Cierto día, un niño de seis años regresó a casa con una nota de su profesora en que aconsejaba que se retirara al niño de la escuela, pues era "demasiado torpe como para poder aprender algo". El pequeño se llamaba Tomás Alva Edison. *** Si tu muchacho parece incapaz de aprender nada, no desesperes. Tal vez su talento tarde en aflorar. Se ha sabido recientemente que el Dr. Wernher von Braun, el famoso experto en misiles y satélites, en su época de estudiante fue aplazado en matemáticas y física. *** Había un muchacho que tardó tanto tiempo para aprender a hablar que sus padres lo consideraban subnormal y sus educadores lo llamaban "inadaptado". Sus compañeros evitaban su compañía y rara vez lo invitaban a las fiestas. Fracasó en su primer examen de ingreso a la universidad en Suiza. Al año siguiente volvió a hacer el intento. Con el tiempo alcanzó notoriedad como científico. Se llamaba Alberto Einstein. *** Había un jovencito inglés al que sus compañeros llamaban "planta de zanahoria" y a quien algunos de sus profesores auguraban muy poco éxito. En su clase figuró entre los tres últimos, y sus calificaciones fueron 95% en Inglés, 85% en Historia, 50% en Matemáticas y 30% en Latín. El informe que en esa época presentó su profesor decía: "Este joven no demuestra amor al estudio y ha repetido de grado dos veces. Es de carácter obstinado y a veces rebelde. No parece entender bien la importancia de las tareas escolares, y las realiza de manera mecánica. Se le ve más bien inclinado a aprender lo malo. No se esfuerza en progresar." Años después el muchacho sentó cabeza, se puso a estudiar con seriedad y el mundo empezó a oír hablar de Winston Churchill. Compilation courtesy of TFI. Photo by Sasvasta Chatterjee via Flickr.
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Procura mirarlos a los ojos. Transmíteles amor con los ojos. No les eches miradas acusadoras u ofendidas, como si quisieras demostrar su culpabilidad o su error. Más bien bríndales cariño, comprensión y aliento con la mirada. Hazles entender con tu tono de voz que los quieres mucho y los comprendes. Lo importante no es cuánto te comuniques con ellos; sólo que te comuniques. Procura entablar contacto con ellos cada día, con una mirada, una palmada o una palabra de ánimo que te sirva de punto de partida. ¡Eso dará lugar a más! Proporciónales la ayuda y el apoyo que necesiten. A esa edad, se sienten muy inseguros, como zarandeados en un mar embravecido. ¡Sé el faro que buscan! Pueden contar contigo Al orientarlos y corregirlos, habrá veces en que tendrás que fijarles límites y ponerte firme con ellos; pero a medida que se hagan mayores, tu influencia en ellos será menos directa. Pasarás de ser padre a ser amigo; pero no uno de esos amigos con los que todo vale, sino uno que sea franco con ellos porque los ama; un amigo con el que puedan contar, que más que juzgarlos, los ayude; un amigo en el que encuentren apoyo, no una persona a la que eviten o a quien le oculten lo que hacen. Que sepan que pueden contar contigo. Si tienes cuidado con todos esos detalles que, a su modo de ver, cuadran con la clase de persona que ellos consideran que debes ser, fomentarás su confianza en ti. En caso de que cometas el error de perder los estribos, de irte a un extremo, de asustarlos o hacer que se encierren en su mundo, tendrás que pedirles perdón. Explícales que quieres cambiar. Si eres humilde y reconoces que tú también tienes tus debilidades y necesitas ayuda en muchos sentidos, ellos se sentirán animados, aunque no lo exterioricen, pues verán que eres sincero y que les confías una parte sensible de tu vida. Está claro que necesitan y quieren que los ayudes; pero tiene que ser según ciertas condiciones, a saber, cuando ellos lo pidan y de la forma que quieran. Naturalmente, si se han metido en un lío o andan muy mal encaminados, y te das cuenta de ello, tienes que intervenir. Dirígete a ellos y explícales la situación tal cual la ves. Otras formas de comunicarse Si no responden a tus esfuerzos para establecer comunicación, puede deberse a que no se atreven a hablarte a la cara, quizá porque no eres muy capaz de controlar tu ira o tus emociones y por ende temen tu reacción. En tal caso, anímalos a escribirte una nota, o a grabar en un dictáfono lo que te quieran decir y entregarte luego el casete para que lo escuches. De esa forma, podrán explayarse sin verse afectados por tu reacción inicial. Tú tendrás tiempo para reflexionar, ellos también y, una vez que los ánimos estén más calmados puedes conversar con ellos o bien contestarles por escrito si prefieres. Orienta sin entrometerte Los jóvenes se sienten inseguros con respecto a muchas cosas, y por eso a veces protegen celosamente el cercado de su vida para evitar intromisiones. No saben a ciencia cierta cuáles son las malas hierbas y cuáles las plantas buenas; pero sí están seguros de que no quieren que irrumpas en su vida y te pongas a arrancar lo que para ti son malezas. Quieren tomar esas decisiones por sí mismos. Aunque les guste que los guíes, por lo general no les agrada que te inmiscuyas constantemente en sus asuntos. Amor a pesar del silencio No dejes que el silencio te disuada. Sigue poniendo todo tu empeño en hablar y comunicarte con ellos. Dales muestras de afecto, como un abrazo, un beso o una palmada. Que sepan que pueden contar contigo, que te preocupas por ellos, que no hay nada que temer, que los escuchas, que estás atento a ellos. Todo eso contribuirá a que se sientan más seguros, aunque no lo admitan abiertamente ni lo demuestren con su reacción. A veces no quieren manifestar mucha debilidad delante de ti por miedo a que te pongas muy paternal