Actualizado Mayo 2022
Haz clic en los siguientes enlaces para ver videos que proporcionarán a tus hijos amenas experiencias educativas: Chiquivideo: Chiquivideo es una serie de 5 videos infantiles. En dichos videos se presentan canciones originales que imparten enseñanzas de orden práctico y formativo. Los temas están interpretados por niños y jóvenes en un estilo dinámico y entretenido, a fin de que el pequeño público se identifique con las situaciones y disfrute de la experiencia. Estos videos han gozado de una excelente acogida por parte de padres y docentes. El Desván del Tío Iván: Colección de videos para entretener y educar a un público de más de 2 años de edad. Cada episodio, de media hora de duración, vibra con dinámicos temas musicales y alegres relatos que hacen ameno el aprendizaje. Con un estilo agradable y contenidos de fácil captación, preparan a los chiquitines para desenvolverse en la vida diaria. Se abordan temas como la higiene, la prevención de accidentes, el ingenio, el desarrollo social, la urbanidad, la consideración, las relaciones humanas y muchos otros.
Cuentos del Abuelito - Chiquisaurios: La popular colección Cuentos del abuelito cobra nueva vida al saltar de la página impresa a la pantalla. Mediante personajes atractivos con los que los niños se identifican fácilmente, estos cuentos resultan entretenidos a la vez que enseñan importantes valores.
Héroes de la Historia (Animated Hero Classics) se compone de historias inspiradoras y educativas de los heroicos hombres y mujeres, con el énfasis puesto en sus logros en la historia del mundo y las ciencias sociales. La serie ayuda a enseñar a los niños los rasgos positivos del carácter como el coraje, autocontrol, justicia, heroísmo y liderazgo.
2 Comments
Anna Perlini
Mi hijo Jonathan nació en una pequeña aldea de la India en una época en que mi marido y yo hacíamos voluntariado en ese país. Como muchos niños indios, se crio comiendo arroz, dal, chapatis y una increíble y colorida variedad de frutas tropicales que allí se expenden en cada esquina. Aunque todavía no había cumplido los cinco años cuando regresamos a Europa, le llevó un tiempo adaptarse al nuevo entorno y particularmente a las nuevas comidas. Al principio miraba con mucho recelo su plato de fideos y analizaba minuciosamente cada uno. Siempre había sido lento para comer, pero vaya si le tomó tiempo acostumbrarse a la cocina italiana. A la postre sus recuerdos de la India y la gastronomía hindú se desvanecieron. En aquella época la globalización no era como ahora, y los únicos productos disponibles en los supermercados italianos eran los típicos del país en cada estación. No obstante, un día, al pasar frente a una tienda de exquisiteces recién inaugurada, vi un mango. Era bastante caro; pero como Jonathan justo estaba por cumplir 11 años, pensé que sería estupendo que pudiera saborear una de las frutas que más le gustaban de pequeño. Lo compré, lo envolví e invité a mi hijo a dar un paseo. Nos sentamos en un banco y allí le entregué solemnemente mi regalo, mientras le comentaba que le traería recuerdos del pasado. Abrió despacito el paquete y, sosteniendo en las manos la vistosa fruta, la observó inexpresivamente por lo que pareció una eternidad. —Mamá, perdona, pero no lo recuerdo. Me sentí un poco desilusionada. —Deberías probarlo. Te aseguro que te encantaba cuando eras pequeño. Con la misma mirada recelosa con que había probado sus primeros platos italianos, le pegó un mordisquito. Luego otro, y otro. Aun así, seguía impávido. Entonces llegó al hueso, y de golpe se le iluminaron los ojos. —¡Ahora lo recuerdo, mamá! ¡De verdad! ¡Recuerdo que me gustaba chupar el hueso! Muchos recuerdos más inundaron la cabeza pensante de mi muchacho. Hablamos y hablamos rememorando otros sucesos del pasado. A raíz de ese incidente, recuerdo haber reflexionado sobre lo importante que es ser capaz de esperar un poco más cuando las cosas no parecen encajar o tener sentido. Para una madre como yo fue una confirmación más de que lo que sembremos en los primeros años de nuestros hijos nunca será olvidado. Puede que a veces parezca que sí, pero solo tienes que esperar ¡a que lleguen al hueso!
