La sencillez del experimento llevado a cabo en el centro de cuidados diurnos y la crudeza de los resultados dejó a los padres atónitos. Cuando un curso de niños de entre dos y cinco años vieron en televisión el programa «Barney», el dinosaurio violeta de corazón tierno, cantaron con él, marcharon con él, se tomaron de la mano y rieron juntos. Al día siguiente, la misma clase vio un capítulo de los agresivos jóvenes «Power Rangers». Al cabo de apenas unos minutos ya estaban pegándose golpes de karate y dando patadas voladoras al aire y unos a otros. «Aunque el contenido de esos programas no es educativo, nuestros hijos aprenden de ellos, porque los niños siempre están aprendiendo», dice David Walsh, del National Institute on Media and the Family (Instituto Nacional para el estudio de los medios y la familia), que condujo el experimento. Según un estudio de la violencia en la televisión llevado a cabo a escala nacional —tanto en la televisión abierta como en los canales de cable— las escenas de violencia que se transmiten en los horarios de mayor teleaudiencia se han incrementado desde 1994. El estudio arrojó también el resultado que la forma en que se presenta la violencia en muchos casos —exaltada, aséptica y sin consecuencias negativas— supone un grave riesgo para los niños. «Esos patrones enseñan a los niños que la violencia es deseable, necesaria e indolora», dice Dale Kunkel, de la Universidad de California (Santa Bárbara) donde se condujo el estudio. ***** Los niños imitan lo que ven y escuchan, y por naturaleza tienden a copiar lo negativo. Los más pequeños, sobre todo, no siempre son capaces de distinguir entre el bien y el mal, y les resulta aún más difícil cuando se ensalza a los culpables de conductas réprobas haciéndolos parecer envidiables y buenos en otros sentidos. Los muestran bien parecidos, prósperos, simpáticos, más listos que las personas mayores y con plena libertad para hacer lo que les plazca. Los niños se encuentran en un proceso de formación de los valores sobre los cuales fundamentarán su conducta el resto de su vida. Es obligación de los padres orientarlos a través de ese proceso. Los cabezas de familia están faltando a su deber si dejan a sus hijos ver lo que quieran en la televisión sin ningún tipo de orientación ni explicación sobre lo que es y lo que no es socialmente aceptable. Eso vale también para los programas orientados a los niños, incluidos los que ostentan la etiqueta de didácticos. El solo hecho de que una película o serie de televisión esté catalogada de apta para niños no significa que sea buena para los tuyos. Corresponde a los padres tomar esa decisión. Ellos tienen también el deber de apartar a sus hijos de lo negativo, ya sea evitando exponerlos a esas influencias, o bien explicándoles por qué son perjudiciales y no conviene imitarlas. Los padres de familia debemos revisar detenidamente las influencias a las que están expuestos nuestros hijos y decidir si esos son los modelos de conducta que queremos para ellos. No olvidemos que el día de mañana ellos serán el producto de lo que vean, escuchen y emulen hoy. – D.B. Berg
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