Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada. Proverbios 31:28 La mujer que es madre no es mujer, sino ángel. Refrán español Solo una persona en el mundo es mejor que una esposa: la madre. L. Schafer Todo el mundo sabe que una buena madre comunica confianza y estabilidad a sus hijos. Ella es su tierra. Con ella pueden contar para las cosas que más importan. Es su alimento, su lecho y el cobijo que necesitan cuando hace frío en la noche. Es su calor, su salud y su refugio. Es la persona que quieren tener cerca cuando lloran, la única capaz de encarnar todo eso para ellos a lo largo de su vida. No hay quién la sustituya. Por alguna extraña razón, hasta la ropa que se pone tiene para sus hijos una textura distinta. A un niño angustiado le basta con tocar su falda o su manga para sentirse mejor. Katharine Butler Hathaway Madre es el nombre de Dios en el corazón y en los labios de los niños. William Makepeace Thackeray Yo alabo al eterno Padre, no porque las hizo bellas, sino porque a todas ellas les dio corazón de madre. José Hernández Para los oídos de un niño, la palabra madre es mágica en cualquier idioma. Arlene Benedict El mejor medicamento del mundo es el beso de una madre. Anónimo Dios no podía en todas partes estar siempre con Su mano amorosa para enjugar las caritas mocosas. Por eso pensó en una madre. No podía indefenso dejarme con un destino incierto en este mundo sin ofrecerme para el infortunio los brazos tiernos de mi madre George Wiseman La maternidad tradicional nunca pasa de moda, porque su esencia misma es el amor. Yo creé al hombre con la necesidad de ser amado y dispuse que la madre fuera el primer ser en transmitirle ese amor. Una madre es la encarnación de la ternura, el desvelo y el amor. Hasta el nene más pequeño es capaz de percibir ese amor y responder a él. ¡El amor es lo mejor de la vida! Es lo más importante que alguien puede aprender y, a la vez, el obsequio más valioso que se puede recibir. Y una madre lo enseña y lo entrega como nadie. El mundo podría seguir adelante perfectamente bien sin muchas cosas, pero no sin madres. La maternidad a la antigua nunca pasará de moda. Jesús Tomado del libro “Tributo a la madre”, © Aurora Productions. Para comprar el libro entero, haz clic en el imagen al derecho. photo copyright (c) 123RF Stock Photos
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Una presentación de PowerPoint para las madres. (Para descargar la presentación, haz clic derecho sobre el archivo y seleccionar "guardar" o "guardar archivo como..."
Maria Fontaine Es posible que la maternidad tenga sus altibajos, pero cuando prestamos atención a lo que de verdad es grande e importante, a lo que en este mundo es auténticamente genial, hay algo que la mayoría de las personas ponen en primer lugar, o que casi encabeza la lista de sus prioridades: que las madres son una maravilla. ¿Cómo se las arreglan las madres? ¿Cuál es el secreto de la aparentemente inacabable paciencia, fortaleza y amor que dan la impresión de resurgir una y otra vez, a pesar de lo que sea que les ocurra en la vida? Estas son cavilaciones acerca de las madres: lo que hacen las madres, lo que son y lo que las hace únicas.
¿Y si nunca has dado a luz un hijo? Eres partícipe de la maternidad si has cuidado a un niño que te necesitaba. Has dejado impreso un poco de ti en esa persona.
El amor de madre es tan sobrenatural que no se puede explicar. Un poeta lo expresó así: Está por encima de lo definible, desafía toda explicación; y no deja de ser un secreto como los misterios de la creación. Un milagro que el hombre no puede entender en la tierra; otra prueba magnífica de la mano de Dios, guiadora y tierna.