Courtesy of Activated magazine; used by permission. Photo by Free Images via Freepik.com
Comenten juntos cómo podemos ofender y herir a otras personas si al enojarnos decimos cosas desagradables y desconsideradas. Por eso la Biblia afirma que «La lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos. Así también una sola chispa, puede incendiar todo un bosque» (Santiago 3:5 NTV). Hablen sobre cómo hasta unas pocas palabras pueden alterar grandemente las emociones y cómo una palabra desconsiderada puede hacer llorar a alguien, al igual que una palabra amable y gentil puede alegrarnos el día. Vean el video Cálmate. En él encontrarán ideas sobre cómo reaccionar con una buena actitud en situaciones donde resulta fácil enojarse. Memoricen el versículo «La respuesta amable calma el enojo» (Proverbios 15:1 NTV). Ayuda a los niños a escribir este versículo en sus cuadernos o ponerlo en algún lugar de la casa donde lo puedan ver con frecuencia a lo largo del día. Lean «El amor se fija en lo bueno». Lleven a cabo la actividad que viene en la última página del artículo. Vean juntos Me llevo bien con mi hermano. Compartan ideas sobre cómo resolver los conflictos cotidianos que surgen con sus hijos. Sería bueno explicarles que cuando están enojados o enfadados no es el momento oportuno para hablar con el amigo o compañero con quien se disgustaron. Es mucho mejor esperar a estar calmado, o hablar con sus padres o profesores sobre cómo se sienten. Eso puede ayudar a arreglar las cosas. Lean «¿Cómo podemos amar a los demás?» Lleven a cabo la actividad que viene en la última página. Material adicional: Adaptado de My Wonder Studio.
Al pensar en mi infancia, me llegan incontables imágenes de amor, ánimo y recuerdos cariñosos de mi familia. Recuerdo las noches en que mi padre me leía por horas, mientras yo escuchaba sentada en su regazo. Sin duda, esas experiencias me inculcaron un amor por los libros que duraría toda la vida. Cuatro décadas después, escucho con claridad las palabras de mi madre: «Michelle, trata a todos con amabilidad», y en el mismo tono que empleaba cuando yo era niña. Los valores que mis padres me inculcaron —perseverancia, compasión, aceptación, creer en mí misma— son los mismos que actualmente rigen mi vida. Y son los mismos valores que trato de inculcar a mis hijos. No hace falta hacer un estudio para demostrar tu influencia: un momento en que veas que tu hijo imita tu comportamiento o repite tus palabras o copia tus valores, bastaría para confirmar que sí dejas huella. El sentido común nos dice que podemos influir de manera considerable en el rumbo que tome la vida de los hijos. Y hay una sencilla razón: las habilidades para desenvolverse exitosamente en la vida se aprenden, no se heredan; podemos marcar una gran diferencia porque podemos enseñar esas habilidades a nuestros hijos y alumnos. Afrontar los altibajos de la vida, llevarse bien con los demás, fijarse una meta y no rendirse hasta que se logre, saber cómo hallar soluciones y solucionar conflictos, comunicarse con firmeza y seguridad en sí mismo, y hacer todo con compasión y empatía son las habilidades que contribuyen a formar un carácter firme, una mente fuerte y un corazón que se preocupa por los demás; y todas son habilidades que se pueden enseñar. Aunque es posible que nuestro amor y afecto no haga forzosamente que nuestros hijos tengan más confianza en sí mismos ni que sean más amistosos, podemos fomentar las habilidades que mejoren las características de una vida exitosa. Independientemente del temperamento de tus hijos y su composición genética, puedes ampliar sus posibilidades al enseñarles cómo llevar una vida más exitosa y plena. - Michele Borba * Cómo vives —tu orden de prioridades, cómo pasas el tiempo, cómo gastas el dinero, cómo tratas a los demás y a tus posesiones— es el único y mejor indicador de lo que te importa y los valores que aprecias. Créeme, tus hijos interpretan tu vida con mucha mayor claridad que cuando oyen tus palabras. Si esas dos cosas están en armonía, es estupendo. Si no, es hora de volver a evaluar. A medida que tratas de impartir a tus hijos valores sanos, pregúntate:
