Las únicas personas que ven las pataletas infantiles como algo divertido son los abuelos –– porque por fin ha llegado la hora de la venganza al ver ahora a sus hijos batallando con sus propios pequeños monstruos. Lamentablemente, las pataletas son inevitables en la vida cotidiana de cualquiera que tenga niños. Usualmente empiezan alrededor de los 2 años de edad, cuando los niños experimentan diferentes maneras de comunicarse con otros para obtener lo que quieren. Las pataletas son menos frecuentes cuando alcanzan los 4 años, pero algunos niños continúan haciéndolo años después - incluso cuando son adultos. ¡Uff! Pero no te debes preocupar. Las pataletas hasta cierto punto no son evitables, pero siguiendo algunos simples pasos puedes evitar la mayoría de ellas y ayudar a tu niño a que aprenda un mejor mecanismo para sobrellevar la adversidad. Pasos
Gentileza de Wikihow. Foto de Mindaugas Danys via Flickr.
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¿Te gustaría canalizar la ilimitada energía y curiosidad de tu hijo de modo que lo pase bien y al mismo tiempo aprenda? Preescolares es una guía pedagógica con cantidad de consejos e ideas de actividades entretenidas y fáciles de realizar con las que tu pequeño terremoto se mantendrá ocupado por horas y horas. Y, lo que es más importante, te enseña a prepararlo para los desafíos y cambios a los que se enfrentará y a cimentar su fe, la cual le orientará y sostendrá el resto de su vida.
Basado en los escritos de David Brandt Berg La clave para criar niños felices, bien adaptados y de buen comportamiento es en realidad bastante simple: el amor. Lo que no siempre es tan simple ni fácil es saber cómo aplicar ese amor. A continuación reproducimos diez consejos que sin duda te serán de utilidad. 1. Lleva a tus hijos a aceptar a Jesús. Hay veces en que el amor natural que Dios te ha dado por tus hijos no basta para satisfacer sus necesidades. Les hace falta su propia conexión con la fuente del amor —Dios mismo—, y esa conexión la consiguen aceptando a Jesús. Establecer un vínculo con Jesús es tan sencillo que hasta los niños de dos años son capaces de hacerlo. Basta con que les expliques que si le piden que entre en su corazón, Él se convertirá en su mejor Amigo, los perdonará cuando se porten mal y los ayudará a portarse bien. Luego enséñales a hacer una oración como esta: «Jesús, perdóname por portarme mal a veces. Entra en mi corazón y sé mi mejor Amigo para siempre. Amén». 2. Transmíteles la Palabra de Dios. ¿Qué podría ser más beneficioso para tus hijos que enseñarles a hallar fe, inspiración, orientación y respuestas a sus interrogantes y problemas en la Palabra? «La fe viene por el oír la Palabra de Dios» (Romanos 10:17). La lectura diaria de la Palabra es clave para progresar espiritualmente. Eso es válido a cualquier edad. Si tus hijos son bastante pequeños, puedes empezar por leerles una Biblia para niños o libros de Historia Sagrada, o viendo con ellos videos basados en la Biblia y explicándoles lo que sea necesario. Sé constante y hazlo divertido. En poco tiempo tus hijos estarán «sobreedificados en [Jesús] y confirmados en la fe» (Colosenses 2:7). Así habrá menos probabilidades de que se descarríen a causa de influencias malsanas o de que busquen respuestas en otros sitios, pues su vida estará fundamentada en el cimiento sólido de la Palabra de Dios. 3. Enséñales a actuar motivados por el amor. Dios quiere que todos obremos bien, no por temor al castigo, sino porque lo amamos y amamos al prójimo. Si tus hijos han aceptado a Jesús y les has enseñado a amarlo y respetarlo, y a amar y respetar a los demás, y vas reforzando esos principios, con el tiempo aprenderán a tener esa motivación. Desde muy temprana edad puedes enseñarles a practicar el amor siendo desinteresados y considerados con los sentimientos y necesidades ajenos. Jesús lo resumió en Mateo 7:12, en lo que se conoce como la Regla de Oro. La siguiente paráfrasis es un estupendo punto de partida para enseñar a los pequeñitos a tener el amor por motivación: «Trata a los demás como te gustaría que te trataran». 