En determinadas situaciones y circunstancias es inevitable que los padres se sientan agobiados. El bebé llora, la niña de ocho años no quiere hacer sus deberes, la música del chico de catorce hace temblar la casa, el de dos añitos se hizo pis en los pantalones y los invitados a cenar van a llegar en cualquier momento. Uno se siente exigido al máximo.
Todos tenemos días así. Tu caso no es único. Y no es preciso que hagas frente a la situación a solas: Jesús está contigo. Ten fe. Él te entiende y quiere darte ánimo y soluciones. Si tienes oportunidad, procura conversar con alguien, tal vez con tu cónyuge o con una amiga; puede contribuir a serenarte y hacerte ver las cosas desde otra perspectiva. Hagas lo que hagas, no te dejes vencer por el sentimiento de fracaso. Eleva una plegaria y pide a Jesús que te conceda fuerzas y gracia en ese preciso momento, y Él lo hará. Ruégale que te ayude a ver a tus hijos como Él los ve, que te abra una ventana al futuro y te permita vislumbrar lo que llegarán a ser. Él te ayudará a enfocar la situación con optimismo y esperanza. Dado que los hijos son un reflejo de los padres, es muy fácil descorazonarse y sentir que uno ha fracasado cuando uno o varios de ellos flaquean en algún aspecto. Lo que no hay que olvidar es que ellos constituyen una obra en curso, igual que nosotros. Lo único que Dios espera de nosotros es que pongamos todo de nuestra parte, que les prodiguemos amor y que dejemos lo demás en Sus manos. Claro que eso no es pretexto para desesperarse y arrojar la toalla en cuanto las cosas se pongan difíciles, pasándole la pelota a Dios. Seguramente la solución que Él tiene requiere nuestra participación activa. Conviene preguntarle qué quiere que hagamos y llevar a la práctica lo que nos indique. De ahí no nos queda más que encomendarle lo que falte, dejar que Él se encargue de lo que está fuera de nuestro alcance. Una Familia Unida El mayor Descubrimiento que podemos hacer en la vida es que todos tenemos acceso a una estrecha relación con el Padre celestial a través de Su Hijo Jesús. Con esa conexión, todo lo demás queda a nuestro alcance. Entablar dicha relación no sólo es factible, sino increíblemente fácil: basta con hacer una breve oración: «Jesús, te necesito. Ven a mi corazón y hazte presente en mi vida. Perdóname mis pecados. Te pido que seas mi Salvador, mi eterno compañero, mi consejero, mi firme amparo. Amén». Para los que somos padres de familia solo hay una cosa más extraordinaria que establecer nosotros mismos esa íntima relación con Dios: saber que también está al alcance de nuestros hijos. «Para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos» (Hechos 2:39). Las familias cuyos integrantes tienen en común esa conexión con Dios, que la Biblia llama sencillamente amor (1 Juan 4:8), están más unidas, tienen menos conflictos graves, y en cambio más cariño y afecto. ¿A qué responde eso? A que tienen en común lo primordial: además de tener criterios muy claros con respecto al bien y al mal, disponen de la orientación y el apoyo que necesitan para tomar buenas resoluciones y cumplirlas. Cuando surgen conflictos o disgustos, basta con elevar una plegaria para obtener soluciones prácticas y auxilio del Cielo. Si deseas que tu familia se enriquezca espiritualmente, conéctate con Jesús. Así todos crecerán en amor y vivirán más unidos. Tomado del revista Conectate. Usado con permiso.
1 Comment
RODRIGO CEVALLOS ANDRADE
6/4/2015 02:37:01 pm
ayudame DIOS MIO me estoy destruyendo.
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