* ¿Qué significa preparar a los hijos para la vida? Significa ponerse a pensar en cómo ayudarlos a avanzar por las etapas naturales de crecimiento y desarrollo, conscientes y enterados de lo que pasan sus compañeros, y prepararlos para cuando tengan que encarar situaciones parecidas. Significa enseñarles a ser valientes en las dificultades y a encarar situaciones nuevas de forma responsable y con confianza. Significa que en vez de protegerlos de las influencias negativas del mundo actual, les enseñen a discernir el bien y el mal y a comportarse con integridad, autodisciplina, convicción, amor, tolerancia y fortaleza de carácter. […] Inculcar valores morales a los hijos es un desafío que encaran todos los padres. Todo padre y madre conscientes tienen que formar a sus hijos para que se apoyen en valores, convicciones y creencias aunque estén en contacto con influencias que no se tolerarían en su casa pero son parte de la vida una vez que los niños empiezan a ir al colegio y tienen amigos de familias que no comparten la misma fe o el mismo código moral. Preparar a los hijos es esencialmente enseñarles a comportarse fuera de la seguridad de su casa o de su familia, a reaccionar con convicciones y arreglárselas cuando no estén con sus padres y tengan que afrontar la realidad del mundo. […] Los hijos en la actualidad enfrentan muchas influencias y las enfrentarán mucho más a lo largo de su vida. Unas serán positivas, otras negativas y muchas una de cal y otra de arena. Si adoptan la mentalidad de prepararlos para la vida, aceptarán que no pueden protegerlos de todo influjo negativo, pero sí orientarlos para que aprendan a tomar buenas decisiones cuando se vean expuestos a ello. - María Fontaine * «La Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebreos 4:12). Vive en nosotros, nos habla y nos llena la vida de luz y entendimiento. A medida que ingerimos el agua viviente de la Palabra de Dios, comienza a transformar nuestro corazón, mente y vida. Empezamos a ver las cosas desde la perspectiva de Dios, que en muchos casos difiere sustancialmente de nuestra forma de pensar. Descubrimos cosas de nosotros mismos y de los demás que no habríamos alcanzado a ver de ninguna otra manera. A nadie se le ocurriría decirle a un niño que se ha perdido en el bosque que busque por su cuenta el camino de regreso a casa. Nunca se nos pasaría por la cabeza no dar de comer a nuestros hijos, no vestirlos o no dejarlos salir a jugar, respirar aire puro y hacer ejercicio. Y tampoco debemos privarlos de las Palabras de vida, que imparten el poder, la luz y la vida de Dios. Jesús dijo: «Las Palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63) Con la Palabra de Dios los niños aprenden lo que está bien y lo que está mal y adquieren sólidos principios que los capacitan para hacer frente a las numerosas dificultades que se les presentarán en la vida. Y a medida que crezcan, sin duda tendrán que encarar muchas, porque la vida es un terreno de pruebas en el que aprendemos a tomar decisiones en consonancia con los preceptos del bien, en vez de escoger lo que es malo y perjudicial. Desde muy pequeños, los niños libran esta batalla espiritual y toman decisiones que pueden afectar en gran manera su vida y la de los que los rodean. Los padres podemos preparar a nuestros hijos para hacer frente a esas difíciles decisiones proporcionándoles una base de fe y un buen conocimiento de la Palabra de Dios. - Derek y Michelle Brookes Gentileza de Anchor. Foto de Rick Bolin via Flickr.