a. Amor incondicional por ellos y el prójimo. b. Equilibrar las normas de carácter moral con la compasión y la misericordia les enseña a perdonar y a ser tolerantes, unido a tener convicción cuando se trata de algo que es verdad y correcto. c. La oración, la fe y la confianza como parte integral de la relación que tenemos con nuestros hijos. d. El ejemplo que damos de manifestar confianza y fe en la manera en que reaccionamos a las cruces y penas, tanto nuestras como de otras personas. e. La capacidad de recuperación que demostramos cuando cometemos errores o fallamos, y la búsqueda de crecer debido a la experiencia, de modo que cuando nuestros hijos cometan errores puedan descubrir el propósito en esas equivocaciones, sin que tengan remordimientos excesivos. Cuando pensabas que yo no observaba, te vi que alimentabas a un gato perdido, y quise tratar bien a los animales. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que me preparabas mi pastel favorito, y supe que los detalles son importantes. Cuando pensabas que yo no observaba, escuché que te desahogabas con Jesús, y supe que hay un Dios con el que podría hablar. Cuando pensabas que yo no observaba, sentí que me dabas un beso de buenas noches, y sentí que alguien me amaba. Cuando pensabas que yo no observaba, vi las lágrimas que derramabas, y aprendí que a veces hay cosas que duelen, pero que está bien llorar. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que te interesabas, y quise ser todo lo que pudiera llegar a ser. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que reaccionabas con gentileza ante las dificultades de la vida, y vi que podía hacer lo mismo y tener alegría de todos modos. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que perdonabas una y otra vez, y aprendí el valor que tiene el perdón. Cuando pensabas que yo no observaba, oí que orabas por mí, y aprendí a orar. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que te sacrificabas a fin de dar a los demás, y aprendí que, en efecto, al dar uno se beneficia. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que curabas heridas y contribuías a que atenuaran temores, y ahora sé cómo hacer eso mismo a los demás. Cuando pensabas que yo no observaba, aprendí mucho sobre cómo amar y brindar generosidad, y ahora esas enseñanzas me traen bendiciones a diario. Cuando pensabas que yo no observaba, vi que en muchas ocasiones diste amor y te sacrificaste, y me di cuenta de que eres una prueba de la existencia de Dios. Cuando pensabas que yo no observaba, sí miraba… y quiero darte gracias por todo lo que vi, cuando pensabas que yo no observaba. Peggy Porter
Mi hijo Gilbert tenía ocho años y llevaba poco tiempo con los lobatos scouts. En una reunión le entregaron un papel con instrucciones, un bloque de madera y cuatro neumáticos, y le dijeron que volviera a casa y se los entregara a su padre. No fue una tarea fácil para él. A Papá no le hacía mucha gracia aquello de realizar actividades con su hijo. Gilbert, sin embargo, lo intentó. Papá, que leía el periódico en ese momento, desdeñó la idea de construir en compañía de su ansioso hijo menor un coche de carreras con un bloque de madera. El bloque de madera de pino quedó intacto durante semanas. Por fin, la madre -yo- intervino para ver si descubría la manera de hacerlo. Empezó la construcción. Como no tenía conocimientos de carpintería, llegué a la conclusión de que lo mejor sería leer las instrucciones y dejar que lo hiciera Gilbert. Y lo hizo. A los pocos días, su bloque de madera iba convirtiéndose en un auto de carreras. Un poco torcido, pero le estaba quedando fantástico (al menos desde la perspectiva de mamá). Gilbert no había visto ninguno de los de los otros niños y estaba muy orgulloso del suyo, al que bautizó como Relámpago Azul; era el orgullo que se siente al saber que se ha hecho algo sin ayuda. Entonces llegó la gran noche. Con su coche de madera azul y el orgullo en el alma se dirigió a la gran carrera. Una vez allí, el orgullo de mi hijo quedó rebajado. Estaba claro que el auto de Gilbert era el único construido en su totalidad por un niño. Todos los demás los había hecho un padre con su hijo, estaban pintados de manera atractiva y tenían una carrocería de líneas aerodinámicas. Unos cuantos niños soltaron risitas tontas al ver el torcido y bamboleante vehículo de Gilbert. Para más inri, Gilbert era el único niño sin un hombre a su lado. Dos chicos de hogares monoparentales por lo menos tenían a su lado a un tío o un abuelo. Gilbert estaba acompañado únicamente de su madre. La carrera se hizo por eliminación. Se seguía en la carrera en tanto que se ganara. Uno tras otro, descendían los coches por una rampa muy pulida. Al final, quedaron el de Gilbert y el que tenía el diseño más aerodinánico y elegante. Cuando estaba a punto de comenzar la última carrera, mi hijo de ocho años, tímido e inocente, preguntó si podían esperar un momento antes de empezar porque quería orar. Todos esperaron. Gilbert se arrodilló mientras asía su extraño bloque de madera. Arqueó una ceja mientras hablaba con Dios, y rogó con fervor