y los trates como si fueran niños. Aprecia los momentos que pases con ellos Ten presente que tus hijos están haciéndose mayores y que es posible que no tarden en independizarse, por lo que los momentos que pases con ellos tienen mucho valor y deberían ser experiencias positivas y memorables que les dejen a todos un grato recuerdo. No te acalores por insignificancias. No vale la pena. Aunque te parezca importante discutir por algo, ¡no lo hagas! Primero que nada, manifiesta amor, aun en medio del conflicto. El amor nunca falla. Quizá tú estás muy enojado, pero lo más probable es que ellos también estén preocupados y confundidos. Las discusiones son infructuosas. Las expectativas se frustran. Las órdenes no dan resultado. En cambio, el amor es infalible. Intenta sobreponerte al enojo. Evita ser poco flexible. Que tus hijos no esperen de ti una mala reacción, sino al contrario, que sepan que vas a manifestarles amor. Si tienen la seguridad de que los amas, partiendo de esa base se puede solucionar lo que ande mal. Mantente abierto al diálogo y dales oportunidades de hablar contigo. ¡Hazte a un lado! ¡Déjalos respirar! Sorprende a tus hijos efectuando cambios en tu vida, en tu actitud y en tu visión de las cosas. Sorpréndelos con muchas novedades interesantes. Los jóvenes quieren sentirse orgullosos de sus padres. Les gusta que sean buena onda; pero más que nada lo que quieren es que sean personas cálidas que los apoyen y comprendan, que oren por ellos, que estén bien cerquita, a su lado, no como una manta sofocante, sino como un paraguas protector. Si eres de esos padres a los que les gusta llevar las riendas, que le arrebatan el lápiz al hijo para mostrarle cómo se hace la operación, tendrás que aprender a superar ese impulso de organizar su vida. ¡Hazte a un lado! Déjalos respirar. Ya saben lo que piensas. A estas alturas ya se lo has dicho suficientes veces. Levantar la voz, gritar, obligarlos, ponerte brusco, criticón o negativo, o dar a entender con lo que dices que esperas lo peor, es lo más desaconsejable que puedes hacer y lo que dará peores resultados. Lo más probable será que dejen de escucharte. Su vida es sagrada. No te pertenece; es de ellos. Llega un momento en que tienes que hacerte a un lado y pasarles el timón. Déjales los mandos. Que gobiernen el vehículo de su vida. Eso sí, quédate a su lado para ayudarlos y animarlos mientras aprenden. No te apresures a arrebatarles los mandos. Ya es tarde para eso. Están haciéndose mayores y van a aventurarse por su cuenta, con o sin tu beneplácito. Es difícil dejar de ser el jefe, pero tienes que hacerlo. Claro que tampoco te vayas al otro extremo y te vuelvas tan pasivo e indiferente que piensen que no te importa lo que hagan. Asume la función de amigo, de hincha, de animador, de fan, de admirador que tiene fe en ellos y los ama incondicionalmente aun cuando defrauden sus propias expectativas, o las tuyas. Espera lo mejor Lamentablemente, los jóvenes suelen cumplir las expectativas pesimistas de sus padres. Es preferible que tengas una actitud optimista y disimules tu decepción. Si esperas lo mejor de ellos, los impulsas a obrar bien; y cuando se porten mal les remorderá la conciencia, porque no quieren decepcionarte ni hacerte perder la confianza en ellos. En cambio, si perciben tu suspicacia, si se percatan de tus suposiciones y acusaciones, es posible que obren conforme a ellas. (En otras palabras, es fácil que uno obre mal cuando eso es lo que se espera de él; en cambio, a uno le cuesta menos obrar bien si los demás creen en él y dan por sentado que se portará bien.) Considera los errores como peldaños hacia el éxito Todo el mundo mete la pata. Los padres no pueden esperar que, siendo ellos pecadores, sus retoños sean unos santos. Que tus hijos vean que tú también eres humano y aprendes a fuerza de errores. Los jóvenes se desaniman porque cometen muchas equivocaciones; no se lo eches en cara. Procura hacerles ver lo beneficioso de aprender cosas tan importantes en la juventud. Fíjate en el provecho que se puede sacar de cada situación, y hazles ver que no hay mal que por bien no venga. Si le buscas a todo su lado bueno, incluso a tus hijos, ellos verán mucho de bueno en ti. Deja que lleven el timón mientras tú los animas Trata de ayudar y animar a tus hijos en sus puntos fuertes, pero no les pongas mucha presión. Quizá te gustaría que adquieran preparación o formación en cierto campo, que estudiaran algo que tú no pudiste estudiar. No obstante, llega un punto en que tienes que dejar de lado tus ideas personales y fijarte en lo que ellos quieren y son capaces de hacer. Insistiendo puedes darles la impresión de que haces caso omiso de sus preferencias y derechos. Aunque lo que tengas pensado para ellos sea lo mejor, aquello para lo que están más dotados, a ellos les gusta decidir por sí mismos qué talentos cultivar, ya que eso les brinda satisfacción y forma parte de su desarrollo. Es difícil hacerles cambiar sin cambiar tú mismo. Quizá te parezca que no hay forma de atravesar sus barreras. Por ser hijos tuyos, conocen muy bien cómo ejerces tu rol de progenitor, y han adoptado una actitud defensiva. Pero si te diriges a ellos como un amigo, no se mostrarán tan cerrados. Si los abordas como alguien que los ama y se interesa por ellos, que los valora como personas, eso es precisamente lo que quieren. Aprecian mucho que se les manifieste respeto, reconocimiento, apoyo y comprensión, que son los componentes básicos para que se sientan seguros mientras se hacen adultos. Extraído de "Urgente Tengo un adolescente" por Derek y Michelle Brookes. © Aurora Productions. Foto gentileza de la revista Conéctate.
