![]() Si bien criar a los hijos nunca ha sido fácil, desde el primer día todos los padres cuentan con algo estupendo a su favor: sus retoños los quieren y los admiran más que a nadie. Ese es un factor de mucho peso dentro del grandioso esquema divino, pues aunque tus hijos son un regalo del Cielo, son también una obra en curso. Es tu deber formarlos hasta que lleguen a ser adultos responsables y amorosos. Aunque el amor y el respeto que sienten por ti son innatos, no son estáticos. Aumentan o disminuyen día a día según cuál sea tu interacción con ellos. Por eso, no traiciones su confianza. Dales un ejemplo que puedan imitar con orgullo. Si quieres que sean extravertidos y que se interesen sinceramente por los demás, sé tú así. Si aspiras a que sean generosos, obra tú con generosidad. Si anhelas que sean sinceros, practica tú la sinceridad. Si te gustaría que fueran optimistas y dados a buscar soluciones, aborda tú positivamente los retos y avatares de la vida. Si quieres que tengan una actitud agradecida, da gracias a Dios y alábale por Su bondad a cada oportunidad. *** Uno debe tratar de dar buen ejemplo. No aparecer como un santo perfecto e inmaculado que el niño sienta que nunca podrá imitar, sino dar el ejemplo de un padre sincero y humilde que es a la vez un amigo que ama a los niños y en quien pueden confiar. Tenemos que dar ejemplo de lo que esperamos de nuestros niños. Los niños son muy buenos imitadores, y por lo general es así como aprenden, por imitación. Los niños casi nunca olvidan lo que ven. Se dejan llevar más por lo que ven que por lo que oyen, tienen más en cuenta lo que hacemos que lo que decimos. ¡Los niños aprenden más con lo que hacemos y con nuestras actitudes que con nuestras palabras! ¡Pensemos en cuál es la imagen que queremos proyectar a nuestros hijos, y actuemos de acuerdo a ella! Gentileza Aurora Producciones / TFI. Usado con permiso.
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