Un buen carácter consta de conocer el bien, desear el bien y hacer el bien; son hábitos de la mente, hábitos del corazón y hábitos de acción. Los tres son necesarios para llevar una vida moralmente aceptable; los tres constituyen una madurez moral. Cuando pensamos en el carácter que queremos que tengan nuestros hijos, es evidente que queremos que puedan determinar lo que está bien, que les interese profundamente lo que está bien y que luego hagan lo que crean que está bien, aunque enfrenten presiones y tengan tenciones. Thomas Lickona * Ya que nuestros hijos crecen y llegan a ser las personas que han elegido ser, que tienen la libertad de elegir su propio camino, no podemos estar seguros de que las enseñanzas morales que les impartimos tengan un impacto a largo plazo. Sin embargo, cuando desde edad temprana empezamos a inculcarles los valores que apreciamos mucho, y cuando lo hacemos por muchos años, nuestra posible influencia es, en efecto, muy grande. Aunque nuestros hijos no entiendan completamente lo que les decimos en el momento en que lo decimos, de todas maneras nuestras palabras pueden tener un valor duradero. Es posible que dentro de algunos años nuestros hijos las recuerden. Y cuando lo vean con el lente de una etapa de desarrollo más madura, nuestras palabras tal vez adquieran un significado nuevo y más profundo. Soy padre, y esa posibilidad me infunde esperanza y consuelo Así pues, habla con tus hijos acerca de tus creencias. Thomas Lickona * Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Proverbios 22:6 * Si pides cuentas a tu hijo durante un período de tiempo, adquirirá la costumbre. Ya no hará falta que se lo recuerdes, sino que actuará por costumbre, con naturalidad y sin pensarlo mucho. Quisiera que mis hijos adquirieran muchos hábitos, como hacer la cama al levantarse por la mañana, decir «por favor» y «gracias», y beber mucha agua durante el día. En realidad esas costumbres no tienen mucho impacto en su relación con el Señor, pero dejan huella. También quiero que lleguen a adquirir costumbres que agraden al Señor, como diezmar de buena gana, asistir a la iglesia con regularidad y orar a diario. Te exhorto a que examines a tus hijos. […] Encuentra hábitos que quieres que tus hijos tengan y cultiven toda la vida. No llegarán a tener un buen hábito si los regañas con insistencia para que lo adquieran, sino al animarlos constantemente. […] Si en la vida únicamente damos a nuestros hijos un amor por el Señor Jesucristo y firmeza de carácter, habremos tenido éxito en nuestra labor de padres. El carácter hará que consiga un empleo. El carácter hará que se levante en la mañana en los casos en que preferiría no hacerlo. Algún día, el carácter hará que se mantenga unido su matrimonio. Si los padres procuramos inculcar virtudes a nuestros hijos, en el futuro ellos podrán crear grandes cambios en nuestro país. Terri Camp * Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6–7 * Antes de que tuviéramos hijos, mi esposo y yo dábamos una clase junto con otro matrimonio en un centro de aprendizaje. Cada domingo, por dos horas y media, teníamos a nuestro cargo a unos 50 niños llenos de energía. Los pequeños tenían 6, 7 y 8 años, y estaban con nosotros mientras los padres asistían a un oficio religioso y a la hora de fraternidad. Al principio de cada semana, cenábamos con el otro matrimonio para planear las lecciones y las actividades complementarias. A veces esas sesiones duraban más de tres horas, pues teníamos que fijar metas y objetivos, preparar los programas de enseñanza y crear técnicas de evaluación. Después de haber sido madre, transcurrieron varios años antes de que me diera cuenta de que mi vida revelaba una dicotomía enorme. Cuando estaba a cargo de la formación de los hijos de otras personas, no escatimaba tiempo ni esfuerzo. Sin embargo, dedicaba muy poco tiempo a planificar o preparar la enseñanza y transformación de mis hijos. Sin darme cuenta, tenía la actitud de que si esperaba el tiempo suficiente, a la larga terminaría mi trabajo, ¡aunque fuera solo porque se había acabado el tiempo! […] Pensaba: «Es inevitable que lleguen a la edad adulta. Algún día madurarán y harán su contribución en la sociedad. Algún día habré terminado mi tarea». Sin embargo, al reflexionar en la situación, me di cuenta de que esa actitud de que «de algún modo, algún día…» no resulta bien en nuestra sociedad. […] Hay demasiados niños que andan sin rumbo fijo (o que están sentados, golpeando con los talones la corteza de los tocones, como hacían mis hijos) sin tener idea de a dónde se dirigen en la vida, porque madres como yo nunca les señalaron ninguna dirección. No podemos limitarnos a estar presentes, a la espera de que de algún modo, algún día, nuestros hijos sean exitosos. Debemos empezar a tomar más en serio la tarea de criar a nuestros hijos, darle máxima importancia. A fin de hacerlo, debemos dedicar tiempo a fijar metas para la educación del carácter de nuestros hijos. [Pregúntate:] * ¿Cuáles serían las cinco características que quiero que destaquen en la vida de mi hijo para cuando llegue el momento de que se marche de casa? * ¿Cómo voy a dirigir hoy a mi hijo hacia una de esas metas? Gwendolyn Mitchell Díaz * Toma [a tus hijos] de la mano y guíalos por el camino del Maestro. Efesios 6:4 * Disciplinar a los niños significa formarlos, enseñarles a llevar una vida disciplinada y, con el tiempo, a autodisciplinarse. Si la disciplina es algo que simplemente se aplica a los niños, la consecuencia de ello es que en cuanto quedan libres de la autoridad paterna se desbocan. Pero si los disciplinan en el sentido de que los instruyen y les enseñan a llevar una vida disciplinada, a la larga serán capaces de autodisciplinarse en la mayoría de los aspectos. María Fontaine Recopilación gentileza de Anchor. Foto (adaptado) de Wikimedia Commons.