durante un minuto y medio que parecieron eternos. Cuando hubo acabado, se puso de pie con una sonrisa y anunció: «Estoy listo». Mientras el público animaba a los corredores, un niño que se llama Tommy estuvo de pie junto a su padre mientras su auto bajaba a toda velocidad por la rampa. Gilbert se quedó de pie -su Padre lo acompañaba en el interior de su corazón- y observaba cómo su bloque se bamboleaba bajando por la rampa con una velocidad sorprendente. Llegó a la meta una fracción de segundo antes que el de Tommy. Gilbert dio un salto mientras exclamaba: «¡Gracias!», y la multitud lo vitoreaba a voz en cuello. El viejo lobo o jefe del grupo scout se acercó a Gilbert, micrófono en mano, y formuló la pregunta obvia: -Oraste para ganar, ¿verdad, Gilbert? -No -repuso mi hijo-. No sería justo pedir a Dios que me ayudara a derrotar a otro niño. Le pedí que me ayudara a no llorar si perdía. Pues sí, aquella noche Gilbert resultó ganador, y además lo acompañaba su Padre. Para un niño no hay en todo el mundo nadie más hermoso que su madre. Los niños pequeños no conceptúan a su mamá según su apego a la moda, su buen gusto por las joyas, su cabello o sus uñas perfectas. Tampoco notan las estrías ni las canas. Su mentecita no advierte ninguna de esas cosas que suelen afectar la percepción y las expectativas de las personas mayores con relación a la belleza física. Por eso son en realidad mejores jueces de lo que hace verdaderamente bella a una mujer. ¿Dónde encuentran los niños la belleza? En los ojos que se enorgullecen de lo que ellos logran, en los labios que los instruyen y les infunden ánimo, en los besos que hacen soportables los pequeños dolores, en la voz tranquilizadora que los vuelve a dormir después de una pesadilla, en el amor que los envuelve en un cálido y tierno abrazo. ¿De dónde proviene esa belleza? La maternidad conlleva sacrificios, pero esos sacrificios conducen a la humildad, la humildad se adorna de gracia, y la gracia otorga verdadera belleza. Una madre que se entrega a sus hijos encarna la vida, el amor y la pureza. De esa manera llega a ser un reflejo del amor que tiene Dios por Sus hijos. Por eso estoy convencida que nada hace más bella a una mujer que la maternidad. – Saskia Smith En la mano que mece la cuna está el destino del mundo ¡Qué tarea tan importante la de una madre! Las madres de la siguiente generación son las que moldean el futuro. Puede decirse que la maternidad es la vocación más sublime del mundo. Aunque cuidar de un bebé no siempre parezca muy importante, no lo tengas en poco. Sabe Dios la influencia que puede ejercer ese niño algún día en la vida de muchas personas. Ese espíritu abnegado que lleva a las madres a sacrificar su tiempo, sus fuerzas y hasta su propia salud por el bien de sus hijos es lo que las hace maravillosas. Cualquier mujer puede tener un hijo, pero hay que ser una madre de verdad para «instruir al niño en su camino» (Proverbios 22:6). – D.B. Berg Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso.
Soy tu pastor Hace falta mucho amor y generosidad para criar a una niña, y más cuando lo haces sola. Hay días en que te parece que es más de lo que puedes sobrellevar, que no puedes hacer las veces de madre y padre para ella. No obstante, sigues adelante, y eso me enorgullece. Un día te alegrarás mucho de no haberte dado por vencida, de no haber dejado de amarla e instruirla lo mejor que podías. Cuando tu hija se haga mayor, al volver la vista atrás y recordar todo el amor y los cuidados que le prodigaste se sentirá muy agradecida y orgullosa de haber tenido una madre como tú. Sé que además es difícil ser la principal fuente de sustento de tu familia. Quiero ayudarte y velar por ti. ¿Has leído el Salmo que dice: «El Señor es mi pastor, nada me faltará»? No quiero que te falte nada. Si oras y me pides ayuda, te indicaré qué hacer para pagar las cuentas y me aseguraré de que tú y tu hija tengan satisfechas sus necesidades. Alguien en quien apoyarte Los niños son una bendición enviada por mí. Cada uno de ellos es un reflejo especial de Mi amor. Nunca son un error. Yo los creo con amor y se los encomiendo a madres como tú, para que los amen y velen por ellos. Has dado muchísimo de ti para cuidar de tus retoños y sigues haciéndolo. Quiero que sepas que veo y valoro todo lo que haces. Y quiero que sepas también que estoy a tu lado para ayudarte. En muchas ocasiones no te sientes capaz de ser madre; pero si acudes a Mí, te lo haré más fácil. Es una tarea titánica, sobre todo cuando tienes que hacerla sola; pero Yo te ayudaré a superar los momentos difíciles. Te daré todo el amor y la paciencia que necesitas. Te concederé toda la sabiduría y comprensión que te hacen falta. Seré tu media naranja, alguien en quien apoyarte. Te ayudaré a tomar las decisiones difíciles. Quiero formar parte de tu familia. En tu casa quiero ser el cabeza de familia. No tienes que sacar adelante a tus hijos sola. Estoy contigo para asistirte. Tomado del libro “De Jesús con Cariño – Para Ella”. © Aurora Productions. Usado con permiso. |
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