Curtis Peter Van Gorder La generosidad de una madre es inmensa. Su vida entera es un obsequio de amor para su familia. Peregrinamos lejos de nuestros orígenes, y entonces algo nos tira del corazón y nos trae de vuelta a casa para redescubrir quiénes somos y de dónde venimos. Unos meses antes que mi madre pasara a mejor vida, me senté con ella y le planteé algunas preguntas sobre su vida. Si nunca has hecho algo así, te lo recomiendo. Seguramente aumentará el aprecio que ya le tienes a tu madre. Mamá me contó muchas cosas sobre su vida y sus sueños, tanto los que se habían cumplido como los que no. —¿Hay algo de lo que te arrepientes? —le pregunté—. Si pudieras volver a vivir, ¿en qué te concentrarías? Me respondió mostrándome algo que había escrito en su diario: «Si pudiera, buscaría más senderos campestres por los que caminar, haría más galletas, plantaría más bulbos en primavera, nadaría en el atardecer, caminaría bajo la lluvia, bailaría bajo las estrellas, recorrería la Gran Muralla, pasearía por playas arenosas, recogería conchas marinas y vidrios, navegaría por fi ordos de regiones septentrionales, cantaría baladas, leería más libros, borraría pensamientos sombríos, soñaría fantasías». —¿Hay algún mensaje que te gustaría transmitirles a tus hijos o a tus nietos? —fue la siguiente pregunta. Volvió a revisar su diario y volvió a encontrar la respuesta allí: «Disfrutar de la vida no es algo que puedas dejar para cuando hayas terminado de pagar el auto o conseguido una casa nueva, para cuando los hijos hayan crecido, para cuando puedas volver a la universidad, terminar esto o aquello o perder cinco kilos». Unas cuantas páginas más adelante encontró lo siguiente: «Reza por lo que deseas. A Dios le encanta contestar, pues la oración respondida afianza la fe y glorifica Su nombre». Y también este pasaje: «Disfruta de cada momento. Disfruta caminando y conversando con amigos, disfruta de las sonrisas de los niños pequeños. Goza de la deslumbrante luz de la mañana que envuelve la senda multicolor, de la vastedad de la Tierra que Dios creó, de las colinas, las aves y las flores, de las gotas de rocío que resplandecen como diamantes sobre un manzano silvestre, de todos los portentos que hizo Su mano». Articulo gentileza de la revista Conectate.
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