Koos Stenger Cuando nuestro hijo Peter tenía tres años, le diagnosticaron leucemia. De un momento a otro nuestra vida cambió radicalmente. No hay manual de instrucciones que te pueda preparar para lidiar con una enfermedad que pone en riesgo la vida de tu hijo. Si bien hallamos refugio en los brazos de Jesús —nuestro tierno Pastor—, igual tuvimos que hacer frente al miedo durante semanas que se convirtieron en meses. Finalmente vimos luz al final del túnel: los médicos dictaminaron que Peter se había sanado. Así y todo, la batalla no había terminado: años más tarde aquel monstruo volvió a asomar la cabeza, no una vez, sino dos. Cuando el cáncer reapareció estábamos en Sudáfrica, un país que no conocíamos, con un idioma, una cultura y un sistema de salud al que no estábamos habituados. En todo caso, los temores y el dolor eran los mismos, junto con la interminable espera a que hubiera la menor señal de mejoría. La mejoría se produjo, y una vez más pareció que se había curado… hasta tres años más tarde, cuando perplejos descubrimos que el cáncer había vuelto a atacar a nuestro hijo. Con apenas diez años, Peter se enfrentaba a su segunda recaída. Lloramos y sufrimos lo indecible. No lográbamos entender los motivos de Dios, pero percibíamos Su presencia siempre a nuestro lado. Me sentía muy identificado con el apóstol Pablo cuando escribió: «Por todos lados nos presionan las dificultades, pero no nos aplastan. Estamos perplejos pero no caemos en la desesperación. […] Nunca [somos] abandonados por Dios. Somos derribados, pero no destruidos». Una vez más nos aferramos a Dios con todas nuestras fuerzas. En el hospital el médico nos explicó que la mejor solución para lograr una curación permanente era un trasplante de médula ósea; pero ya nos habían hecho exámenes a todos los miembros de la familia y ninguno era compatible. —Examinémoslos de nuevo —propuso. A la semana siguiente el médico nos recibió con una sonrisa. —Su hijo menor es suficientemente compatible —señaló. No fue una victoria instantánea. Una vez más pasaron días, semanas y meses hasta que Peter estuvo fuera de peligro. Pero salió adelante y lleva diez años sin sufrir una recaída. ¿Cómo se sobrevive a una crisis? Aferrándose a la mano del Pastor, momento a momento, hora tras hora, día a día. Koos Stenger es escritor independiente. Vive en los Países Bajos. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso.
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