4. Promueve una comunicación franca y sincera. Si tus hijos saben que vas a reaccionar con calma y con amor pase lo que pase, es mucho más fácil que te confíen sus intimidades. Si cultivas una relación de confianza y entendimiento mutuo cuando todavía son pequeños, es mucho más probable que mantengan abierta esa línea de comunicación cuando lleguen a la preadolescencia y la adolescencia, período en que sus emociones y problemas se vuelven mucho más complejos. 5. Ponte en su lugar. Procura relacionarte con tus hijos a su nivel y no esperar demasiado de ellos. Recuerda también que la gente menuda suele ser más sensible que las personas mayores, así que es importante tener mucha consideración con sus sentimientos. Todos sabemos lo descorazonador que es que nos pongan en situaciones embarazosas, que nos ofendan o nos denigren. Si tomamos conciencia de que esas experiencias desagradables pueden ser aún más traumáticas para los niños, haremos todo lo posible por evitarles ese tipo de incidentes. 6. Da buen ejemplo. Sé el mejor modelo de conducta que puedas, pero sin pretender haber alcanzado la perfección. Manifiéstales amor, aceptación, paciencia y perdón, y esfuérzate por practicar las demás virtudes y por vivir conforme a los valores que quieres enseñarles. 7. Establece reglas razonables de conducta. Los niños son más felices cuando saben cuáles son los límites, y esos límites se hacen respetar sistemáticamente, con amor. Un niño malcriado, caprichoso e irresponsable se convierte en un adulto igualmente malcriado, caprichoso e irresponsable. Es, pues, importante que aprenda a responsabilizarse de sus actos. La meta de la disciplina es la autodisciplina, sin la cual un niño se ve en franca desventaja en el colegio, y posteriormente en el trabajo y en la sociedad. Uno de los mejores métodos para establecer reglas es conseguir que los niños mismos ayuden a fijarlas, o al menos que las acepten de buen grado. Requiere más tiempo y paciencia enseñarles a tomar buenas decisiones que castigarlos por decidir mal, pero a la larga es más eficaz. 8. Prodígales elogios y aliento. A los niños les pasa lo que a todos: los elogios y el aprecio los motivan a hacer enormes progresos. Cultiva su autoestima elogiándolos sincera y constantemente por sus buenas cualidades y sus logros. Recuerda también que es más importante y da mucho mejor resultado elogiarlos por su buen comportamiento que regañarlos cuando se portan mal. Si te propones hacer siempre hincapié en lo positivo, tus hijos se sentirán más amados y seguros. 9. Ámalos incondicionalmente. Dios nunca se da por vencido con nosotros ni deja de amarnos por mucho que nos descarriemos. Así también quiere Él que seamos con nuestros hijos. 10. Reza por ellos. Por mucho que te esfuerces y por muy bien que hagas todo lo demás, te verás en situaciones que escapan a tu control o que requieren más de lo que tú puedes aportar. Sin embargo, nada escapa al control de Dios ni supera Su capacidad. Echa mano de Sus ilimitados recursos por medio de la oración. Él conoce todas las soluciones y puede satisfacer toda necesidad. «Pedid, y se os dará» (Mateo 7:7). «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto» (Santiago 1:17). ¡Que lo disfrutes! Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Últimamente mis hijos se han vuelto bastante irrespetuosos. Parece que cuando trato de corregir la situación sólo consigo empeorarla. ¿Qué me aconsejan?