Dina Ellens Cuando era joven no le daba tanta importancia; pero ahora, en retrospectiva, me doy cuenta de la influencia que tuvo en mí la fe de mi padre. Todavía recuerdo con ternura estar de pie en la iglesia junto a él y la impresión que me causaba cuando, con su metro ochenta de estatura, se ponía a cantar himnos de todo corazón. Soy de familia holandesa, y las canciones favoritas de mi padre eran en su holandés natal. Cuando me independicé y me fui a probar suerte por mi cuenta, siempre me venía a la memoria una canción en particular, sobre todo cuando estaba afligida o preocupada por algo. Una traducción aproximada de la letra sería: Avanza un pequeño barco resguardado por Jesús. Lleva la insignia flameante de la cruz y va rescatando náufragos. Aunque el mar esté bravo y confuso y nos asuste la tormenta, el Hijo de Dios está en cubierta. Con Él navegamos seguros. Al oír esta canción evoco una aventura de mi infancia: Corría el año 1953, y mis padres habían decidido emigrar de Holanda a los Estados Unidos. Atravesamos el Atlántico en un viejo carguero convertido en barco de pasajeros. A mis dos hermanos y a mí nos fascinaba estar a bordo de un buque, y nos pasábamos los días explorándolo. Enseguida nos hicimos amigos de toda la tripulación. Yo apenas tenía cuatro años, pero recuerdo el olorcillo característico del barco, mezcla de aceite y alquitrán con brisa marina, y revivo la emoción y la sensación de aventura que me embargaron el día en que abordamos el carguero en Rotterdam. No teníamos ni idea de la verdadera aventura que nos esperaba. Al cabo de varios días la nave se vio envuelta en una tempestad en el Mar de los Sargazos, en medio del funesto Triángulo de las Bermudas. Las turbulentas aguas revolvieron la abundante capa de algas que da nombre a la zona, haciendo que se enredaran en las hélices del buque. De pronto, la nave se ladeó, arrojando al suelo a los pasajeros, y los muebles se volcaron. A Dios gracias, nadie de mi familia resultó lesionado; pero las hélices quedaron inservibles, y el buque a la deriva en medio de una tormenta oceánica. Mi padre nos llevó a mis hermanos y a mí al camarote y nos arropó en las literas. Ahora comprendo mejor los pensamientos que debieron de pasar por su cabeza al ver a su incipiente familia atrapada en aquellas aguas traicioneras que a tantos barcos y a tantos marineros se han tragado. En lugar de sucumbir al temor, mi padre rezó con nosotros y entonó aquel himno. Pese a que el mar embravecido zarandeaba el barco, que era de noche y que estábamos a merced de los vientos, nunca tuve miedo. A la mañana siguiente las aguas se calmaron, y la tripulación logró establecer contacto por radio con el puerto más cercano. Poco después divisamos con júbilo un remolcador negro, macizo, que venía en dirección a nosotros. Arrastró nuestro malogrado carguero hasta el puerto de Newport News (Virginia), donde permaneció dos semanas en un dique seco mientras le practicaban reparaciones. En mi mente de niña de cuatro años quedaron grabados algunos instantes de aquella peripecia, como por ejemplo la sacudida repentina del buque que me hizo perder el equilibrio, caer rodando y quedar bajo unos muebles, y muy particularmente la sensación de seguridad que me transmitió mi padre cuando rezó y cantó en un tono tranquilizador. Mi papá nos inculcó fe con su ejemplo de confianza en Dios por muy negras que fueran las circunstancias. Siempre que me he sentido abrumada y acorralada por las dificultades, como si fueran las olas de un tempestuoso mar, he entonado esa cancioncilla. Me anima y me recuerda la fe de mi padre en lo más azaroso de la tormenta. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso.