Llevé de compras a mi hija Helen (de ocho años), y a mi hijo Brandon (de cinco) a la plaza comercial Cloverleaf, en Hattiesburg. Cuando nos acercábamos a la plaza, de pronto vimos un inmenso camión tipo tráiler —de esos de dieciocho ruedas— con un enorme letrero que decía «zoológico interactivo», estacionado en la entrada. De inmediato los niños, emocionados, empezaron a preguntarme: —Papá, papá, ¿podemos ir? ¡Por favor! ¡Déjanos ir! —Claro —les respondí. Y enseguida les di unas monedas y seguí camino hacia la tienda departamental. Salieron disparados, cosa que me dio el tiempo justo que necesitaba para ponerme a buscar una caladora —una sierra especial para contornos— que quería comprar. Los zoológicos interactivos se montan colocando una cerca portátil en un centro comercial para cerrar un espacio y echando unos quince centímetros de aserrín donde ponen varios animalitos de todo tipo. Pagando unas monedas, a los niños les dan acceso al área cercada donde pueden acariciar, felices, a las criaturitas mientras sus padres se dedican a hacer compras. Unos minutos más tarde, me volví y vi que Helen caminaba detrás de mí. Me sorprendió que hubiese preferido venir a la ferretería conmigo en vez de ir a ver los animales del zoológico interactivo. Además, pensaba que los niños tenían que esperar a que sus padres pasaran a recogerlos para poder salir. Me incliné a preguntarle qué había pasado. Me miró con sus enormes ojos marrones y me dijo con tristeza: —Lo que pasa, papi, es que cuesta cincuenta centavos. Y como nos diste veinticinco a cada uno, yo le regalé mi parte a Brandon para que le alcanzara para entrar—. Tras lo cual dijo la frase más hermosa que haya escuchado jamás. Repitió el lema de nuestra familia: «¡El amor es acción!» Le había dado su parte a Brandon, cuando no hay ser humano en esta tierra que tenga la fascinación por los animalitos que tiene Helen. Nos había visto a mí y a mi esposa practicar y decir «el amor es acción» por años en casa. Lo había escuchado y ahora lo había incorporado a su joven vida. Se había vuelto parte de ella. ¿Qué creen que hice? Pues bien, seguramente no lo que imaginan. Primero, nos dirigimos hacia el zoológico, ya que Brandon se había quedado solo. Nos situamos junto a la cerca y miramos cómo Brandon acariciaba a los animales, fascinado. Con las manos y la barbilla apoyadas sobre la cerca, Helen se quedó mirando a Brandon. Mientras tanto, los cincuenta centavos que yo tenía en el bolsillo por poco me quemaban, pero en ningún momento se los ofrecí a Helen, ni ella me los pidió. Porque ella sabía bien que el lema familiar no rezaba en realidad «el amor es acción», sino «el amor es una acción que conlleva SACRIFICIO». Al amar siempre se paga un precio. Amar cuesta. Amar sale caro. Cuando uno ama, los beneficios se acumulan en cuenta ajena. El amor es para el otro, no para uno mismo. El amor da, no toma. Helen le dio su moneda a Brandon y quiso llevar las cosas hasta el extremo, hasta haber aprendido la lección. Quiso experimentar ese lema familiar. El amor es una acción que conlleva sacrificio. - Dave Simmons, «Papá, el coach de la familia». Gentileza de Anchor. Usado con permiso. Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. -Proverbios 22:6 Un día no muy distante tus hijos ya serán mayores y se marcharán. Entonces agradecerás haberles dado lo que necesitaban de pequeños. No habrá sido fácil. Te habrá costado muchos sacrificios, pero vale la pena. Joy, misionera y madre de una familia numerosa, lo expresa de la siguiente manera: Actualmente veo la maternidad desde otra perspectiva. Ya pasé la etapa inicial de cambiar pañales y dar de mamar a media noche, de sentar a los niños en la bacinilla y curar innumerables raspones