El primer paso para corregir esa mala conducta es afrontar la cruda realidad de que la culpa de que se encuentren en ese estado es en parte tuya. Como suele suceder con la mayoría de los problemas, tienes que empezar por examinar tus propias acciones y actitudes y proponerte cambiar en los aspectos que sean precisos. Si bien por naturaleza los niños cuestionan más las cosas cuando se ponen un poco mayores y necesitan más explicaciones, la falta de respeto y la desobediencia descarada normalmente se deben a un exceso de indulgencia, pues ésta les enseña a manipular a sus padres en lugar de respetarlos. La solución es ser más firme. Sin embargo, por lo general del dicho al hecho hay mucho trecho, porque esa conducta inaceptable se ha convertido en un mal hábito y porque en el momento probablemente consideraste válidos tus motivos para actuar de determinada manera —tu amor por los niños y tu deseo de verlos felices—. En efecto, esos motivos eran válidos; pero si los resultados fueron negativos es que tal expresión de amor no fue la adecuada para la situación. La fi rmeza también es una expresión de amor, y en algunos casos, la mejor. Normalmente los niños piensan en lo que los hará felices a corto plazo. De modo que los padres tienen que asumir la obligación de juzgar lo que a la larga será mejor para los pequeños, lo cual en muchos casos entraña decir que no. Después de eso, es importante que tengas las cosas claras en tu fuero interno. Tienes que saber exactamente qué conductas son aceptables y cuáles no. Para persuadir a tus hijos de que es preciso cambiar ciertas cosas, hace falta que tú tengas un convencimiento profundo. A la hora de establecer las reglas que a tu juicio hacen falta, obtendrás mejores resultados si las debates con tus hijos, razonas con ellos y tratas de obtener su colaboración que si simplemente impones la ley y exiges su respeto. El hecho de conversar el asunto con ellos —escuchando sus puntos de vista, mostrándote flexible y haciendo algunas modifi caciones si es necesario— evidenciará el respeto que les tienes. Lo más probable es que te correspondan a ese respeto, y ese es el primer paso en la buena dirección. La forma en que les expliques las cosas dependerá de su edad y su madurez. Comienza reconociendo que la culpa es en parte tuya y explica por qué es necesario el cambio. «Como no le puse coto al asunto de entrada, se han habituado a contestar mal y faltarme al respeto. Eso tiene que cambiar. No es un comportamiento aceptable en un hogar como el nuestro, en el que queremos que reine el amor». Deja bien claro cuáles son las reglas y también cuáles serán las consecuencias si no las observan. «Si contestan mal o me faltan al respeto, se quedarán sin esto o sin lo otro». No dudes en cumplir todas las veces lo que les has advertido; de otro modo, tus reglas serán inútiles. Promételes no sólo castigos, sino también premios por portarse bien. «En cuanto se enmienden recuperarán sus privilegios, y tal vez incluso les daré algo más». Termina la conversación en una nota positiva. Recuerda que no sólo aspiras a modificar una conducta; te propones corregir la actitud que dio lugar a esa mala conducta y cultivar buenos hábitos en sustitución de los malos. Eso toma tiempo. El secreto es la oración, la constancia y la firmeza templada con amor. Comprométanse a cambiar juntos y esfuércense hasta lograrlo. Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Los niños deben obedecer y honrar a sus padres.
Pídele a Dios que te oriente en la educación de tus hijos.
Tratar a tus hijos con benevolencia y amor.
La paciencia, la misericordia y la verdad son lo más eficaz.
Los padres tienen la obligación de educar a sus hijos y darles buen ejemplo.
Se debe castigar a los hijos cuando lo precisen.
Una formación cristiana les servirá de guía toda la vida.
Basado en un articulo en la revista Conéctate. Foto gentileza de photostock/freedigitalphotos.net Al acercarse a la adolescencia (a veces desde los 9 años o antes) en muchos niños nace el deseo de formar parte de un grupo, un club o algún tipo de red social. La mayoría siente interés por comunicarse con otros chicos de su misma edad mediante el chateo, el correo electrónico y demás medios. En cada familia los padres deciden cuánto tiempo pueden destinar a eso y a qué hora del día.