¿Qué es el amor incondicional? Es, simplemente, lo que implica la frase: amar a una persona sin condiciones, por lo que es esa persona y no por lo que hace. Zig Ziglar * Los niños excepcionales son justamente eso: excepciones. ¡La gran mayoría de nuestros hijos no son particularmente brillantes, increíblemente sagaces, super coordinados, increíblemente talentosos ni universalmente populares! Son chicos comunes y corrientes con una enorme necesidad de que se los ame y acepte tal como son. James Dobson * Verse a sí mismo o a su hijo desde una perspectiva analítica o negativa y desear que su hijo sea así o asá puede robar la felicidad, motivación, paz interior y satisfacción, y no hablemos ya del efecto que tendrá en el hijo. Los niños recuerdan con mucha claridad, y los afectan de forma muy directa las actitudes de los padres, la manera en que estos los perciben y lo que piensan de ellos.Por eso, si constantemente se expresa fe con las palabras y se dicen cosas positivas del hijo, tanto ante él como ante los demás, y si se piensan cosas positivas de él, el efecto será bueno y positivo porque le infundirá fe y probablemente se ajustará más al concepto que se tiene de él y lo que se espera de él. En cambio, si se piensa o habla mal de él, ya sea de forma directa o indirecta, podría hacerle tener un concepto negativo de sí mismo, no podrá ser feliz, se socavará su autoestima, se dificultará su desempeño y afectará la forma en que se vea a sí mismo. La fe engendra fe; las actitudes positivas fomentan más actitudes positivas tanto en uno mismo como en quienes lo rodean. Para que se manifiesten las mejores cualidades de una persona suele ser necesario demostrar fe en ella. Jesús, hablando en profecía * Lo esencial de la aprobación estriba en que uno ame a sus hijos aun cuando se rebelen o estén de mal humor. Deben tener muy en claro que su valor como personas no depende de su atractivo físico, su inteligencia ni su comportamiento, sino del simple hecho de que son criaturas de Dios. Dan Benson * Para establecer una relación de amor y respeto, es preciso recordar que sus hijos reaccionarán según como se sientan con respecto a usted. Si sienten respeto y amor por usted, tendrán actitudes obedientes y afectuosas, porque es lo que desean. […] No hay verdadera unión sin respeto. Zig Ziglar * A los niños les encanta que les digan que han hecho algo bien. Es más importante elogiar a un niño por sus buenas obras y por su buena conducta que regañarle cuando se porta mal. Siempre hay que procurar resaltar el lado positivo de las cosas. David Brandt Berg * Maneras de manifestar amor y respeto a los niños * No hagan caso omiso de los sentimientos de su hijo. Respondan con amor. * No den órdenes a su hijo ni le exijan que les preste atención sin darle explicación alguna. Diríjanse a él con respeto y amor cuando tengan que pedirle un favor. Procuren ser sensibles y manifestar un espíritu amable. * Miren a su hijo a los ojos, agachándose para estar a su nivel cuando le hablen; por ejemplo, cuando le digan algo o le den instrucciones. * Tómense un poco más de tiempo para detenerse y concentrarse de verdad en él. Den importancia a las ideas de su hijo. No las rebatan de buenas a primeras. Si expone una idea poco razonable, aunque el niño no entienda todos los detalles, procuren explicar todo lo que puedan. * No se burlen del niño cuando se equivoque o cuando haga algo un poco tonto. Eso puede lastimarlo profundamente. Esto no significa que no deban enseñar a su hijo a aprender a tomarse las cosas con buen humor cuando algo les salga mal, pero oren por discernimiento, pues a veces tal vez lo único que necesita el niño es un poco de comprensión. * Cuando su hijo necesite corrección, corríjanlo en privado para evitarle pasar vergüenza, según pida el caso. * Encuentren la forma de establecer vínculos personales con cada niño. * Demuéstrenles que los valoran con la manera en que los tratan. Préstenles la misma atención que quieren que les presten ellos a ustedes. * Cuando su hijo se les acerque para decirles algo, hagan una pausa y escúchenlo. Denle toda su atención y respóndanle. No escuchen a medias mientras piensan en otra cosa y siguen con sus actividades. * Deténganse a saludar a su hijo. María Fontaine * Fomenten las capacidades y características únicas de sus hijos: Conocer bien a cada niño como individuo. No se puede ayudar a un niño a adquirir confianza en sus dones y habilidades naturales a menos que uno sepa cuáles son esos dones. Hay dos maneras de aprenderlo: 1) En charlas privadas con el