en las rodillas. Ahora soy abuela además de madre. Mis hijos menores todavía viven conmigo, pero los mayores ya se han casado y han empezado a darme nietos. A los matrimonios jóvenes que inician la ascensión de lo que parece una montaña insuperable, quisiera decirles simplemente que vale la pena. Cuando observo a mis hijos que ya son adultos me invade una sensación muy grata, al constatar cómo ha obrado el Señor en su vida. Siento paz y renovado entusiasmo para cuidar de los pequeños que todavía están conmigo… Por eso, la próxima vez que te encuentres a media noche velando a un niño enfermo, sonriendo pese a las ganas de llorar, cantando para no perder la paciencia, limpiando naricitas mientras sueñas con el día en que harás grandes obras para Dios, no olvides que ya las estás haciendo. No lamentaremos una sola oración, una sola canción, una sola palabra de amor. Cada gesto de amor tiene un efecto perdurable en ellos. Al cabo de años de haberlo hecho todo por fe, gozaremos de la bendición de verlos convertidos en hombres y mujeres hechos y derechos. - Derek y Michelle Brookes[1] Si bien es cierto que el amor es un ingrediente esencial en la vida humana, el deber de los padres va mucho más allá. El amor sin instrucción no va a producir niños disciplinados, con dominio de sí mismos y respeto por sus semejantes. El afecto y la calidez son el fundamento de la salud mental y física, pero no sustituto de la buena formación y orientación. La mayor debacle social de este siglo es la creencia de que el amor, prodigado en abundancia, torna innecesaria la disciplina. Los niños respetuosos y conscientes de sus obligaciones provienen de hogares donde hay una buena combinación de amor y disciplina. El amor y la disciplina no se contraponen; la segunda es una función del primero. Los padres deben estar convencidos de que el castigo no es algo que se inflige al niño, sino que lo corregimos para ayudarlo. La actitud del progenitor ante el chico desobediente debe ser: «Te quiero demasiado para permitir que te comportes de esa manera». James Dobson[2] En el Salmo 127, el rey Salomón describe a los hijos como saetas en manos del valiente… Vaya —reflexioné—, debo considerar a mis hijos… ¡como saetas! Se supone que tengan dirección y un propósito, y lleven consigo el potencial de marcar una diferencia y causar un impacto. En cierto modo, yo llevaba a los míos en mi aljaba, esperando que un día crecieran y hallaran su propia aljaba… muy pronto se volvió patente que los objetivos que debía inculcarles eran para cultivar su personalidad, no para empujarles a cierta carrera en particular. No deseo encasillar a mis hijos menores en pequeños moldes que he creado. Hay demasiados padres que crean moldes y tratan de forzar a sus hijos a encajar en ellos. Pero eso solo hiere sus corazoncitos al igual que un par de zapatos inadecuados les harían daño en los pies. Los niños que han sido reprimidos terminan con ampollas emocionales que les dificultan el caminar e incluso el pararse por sí mismos. Decidí atesorar principios, fibra moral e integridad más que calificaciones o notas, triunfos deportivos y pulcros dormitorios. Para no establecer metas demasiado restrictivas, me hice la siguiente pregunta: ¿Mi hijo puede llegar a ser un juez o en humorista; un famoso cirujano o un basurero responsable; un analista de inversiones o un experto jardinero, y aún así alcanzar las metas que le he propuesto? Si mi respuesta es afirmativa, mis objetivos probablemente sean ecuánimes y mi molde más amplio. Decidí cumplir mi meta elaborando una lista de tres a cinco cualidades que deseaba que caracterizaran la vida de cada uno de mis hijos cuando abandonaran el nido. ¡Sabía que no podría manejar más que eso! Incluí