¿Cuáles son los riesgos? Muchos jóvenes no están al tanto de que cualquier cosa que den a conocer en las redes sociales es totalmente público. Incluso lo que compartan en un círculo privado —con unos pocos amigos-- es muy fácil que termine a la vista del mundo entero. Ese desconocimiento de los riesgos que implican esas indiscreciones es muy evidente en las redes sociales, donde algunos jóvenes dan a conocer su dirección, número de teléfono, información privada o detalles íntimos que resultan sumamente comprometedores para su reputación y que les pueden restar oportunidades en el presente y en el futuro. Por tanto, lo principal que debemos enseñar a los niños y jóvenes a este respecto es que ¡en la Internet no hay nada privado! Cada minúsculo detalle de información que se publica en línea o se envía por internet es de carácter público, o puede volverse público fácilmente. Antes de mandar o publicar nada hay que pensárselo bien. En el mundo real lo que uno dice o enseña a sus amigos queda básicamente entre las personas presentes en ese momento. Esa información tiene un alcance muy limitado, y no es tan fácil demostrar lo que uno dijo, hizo o mostró. En claro contraste, en internet es muy fácil documentar lo que uno hace y publicar datos privados, y muchas veces lo hace uno mismo. En cierto sentido, todo el que se integra a una red social se convierte en una persona pública. Por lo mismo, debe considerar todas las implicaciones que ello conlleva. Recomendaciones * Asesorar a los hijos para que sus perfiles y cuentas sean lo más seguros posibles. * Los niños deben entender que uno visitará su página en la red social, su blog, etc., y saber qué tipo de cosas uno no considera aceptables. * Hacer ver a los niños que lo que uno ponga en Internet estará a disposición de todo el mundo, por lo que se debe tener mucho cuidado con las fotos y textos que se publiquen ahí. Por regla general, no se debe divulgar en internet nada que no se querría mostrar o decir a alguien que uno acaba de conocer en la calle. * Estar al tanto de las personas con las que sus niños se comunican en internet, y de la información que dan a conocer o que publican sus amigos en sus comentarios. * Explicar a los chicos que las numerosas encuestas que circulan en las redes sociales son técnicas para obtener información de los consumidores. Las grandes empresas se valen de ellas para averiguar qué tipo de productos se venderán más y cómo les interesa formular sus campañas publicitarias. Mis hijos están en una edad en la que mirar la televisión o ver películas es una de sus actividades preferidas. El problema es que casi todo lo que quieren ver contiene actitudes, lenguaje o comportamientos que no apruebo. Además pareciera que esos aspectos negativos son justamente los que más recuerdan e imitan. ¿Cómo puedo resguardar a mis hijos de esas influencias nocivas? Son muchos los padres que hoy comparten esa preocupación. Se dan cuenta de la importancia de vigilar —y a veces restringir— lo que sus hijos ven y escuchan, y sin duda tienen pleno derecho a hacerlo. Es más, tienen la obligación moral de hacerlo. Por otra parte, es prácticamente imposible proteger a los hijos de todas las influencias negativas a las que puedan verse expuestos. Si no es por medio de la TV, las películas o los videojuegos, les llegan por medio de sus compañeros y amigos, o por otras rutas. No siempre podemos proteger a nuestros hijos de las influencias negativas, pero sí podemos ontrarrestarlas. A continuación algunos consejos al respecto: Hay que pasar tiempo con los niños para inculcarles los valores positivos que queremos que tengan el resto de su vida. En este caso en particular, dedicarles tiempo consiste en habituarte a ver programas con ellos y a conversar luego sobre lo que vieron, con el objeto de ayudarlos a extraer de la experiencia todo lo positivo que sea posible, y lo menos posible de lo negativo. Eso además te da ocasión de charlar sobre actitudes o conductas controvertidas desde la perspectiva de una tercera persona. «¿Qué te parece que debió haber hecho el personaje en esa situación?» Con el tiempo ello contribuye a que los niños se formen valores personales firmes y a la vez les enseña a escoger con más criterio lo que ven. Siempre que sea posible, es importante revisar previamente lo que van a ver, o al menos leer una reseña objetiva para estar al tanto del contenido. Así puedes asegurarte de que sea apropiado para su edad o apto para niños. También te da tiempo para reflexionar sobre las enseñanzas o la información que se puede sacar de ello. Piensa de qué forma puede resultarles beneficioso. Si