niño, observando y apreciando sus cualidades cuando uno pase tiempo con él; y 2) apartando marido y mujer un tiempo determinado para hablar de cada uno de los hijos, compartir impresiones, tomar notas, descubrir entre ambos algo más acerca de la personalidad y el carácter individual de cada niño. Respetar genuinamente a cada niño y sus dotes personales. Nuestros hijos son seres humanos que merecen no solamente nuestro amor sino también nuestro respeto. Con eso en mente, se hace a veces un poco más fácil 1) manifestar mayor confianza en ellos después de algún fracaso; 2) comentar nuestras propias fallas con ellos y contarles qué aprendimos de cada una; 3) alabar sus realizaciones generosa y sinceramente, sobre todo sus logros en aspectos que les notamos especial aptitud; y 4) no criticar ni apabullar jamás a ninguno de los niños. Más bien, debemos señalar sus malas conductas pero haciéndole sentir que no lo privamos de nuestro amor. Nunca critique en público: «alabe en público, corrija en privado». [Inculcarle] independencia, confianza en sí mismo y responsabilidad a temprana edad. La confianza y la alegría que ella depara tienen mucho que ver con la capacidad de hacer cosas útiles. Cada hijo debe tener un trabajo en la familia y para la familia (sobre todo tareas diarias o semanales) por el cual se lo elogia y se lo hace sentirse muy capaz y muy importante, por no decir parte clave de la familia. Ayude a los niños a descubrir sus propios dones y a darse cuenta de que los suyos son tan valiosos como los de cualquier otra persona. Linda y Richard Eyre * Sus niños dependen de que ustedes encarnen Mi amor para ellos de una manera que puedan comprender, captar y sentir. Si no les manifiestan Mi amor, ¿cómo sabrán que los amo? Ustedes son una manifestación de Mi amor por ellos. Los niños tienen unos sentimientos muy tiernos y delicados, aun los que no los exteriorizan mucho, y quiero demostrarles que los amo, velo por ellos y quiero estar unido a ellos y tener gestos lindos con ellos. El amor que manifiestan dedicándole tiempo es una de las mejores formas en que un niño siente Mi amor a través de ustedes. Y así como los amo entrañablemente a ustedes, también los amo a ellos; más de lo que ustedes pueden imaginar. Jesús, hablando en profecía Gentileza de http://anchor.tfionline.com/es/post/amor-que-fortalece-los-ninos/. Foto tomado por Stenly Lam / Flickr.
La abuela de mi esposo, Nana Mae, jamás perdió de vista la belleza que la rodeaba. Cuando estábamos con ella, no había un momento en que no nos alabara o nos dijera lo bonito que era algo. Nunca olvidaré la ocasión en que Mike y yo la llevamos en el auto a Los Ángeles en Navidad. Estábamos en una gasolinera de la carretera interestatal 5, cuando de repente Nana señaló algo con el dedo por la ventana y comentó: —Hermoso. Miré para saber de qué hablaba… Y todo lo que vi fue un camión verde. Era un camión recolector de basura que se detuvo cerca de la gasolinera. —Ese tono de verde es hermoso —señaló, asintiendo con la cabeza. Miraba directamente hacia el camión. Sonreí. Hablaba de un camión de la basura; sin embargo, ella vio algo bello en ese camión. Como madres que somos, también podemos elegir si vamos a ver la belleza. Podemos buscar lo bello en medio de lo que a veces parece la basura de nuestro día: el desorden por toda la casa, las discusiones de los niños, andar de un lado para otro como locos. Desempeñamos un papel muy importante en cuanto a marcar la pauta para que nuestras familias noten lo bello. ¿Haces notar la belleza? ¿O ves el camión de la basura (como hice yo) en vez de notar el color verde intenso? ¿Atrapas los recuerdos que se forman delante de ti, o pierdes la paciencia y anhelas solo un minuto de soledad? ¿Disfrutas del día de hoy? ¿O solo quieres que el tiempo pase rápido, de modo que tus hijos crezcan y lleguen a la siguiente etapa en la que esperas que todo sea más fácil? ¿Te detienes para amar y empaparte de esos momentos de ser [la madre o el padre] de un recién nacido, un bebé de seis meses, un niño de dos años o hasta de un adolescente? A veces cuesta hacerlo (créeme, lo sé), pero ahí está la verdadera belleza, en los momentos en que intencionalmente te empapas de ello, en los que decides apreciar y maravillarte de todo lo que conlleva ser [madre o padre]. Cuando lo hacemos, lo encontramos. Encontramos lo bello. ¡Te deseo que hoy disfrutes de muchos momentos bellos! Adaptación de un texto de Genny Heikka Adapted from http://www.mamapedia.com/voices/finding-the-beautiful. Photo by D Sharon Pruitt via Flickr.com.
