D.J. Adams (Adaptado)
La Navidad es un momento ideal para compartir, reunirse con viejos amigos, trabar nuevas amistades y redescubrir la importancia de la familia y la espiritualidad. Pero esta temporada de fiestas también puede resultar ajetreada y hasta desesperante si no nos organizamos bien el tiempo o nos dejamos dominar por el estrés. ¡Si lo sabré yo! Tengo una tienda de libros y juguetes que está concurridísima en noviembre y diciembre. Y por si eso fuera poco, mi familia espera que pase más tiempo con ella en esas fechas, y tengo que hacer compras, asistir a fiestas y mucho más. Cada año converso con muchas personas frenéticas en esta temporada. Por ello, puedo brindar unos consejos que -espero- ayuden a aprovechar al máximo esta fiesta tan hermosa sin que sea causa de agotamiento. No pierda la perspectiva. Tenga presente el sentido de la Navidad. Es la celebración del nacimiento de Jesucristo. Conceptos como paz en la Tierra y ser hombres de buena voluntad son universales y vale la pena divulgarlos. A veces cuesta recordarlo mientras se busca un hueco en el estacionamiento de un centro comercial atestado de gente. Pero vale la pena intentarlo. Prepárese con anticipación. ¿Por qué seremos tantos los que cada año caigamos de pronto en la cuenta de que Navidad está a las puertas y no tenemos nada preparado? Aunque se pueda dejar todo para última hora, ¡cuánto mejor y más fácil es escoger con anticipación los regalos y guardarlos! Hasta se pueden empezar en julio las manualidades destinadas a la Navidad. Así, en diciembre no tendrá mucho que hacer, y despertará la envidia de los que nos arrepentiremos de no haber sido más organizados! Sencillez ante todo. La sencillez es una virtud. Las celebraciones no tienen por qué ser complejas. Los regalos deben ser una manifestación de cariño, no un deseo de impresionar haciendo ostentación de una situación económica. Tampoco se agobie ofreciéndose a preparar dos millones de galletas para la fiesta navideña del colegio. Entréguese abnegadamente, por supuesto, pero no ofrezca lo que no se pueda permitir. Su familia, amigos, compañeros de trabajo y otras personas con las que se relaciona lo obligan a dedicarles tiempo; aprenda a administrarlo y establecer prioridades. Sea caritativo. La caridad empieza en casa, pero no termina ahí. Los regalos que más agrada hacer son con frecuencia los que se obsequian a extraños y personas a las que apenas si se conoce. ¿Hay niños en su barrio a los que no vayan a hacer muchos regalos esta Navidad? ¿Por qué no compra un juguete, juego o rompecabezas de más cuando haga las compras de Navidad, y da lo que le sobre a quien nada tiene? Tal vez su colegio o la empresa donde trabaja podría organizar algo así. En tal caso, si le es posible, ofrézcase a hacerlo. Brinda gran satisfacción, y ayudar al prójimo es además una de las formas más eficaces de prevenir el estrés. Reserve tiempo para la tranquilidad. Para algunos, esto podría significar asistir a un encuentro con otros creyentes. Para otros, destinar unos momentos cada día a reflexionar sobre la belleza de la Navidad. En todo caso, acuérdese de incluir en sus planes hacer pausas para orar, manifestar gratitud y llenarse el corazón de las cosas buenas que nos prodiga Dios. La Navidad es una época entrañable; ¡disfrútela!
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