en la lista diversos rasgos como honestidad, generosidad, compromiso con su familia, satisfacción y ser independientes. Esto puede variar acorde con la personalidad de cada niño y cambiar con el tiempo, dependiendo en ocasiones de mi madurez como madre… Completar este ejercicio me brindó una guía y un propósito definitivo en mi labor de maternidad. He hallado diversas metas que perseguir. Si notaba en la vida de uno de mis hijos algún rasgo negativo que había decidió no tolerar, sabía que era tiempo de intervenir. - Gwendolyn Mitchell Diaz[3] Si consideras a tus hijos nimios e insignificantes, hablarás con ellos de cosas nimias e insignificantes. Tu comunicación con ellos será trivial y superficial. Y esa dimensión comunicativa se reflejará en su madurez. Dejarás detrás tuyo una generación de enanos atrofiados. Por otro lado, si ves a tus hijos como futuros padres, futuros dirigentes, futuros hombres y mujeres de Dios, y te aseguras de que a diario avanzan en dirección hacia ese papel tan importante, harás todo lo posible por moldear sus vidas hacia el ambicioso objetivo de convertirse en padres, dirigentes, y hombres y mujeres de Dios. - V. Gilbert Beers[4] Amarás, pues, al Señor tu Dios, y guardarás Sus ordenanzas, Sus estatutos, Sus decretos y Sus mandamientos, todos los días… Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes. Deuteronomio 11:1, 19 Recompilación gentileza de www.anchor.tfionline.com. Foto de Wikimedia Commons.
[1] ¿De dónde sacar fuerzas? (Aurora Production AG, 2004). [2] Atrévete a disciplinar (Tyndale House Publishers, 1975). [3] Mighty Mom’s Secrets for Raising Super Kids (RiverOak Publishing, 2001). [4] Parents: Talk with Your Children (Harvest House Publishers, 1988). Es un hecho esencial que crías bien a un hijo requiere tiempo y atención. Mientras tener hijos puede ser “hacer lo que te salga natural” ser un buen padre es mucho más complicado. Aquí hay 10 consejos para criar a un hijo con buen carácter.
Gentileza de http://es.wikihow.com/criar-a-un-ni%C3%B1o. Foto de lorenkerns via Flickr.
[Nos] preguntamos: ¿Cuáles son nuestros valores como familia? ¿En qué creemos, en realidad? ¿Qué es lo que consideramos verdaderamente importante para nosotros? Coincidimos en cuatro palabras: gratitud, generosidad, humildad y valor. Decidimos que queríamos que esos cuatro valores nos definieran como familia, y para Parker (mi hijo mayor) y yo, el tipo de hombres que somos. Así es que siempre estoy consciente de cómo cultivar la gratitud. ¿Qué hago para dar ejemplo de generosidad? ¿Qué debo hacer para cultivar la humildad, vivir en un aprendizaje continuo y siempre anhelar más de Dios? ¿Y cómo hacer para vivir con valor? Uno no puede obedecer a Dios si no tiene valor. Fue por eso que Dios le dijo a Josué: «Sé fuerte y valiente», porque si quieres poner a prueba y vivir conforme a las promesas de Dios, te hará falta mucho valor. Esas cuatro palabras son palabras que empiezan a definirnos como familia. Son cosas que quiero destacarle a mis hijos. Mark Batterson * A los que aún no lo hayan hecho, les recomendamos que determinen cuáles son los valores que personalmente o como familia consideran más importantes, que definan los ideales que guían sus decisiones personales, expresan la vida cristiana y la integridad que quieren manifestar, y que consideren que les ayudarán a llevar una vida plena y llena de sentido. Hay muchas maneras de expresar la escala de valores propia. Algunas personas prefieren elaborar una lista de puntos breves y concisos. Otras redactan su declaración personal de intenciones. Algunas expresan lo que sienten que los define como persona, los aspectos de su vida y las metas que más relevantes les resultan. Todas las personas —incluso