Podemos mejorar la vida de las personas que nos rodean con nuestros actos de bondad y consideración, y también manifestando fe en ellas. A continuación, algunas fórmulas prácticas para empezar a cambiar nuestro rincón del mundo: • Cultiva la excelencia. Procura pensar como mínimo en un rasgo de tu hijo que te parezca digno de elogio y preocúpate de hacérselo saber. No seas tímido: ya verás que no se cansará de oírlo. Reforzarás su confianza en ese aspecto y, a medida que aumente su autoestima, tu hijo mejorará también en otros aspectos. • Asigna funciones importantes a tus niños. Procura darles facultades y atribuciones en los aspectos que son su fuerte. Demuéstrales que confías en ellos, que los necesitas y los valoras. • Aprecia a tus niños por lo que son. Valorar el desempeño de tu hijo es importante, y a los niños le gusta que le den las gracias y que se le reconozca lo que ha hecho; pero ser estimado por una cualidad particular es mucho más grato que ser aplaudido por las consecuencias de esa cualidad. • Aminora la marcha. Toma tiempo ver a tus niños con nuevos ojos. Ve más despacio en tu trato con los niños y dale a Dios la oportunidad de revelarte cómo las ve Él. • Olvida el pasado. A nadie le gusta que lo etiqueten o lo encasillen. Procura ver cómo son tus niños actualmente o cómo pueden llegar a ser el día de mañana. Adaptado de un articulo publicado en la revista Conéctate. Joyce Suttin En la primavera de mi penúltimo año de secundaria, algunas chicas propusieron que nos preparáramos para el partido de baloncesto entre las representantes de nuestro curso y las del curso superior. Me pareció que podía ser entretenido, así que me apunté. No me fue muy bien en los entrenamientos, pues me distraía con mis amigas en vez de concentrarme en el juego; pero a pesar de poner nerviosas a algunas de las jugadoras más competitivas, me propuse seguir y participar en el que sería mi primer y único partido de baloncesto. A lo largo del partido, nuestras rivales nos llevaron ventaja en todo momento. Mis compañeras se esforzaban por darles alcance. Yo había pasado la pelota un par de veces como una papa caliente, feliz de quitármela de encima lo antes posible. Hasta que… Perdíamos por dos puntos y faltaban apenas unos segundos para el término del partido cuando una de mis amigas logró interceptar el balón. Lo tiró lo más lejos que pudo, y con espanto vi que venía directo hacia mí. Lo atrapé con facilidad, pero no sabía qué hacer con él. Ninguna de mis compañeras estaba cerca de la canasta. Me imagino que di la impresión de estar paralizada, sin saber qué hacer. En eso vi la cara de Stan, un compañero de clase de constitución atlética que estaba sentado en la primera fila entre el público. Me gritó: —¡Lánzalo! ¡Dale, que puedes! Recuerdo que miré hacia la canasta desde donde estaba parada en la mitad de la cancha, apunté y lancé la pelota con todas mis fuerzas. Lo que sucedió en ese momento no lo tengo del todo claro. No sé cómo, el balón de milagro entró limpiamente en la canasta en el último segundo, y ganamos el partido. Mientras todos se amontonaban a mi alrededor en aquel momento de gloria, yo busqué a Stan con la mirada entre el gentío. Finalmente se acercó para felicitarme, y le dije: —Gracias por animarme cuando más lo necesitaba. Creíste que yo era capaz de encestar, y lo hice. Todos necesitamos a alguien que nos estimule cuando los rostros de la multitud se difuminan, cuando las voces se vuelven ininteligibles y nos tiemblan las piernas, alguien como Stan que nos anime cuando vacilamos y nos sentimos inseguros, que nos inspire confianza en nosotros mismos y nos impulse a intentar lo imposible, que nos diga: «¡Tú puedes!» ***** Tus niños tienen que ver que ustedes quieren que triunfen y que creen que pueden triunfar. En sus momentos de desespero o de desazón, tienen que demostrarles que pueden rehacerse y comenzar de nuevo. Necesitan saber que por dura que haya sido la caída, o por muchas veces que hayan fallado, pueden volver a incorporarse. Necesitan saber que son ganadores, que son campeones y que ustedes creen en ellos. En la Historia hay muchos ejemplos de personas que hicieron maravillas, que se destacaron, que realizaron descubrimientos, inventaron algo ingenioso, compusieron algo original, cantaron algo hermoso, inspiraron a otros o contribuyeron a mejorar el mundo con sus esfuerzos, gracias en gran parte a la fe que otra persona les tuvo. La fuerza de la fe y confianza que manifestaron los demás fue lo que ayudó a muchos de esos grandes hombres y mujeres a sobreponerse a las imposibilidades, la oposición, el peligro o las dificultades. A lo mejor el mundo nunca habría oído hablar de ellos si alguien no los hubiera inspirado a lograr algo. Gracias a ello se exigieron a sí mismos para desarrollar a fondo su potencialidad. Hubo gente que en un principio pensó que esos grandes hombres y mujeres no tenían potencial. Hubo grandes maestros, científicos e inventores que fueron considerados poco inteligentes de niños. Hubo grandes atletas a los que se les dijo que estaban demasiado enfermos, incapacitados o débiles