no das con nada, es posible que no valga la pena que lo vean. Procura que lo que ven y la conversación posterior se ajuste a su edad. Los videos tienen una ventaja sobre la TV: puedes pausarlos para responder sus preguntas. Por eso, siempre que te sea posible graba los programas y preséntaselos después a los niños. (Así también se evitan los avisos publicitarios nocivos, los que por ejemplo presentan productos que a tu juicio no serían buenos para ellos.) En caso de que un niño pequeño vaya a asustarse o no vaya a entender ciertos pasajes, detén la película y sáltate esas partes. Los niños mayores generalmente prefieren ver toda la película y conversar después sobre ella. El debate tiene por objeto que los niños reflexionen acerca de lo que acaban de ver y lleguen a conclusiones más maduras de las que sacarían por su cuenta. Los niños aprenden mejor haciendo preguntas y razonando las cosas que cuando se les dan todas las respuestas servidas en bandeja. Además, suelen aceptar mejor la orientación que se les brinda cuando ésta les llega por conducto de respuestas a sus preguntas o como consecuencia de preguntas que tú mismo les plantees y que los lleven a reflexionar. Tienden a aceptar mejor las cosas de ese modo que cuando, según su percepción, los estamos sermoneando. Mientras ven la película también puedes tomar nota de cosas que te puedan servir de base para interactuar con tus hijos de formas entretenidas, positivas y didácticas, por ejemplo leyendo cosas interesantes sobre personajes, sitios o acontecimientos históricos, realizando actividades que aparezcan en el programa u organizando una salida relacionada con el tema. Te sorprenderá cuánto se pueden beneficiar los niños de una película o documental si tienen un poquito de orientación. Pueden aprender mucho sobre la vida y la naturaleza humana. Pueden aprender a lidiar con crisis y dificultades y a establecer lazos de empatía con otras personas. Pueden tomar conciencia de que las decisiones erróneas tienen sus consecuencias y así escarmentar en cabeza ajena. Así, pues, aunque las películas y la TV son potencialmente nocivas, en realidad pueden convertirse en un medio didáctico eficaz y estrechar los lazos familiares si se escoge bien lo que se ve. Extraído de la revista Conectate. Usado con permiso.
Adaptado de un artículo escrito por María Fontaine
Un deber de los padres es fijar reglas y límites para ayudar a los niños a decidir bien. Estarán expuestos a cosas con las que ustedes no estén de acuerdo; eso es algo que tienen que aceptar, y deben estar preparados para ello. Pero eso no significa que tengan que relajar su postura sobre lo que es o no es aceptable, ni considerar inevitable que tengan que rebajar sus expectativas en cuestiones realmente importantes. * Todos los padres buenos fijan límites a sus hijos y les enseñan a respetarlos. Si quieren criarlos con valores sanos, fijan límites. Exigirles que observen ciertas normas y sancionarlos si no lo hacen es parte de la labor de los padres. * Al cambiar la vida de sus hijos, ya sea que ganen amigos, cambien de colegio o entren en una nueva etapa de su desarrollo, querrán estar preparados para evaluar sus reglas y decidir cuáles son importantes y necesarias para la salud, seguridad y bienestar espiritual de ellos, y cuáles podrían dejar de ser necesarias. Quizás deban estar dispuestos a hacer ajustes en las reglas que no sean importantes, sin dejar de ser firmes, realistas y constantes con las que sí importan. Quieren que sus hijos estén a salvo, pero también quieren ser realistas en cuanto a su madurez y a lo que puedan exigirles. Es importante que los límites sean realistas, y viene bien que sus hijos entiendan y vean la necesidad de que los haya. Por ejemplo, entender que hay reglas para su seguridad, o su salud, o para protegerlos en algún sentido. * Dejar tus niños explorar el proceso de toma de decisiones dándoles buenos consejos y apoyo y confiando en que tomen decisiones propias de su edad dentro de unos límites seguros es una parte de preparar a los hijos para que sean adultos prudentes y entendidos capaces de decidir bien. * La comunicación con los hijos respecto a temas que son importantes tanto para ellos como para ustedes se puede hacer de forma que resulte una experiencia mucho más positiva, como por ejemplo responder calmadamente a sus afirmaciones disparatadas, tener flexibilidad en las normas cuando corresponda y trazar una distinción entre lo que es importante para su seguridad y bienestar y lo que son meras preferencias personales sin mayor trascendencia. |
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