niños pequeños les encanta colaborar en la casa. Son capaces de asistir en pequeños quehaceres que les proporcionan experiencias de aprendizaje. Desde los dos años se les puede enseñar el arte de mover las cosas en forma segura y silenciosa (su mesita y sillitas, por ejemplo). Mientras se cuelga la ropa se le puede enseñar a contar a medida que él te va pasando las pinzas. Que ayude a su papá a lavar el auto. Mientras preparan juntos la ensalada se le puede ir hablando de los alimentos, las vitaminas y la importancia de la higiene. Los quehaceres domésticos pueden resultar actividades didácticas muy divertidas para los niños pequeños: vaciar los papeleros, limpiar, ordenar, barrer, lustrar, desempolvar, doblar la ropa, poner la mesa y hacer las camas. A la hora de hacer el aseo de su cuarto, el niño puede pasar el trapo a la estantería de los juguetes y lavar los juguetes de plástico. Si se colocan unos ganchos y estantes a su altura para que pueda tomar y dejar solito su toalla, su guante de baño, su cepillo de dientes y su ropa es probable que, de ser un nene dependiente y quejica, ¡se transforme en una personita satisfecha y servicial! Se les puede enseñar a realizar cada tarea concienzudamente, bien y hasta el final. Para los niños de dos años y medio a cuatro años de edad, estudiar todos los detalles relativos a doblar la ropa o quitar el polvo puede resultar muy interesante, hasta fascinante. Le llevará tiempo aprender a hacerlo solo. No se puede pedir que sus primeros intentos sean muy eficientes. Sin embargo, a los niños les encanta imitar la forma correcta de hacer las cosas si se les indica detenidamente cuál es. LA VIDA CON OJOS DE NIÑO Recuerda que por lo general los niños hacen las cosas por diferentes motivos que los mayores. No suelen pensar tanto en el propósito de una actividad, sino que hacen las cosas porque disfrutan haciéndolas. La actividad en sí suele ser motivo suficiente para hacer algo. Terminar lo que empezaron no es tan importante para ellos. A veces los mayores nos impacientamos con los niños por la lentitud con que hacen las cosas. No vemos por qué simplemente no se apuran y terminan de una vez. Es posible que un niño tenga una buena capacidad de concentración para su edad, pero tal vez no se esté concentrando en lo mismo que tú. Puede que a ti te interese que termine porque tienen que pasar a otra cosa, pero a lo mejor a él no le interesa terminar rápidamente una actividad que le resulta entretenida o poner fin a un momento agradable sólo para empezar otra cosa. Si es necesario darse prisa, tenemos que tomarnos la molestia de explicarle por qué y en qué se beneficiará él. No conviene andar metiéndole prisa todo el día ni impedirle que absorba las experiencias y disfrute de las actividades que realiza, sino más bien darle tiempo para aprender, observar, explorar y experimentar. Al salir de paseo con él para observar la naturaleza no hay que apurarlo. Puede que tanto él como tú se pierdan algo importante. ¡Ojalá disfruten plenamente la creación divina: las vistas y sonidos, las criaturas pequeñas y grandes, el viento, el sol y la lluvia! Viene bien hacer memoria y evocar las experiencias que tuvimos de niños que se nos quedaron grabadas en la memoria: chapotear descalzos en los charcos, imaginar que las hojas arrastradas por la corriente de un arroyo eran barcos en un río caudaloso. Demos a los niños tiempo y oportunidades para aprender del más fabuloso de todos los maestros: el Creador y Su creación. Tomado del libro "Pre-escolares", escrito por Derek y Michelle Brooks. © Aurora Producciones. Usado con permiso.
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