como para pasar a la primera ronda de una competencia. Ha habido grandes escritores y oradores que cuando comenzaron apenas podían articular palabra. Ha habido bailarines, cantantes y actores ahora reconocidos mundialmente que fueron rechazados en su primera audición por «falta de talento». También hay muchos que fracasaron y se equivocaron incontables veces, que demostraron tener posibilidades, pero que sufrieron una desilusión tras otra, hasta que finalmente alcanzaron el éxito, en parte gracias a que quienes creyeron en ellos les transmitieron el ímpetu para perseverar. Gentileza de la revista Conéctate y sitio web www.anchor.tfionline.com. Dorcas Dios me ha bendecido con 12 hermosos hijos. Son ocho niñas y cuatro muchachos. Su crianza acaparó todo mi tiempo. Apenas tenía ocasión de un respiro. Pero ahora que todos han crecido —el menor tiene 14 años—, dependo enteramente de su apoyo y ayuda. Cierta mañana pasé un buen rato reflexionando en ello y sintiendo una enorme gratitud hacia mis queridos hijos. En esas recibí una llamada de mi tercera hija mayor. Le comenté aquella sensación de agradecimiento. Ella me contesto: «Mamá, tienes que hablarle de esto a tus hijos. Les haría muy feliz saber lo mucho que significan para ti». La misma idea me había cruzado la mente y coincidí con ella. Mis 12 hijos han crecido de un momento a otro en el curso de 34 años. Sé que suena contradictorio, pero es cierto. El paso de los años me ha inculcado la enorme valía de mis hijos. Todo lo que puedo decirles es gracias. Gracias. Gracias. Les agradezco: Las numerosas lecciones de vida que me han enseñado. Que algunos aún vivan conmigo. Que otros hayan alzado vuelo y ya no residan en mi casa. Las ocasiones en que se acordaron de llamarme. Las ocasiones en que me llamaron para hablarme de un problema. Las visitas de mis hijos mayores durante mi recuperación en el hospital. Las lágrimas que derramaron cuando enfermé. Las risas que me produjeron cuando necesitaba unas palabras de aliento. El pastel que una de mis hijas hornea para celebrar mi cumpleaños y el delicioso almuerzo conmemorativo que preparan. Las llamadas telefónicas los días previos a mi cumpleaños para preguntarme qué deseo de regalo. La impresión de un álbum familiar de fotos que mi hija mayor recopila y me envía al término de cada año. La fidelidad con que cortan la madera para la estufa principal de la casa. La apreciación de una amplia variedad de personalidades y características. A mis nietos por llamarme abuela y a mis hijos por cuidar tan bien de ellos. El tiempo que mis hijos me han dedicado cuando he pasado una temporada difícil. Deseo decirle a cada uno de mis hijos: «Eres necesario. Te doy las gracias. Eres maravilloso». Nuestra mayor fortuna es saber que otros nos necesitan. Pero de no expresarlo en palabras, puede que nunca se llegue a conocer la manera que complementamos la vida de los demás. Ese es el motivo por el que he puesto en palabras lo que siento por mis hijos. Mientras ponía mi agradecimiento por escrito, empecé a pensar en Jesús: el mayor acreedor de nuestra gratitud. Me pregunté si le he manifestado mi gratitud. Últimamente no lo he alabado mucho y me pregunto si ello le entristece. Mi agradecimiento hacia Él supera al de todos los demás componentes de mi vida. Su amor me permite extender mi cariño a los demás. El amor que me propicia me motiva a amar a otros. Se dice que la alabanza invoca el poder de Dios. Estoy segura que es cierto. En los momentos de agotamiento se vuelve incluso más importante alabarle. La verdad es que al momento de escribir estas líneas me encontraba un poco debilitada. Pero mis fuerzas se renovaron cuando empecé a alabar a Dios. El motivo central del artículo es la gratitud, por lo que resulta natural que termine en alabanzas. Articulo © La Familia Internacional. Foto gentileza de photostock/FreeDigitalPhotos.net Jessica Roberts Me dedico a los niños desde hace años. Jamás deja de asombrarme su interés por la vida, la alegría que les da descubrir algo nuevo, y su perseverancia. En efecto, la perseverancia. La idea puede parecer novedosa si se toma en cuenta que es evidente que los niños pequeños tienen poca capacidad de concentración. Toda madre que haya intentado que su pequeñín se quede sentado el tiempo suficiente para terminar una comida puede hablar de ello. Hay momentos en la vida de todo niño, sin embargo, en que el impulso innato lo lleva a aprender algo, como por ejemplo a recoger un objeto pequeño con sus deditos regordetes, a gatear o a caminar. Esas nuevas habilidades exigen una enorme concentración y esfuerzo de su parte. Toman mucho tiempo en proporción con lo poco que lleva de vida. Además, impone exigencias a los músculos del pequeñito, que recién empieza a desarrollar la coordinación; sus músculos son apenas lo bastante fuertes para soportar el peso de su cuerpo. Hace poco me mudé a otro país y la adaptación me resultó difícil. Amigos y compañeros de mi anterior situación eran como parte de mi familia. Me dolió dejarlos y extrañaba a «mis» niños. Probé sin mucho éxito a ver qué tal se me daban otros aspectos