las que hasta ahora no han reflexionado conscientemente acerca de estas cosas— tienen valores o principios que influyen de manera fundamental en sus decisiones y procesos mentales, aunque solo sea de manera subconsciente, y que hasta cierto punto hacen que sean como son; es lo que guía su moralidad. Si lo piensan y oran un poco al respecto, es probable que reconozcan ciertos patrones en sus actos y sus pensamientos, factores que siempre toman en cuenta a la hora de tomar decisiones o en los que las basan. Eso puede ayudarlos a definir qué valores consideran prioritarios. A lo mejor también terminan por darse cuenta de que hay algunas cuestiones a las que no han dado suficiente prioridad, o factores que deberían tener más en cuenta, y hacen los ajustes necesarios. Si nunca han hecho algo así, es posible que la primera lista que preparen sea simplemente un borrador, porque luego con el tiempo tal vez la vayan completando y adaptando. Si seguimos la lógica de que los valores que se presentan en Mateo 22:37-40 son el núcleo de todo lo que decimos, hacemos y creemos, aquello en lo que basamos nuestras elecciones y decisiones… entonces todos los valores que se desprendan de esos dos mandamientos armonizarán entre sí. Peter Amsterdam * Jesús le dijo: «”Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.» Mateo 22:37–40 * Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:6–7 Articulo gentileza de http://anchor.tfionline.com/es/post/valores-lecciones-de-vida-y-verdades/. Foto de Christine [cbszeto] via Flickr.
Josie Clark Era Nochebuena, y andaba correteando con mi hija de diez años por las calles de Morelia, en México. Habíamos salido a hacer unas compras de último momento. En los semáforos se agolpaban los mendigos. -¡Mira esa señora! -me dijo Caty, llamándome la atención sobre una anciana que estaba pasando frío y había dejado momentáneamente de mendigar para frotarse los pies descalzos. -Es una abuela -pensé en voz alta- y en vez de estar en casa con su familia, está aquí descalza bregando por reunir un poco de dinero para una cena de Navidad. Entonces se me ocurrió una idea. -Caty, vamos a casa a buscarle un poco de comida. Me imaginé que no estaría mucho tiempo más en el semáforo, pues ya oscurecía. Nos apresuramos por llegar a casa, buscamos un par de bolsas que aguantaran bastante peso y comenzamos a llenarlas de provisiones que sacamos de la alacena y la nevera. Arroz, frijoles, jalapeños secos, un frasco de salsa mexicana, tortillas de maíz, pollo cocinado. Teníamos tanta abundancia que no costó mucho llenar las bolsas. Una barra de pan, mermelada, tocino. Cerré las bolsas haciendo unos lazos con unas cintas y partimos hacia el sitio donde estaba la señora. Al principio pensamos que nos habíamos demorado demasiado y que se había ido; pero después la vimos caminando penosamente por la calle envuelta en su chal, quizá rumbo a su casa. -Hola -le dijo Caty-. La vimos en el semáforo y le trajimos algo para la cena. ¡Ojalá que usted y su familia puedan sentir el amor de Dios esta Navidad! La mujer nos miró, y le rodaron lágrimas por las mejillas. Tomó a Caty de las manos y se las besó. -Gracias, gracias. Que Dios te bendiga. Eres hermosa. Eres un ángel de Navidad. Tomó las bolsas y siguió caminando. Nuestra Nochebuena fue animada y alegre, como de costumbre. Por la mañana Caty abrió sus regalos. Cuando le pregunté si estaba pasando una linda Navidad, me respondió: -¿Sabes, mamá? El mejor regalo de esta Navidad fue ver tan feliz a la señora de anoche y que me besara las manos. Creo que lo mejor de la Navidad es lo que damos a los demás. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso.
|
Categories
All
LinksCuentos bilingües para niños Archives
March 2024
|