de nuestra labor voluntaria. En determinado momento, por ejemplo, canalicé mis energías en una iniciativa de auspiciar la adquisición de juguetes y libros para niños necesitados, pero al ver que la cosa no despegaba, me desanimé y tuve deseos de desistir. Un día cuidaba de Rafael, el bebé de una compañera. Rafael había intentado gatear desde que yo lo conocía. Empezó impulsándose con brazos temblorosos, y con el tiempo logró levantarse y andar a gatas, pero no se movía del sitio. Esto duró varias semanas. Se impulsaba y se balanceaba de atrás adelante apoyándose en las manos y las rodillas pero no avanzaba. Si había un juguete que no alcanzaba, por mucho que se balanceara o se moviera sobre la barriga no se acercaba. A veces se las arreglaba para retroceder, pero eso solo lo alejaba de su objetivo. Hoy, después de esforzarse al máximo, me miró con cara de frustración como diciéndome: «¡Tómame en brazos!» Lo comprendía. Esa mirada reflejaba también mi sentir. Pero yo sabía que tanto esfuerzo le fortalecía los músculos y le enseñaba sobre su cuerpo. Lo tomé en brazos y lo animé un poco, y luego lo puse en el suelo para que volviera a intentar. Tendría que aprender a gatear; yo no podía hacerlo por él. A la larga se fortalecerá y le descubrirá el truco. De repente me di cuenta de lo mucho que me parecía a Rafael. Me había esforzado mucho, intenté aprender a desempeñarme en otras cosas y a hablar otro idioma y adaptarme a una cultura extraña. Mi reacción natural había sido mirar a Jesús y decirle: «¡Tómame en brazos! ¡Sácame de esta situación!» Pero Él sabe que este tiempo de aprendizaje, por difícil que se me haga, me beneficiará. Aunque Su amor siempre me anima, tengo que poner empeño y perseverar. Aquello me ayudó a ver mi situación desde otra perspectiva. Si Rafael puede seguir intentando, ¡yo también puedo! Y cuando me canse de intentar o me sienta contrariada por haberme esforzado aparentemente en vano, acudiré a Jesús en busca de cariño, ánimo y fortaleza para proseguir el aprendizaje que se me presente en la vida. Ahora Rafael gatea feliz. Empieza a ponerse de pie. Por mi parte, también doy pequeños pasos para aprender cosas nuevas y ampliar mis horizontes. Estoy segura de que en poco tiempo los dos estaremos en marcha, si seguimos intentándolo. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Peter Story
Hoy escuché la grabación de muestra de un tema musical. He escuchado muchas canciones de demostración, pero esta me pareció menos pulida de lo normal. Procuré no evidenciar que me crispaba los nervios. Mi amigo me advirtió que era una grabación de muestra antes de apretar el botón para escucharla, pero aun así no estaba del todo preparado. Espero que no notara cómo me retorcía en la silla. Al cabo de un minuto de angustia silenciosa, Jesús logró comunicarse conmigo. Me habló al pensamiento: —Es solo una canción de muestra. —Ya sé —respondí—. De todos modos me cuesta escucharla. —Tienes que escucharla como lo haría el músico, como será la canción, no como es ahora. Me pareció interesante verlo así. —Sí —prosiguió—. Y es la mejor manera. En realidad, así es como te veo a ti. ¡Ay! —Está bien. Lo intentaré. Quedé asombrado, porque funcionó al instante. Presté atención sin fijarme en los molestos ruidos de fondo, las pérdidas de ritmo y los desafinados, y la canción era bastante buena. La melodía me pareció hermosa y relajante. Y la letra encajaba a la perfección. Me hacía ilusión ver la canción en su etapa final, y se lo dije a mi amigo. El que tiene boca se equivoca. Todo el mundo mete la pata. Y a veces repetidamente o con consecuencias desastrosas. Por eso, todos somos grabaciones de prueba en las manos de Dios. Hay mucho que Él tiene que arreglar en cada uno, y llevará tiempo. Cuando vemos a los niños de esa forma, no como son sino como serán, todos salimos ganando. Les damos un margen de flexibilidad que no les exige ser perfectos y les permite aprender por experiencia y, por tanto, seguir mejorando. El catalizador del amor El amor no es ciego. Tiene un tercer ojo espiritual que percibe lo bueno y las posibilidades que otros no ven. - David Brandt Berg Si se trata a un hombre como si ya fuera quien puede llegar a ser, se convertirá en quien debe ser. - Johann Wolfgang von Goethe Todo el mundo tiene sus buenas cualidades. Hay características concretas de los demás por las que podemos elogiarlos con generosidad. Si no descubrimos una enseguida, conviene mirar más detenidamente. Pide a Dios que te ayude a ver las cualidades positivas con que ha dotado a cada persona, porque Él ve en todas rasgos dignos de elogio y capaces de suscitar amor en los demás. Cuanto más te cueste descubrir esa cualidad singular, probablemente mayor será la bendición que obtengan esa persona y tú cuando la descubras. Si encuentras aunque solo sea una pequeña veta en alguien y la alumbras con un poco de amor en forma de elogios, te conducirá directamente al filón principal. Tu hijo se te abrirá, y descubrirás que posee numerosas cualidades dignas de admiración. - Shannon Shayler |
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